La luz del atardecer incendiaba el cielo de Barcelona con tonos naranjas y rojizos. Entre la multitud, una joven de dieciséis años caminaba junto a un amigo algo mayor que ella. Aunque el rostro de la chica era angelical y bastante inocente, la falda de su vestido era terriblemente corta y tentadora. De cintura para arriba, vestía de blanco, casi como una novia a punto de casarse, pero la parte inferior dejaba al descubierto unas bonitas piernas desnudas muy difíciles de ignorar. El chico que la acompañaba también era bastante apuesto. Destacaba por su cabello rubio y unos ojos azules que llamaban mucho la atención. Ambos iban vestidos de forma elegante para salir de fiesta.
De repente, la chica se acercó a un edificio e hizo sonar el telefonillo. Después de unos segundos, la puerta se abrió.
—Es la tercera planta —le informó a su amigo sonriendo.
—¿Seguro que a tu novio no le importa? —preguntó el rubio con preocupación.
—¡No, claro que no! Cuantos más mejor.
—Pero al menos le avisaste de que yo venía, ¿no?
—Se me olvidó —respondió ella encogiéndose de hombros.
—¡Marta, deberías haberle dicho algo! No me gusta aparecer de repente, si no me han invitado.
Ella entornó los ojos como si no tuviera importancia.
—¡Bah, Xavi, no te preocupes! Es muy buena gente. Seguro que le caes bien.
La pareja subió en el ascensor. Ella aprovechó para mirarse en el espejo y comprobar que seguía estando perfecta. Cuando salieron, Marta tocó el timbre de la casa de su novio y suspiró con impaciencia.
Al cabo de un rato, la puerta se abrió y apareció un joven muy atractivo de pelo oscuro y ojos verdes. Llevaba el pelo mojado y una camisa abierta de botones que aún no había terminado de cerrar. El chico sonrió de manera seductora y saludó a su novia con un suave beso en los labios, luego le dio otro más largo como si el primero no hubiera sido suficiente.
Xavi se quedó allí plantado observando como sus bocas se tomaban un buen tiempo para darse la bienvenida.
«¡Uff! ¡Pues es bastante guapo!», pensó el rubio con algo de envidia. «Cuerpo musculado, manos fuertes, unos labios carnosos... Ojalá pudiera conocer un chico así para mí». Xavi no pudo evitar fijarse en el interior de la camisa entreabierta. Una fina línea de pelos castaños bajaba por su ombligo hasta perderse en el borde de sus pantalones. «¿Está mal que me guste tanto el novio de mi mejor amiga?», pensó de repente admirándolo.
Cuando el desconocido de ojos verdes se apartó por fin de su novia, su sonrisa se fue apagando lentamente al comprobar que no venía sola.
El rubio sonrió con timidez y le ofreció un formal apretón de manos. Él lo estudió durante unos segundos con aquellos ojos verdes tan llamativos.
—Ah, así que tú eres el que sale con ella en casi todas sus fotos... el famoso Xavi —dijo de repente en un tono frío y poco amigable. El apretón de manos se intensificó de forma amenazadora.
Xavi trató de mantener una sonrisa forzada sin saber qué responder. Su amiga puso los ojos en blanco como si ya se temiera que algo así pudiera suceder, pero en vez de interrumpirles, se quedó en silencio observando la escena. Él la miró sin poder creer que lo abandonara a su suerte de esa manera.
—Esto... sí... Marta y yo somos amigos desde hace tiempo —admitió el rubio.
Samuel Sants, que apenas llevaba saliendo con ella poco más de una semana, observó al chico de arriba abajo como si estuviera decidiendo si debía considerarlo una amenaza. A su novia parecía caerle demasiado bien. La primera vez que Sam curioseó en sus redes sociales, le dio la impresión de que tal vez ellos dos habían sido pareja en algún momento, pero ella le aseguraba que solo era un amigo.
Sin poder evitarlo, la desconfianza creció en el pecho de Sam mientras seguía sujetando la mano del rubio más tiempo de lo que era necesario. Xavi tragó saliva empezando a sentirse incómodo.
«¡Maldita sea, Marta! ¡Al menos, di algo para relajar el ambiente!», pensó Xavi dirigiendo a su amiga una mirada de auxilio y una tensa sonrisa.
Marta notó que su amigo le miraba con ojos de cachorrillo asustado y dejó escapar un largo suspiro de fastidio. Luego le dio unos golpecitos a su novio en el brazo.
—¿Qué? ¿Vas a tenernos en la puerta todo el día o vas a dejarnos entrar?
—Ah, sí, perdona. Pasad, pasad —comentó finalmente—. Mis padres no están. Han ido a visitar a un compañero de trabajo.
Mientras el joven los guiaba directamente a su habitación, Xavi distinguió una foto de una pareja de adultos con uniformes militares.
—¿Son tus padres? —preguntó con curiosidad.
—Sí, los dos son militares. Bueno, en realidad mi padre ahora es policía o algo así.
—¡Estoy flipando! A su lado mis padres resultan mucho más aburridos —comentó Xavi mirando bien la foto.
—Pues si te digo la verdad, yo hubiera preferido unos suegros más... tradicionales —se quejó de pronto la chica sin cortarse un pelo—. Su madre me interrogó cuando me conoció como si fuera una terrorista. Deberías haberla visto.
El chico se giró con una amplia sonrisa mientras se preparaba para defender a su madre.
—¡Bah, no seas exagerada! Solo intentaba conocerte.
—¡Me preguntó si tomaba drogas y si alguna vez había cometido delitos penales!
Sam se encogió de hombros como si le pareciera lo más normal del mundo.
—¿Eso no lo preguntan todos los padres?
Xavi se rio con disimulo y los siguió de cerca. De repente, cuando llegaron al cuarto, vio que la parejita se agarraba por la cintura y se fundía de nuevo en un largo beso como si él no estuviera delante.
—¿Bueno, cuál es el plan? —preguntó finalmente Marta después de separar los labios de aquella boca perfecta. Su novio siguió rodeándole la cintura como si le costara dejarla escapar.
—¿Tomamos un par de cervezas?
—¿Quieres emborracharme antes de llegar a la fiesta? —lo acusó ella alzando una ceja.
—Bueno, es más barato que beber fuera. Además, ahora no están mis padres...
Sam le dedicó una sonrisa pícara y volvió a besarla. Xavi empezó a sentirse un poco fuera de lugar y carraspeó incómodo.
—¿No habíamos quedado con los demás a las nueve?
—Aún hay tiempo —contestó Sam con seriedad. El chico agarró las manos de su novia con dulzura.
—Esto... ¿Voy a tener que sujetar velas toda la tarde? No es divertido ser el único sin pareja.
Sam le lanzó una mirada gélida.
—Si quieres, puedes ir yendo a la fiesta y nos vemos allí en un rato.
Xavi sintió un repentino vacío en el estómago. Aunque era muy guapo, empezaba a caerle mal. Por suerte, Marta reprendió a su novio con un empujón y se apartó de él de inmediato.
—¡Oye, no seas borde! No lo dice en serio, Xavi... —le aseguró mirándole a los ojos para dejar claro que no iba a dejarle de lado.
Xavi sonrió agradecido. La idea de llegar solo a la fiesta y, probablemente, tener que esperar varias horas, no le hacía ninguna gracia. Los dos jóvenes cruzaron una mirada tensa entre ambos. Estaba claro que Sam se moría por quedarse a solas con su novia teniendo la casa vacía, pero, para su desgracia, ese día Marta había decidido traer a su mejor amigo y este no tenía ninguna intención de marcharse. Xavi se preguntó si aquel chico sería uno de esos novios celosos que siempre terminaban por arruinar las amistades de su pareja. Sintiéndose algo molesto, le sostuvo una mirada desafiante y se sentó en la silla de su escritorio con confianza. Por muy celoso que fuera, no iba a permitir que arruinara su amistad con Marta.
Por suerte, el ambiente se fue animando y los tres comenzaron a hablar de forma más relajada hasta que de repente Sam le preguntó:
—¿Y tienes novia?
—Eh, ¿yo? No, no... soltero, de momento...
Marta y él intercambiaron una mirada de complicidad. Aunque fue un gesto muy discreto, Sam se dio cuenta de que aquella mirada guardaba algún tipo de secreto y, lógicamente, no le gustó nada. Seguía desconfiando de ellos. El chico apretó los labios de mal humor antes de terminarse su cerveza de un trago y dejar la lata vacía encima del escritorio. Luego miró al rubio con seriedad y se produjo un largo silencio.
Xavi agachó la mirada con nerviosismo y centró su atención en su propia cerveza. Aunque Sam se estaba comportando como un capullo el alcohol le hacía parecer todavía más atractivo.
—Xavi es gay —soltó de repente Marta.
El rubio alzó mucho las cejas sintiéndose totalmente traicionado.
—¿Pero qué haces, tía? ¡Se supone que es un secreto! —Su amiga se encogió de hombros sin darle importancia.
—Es mi novio... creo que debería saberlo. Además, él no se lo contará a nadie, ¿verdad, Sam?
El chico observó al rubio de arriba abajo procesando aquella nueva información.
—Pues no parece gay.
Xavi notó que su mirada era algo más amable que antes. Intentó sonreírle de forma despreocupada, pero solo consiguió que le saliera una mueca tensa. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Darle las gracias? ¿Acaso no tener pluma era un cumplido?
—Ya y por eso no liga —se rio Marta de forma cruel—. Porque todo el mundo piensa que es hetero—La chica le sonrió con calidez—. Yo le he dicho que se ponga una pulserita de colorines o algo así. Seguro que conocería más gente.
Xavi abrió la boca ofendido.
—¿Ahora tengo que llevar una pancarta en la frente para que todo el mundo lo sepa? Eso es absurdo. ¡Además, puedo ligar cuando yo quiera! —aseguró el chico—. Si me abro una aplicación de esas, enseguida me bombardean a mensajes. Es solo que no me interesa.. al menos, no de esa manera.
Xavi miró su cerveza con timidez y Marta sonrió antes de dirigirse a su novio.
—¿Qué? —le preguntó ella de repente—. ¿Ya estás más relajadito? —Su novio la miró confundido como si no supiera a qué se estaba refiriendo. —¿O también tienes algo en contra de ser gay?
—¿Yo? ¡Qué va! No tengo nada en contra. Me parece genial.
—Ya y... ¿por qué te parece "genial" exactamente? —preguntó Marta entrecerrando los ojos con sospecha.
—No sé... es lo normal, ¿no? Aceptar este tipo de cosas.
—¡Ay, Sam! Llevas todo el rato comportándote como un perro celoso. O sea, te digo que es un amigo y no te fías de mí hasta que te digo que es gay. ¿Y si no lo hubiera sido?
—No estaba celoso —aseguró Sam negando la realidad.
Xavi los miró a ambos sin saber qué decir. Parecía que estaban a punto de discutir.
—¿No te fías de mí? ¿Acaso crees que te pondría los cuernos?
—No, es eso... es solo que... ¡Oh, vamos! Tú y yo llevamos muy poco saliendo y tienes muchísimas fotos con él en las redes sociales... —El chico abrió una nueva cerveza y la agitó de forma peligrosa mientras hablaba con ella—. Además... ¡Míralo, es bastante guapo! Tiene unos ojos bonitos. No es el típico chico que uno quiere alrededor de su novia revoloteando.
Xavi dejó escapar una ligera sonrisa al descubrir que lo consideraba guapo.
—Gracias. A mi también me gustan tus ojos —respondió el rubio de manera atrevida. Tal vez había sido culpa de la cerveza. Marta se levantó de su asiento fingiendo indignación.
—¡Ah, no! ¡Pues lo que me faltaba! ¡Si queréis, me voy y os dejo solos para que os conozcáis mejor!
Sam la agarró rápidamente por la muñeca y meneó la cabeza mientras reía.
—No seas tonta. ¿Quién está celosa ahora? Solo estaba valorando a mi competencia.
Ella entornó los ojos haciéndose la ofendida y él la besó con ternura para tranquilizar su falso enfado. Xavi conocía a Marta lo suficiente para saber que realmente no estaba molesta por una tontería así. Simplemente, estaba montando un teatro como solía hacer siempre.
El rubio los contempló con algo de envidia mientras sus bocas se besaban de forma hambrienta.
—¡Bueno, ya está bien! ¡Parad de una vez! ¡Nada de besos hasta que lleguemos a la fiesta! ¿No os enseñaron que delante de los pobres no se come? —La pareja no le hizo ningún caso y ambos siguieron besándose—. Malditos empalagosos...
Xavi apuró su cerveza de un solo trago. Estaba deseando que llegara el momento de salir de fiesta.