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Guardianes del equilibrio

🇪🇸Novelas_AJGarcia
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Synopsis
Samuel Sants es un chico de diecinueve años que está a punto de convertirse en vampiro. Mientras él lucha por sobrevivir, el resto del mundo se desmorona. Solo él y un misterioso guardián podrán evitar que los antiguos demonios renazcan y se cumpla una terrible profecía. Sin embargo, antes de salvar el mundo, nuestro joven héroe tendrá que aprender a controlar sus nuevas habilidades y su... sed de sangre. *Sumérgete en esta apasionante novela de fantasía y déjate arrastrar a un mundo completamente nuevo lleno de magia y criaturas sobrenaturales.
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Chapter 1 - Guardianes

En medio de unas montañas, se alzaba un imponente templo budista. Allí se habían reunido dos de los clanes más importantes de Shambhala.

Un monje del clan del equilibrio caminó hasta la sala principal. Cuando entró, observó que varias mujeres se habían sentado en uno de los laterales.

En la sala también estaban sus hermanos. La mayoría simplemente esperaban sentados con las piernas cruzadas, mientras que unos pocos tocaban instrumentos y hacían sonar una delicada melodía. Enfrente de todos los presentes, una pareja de ancianos tomaba el té con tranquilidad como si no les importara que cientos de ojos los estuvieran vigilando. Eran los grandes maestros.

El chico se inclinó en señal de respeto y la música dejó de sonar. Los ojos ciegos de la maestra Mina lo miraron como si aquella discapacidad no le impidiera verlo. La anciana le sonrió, pero fue su maestro el primero en tomar la palabra.

—Bienvenido a casa, Tatsumi. Veo que aún te niegas a afeitarte la cabeza—. El joven alzó la vista hacia la calva de su superior, que en esos momentos brillaba tanto como la gigantesca barriga del Buda que estaba justo detrás.

—Maestro Yuan —saludó cortésmente haciendo otra reverencia—. Ya sabéis que hoy en día no es obligatorio para un guardián del equilibrio.

—Sí, lo sé, pero creo que al menos deberías llevarlo más corto.

El oráculo de la luna volvió a sonreír mientras miraba de reojo al maestro.

—¡Oh, vamos! Ling... —le reprendió la anciana— deja que el muchacho disfrute de su juventud. Ya tendrá tiempo de quedarse calvo—. Tatsumi levantó las cejas con sorpresa.

—Espero que lo de ser calvo no se trate de una profecía, maestra Mina.

Lejos de molestarse, la anciana sonrió ampliamente sin ningún disimulo. Pocos monjes se hubieran atrevido a mostrar tanto descaro ante los grandes maestros, pero para Tatsumi hablar con ellos era como volver a reunirse con sus abuelos. Ambos habían mostrado mucho interés en él desde que era pequeño.

—Bueno, como te podrás imaginar, no te hemos convocado para hablar de tu peinado. La razón por la que estás aquí es porque la maestra Mina ha tenido una premonición.

Las manos arrugadas de la mujer volvieron a agarrar la taza de té con increíble exactitud para tratarse de una persona ciega.

—Me temo que el equilibrio entre la luz y la oscuridad corre peligro —declaró de repente adoptando un tono mucho más serio de lo normal—. Se avecinan tiempos oscuros. Los antiguos demonios renacerán y la tierra se bañará en sangre una vez más. Sin embargo, he visto a alguien que podría inclinar la balanza a nuestro favor—. Hizo una pausa teatral y lo miró fijamente con aquellos ojos sin vida. —Un pura sangre de aura negra nacerá dentro de poco. Evita que tenga lugar su muerte y la vida se abrirá paso restaurando el equilibrio. —Se produjo un silencio solemne en la sala.

—¿Debo salvar al elegido de esa profecía? —preguntó Tatsumi claramente confundido. La anciana asintió.

—Os he visto juntos. Vuestra unión va más allá de las ataduras del destino. Sois la única esperanza para evitar que esta nueva guerra arrase con todo. Por desgracia, no va a ser fácil. Ahora mismo, la vida del elegido corre un grave peligro y tú, Tatsumi, eres el único que puede salvarlo.

—¿Cómo reconoceré al elegido?

—Su aura es negra como la noche y se mueve alrededor de él con la misma intensidad que el fuego. Lo reconocerás cuando llegue el momento —La anciana abandonó el tono teatral y adoptó una postura más relajada—. De todas maneras, nuestro clan te ayudará a encontrarlo. El elegido es un chico más o menos de tu edad, tal vez un poco más alto que tú y de ojos verdes... bastante guapo, diría yo. O eso me pareció—. La mujer se llevó una mano a la barbilla mientras pensaba—. A decir verdad, hace mucho tiempo que no veo un rostro joven con el que poder comparar.

De pronto sonrió como si su profecía apocalíptica no fuera tan grave.

—Por su descripción, no parece alguien de Shambhala. ¿Dónde se supone que debería buscar?

—En nuestras visiones hemos distinguido una iglesia cristiana algo extravagante. Después de haber investigado, creemos que el elegido se encuentra en algún lugar de Barcelona, en el Otro Lado.

Tatsumi alzó las cejas sorprendido por los datos precisos de la anciana. Aquello reducía considerablemente su rango de búsqueda. El maestro Yuan volvió a tomar la palabra.

—Hemos organizado los preparativos. Dos de tus hermanos te estarán esperando esta noche en la plaza de los portales. También te acompañarán dos integrantes del clan de La Luna—. El maestro Yuan hizo una breve pausa antes de despedirse. —Que la luz ilumine tu camino, Tatsumi.

El joven guardián se inclinó solemnemente y se llevó un puño al pecho.

—Y nuestros corazones —recitó él antes de darse la vuelta.

Varias horas más tarde el chico se dirigió a la ciudad de Keilash. Allí decenas de portales mágicos resplandecían y su luz aumentaba cada vez que alguien los cruzaba.

—Y... ¡Aquí llega nuestro héroe favorito! —proclamó su hermano Tatsuo con algo de sorna—. Hacía tiempo que el oráculo no tenía una visión tan importante. ¿Estás nervioso?

El monje que estaba a su lado soltó un gruñido molesto.

—No le llames héroe o se lo terminará creyendo —protestó el guardián con una mirada desafiante—. Solo tenemos que salvar a un joven de aura oscura. Tampoco es para tanto. Es lo que hacemos siempre: salvar a la gente.

—¿Acaso no oíste la parte de muerte y destrucción? —preguntó Tatsumi alzando una ceja.

—De esa parte se encargará el elegido —le respondió su compañero agitando la mano como si fuera una mosca molesta. —Nosotros solo tenemos que encontrarlo.

Tatsumi lo conocía bastante bien. Aquel monje se llamaba Ishida Haku y desde que eran pequeños, ambos habían mantenido cierta rivalidad.

—¿Estás molesto porque el gran oráculo me eligió a mí, verdad?

Haku soltó una risotada.

—¡Pfff! Que seas el favorito de la maestra Mina no significa que tengas el éxito garantizado. Algunas profecías pueden cambiar.

Tatsumi meneó la cabeza al mismo tiempo que reprimía una sonrisa. Aunque a veces, ese idiota le ponía de los nervios, en el fondo, se alegraba siempre de volver a verlo. Los dos habían sido grandes amigos en el pasado. Posiblemente, fue la excesiva competencia entre ellos lo que les terminó distanciando, pero lo cierto era que Tatsumi seguía considerándolo un gran amigo, aunque, por supuesto, eso era algo que no tenía intención de decirle nunca a nadie.

De repente, se acercaron dos sacerdotisas

—Ya tenemos los permisos —informó una de ellas entregando a Haku varios documentos. Era obvio que ya se habían presentado antes de que él llegara. La mujer se quedó mirando al recién llegado—. Ah, hola. Me llamo Civara y esta es mi hermana Natsuki.

Tatsumi les dedicó una reverencia, mientras admiraba la belleza de sus nuevas compañeras. Sin lugar a dudas, los rasgos de Civara eran extranjeros. Su piel era más oscura de lo habitual y sus ojos marrones estaban salpicados por una pizca de verde en el centro.

Después de eso, el grupo se subió a una plataforma blanca. Tatsumi miró el suelo luminoso que palpitaba como si estuviera vivo. A diferencia de los otros portales, tres columnas enormes rodeaban esta plataforma que nunca mostraba ningún portal abierto.

La construcción estaba vigilada por cuatro guerreros y una mujer de túnica azul que se encargaba de teletransportar a los viajeros.

—¿Destino? —preguntó con cansancio después de comprobar los documentos.

—Al Otro Lado —contestó Haku—. Barcelona, España.

—Cinco dorados —informó ella.

Haku pagó el precio y la mujer comenzó a escribir con tiza varios símbolos extraños en una de las columnas. Cuando terminó, la piedra absorbió lentamente los trazos y acto seguido se produjo un fuerte destello. La alquimista soltó un suspiro como si su trabajo le pareciera lo más aburrido del mundo.

En menos de lo que se tarda en pestañear, Tatsumi y sus compañeros aparecieron en un cuarto pequeño lleno de fregonas y productos de limpieza. El único adorno era un símbolo geométrico pintado en el suelo muy parecido al de la plataforma anterior. De repente, Civara tropezó por falta de espacio y se apoyó en una estantería provocando que cayeran algunos objetos.

—¡Vaya! No me esperaba un portal tan estrecho —se quejó.

—¿De verdad eres vidente? —preguntó Tatsuo sonriendo con malicia.

Civara lo fulminó con la mirada mientras Haku los mandaba a callar con un largo siseo. Aún no sabían exactamente dónde se encontraban, pero estaba claro que habían abandonado la ciudad de Keilash. Al otro lado de la puerta, se oían varias voces y una música demasiado moderna para encajar con ellos. Haku agarró el manillar y abrió lentamente.

Al parecer, se habían materializado en el cuarto de limpieza de un bar. El hombre que trabajaba en la barra los saludó con un guiño de complicidad y Tatsumi respondió su gesto con una reverencia. Luego, se apresuró a cerrar la habitación por la que habían salido. En la parte trasera de la puerta había un cartel que rezaba: "solo para empleados".

Algunos clientes fruncieron el ceño al ver salir a un grupo tan extraño de un sitio tan pequeño. Tres jóvenes budistas acompañados de lo que parecían dos bailarinas exóticas de la danza del vientre no era algo que pasara desapercibido. Aun así, ninguno de ellos se atrevió a decirles nada.

En cuanto salieron a la calle, Haku sacó un mapa y señaló uno de los puntos.

—Bien, creo que estamos aquí, en las Ramblas. Lo más sensato será dividirnos—. El monje abrió su macuto y sacó varias cajas pequeñas para cada uno. Dentro de cada caja había un móvil de última generación y un moderno auricular sin cable.

—¡Vaya! ¡Qué estilazo! —comentó Tatsuo— Por fin el templo se estira un poco.

—Cortesía del oráculo —respondió Haku—. Nosotros seguimos teniendo un presupuesto demasiado ajustado. —Hizo una pausa y miró a sus compañeros con seriedad—. He grabado todos los números. Si pasa cualquier cosa, ya sabéis lo que tenéis que hacer.

Dicho esto, los monjes se separaron y horas más tarde, Tatsumi se dirigió a la basílica de la Sagrada Familia cuando ya había caído la noche.

Después de admirar la imponente arquitectura, cerró los ojos y se obligó a respirar con calma. Dejó su mente en blanco y se concentró hasta percibir la energía de su entorno. Cuando volvió a abrir los ojos, el mundo parecía haber cambiado a una versión más colorida.

Las luces de la ciudad chisporroteaban de forma extraña y emanaban un halo luminoso mucho más fuerte de lo habitual. Incluso, bajo el sólido asfalto se distinguían numerosos tajos de luz que recorrían toda la ciudad y trepaban por los edificios como si fueran enredaderas. Tatsumi era consciente de que toda aquella energía que estaba percibiendo provenía de los cables eléctricos.

Aunque el espectáculo de luces era digno de ser admirado durante horas, mantener ese tipo de concentración solo era posible durante un tiempo limitado, así que rápidamente, comenzó a buscar a su objetivo. Primero centró su atención en varios jóvenes de aura amarilla, entre los cuales se encontraban algunos con tonos naranjas. El amarillo era el color más habitual en el aura de una persona. Aquello significaba buena salud y un estado neutral de las emociones. El naranja, en cambio, podía tener muchos significados. Si estaba en los bordes podía significar nerviosismo, timidez, incomodidad; pero también felicidad, afecto o entusiasmo. Era muy difícil de interpretar.

El monje siguió avanzando y de repente, se encontró con una pareja que se besaba de una forma más pasional de lo que él consideraba correcto. Sus auras amarillas estaban recubiertas por una gruesa capa roja de pasión. La energía que desprendían juntos ardía con la misma intensidad de un fuego, y dentro de aquel pequeño incendio, cada una de sus auras se agitaba con violencia en un intento desesperado por mezclarse la una con la otra.

Tatsumi apartó la mirada algo cohibido y siguió buscando. Al doblar una esquina se encontró con un bebé que desprendía un aura blanca y pura que casi brillaba con la misma intensidad que las farolas, luego con un anciano que apenas conservaba algo de brillo, pero por más que buscaba, Tatsumi no encontraba ni rastro de auras negras. Ese tipo de energía no era muy común en el Otro Lado.

Después de dos horas de rastreo Tatsumi se detuvo y se frotó las sienes con molestia. Utilizar su habilidad solo había servido para provocarle un terrible dolor de cabeza. En una ciudad tan grande como Barcelona no iba a resultar nada fácil encontrar a su objetivo.