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Chapter 3 - Entre la vida y la muerte

Después de un par de cervezas, Xavi y la parejita de enamorados se dirigieron a la estación de metro más cercana. El vagón estaba tan lleno de gente que tuvieron que permanecer de pie y sujetarse todos a la misma barra de acero.

Justo enfrente de ellos se encontraba Tatsumi. El monje los observó con expresión de cansancio desde el asiento. Llevaba varios días buscando al elegido sin ningún resultado. De repente, los ojos verdes de Sam le llamaron mucho la atención. Coincidía con la descripción que le había dado el oráculo. El guardián, que ahora vestía de incógnito con una sudadera gris, se concentró y activó su habilidad para ver las auras.

Al instante, el vagón de pasajeros se llenó de auras brillantes y suaves colores en el aire. Era un espectáculo realmente precioso, pero Tatsumi soltó un largo suspiro de decepción. Aquel desconocido tenía un aura muy común de color amarillo y bordes naranjas.

Tatsumi estudió al grupo con atención. Varias partículas marrones revoloteaban alrededor de los tres como si fueran chispas de una hoguera, apareciendo y desapareciendo con rapidez. El color marrón indicaba enfermedad o intoxicación. Y como en este caso era muy leve, Tatsumi supuso que los tres habían consumido algo de alcohol.

De pronto, Sam cruzó la mirada con él y Tatsumi sintió una extraña sensación, como si ya lo conociera de antes. El monje clavó sus ojos oscuros en los suyos y siguió observándole. Sam frunció el ceño con incomodidad y apartó la vista sintiéndose un poco acosado. Segundos más tardes, volvió a mirar al mismo sitio y vio que seguía observándole.

«¿Qué le pasa a ese idiota?», se preguntó Sam de malhumor. «¿Está mal de la cabeza? ¿Por qué me mira tan serio? ¿Tal vez busca pelea?» Volvió a desviar la mirada. «Da igual. Ya solo queda una parada»

Mientras Tatsumi lo observaba, vio algo detrás de Sam que le llamó mucho la atención. Un hombre de pelo rizado y piel pálida estaba envuelto en un aura completamente negra. El guardián se levantó de inmediato mientras el vehículo se detenía en la siguiente parada.

Sam se asustó al comprobar que Tatsumi caminaba directo hacia él con gran rapidez. Sus miradas se cruzaron una vez más, pero en el último instante el guardián siguió caminando y pasó de largo. Sam respiró aliviado, se había levantado tan deprisa que por un instante pensó que iba a decirle algo o atacarle allí mismo sin ningún motivo.

Los chicos salieron al mismo tiempo que Tatsumi y el hombre de aura oscura se bajaban por la otra puerta.

—¡Eh, tú! —le espetó el guardián cuando lo tuvo lo suficientemente cerca—. Necesito hacerte varias preguntas.

El hombre de aura oscura, se giró despacio y lo observó de arriba abajo. Tenía un aspecto descuidado y algo sucio que lo hacía parecer un drogadicto.

—¿Estás hablando conmigo, niño?

—Sí, estoy buscando a un chico de mi edad de ojos verdes. Creo que es uno de los tuyos. Una criatura de la noche.

El desconocido tensó la mandíbula con enfado.

—¿Quién cojones eres tú?

—Soy un guardián del equilibrio.

—¡Lárgate y déjame en paz! Yo no he hecho nada malo —le soltó de repente de mal humor.

—Solo quería hacerte un par de preguntas —le aseguró el monje con calma—. ¿Sabes si hay algún rumor entre los tuyos? ¿Están buscando a alguien?

El extraño soltó un gruñido como si dentro de él se escondiera una bestia al mismo tiempo que sus ojos se teñían de una oscuridad absoluta.

—Odio a los guardianes. Siempre metiéndose en asuntos que no les conciernen... —El extraño reveló unos colmillos puntiagudos mientras hablaba.

—Oye, espera, no creo que sea buena idea pelearnos aquí —dijo Tatsumi alzando una mano para tranquilizarlo—. Hay demasiada gente. Deberías esconder tus habilidades.

Aquel demonio, que cada vez parecía menos humano, agarró a una mujer que paseaba cerca y se la lanzó a Tatsumi con mucha fuerza. Luego salió corriendo en dirección a la salida. El monje sujetó a la señora y le preguntó si estaba bien justo antes de salir corriendo detrás del agresor.

Al dirigirse a otro andén, Sam escuchó algunos gritos y pasos apresurados detrás de él. Cuando se giró, apenas tuvo tiempo de ver a un hombre de ojos oscuros abalanzarse sobre él. El desconocido lo empujó con fuerza como si fuera un jugador de rugby y él salió despedido varios metros.

Por desgracia, Sam cayó a las vías del metro y se golpeó fuertemente en la cabeza. Xavi se quedó en shock durante unos segundos sin saber qué había pasado. Marta que iba a su lado también había caído al suelo, pero ella parecía estar bien. El rubio no perdió ni un segundo y se lanzó a las vías del tren para rescatar a su nuevo amigo. Tatsumi los miró durante un segundo y siguió corriendo. Acababan de bajarse de un tranvía y dudaba mucho que pasara otro tan rápido, pero cuando el monje casi había llegado a la salida, escuchó el sonido de un nuevo tren subterráneo. El andén en el que había caído Sam no era el mismo en el que habían llegado.

Tatsumi miró al rubio que intentaba salvar la vida de su amigo con desesperación. Sam estaba inconsciente y parecía que el cuerpo era demasiado pesado para su rescatador. El guardián soltó una palabrota en su idioma natal y corrió hacia ellos lo más rápido que pudo dejando que el hombre se escapara.

Marta chillaba desde el andén visiblemente alterada sin atreverse a bajar a las vías con sus zapatos de tacón. Xavi cargaba con el cuerpo, pero iba demasiado lento y el vehículo cada vez estaba más cerca. Cuando llegó al borde del andén, intentó subir el cuerpo, pero era muy difícil y no tenía suficiente tiempo. Un fuerte pitido del tranvía sonó para alertar del peligro al mismo tiempo que activaba los frenos, pero era demasiado tarde para parar el vehículo. Tatsumi se lanzó al borde del andén y ayudó sacar el cuerpo de Sam con una fuerza sobrehumana.

Finalmente, le tendió la mano a Xavi y el chico logró subir justo cuando el tren pasaba muy cerca de su pie.

—¡Oh, dios mío! ¡Sam! —chilló Marta arrodillándose al lado de él mientras le golpeaba suavemente su cara—. Creo que no respira.

La chica comenzó a llorar. Xavi la apartó de inmediato y comprobó el pulso de Sam. Marta sabía que su amigo acababa de empezar la universidad. Estaba en primer año en enfermería, así que dejó que él se encargara de todo. Tal vez, Xavi supiera lo que había que hacer. Rápidamente, el chico comenzó la reanimación aplicando compresiones torácicas.

Tatsumi lo miró desde la distancia. El cuerpo de Sam apenas emitía un aura perceptible y tenía mucha sangre en la cabeza. La gente había empezado a agolparse alrededor de ellos para comprobar qué había pasado. Después de treinta compresiones, el rubio juntó su boca con la de Sam y sopló dos veces.

Tatsumi se agachó y le palpó la herida en la cabeza. Si el chico había muerto por un golpe fuerte en la cabeza, de nada iba a servir reanimarlo con RCP. El monje cerró los ojos y trató de sanar su herida utilizando su poder.

—¿Qué haces? ¡Aparta! —gritó Marta empujándole al ver que hacía cosas raras—. ¡Tú eras el que estaba corriendo detrás del hombre que lo tiró! Por tu culpa...

—¡No es momento para eso! —le gritó Xavi mientras seguía presionando el tórax de Sam desesperado—. Además, él nos salvó.

Tatsumi, se dio cuenta de que la herida en la cabeza estaba sanando con rapidez. Tan rápido, que no parecía estar haciéndolo él. De repente, Sam respiró muy hondo como si se ahogara y volvió en sí. Marta se abalanzó sobre él al instante y lo abrazó mientras lloraba. Luego agarró a Xavi y los juntó a los dos en un abrazo colectivo.

Tatsumi se apartó y se miró las manos con desconcierto. ¿Su poder de sanación era tan poderoso? ¿O tal vez el chico no se había golpeado tan fuerte la cabeza como él pensaba? El guardián miró a los tres amigos cuyas auras llameaban juntas en un incendio enorme de color naranja, sin duda por el estrés y las emociones. Antes de que la gente le prestaran atención, el guardián decidió marcharse.

Si se hubiera quedado más tiempo, tal vez habría notado que el aura de Sam había cambiado. Ahora apenas emitía ningún brillo. Era casi como si el chico estuviera muerto. Si se hubiera quedado, tal vez habría visto que la herida de su cabeza seguía cerrándose por sí sola. Y puede que incluso se hubiera dado cuenta de que aquel joven de ojos verdes era el elegido que estaba buscando.

Pero no lo hizo. Tatsumi desapareció lo antes posible para no llamar la atención y no tener nada que ver con la policía mientras Sam se quedaba allí con sus amigos sin saber lo que había pasado.