La mano de Bai Yun, al tocar ese objeto, comenzó a temblar ligeramente.
Los ojos de la Abuela Qin brillaron con un destello agudo, y ella habló con suavidad, —Bai Yun, sácalo y vamos a verlo. Si no es lo que pensamos, la Abuela se disculpará personalmente contigo. De lo contrario, si te vas así, nunca limpiarás tu nombre.
El corazón de Bai Yun retumbaba fuertemente, como si fuera a saltar de su pecho en cualquier momento.
Ella apretó los dientes, mirando la penetrante mirada de la Abuela Qin, y luego dirigió sus ojos suplicantes hacia Shen Manru.
Desafortunadamente, Shen Manru también la estaba mirando, con los ojos llenos de sospecha.
—Bai Yun, la Abuela tiene razón. Ya que has presentado un informe, si sales así, siempre quedará la duda. Deja que todos miren —dijo Qin Xuan en voz baja, que llevaba apenas contenida ira y un sentido de opresión.
Bai Yun, aferrándose a su última esperanza, lentamente sacó el objeto de su bolsillo.