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Chapter 8 - Rebelión contra el Cielo - Part 8

CAPÍTULO 8: EL HORROR QUE HABITA

El aire se volvió denso. La presión en el ambiente era sofocante, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración ante lo que acababa de llegar. Ryuusei apenas podía mantenerse consciente, su visión borrosa y su cuerpo hecho trizas, pero incluso en su estado lamentable, podía sentirlo. Algo monstruoso estaba aquí.

El Heraldo Negro detuvo su espada en el aire y giró lentamente la cabeza. Por primera vez, su postura relajada se tornó rígida, como si algo dentro de él reconociera la amenaza.

—No puede ser... —murmuró con un leve atisbo de sorpresa.

Desde la negrura de los escombros, dos ojos brillaron como llamas grises que no expresaban sentimiento alguno. Un rugido bajo, gutural, reverberó en el aire. Luego, el suelo tembló cuando la enorme silueta emergió de las sombras.

La Bestia había llegado.

Era un ser de pesadilla. Su cuerpo, una amalgama de músculos y oscuridad viva, se movía con una agresividad contenida. Garras tan afiladas como cuchillas arañaban la tierra con cada paso. Sus fauces se entreabrieron, mostrando colmillos que podrían arrancar el acero como si fuera papel. Pero lo peor era su presencia. Era como si el mismísimo abismo se hubiera materializado en forma de depredador.

El Heraldo Negro, siempre imponente, dio un paso atrás.

—Tch... Esto no estaba en los planes.

Ryuusei jadeó, tratando de encontrar fuerzas para moverse, pero su cuerpo se negaba a responder. Apenas podía procesar lo que veía. La Bestia no distinguía aliados de enemigos. Su única naturaleza era la destrucción.

El monstruo rugió y el mundo pareció estremecerse.

El Heraldo Negro fue el primero en reaccionar. Con una velocidad imposible, retrocedió varios metros, su espada brillando con energía oscura. Su mirada estaba clavada en la criatura, evaluándola.

—Si crees que puedes interponerte en mi camino, estás equivocado.

La Bestia no respondió con palabras. No lo necesitaba.

Se lanzó.

El ataque fue instantáneo. La velocidad con la que se movía no correspondía con su tamaño. En un parpadeo, estaba sobre el Heraldo Negro, su garra descendiendo con un golpe capaz de partir una montaña en dos.

¡BOOM!

El impacto levantó una explosión de escombros y fuego. Ryuusei sintió cómo el suelo bajo él se fracturaba por la onda expansiva. Apenas pudo cubrirse el rostro con un brazo para protegerse de la metralla de rocas y polvo.

Cuando la nube de polvo se disipó, vio al Heraldo Negro de pie, su espada cruzada en defensa, resistiendo la fuerza aplastante de la Bestia. Pero por primera vez, había una grieta en su arma.

El monstruo rugió con una furia primitiva y atacó de nuevo, sin darle respiro.

Golpes, embestidas, colmillos y garras chocaban contra la guadaña en una danza mortal. El Heraldo Negro se vio obligado a retroceder, desviando cada ataque con precisión milimétrica, pero la diferencia de poder era evidente. La Bestia era un ser de puro instinto, sin estrategia, sin técnica... pero con una fuerza descomunal que lo hacía imparcial ante cualquier forma de resistencia.

Y entonces, Ryuusei comprendió algo aterrador.

"Esto no es una pelea. Es una cacería."

La Bestia estaba cazando al Heraldo Negro.

Pero si esa criatura podía hacer retroceder a su peor enemigo... ¿qué pasaría si fijaba su atención en él?

El miedo volvió a apuñalar su pecho. No tenía fuerzas para huir, no tenía forma de defenderse. Si la Bestia decidía atacarlo, estaba muerto.

Intentó moverse, forzar a su cuerpo a reaccionar, pero cada músculo protestó con un dolor insoportable. Solo podía mirar, impotente, mientras los dos seres titánicos continuaban su enfrentamiento.

El Heraldo Negro apretó los dientes. Chispas negras surgieron de su arma.

—Maldito engendro...

La Bestia no esperó. Volvió a lanzarse, esta vez con una velocidad aún mayor. El Heraldo apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la garra se clavó en su pecho, lanzándolo a través de una roca colosal.

¡CRASH!

El estruendo resonó en toda la zona. Un enorme cráter se formó en el punto de impacto.

Ryuusei contuvo la respiración. ¿Lo había vencido? ¿Había acabado con el Heraldo Negro?

Pero entonces, algo cambió.

El aire se tornó aún más denso. La temperatura descendió bruscamente. Una neblina oscura comenzó a emanar del cráter.

Y en medio de la bruma negra, una risa profunda resonó.

—Hehehe... No creas que será tan fácil...

Ryuusei sintió un escalofrío recorrer su espalda.

La batalla no había terminado. Apenas estaba comenzando.