La noción del espacio tiempo para Aveline se perdió por completo. No sabía si era lunes, martes, o jueves, no podía distinguir si lo que vivía era un sueño o la realidad, ni tampoco pensar en nada, pues su mente sencillamente no estaba presente en esos momentos, es más, su sueño durante la última noche se presentó como un oscuro vacío que contenía sombras negras con símbolos rojos sin sentido, siendo un espacio carente de cualquier elemento reconocible. Durante el transcurso del día y de los siguientes, ella no hizo absolutamente nada. A veces comía mucho por ansiedad, y otras veces no comía, en ocasiones dormía mucho más de la cuenta, y en otras, omitía ir a la cama y se quedaba sentada en posición estática. Respecto a su mente, esta estaba seca, nublada, sin contenido, completamente vacía, haciendo notar verdaderamente que aquella dama se encontraba sumida en un profundo y doloroso letargo, durante el cual, no era capaz ni siquiera de procesar el dolor que la hacía estar así, y cada segundo perdía más su cordura. Durante toda esa semana la mujer se mantuvo como estaba, sin reaccionar ante nada y sin mostrar emoción alguna, y recién comenzó a mostrar señales de pensamiento a fines de esta.