Jack pasó las primeras semanas acostumbrándose a la vida dentro del Princeton-Plainsboro Teaching Hospital. Todos lo conocían por su brillante reputación, pero eso no significaba que las cosas fueran a ser fáciles para él. Cada vez que entraba en una habitación llena de médicos, la expectación parecía hacer eco en el aire. Había mucho respeto por sus habilidades, pero también existía una murmurante duda: ¿quién era realmente este hombre que parecía tenerlo todo resuelto? ¿Era todo lo que prometía ser, o habría algo más oculto tras su impecable fachada?
Después de su sorprendente diagnóstico en el caso de la niña con parálisis bilateral, Jack había conseguido una especie de reconocimiento, pero no lograba hacer caer la guardia de House. Como siempre, House era un desafío. Siempre escondido detrás de una mezcla de sarcasmo e indiferencia, parecía percatarse de todo con una mirada, sin mucho entusiasmo hacia nadie.
El día comenzó como cualquiera, con Jack ingresando al hospital antes que el resto. A medida que recorría el pasillo, un torrente de emociones recorría su mente. Cada caso que veía era un reto en sí mismo, pero también representaba un paso más hacia lo que realmente quería lograr: una conexión real con House.
Se dirigió a la sala de reuniones con el equipo de diagnóstico. House ya estaba allí, sentado en su silla de ruedas, su característico bastón apoyado a su lado. Al ver a Jack acercándose, su rostro permaneció impasible. Sus ojos, ocultos tras las gafas oscuras, no mostraban ni un atisbo de interés.
Cameron se acercó rápidamente a Jack y lo saludó con una cordial sonrisa, algo que contrastaba con la actitud de House.
—¡Jack! ¿Cómo te va? He escuchado que todo va muy bien con los diagnósticos. ¡No sabía que el hospital sería tan afortunado de tenerte aquí! —exclamó.
Jack le devolvió la sonrisa. Aunque Cameron era una persona cálida y amable, él podía ver una pizca de tensión en ella, como si estuviera tomando medidas en cuanto a su presencia, y no solo porque era nuevo en el hospital, sino también por la sensación de que se esperaban más cosas de él, mucho más de lo que ella misma estaba dispuesta a compartir.
—Gracias, Cameron —respondió Jack con gentileza. Su voz estaba llena de modulación, pero al mismo tiempo tranquila y estable. Quería dar una impresión de humildad, aunque sus ojos reflejaban que no se dejaría subestimar.
A medida que se acomodaban todos en la mesa de reuniones, Jack observó a House. Era evidente que él era el centro de la sala, con el equipo de médicos esperando su palabra de guía. No importaba cuán brillante fuera el equipo o cuán numerosos fueran los títulos a su alrededor, cuando House estaba presente, la atención se centraba en él.
Cameron comenzó la reunión:
—Hoy tenemos un caso interesante: una mujer de 42 años que ha estado experimentando debilidad en las piernas y ha tenido episodios de parálisis temporal. Los médicos previos habían considerado una infección viral, pero los síntomas no mejoran con los medicamentos.
Chase interrumpió rápidamente, mirando sus notas.
—¿Nos dirigimos hacia la esclerosis lateral amiotrófica? No tenemos muchos casos de ese tipo, y sería bastante raro, pero al menos encajaría con los síntomas.
House desvió su mirada hacia el grupo, levantó una ceja y, con una risa entrecortada, comentó.
—Chase, en serio. Si cada vez que se presenta un caso raro y la gente lo clasifica como ELA estuviéramos de acuerdo, todos seríamos millonarios por las diagnósticas fáciles.
Jack, habiendo escuchado este intercambio, decidió ofrecer su perspectiva. Sin embargo, algo en la manera en que lo hizo causó un silencio tenso en la sala. Quería equilibrar su enfoque profesional con un toque personal para que no lo etiquetaran de inmediato como un tipo arrogantemente confiado.
—Creo que la ELA podría ser un factor, pero no es el cuadro completo. Los episodios de parálisis temporal pueden apuntar más a un trastorno en la sinapsis del cerebro, algo como una Miastenia Gravis. Estoy dispuesto a revisar los test y las condiciones bajo el lente de esta posibilidad.
El hecho de que Jack tocara una opción tan diferente a la que estaba considerando el equipo causó una ligera conmoción en la sala. La mayoría, incluida Cameron, asintió, pero la resistencia de House fue casi inmediata. Era evidente que no estaba convencido.
—¿Miastenia Gravis, eh? ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? ¿De verdad quieres probar otra hipótesis como esta solo porque te hace sentir especial, como un pequeño genio? —dijo House, mirando a Jack con una mezcla de irritación y una pizca de curiosidad escondida tras la ironía.
Jack no se inmutó. Por alguna razón, tenía la sensación de que este tipo de respuestas no lo amedrentaban, y, más que eso, lo desafiaban a seguir mostrando más de lo que sabía.
—La idea no es sentirme especial, House. Es salvar a la paciente. Y si no revisamos todas las posibilidades, entonces ¿para qué estamos aquí?
En ese instante, House guardó silencio por un momento, fijando su mirada penetrante en Jack. Era casi como si estuviera decidiendo en ese mismo instante cómo responder a su comportamiento. Sin embargo, en lugar de desmoronar a Jack como usualmente lo haría con otros, simplemente se encogió de hombros y dio la orden.
—Hazlo a tu manera, Jack. Prueba tu hipótesis.
Durante las horas siguientes, Jack se sumergió en la investigación del caso. Pruebas, muestras de sangre, estudios neurológicos. Mientras tanto, House no perdió el tiempo. Se encargaba de las charlas cortas, la supervisión constante, manteniendo su carácter burlón e indiferente. Pero Jack, por alguna razón, notaba algo diferente. Algo que iba más allá de la burla.
Durante su investigación de la paciente, Jack tuvo una conversación incómoda con Cameron. Aunque Jack no había compartido su teoría de que podía ser hijo de House, una parte de él se preguntaba cómo reaccionaría el equipo si alguna vez supieran la verdad. La simpatía de Cameron parecía generar en él una sensación de confusión y atracción, aunque Jack se sentía más comprometido con House que con cualquier otra persona allí.
—Jack, te noto un poco distante de todo el equipo… ¿te sientes incómodo por estar aquí? —preguntó Cameron con genuina preocupación.
Jack detuvo lo que estaba haciendo por un momento y se permitió una respuesta sincera.
—No, no es eso. Creo que lo que me molesta es lo que tengo que hacer para encajar en este lugar. El equipo es bueno, muy bueno. Es solo que siempre he sido el que tiene que sobresalir para resolverlo todo.
Cameron frunció el ceño.
—No es un mal problema tener, Jack. Quizá estás buscando ser parte de algo más grande de lo que esperabas. Quizás a veces confiar en los demás no sea tan malo.
Jack pensó profundamente en sus palabras mientras se alejaban de la conversación. A veces, había partes de su vida que no quería examinar demasiado, y otras veces, las ideas de estar a la altura de expectativas difíciles le eran aterradoras. Parecía que sus habilidades le daban poder, pero también la carga de cumplir con estándares que, para otros, podían ser imposibles de alcanzar.
Al día siguiente, con Jack aún sin compartir la verdad, él y House se adentraron en un diagnóstico difícil. Después de una intensiva revisión, Jack consiguió obtener una clara prueba de que la paciente tenía Miastenia Gravis, confirmando su hipótesis. House no se mostró afectado por la corrección, pero Jack sabía que la situación solo había dado otro paso más para ganarse el respeto de alguien que, aunque no lo admitiera, sabía exactamente lo que hacía.
—Bien, Jack. Salvaste a la paciente. —dijo House al final de la jornada, sin emoción en su tono, pero con una forma de decirlo que revelaba una especie de reconocimiento secreto.
Sin embargo, el intercambio de palabras y la atmósfera imponente no decayeron allí. Aunque Jack quería ser aceptado por House, ese vínculo iba a ser mucho más complicado de lo que cualquier de los dos hubiera anticipado.
Jack solo sabía que la batalla por ganarse el respeto de House había comenzado.