Lunes.
La realidad estaba siendo realmente dura para la pobre mujer, y su año inició de manera negativa. Desvelos, pesadillas, alucinaciones, cambios de humor, pérdida de la consciencia y del apetito eran solo algunas de las cosas que le tocaban vivir, peor aun sabiendo que su vida corría riesgo al estar presentes los famosos pensamientos suicidas que de a poco se intensificaron cada vez más. Ella quería estar con su hija, pero un conflicto interno muy presente en esos momentos la ayudaba a mantenerse aún en pie, y se trata de que, muy en el fondo, ella sabía que su pequeña no querría que su madre se quitara la vida, sino que hubiese querido que su madre siguiera adelante con fuerza, que fuera feliz tal y como lo expresó en sus cartas, y que lograra superar todo ese infierno, infierno del que le estaba siendo realmente difícil escapar, aún más en medio de la enorme soledad en la que vivía. Dentro de sus visiones ella se contemplaba ahorcada en una cuerda, lo bueno es que todavía no tenía una, y tampoco usaba correas como para suicidarse con una de esas, y, para bien o para mal, su miedo al dolor se sumaba en la ecuación, permitiéndole alejarse de alternativas dolorosas en un hipotético intento de suicidio. En medio de sus padecimientos psicológicos, también aparecieron algunos síntomas del síndrome del impostor, que, si bien no lo padecía, eran sintomatologías producidas por la depresión severa que estaba sufriendo, pues sabía que necesitaba de compañía, de un apoyo que le sirviera como cable a tierra y de alguien que le ayude a aliviar su dolor, pero su propia mente la aislaba de todo su círculo, hasta de Érela, por lo que debía seguir peleando sola en medio de la guerra.
Martes.
Las cosas no cambiaron mucho respecto al día anterior, la lucha interna persistía, y desgraciadamente con menos fuerza. Aún se mantenía esa gran batalla contra la muerte, contra sus pensamientos suicidas, contra su propia mente que la hacía sentir mal, contra sus recuerdos, contra su vida y contra todo lo que la rodeaba, lo que ella aún no descifraba es que todo lo anteriormente mencionado se resumía en ella, en tan solo ella misma; el combate no era nada más ni nada menos que contra su propio ser. Era como un intenso duelo de ajedrez entre la vida y la muerte, es como si su mente estuviera dividida en dos, el problema es que la parte que la quería alejar de ese mundo se aliaba con una tercera fracción para destruir la poca conciencia que le quedaba cada vez más, una que quería despojar a la mujer también de su cordura, incluso, estuvo cerca de cometer suicido en una ocasión de descuido, logrando reaccionar a tiempo.
Ese lado que aún la mantenía cuerda se desvanecía, pues su oponente en la batalla uno contra uno iba ganando cada vez más terreno y utilizaba cada vez más recursos en su contra, ahora distorsionó también su capacidad de distinguir sueños de realidad y alucinaciones de sucesos reales, aunque claro, todo fue paulatino. Físicamente se veía deteriorada, no tenía hambre y apenas se preocupaba de su higiene, pero, la poca fuerza que aún le quedaba la obligaba a comer y a satisfacer sus necesidades básicas aún sin querer satisfacerlas, y eso la ayudaba a mantenerse de pie todavía.
Miércoles.
El conflicto era cada vez más difícil de ganar, Aveline no sabía cuánto más podía resistir. No sabía si soportaría una semana, un día, o una hora más, sentía como cada vez perdía terreno y posición, se veía rodeada por oscuridad, por tinieblas y por ella misma, tampoco sabía si lo que estaba viviendo era realidad, si estaba despierta o en medio de un sueño. Ya había logrado reaccionar a tiempo ante tres intentos de suicidio inconscientes en todo ese día, pero uno casi acaba con su vida. Ella iba perdiendo la pelea, y la muerte se apoderaba poco a poco de lo que le quedaba de ganas de vivir. Es que, maldita sea... Era tan fácil como descansar, tan fácil como desaparecer, y volver a ver a su niña. Tan fácil como ya no estar, poder finalmente descansar de toda esa tortura... Empero; no debía. Simplemente, no.
Ese día apenas comió, durmió e hizo algo más que estar quieta en su cama, pues sentía que su muerte sería tarde o temprano, además, el haber pasado tanto tiempo sola y el mantenerse así aceleró su pérdida de cordura. Sus defensas estaban bajas por la crisis emocional en la que vivía, y su cerebro estaba sometido a tanto estrés que ya casi no le quedaban fuerzas para seguir resistiendo contra su adversario, es decir, contra ella misma y sus deseos de acabar con su dolor y volver con su hija. Ella no supo en qué momento el día acabó, solo se dio cuenta que acabó desmayada.
Jueves.
Todo estaba oscuro, no podía ver nada más que vacío y silencio. Su cuerpo y mente actuaron bajo un estado de piloto automático casi todo el tiempo salvo en situaciones específicas, tornándose, debido a su deteriorado estado de sumisión, los sucesos autolesivos bastante recurrentes durante lo poco que llevaba de día, al menos de lo que ella sentía que estaba viviendo. Las crisis se hacían más frecuentes, las alucinaciones cada vez más pesadas y el duelo se tornaba imposible.
Ya no aguantaba más, no podía seguir luchando, o por lo menos eso sentía, pues su voluntad seguía firme y aún en pie… Sin embargo, solo su voluntad, ya que, con su raciocinio apagado, y sus destruidas emociones jugándole en contra, aún seguía el duelo y cada vez con más intensidad. Sus recuerdos la traicionaban, la obligaban a vomitar todo lo que comía luego de pensar en ella, en su pequeña; también la bajaban inmediatamente cuando intentaba hacer la más mínima cosa positiva.
Su humor estaba por las mismas, en un morfo de inestabilidad total. En fin, todo el campo de guerra y los bombardeos a su alrededor no la dejaban levantarse, la hacían sentir que no podía luchar más, menos aun cuando su mente se había apagado en varias ocasiones. Hasta que, en algún punto, hubo un apagón gigante, uno que la hizo perder de vista todo alrededor, siendo lo último que vio una soga atada en su cuello... ¿Será que habrá alcanzado la paz finalmente? ¿Será que encontró el descanso eterno, luego de una incansable y tortuosa contienda? ¿Se volverá a reunir con su preciado tesoro en el más allá? ¿O se mantendrá en un limbo eterno, uno que la obligará a revivir una y otra vez?