¡El universo entero temblaba ante su poder. Luo Chen, el primer Dios Inmortal, estaba en la cima de la existencia. Nadie podía desafiarlo, nadie podía igualarlo. Su voluntad era ley, su presencia era temida y venerada.
Sin embargo, incluso un dios podía cometer errores.
En lo más profundo del vacío estelar, Luo Chen flotaba con los ojos cerrados. Frente a él, un inmenso portal dorado se abría, pulsando con una energía inestable. Había dedicado siglos a perfeccionar su plan, a encontrar la manera de regresar en el tiempo y corregir el destino. No era solo una ambición… era su venganza.
—Finalmente… —murmuró, su voz resonando como un trueno divino—. Ahora podré rehacer todo.
Recordó los rostros de aquellos que lo traicionaron. Los llamados "hermanos" que lo usaron, los maestros que lo despreciaron, los enemigos que se burlaron de él. Todos pagarían con sangre.
Pero en el momento en que dio el paso hacia el portal, sintió algo extraño. Un escalofrío recorrió su alma.
—¿Qué…?
El portal comenzó a colapsar. La energía se descontroló, rompiendo el equilibrio del espacio y el tiempo. Luo Chen intentó retroceder, pero era demasiado tarde.
Un poder indescriptible lo envolvió, desgarrando su cuerpo inmortal. El dolor era algo que no había sentido en eones, pero ahora lo consumía. Su alma se fracturó, su conciencia se desvaneció.
El gran Dios Inmortal había caído.
Un nuevo despertar
Luz… una luz cálida lo envolvía. Sentía el peso de un cuerpo, el latido de un corazón. Algo imposible.
Con esfuerzo, abrió los ojos.
Se encontraba en una habitación sencilla, iluminada por la tenue luz de una vela. La sensación era extraña… Su cuerpo se sentía más débil, más joven. Sus manos ya no eran las de un dios, sino las de un humano.
—No puede ser… —susurró.
Se levantó de golpe y corrió hasta un espejo cercano. Lo que vio lo dejó sin aliento.
Su reflejo era el de su yo de hace siglos, cuando aún era un simple discípulo en la secta del Cielo Carmesí. Un joven con ojos afilados, piel pálida y cabello negro cayendo sobre sus hombros.
Había regresado al pasado.
Su deseo se había hecho realidad.
Pero esta vez, no cometería los mismos errores. Esta vez… su ascenso sería imparable.
—Prepárense —susurró con una sonrisa fría—. Luo Chen ha regresado.