El caso de la adolescente seguía sin resolverse del todo, a pesar de que las pruebas y los análisis comenzaban a apuntar hacia una pista sólida. Jack, ahora trabajando codo a codo con House, no podía evitar sentirse en el centro de una tormenta emocional mientras intentaba mantener el enfoque profesional. Si bien lograba equilibrar su increíble capacidad diagnóstica con su intuición humana, cada interacción con House lo llevaba un paso más cerca de un precipicio: revelar quién era realmente y por qué había llegado a este mundo.
El día avanzaba, y el laboratorio era un hervidero de actividad. Cameron y Chase estaban ocupados descartando posibles infecciones acuáticas mientras House revisaba un microscopio portátil, observando partículas de agua extraídas de la piscina de la paciente. Jack tomó una muestra del líquido y la examinó bajo el microscopio a su lado.
—Podrías dejar de mirarla como si fuera una obra de arte renacentista, Jack —comentó House, sin levantar la vista—. Lo que buscas no tiene la delicadeza de un Botticelli. Piensa más en algo grotesco, como el intestino de un salmón.
Jack soltó una carcajada breve, sin apartar los ojos de la lente del microscopio.
—House, a veces me sorprende que no escribas poesía con esas descripciones.
—Ya lo hago. Solo que uso tinta invisible para evitar fans como tú —respondió House rápidamente, con una sonrisa torcida.
Cameron, que había estado escuchando desde el otro lado de la sala, intervino para mantener el enfoque.
—Si terminan de competir, tenemos un resultado preliminar en las toxinas. Parece que la piscina contiene trazas de un compuesto orgánico… posible pesticida. ¿Podría haberse filtrado desde un área agrícola cercana?
Jack levantó la cabeza y miró el informe que Cameron sostenía.
—Eso tiene sentido. Si su sistema inmunológico ya estaba comprometido por la inmunodeficiencia, incluso una exposición baja podría haber desencadenado su reacción. Pero aún no explica por qué está paralizada.
House golpeó el escritorio con su bastón para llamar la atención de todos.
—La parálisis es solo el cameo en este espectáculo. El pesticida puede ser la causa del evento principal, pero… ¿por qué alguien decidiría nadar en una sopa de toxinas? Sigamos buscando. ¿Qué sabemos de su familia?
Mientras Chase y Cameron regresaban para investigar más sobre la historia familiar de la paciente, Jack decidió tomarse un momento en la terraza, donde nuevamente se encontró con Wilson. Era una coincidencia que estaba comenzando a parecer más intencionada cada vez que ocurría.
Wilson, sosteniendo su acostumbrada taza de café, lo saludó con una sonrisa amable.
—Ah, el médico milagroso. ¿Otra vez buscando un respiro?
Jack se apoyó en la barandilla, observando el tráfico que fluía por las calles fuera del hospital.
—A veces necesitas espacio para despejar la mente. Aunque aquí nunca parece suficiente.
Wilson estudió su expresión por un momento antes de responder.
—Lo haces bien, Jack. Mejor de lo que la mayoría esperaría. Pero… hay algo en la manera en que interactúas con House. No puedo evitar sentir que hay algo personal detrás de todo esto.
Jack giró la cabeza, sorprendido por la observación de Wilson, aunque no lo demostró del todo.
—Tal vez sea porque… admiro su trabajo. Él es un genio, y cualquiera que quiera aprender medicina desearía estar cerca de alguien así.
Wilson inclinó ligeramente la cabeza, un gesto que denotaba su habilidad para percibir cosas que otros no veían.
—No es solo admiración. Hay algo más. Mira, soy su amigo desde hace años, y puedo decirte que House no permite que nadie se acerque así de rápido… al menos no sin una razón. Y por lo que he visto, tú ya cruzaste esa barrera. ¿Qué estás buscando, Jack?
Por primera vez, Jack sintió una verdadera presión para responder. Aunque había conseguido evadir las preguntas de los demás, algo en la calidez y perspicacia de Wilson lo hizo vacilar. No podía revelar toda la verdad, no todavía.
—Solo quiero probar que merezco estar aquí, Wilson. Eso es todo —respondió finalmente, con una media sonrisa que no terminaba de llegar a sus ojos.
Wilson lo observó por un momento más antes de asentir lentamente.
—Bueno, lo que sea que estés buscando, ten cuidado. Porque si hay algo que House odia más que equivocarse, es que alguien lo engañe.
De regreso al caso
Chase y Cameron habían logrado reunir información adicional: la adolescente vivía cerca de un antiguo invernadero que había estado cerrado durante años. Según los registros locales, el área había sido utilizada para probar pesticidas experimentales que luego se prohibieron por ser altamente tóxicos. Esta revelación encendió una chispa en la mente de Jack.
—Eso tiene que ser —murmuró mientras estudiaba las imágenes del área en una computadora—. Si su exposición fue crónica, eso explicaría por qué su sistema inmunológico estaba debilitado antes del colapso.
House entró a la sala de golpe, como siempre, con una energía que hacía difícil saber si estaba emocionado o simplemente enfadado.
—Muy bien, niños, ¿qué tenemos?
Jack explicó rápidamente su teoría, y mientras hablaba, House lo miraba con una intensidad que era difícil de soportar.
—Bien pensado —dijo finalmente House, sorprendentemente sin sarcasmo—. Pero aún necesitamos confirmar el daño. La exposición no siempre equivale a toxicidad activa.
Fue entonces cuando Jack sugirió un procedimiento inusual: una prueba experimental de electrorresonancia que podría identificar rastros residuales del pesticida en el sistema nervioso. Cameron levantó una ceja, sorprendida por la propuesta.
—¿Estás seguro de que funcionará? Es un método experimental, ni siquiera se utiliza en la práctica clínica estándar.
Jack la miró con seguridad.
—Estoy seguro. Si logramos encontrar las toxinas, podemos neutralizarlas antes de que causen más daño.
House lo observó por un momento antes de asentir.
—Muy bien, Doctor Prodigio. Si fallas, no solo te reiré en la cara, sino que también me aseguraré de que termines haciendo diagnósticos en un supermercado.
El momento decisivo.
El procedimiento fue complicado, pero exitoso. Las pruebas revelaron la presencia de un pesticida prohibido en la médula espinal de la adolescente, que había causado tanto la parálisis como las convulsiones. Inmediatamente se comenzó el tratamiento para neutralizar las toxinas y restaurar la función neurológica.
Al final del día, mientras el equipo celebraba el éxito del caso, Jack permaneció en la sala de conferencias, mirando la pizarra donde House aún había dejado anotada su mordaz frase "Niña problema". Sabía que esto era solo el comienzo. House no lo dejaría descansar hasta desentrañar completamente su identidad.
La puerta se abrió, y House entró, esta vez sin su habitual sarcasmo.
—Buen trabajo, Jack. Pero todavía no confío en ti. No eres solo un médico joven y brillante. Hay algo más.
Jack sostuvo la mirada de House y, por un momento, consideró revelar todo. Pero no era el momento. No todavía.
—Puede que tengas razón. Pero no es algo que vaya a afectar cómo hago mi trabajo aquí, House.
House inclinó la cabeza, intrigado, pero dejó el asunto por el momento.
—Ya veremos.
Jack lo observó salir, sabiendo que la tensión entre ellos no haría más que crecer. El verdadero conflicto no estaba en los diagnósticos ni en los pacientes. Estaba en la sombra de un secreto que poco a poco se hacía imposible de ignorar.