Atenea fingió estar pensando, a petición de Alfonso, mientras que en realidad estaba rebosante de satisfacción al ver que sus planes se desarrollaban a la perfección.
Al apartar la mirada de un Alfonso suplicante, quien ahora estaba arrodillado frente a su escritorio, miró a Fiona.
A Fiona le costaba mantener su máscara de tristeza.
Cuando su padre se había arrastrado repentinamente para encontrarse con Atenea, ella se había quedado entumecida por un segundo; solo volviendo a la realidad, cuando su padre hizo su súplica nuevamente.
Atenea sonrió con aire de victoria, provocando a la última.
Pero Fiona se negó a caer en la trampa esta vez. Para ayudar a su causa, corrió al lado de su padre y se postró ante Atenea.
Atenea rió entre dientes. Fiona estaba aprendiendo rápido.
—¿Tienes los documentos de tu empresa contigo? ¿O algún artículo que detalle el estado de tu empresa? —finalmente habló, deseando liberarse de su molesta presencia.