Recuerdo el día en que todo cambió. Ocurrió rápido, demasiado rápido para entenderlo. Un segundo estábamos viviendo una vida normal, y al siguiente, el caos nos devoraba.
—¡Trexon! ¡Despierta, idiota! —gritó Zuni mientras me sacudía con tanta fuerza que casi me caigo de la cama.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —me quejé, apartando sus manos de encima. Todavía medio dormido, apenas entendía lo que decía.
—¡El pueblo está en llamas! —gritó, señalando la ventana. Al asomarme, vi lo que parecía una pesadilla: casas destruidas, fuego por todas partes y… gente luchando contra criaturas imposibles de describir.
Me quedé paralizado. No era el tipo más valiente, para ser sincero. Nunca lo fui.
—¡Vamos, Trex! ¡Nos tenemos que largar de aquí! —Zuni seguía hablando rápido, como si la vida dependiera de ello. Quizá lo hacía.
—¿Qué está pasando? —le pregunté mientras buscaba mis botas. Mi mente seguía aturdida por el caos que veía afuera.
—No tengo ni idea, pero hay tipos allá afuera… y no son normales. Vi a uno invocar… creo que era un lobo gigante. Y otro tenía… ¿alas? ¡No sé, es una locura! —dijo Zuni, moviéndose por la habitación como si tuviera demasiada energía contenida.
Nos apresuramos a salir, y lo primero que sentí fue el calor abrasador del fuego. Pero eso no fue lo peor. Lo peor fue ver a las criaturas. No eran humanas. Eran… invocaciones.
—¡Por aquí! —Zuni me empujó hacia un callejón, justo cuando un lobo de sombras pasó corriendo frente a nosotros, atacando a un grupo de personas que intentaban defenderse con herramientas de campo.
—¡Esto no puede estar pasando! —exclamé, sintiendo que el miedo me paralizaba. Nunca había sido un luchador. No sabía qué hacer.
—¡Trex, escúchame! —Zuni me agarró por los hombros y me miró a los ojos—. Si nos quedamos aquí, estamos muertos. Necesitamos hacer algo. ¿Tienes alguna idea?
Antes de que pudiera responder, lo sentí. Algo dentro de mí… despertó. Un calor extraño se extendió por mi pecho, y de repente, escuché una voz que no era la de Zuni. Era grave, profunda, casi susurrante.
"¿Deseas poder?"
Me congelé. Miré a Zuni, pero él no parecía escucharla.
—Trex, ¿qué pasa? —preguntó, preocupado al ver mi expresión.
No respondí. La voz continuó.
"Acepta el pacto, y te daré el poder para sobrevivir."
—¿Qué… qué pacto? —murmuré en voz baja, sin entender del todo lo que estaba ocurriendo.
—¿Estás hablando solo ahora? ¡No es el mejor momento para volverte loco! —Zuni intentó moverme, pero yo seguía escuchando la voz.
"Acepta, o muere aquí como un inútil."
No sé por qué lo hice, pero asentí. En ese instante, un dolor punzante recorrió todo mi cuerpo. Caí de rodillas, gritando.
—¡Trexon! —Zuni se agachó junto a mí, alarmado.
Entonces, lo vi. Frente a mí apareció una cabra negra, de ojos rojos como el fuego. Era enorme, y su presencia me hizo temblar.
"Soy tu invocación. Soy el poder que elegiste."
—¿Qué… qué eres? —pregunté, aunque en el fondo ya lo sabía.
—Trex, ¿qué demonios es eso? —preguntó Zuni, retrocediendo al ver a la cabra.
"Soy tu fuerza. Ahora levántate, Renacido."
El dolor cesó, y cuando me puse de pie, sentí algo diferente. Era como si una energía desconocida fluyera por mis venas. Apreté los puños y miré a la cabra.
—¿Qué se supone que haga? —le pregunté.
"Lucha."
—¡Trex, cuidado! —gritó Zuni. Me giré justo a tiempo para ver al lobo de sombras corriendo hacia nosotros.
Sin pensar, levanté una mano, y un cuerno negro apareció sobre mi cabeza. Una explosión de energía oscura salió disparada hacia el lobo, que fue destruido en un instante.
Zuni se quedó boquiabierto.
—¡Eso fue increíble! —gritó, con una mezcla de miedo y emoción.
Yo apenas podía creer lo que acababa de hacer. Había aceptado el pacto, y ahora tenía poder. Pero… ¿a qué precio?
"Esto es solo el comienzo, Renacido."
—Trex… creo que las cosas van a ponerse aún más locas —dijo Zuni, mirando hacia el horizonte, donde más criaturas se acercaban.
Tenía razón. Esto era solo el principio. Y ya no había marcha atrás.
—Trex, ¿qué se supone que hagamos ahora? —preguntó Zuni, sin dejar de mirar a las criaturas que se acercaban. A pesar del miedo, todavía tenía esa chispa en los ojos que lo hacía parecer emocionado incluso en los peores momentos.
Me tomé un segundo para respirar. Sentía el cuerpo entumecido por lo que acababa de pasar, pero sabía que no podíamos quedarnos quietos.
—Tenemos que salir del pueblo —dije, intentando sonar decidido, aunque por dentro estaba igual de aterrorizado que él—. Aquí no podemos ganar… no sabemos ni qué está pasando.
—¿Salir? ¿Hacia dónde? Todo está ardiendo, y dudo mucho que esas cosas nos dejen ir tan fácil.
Miré a mi alrededor. Las calles eran un caos: los edificios estaban en ruinas, las llamas devoraban todo a su paso y los gritos de los aldeanos se mezclaban con los rugidos de esas… invocaciones. Ese era el término que ahora no me podía quitar de la cabeza. Invocaciones. Criaturas que, al parecer, algunos de nosotros podíamos traer a este mundo. Pero ¿por qué yo? ¿Por qué ahora?
—No lo sé, pero debemos intentarlo. No pienso morir aquí.
Zuni me observó por un momento, como si intentara evaluar si hablaba en serio o si había perdido la cabeza. Finalmente, asintió con una sonrisa nerviosa.
—Está bien, jefe, tú mandas. Pero si vamos a morir, al menos que sea de una forma épica, ¿vale? Algo que la gente recuerde… si es que queda alguien vivo para recordarlo.
—Zuni, deja de hablar y corre.
Nos echamos a correr por las calles en dirección a las afueras del pueblo. A cada paso, sentía el peso de lo que acababa de aceptar. Esa cabra… mi invocación… estaba en algún lugar de mi interior, esperando ser llamada otra vez. Y lo peor de todo es que sentía que la voz seguía allí, en mi mente, observando cada uno de mis movimientos.
"Esto es solo el principio, Renacido."
Sí, lo sabía. Sabía que mi vida jamás volvería a ser la misma. Algo había despertado en este mundo, y aunque no entendía lo que significaba, estaba seguro de una cosa: de alguna manera, todo esto estaba lejos de terminar.
—Trex, ¡mira! —Zuni me sacó de mis pensamientos, señalando una salida entre dos edificios semiderruidos—. Si logramos pasar por ahí, saldremos del pueblo y tendremos más posibilidades de escapar.
—Vamos, rápido.
Nos adentramos en el estrecho pasaje, esquivando los escombros y el fuego que consumía todo a nuestro alrededor. Pero justo cuando estábamos a punto de llegar al otro lado, un rugido ensordecedor nos detuvo en seco. Una criatura colosal, mitad bestia, mitad sombra, se levantó ante nosotros, bloqueando el camino. Sus ojos brillaban con un rojo intenso, como si estuvieran hechos del mismo fuego que devoraba el pueblo.
—Oh, genial… —murmuró Zuni, retrocediendo un paso—. Me encanta cuando las cosas se complican aún más.
—No tenemos opción —dije, sintiendo de nuevo ese calor oscuro en mi interior. La cabra estaba lista para pelear. Y yo también.
Esto era solo el principio. Pero si íbamos a seguir adelante, tenía que aprender a usar este poder… antes de que me destruyera.
—Prepárate, Zuni. Esto no será nada fácil.
—¿Prepararme? Amigo, yo nací listo para el caos.
Y así, en medio del fuego, las sombras y el caos absoluto, nos lanzamos hacia nuestro primer verdadero combate.
¿Sobreviviríamos? No tenía idea. Lo único que sabía era que, desde ese momento, ya no había marcha atrás.