Capítulo 16: Ryuusei
Ryuusei permanecía en la penumbra de su habitación, las luces tenues proyectaban sombras danzantes en las paredes, reflejo de la tormenta que rugía en su interior. Aquella conversación con el viejo Heraldo no se había desvanecido, seguía allí, incrustada en su mente como un eco interminable. "La muerte teme al Dios de la Biblia", había dicho el anciano. "Y aún más cuando Él envía a su ángel Miguel".
Apretó los puños. Era un pensamiento inquietante. Durante toda su vida, había creído que el poder lo era todo, que el destino se forjaba con sangre y voluntad inquebrantable. Pero el viejo le había mostrado otra perspectiva. No solo se trataba de vencer a sus enemigos, sino de entender el propósito detrás de cada acción. La venganza por sí sola era un combustible volátil, y si no tenía cuidado, terminaría consumiéndolo antes de lograr su cometido.
Sin embargo, su objetivo seguía siendo claro: Haru, Kenta y Daichi debían caer.
Se levantó lentamente y caminó hacia el centro de la habitación. Sobre la mesa, un mapa detallado de la ciudad estaba cubierto de anotaciones y marcas rojas. Cada punto representaba una posibilidad, una estrategia, una emboscada que podía sellar el destino de sus enemigos. No sería un ataque impulsivo ni motivado únicamente por la ira. Esta vez, sería calculado, meticuloso. Porque la guerra no se gana solo con fuerza, sino con estrategia y paciencia.
Pero entonces, la voz del viejo volvió a resonar en su cabeza. "El libre albedrío es lo que diferencia a los hombres de las bestias. La muerte quiere que creas que todo está escrito, que solo puedes seguir el camino marcado por la tragedia. Pero tú tienes una elección, Ryuusei. Siempre la tendrás".
Frunció el ceño. ¿Era realmente así? ¿Podía elegir algo más allá de la venganza? La idea lo inquietaba. Desde la muerte de su familia, su camino había estado definido por el deseo de justicia —o al menos, lo que él llamaba justicia—. Si no buscaba el exterminio de aquellos que habían arrebatado todo lo que amaba, entonces, ¿qué quedaba para él? ¿Qué propósito tenía su existencia?
Respiró hondo y dejó que el silencio lo envolviera. Su plan debía seguir adelante. No porque el odio lo consumiera, sino porque el mundo que Haru, Kenta y Daichi representaban debía desaparecer. Un mundo donde el poder era sinónimo de opresión, donde los fuertes aplastaban a los débiles sin piedad. Él no solo estaba vengando a su familia, estaba limpiando un sistema podrido desde sus raíces. No se trataba solo de matar… sino de construir algo nuevo.
"Podrías ser el arquitecto de una era de paz", había dicho el anciano.
La ironía lo hizo esbozar una sonrisa fugaz. Paz. Una palabra tan abstracta, tan lejana. Pero tal vez, si lograba ejecutar su plan a la perfección, si eliminaba a quienes perpetuaban el caos, entonces podría dar el primer paso hacia algo más grande. Algo que trascendiera la muerte y la destrucción.
Se giró hacia el espejo y se observó detenidamente. Ya no veía solo a un guerrero, ni a un monstruo hambriento de venganza. Veía a alguien que había despertado. A alguien que entendía que la batalla no era solo con los demás, sino consigo mismo.
"El libre albedrío…"
Por primera vez en mucho tiempo, sintió que tenía poder sobre su propio destino. Y lo usaría para cambiar el mundo.