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Cronología de una Historia

Daxel_Crovus
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Synopsis

Chapter 1 - Capítulo 1 ¡Donde estoy!

Ronaldo, un hombre de 29 años, se encontraba en un minisúper cuando los gritos desesperados del encargado rompieron la calma. Sin dudarlo, corrió junto a otros clientes hacia la fuente del alboroto, solo para encontrarse con un robo a mano armada. En medio del caos, una bala perdida lo alcanzó directamente en el corazón. Mientras la vida se desvanecía de su cuerpo, maldijo su mala suerte y deseó con todas sus fuerzas una segunda oportunidad.

Antes de perder la conciencia, su mente lo llevó de vuelta a los recuerdos de su infancia. Desde pequeño, sus padres le habían inculcado que debía destacar a cualquier precio, incluso si eso implicaba engañar y pisotear a otros. Su vida había sido una constante cadena de fraudes y artimañas, siguiendo ciegamente el camino que ellos trazaron. En sus últimos momentos, Ronaldo pensó con amargura que, de no haber sido por la influencia de sus padres, podría haber vivido libremente. Su última plegaria fue por una nueva oportunidad, sin la sombra de aquellos que lo moldearon. Aunque en el fondo sabía que, para nacer, siempre se necesitan padres.

Sus ojos se cerraron y el mundo se sumergió en la oscuridad. Pero, en lugar del frío abrazo de la muerte, sintió algo inesperado. El suelo bajo él era sorprendentemente suave y una brisa cálida acariciaba su rostro, despertándolo lentamente.

Al abrir los ojos, Ronaldo se encontró en las ruinas de un antiguo templo. Columnas derruidas y enredaderas cubrían la estructura mientras el aroma a musgo húmedo impregnaba el aire. Desconcertado, se incorporó y notó, con una mezcla de sorpresa y pánico, que no llevaba ropa. La brisa fresca recorrió su piel desnuda, provocando un escalofrío. Buscando algo con qué cubrirse, su mirada se posó en un fragmento de cristal roto. Se acercó y, al reflejarse en él, sus ojos se abrieron de par en par.

Lo que veía no era su rostro. En el cristal estaba la imagen de una chica de no más de 13 años. Su respiración se aceleró y una ola de confusión lo invadió.

—¿Quién eres? ¿Qué está pasando? —susurró con voz temblorosa, pero el eco de su propia voz, ahora más aguda, fue lo único que respondió.

Antes de que pudiera encontrar respuestas, una gota de agua fría aterrizó en su nariz, anunciando la llegada de una tormenta. Ronaldo corrió hacia una sección del templo que aún tenía techo. Al entrar, sus ojos se posaron en un trozo de tela vieja. Sin pensarlo dos veces, se envolvió en ella y se acurrucó en el suelo, observando la lluvia caer.

La tormenta rugió con fuerza, y el sonido de las gotas golpeando el techo roto resonaba con intensidad. El olor a tierra mojada impregnaba el aire, y el viento agitaba las hojas violentamente. Ronaldo se sentía perdido; su confusión y miedo crecían con cada gota de lluvia.

Mientras el sol se ocultaba, el agotamiento emocional lo vencía. Se recostó en el suelo frío, permitiendo que sus lágrimas se mezclaran con las gotas que se filtraban del techo. Desde los arbustos cercanos, unos ojos rojos lo observaban atentamente.

Con los primeros rayos del sol, despertó sintiendo la hierba húmeda bajo sus pies descalzos. Se levantó tambaleante, pero un gruñido profundo la detuvo. Al girarse, sus ojos se encontraron con una bestia imponente: un lobo del tamaño de un oso con cuernos retorcidos.

El animal la miraba fijamente, su aliento pesado y sus ojos brillando con intensidad. El miedo y la adrenalina impulsaron a Ronaldo a correr. Sin embargo, el lobo la siguió de cerca. Al sentir que estaba a punto de alcanzarla, Ronaldo gritó desesperadamente:

—¡Aléjate!

Cerró los ojos, esperando el golpe. Pero nada llegó. Al abrirlos, vio cómo el lobo perseguía algo invisible. Confundida, Ronaldo se fijó en sus manos. Un aura verde emanaba de ellas, y ante sus ojos flotaban palabras que no entendía del todo:

Raza: Humano ascendido.

Nombre: Vacío.

Edad: 10.

Magia: Ilusoria.

—¿Magia Ilusoria? —murmuró, recordando vagamente un manga donde el protagonista reencarnaba con habilidades especiales.

Curiosa, Ronaldo dijo en voz baja:

—Desplegar habilidades.

Un menú flotante se manifestó ante ella:

-Magia de Ilusión.

-Percepción mágica.

-Percepción de ilusiones.

-Evaluación.

Con un suspiro, activó todas las habilidades y observó cómo el lobo seguía persiguiendo una versión ilusoria de ella. Sonrió levemente y decidió alejarse.

Mientras caminaba por el bosque, la fatiga y el hambre la vencieron. Cayó varias veces, pero se levantó una y otra vez, hasta que su cuerpo no respondió más. Desde el suelo, observó las nubes negras.

—Quiero volver. —Su voz sonó suave antes de perder el conocimiento, agotado.

«¿Volver a dónde?» fue el último pensamiento de la chica antes de que la oscuridad también la envolviera.

Recuerdos de su vida comenzaron a invadir su mente. Pudo ver cómo, desde niño, sus padres lo presionaron para cumplir con las altas expectativas que tenían para él. Eran personas acaudaladas, obsesionadas con la perfección. Vivir de apariencias y mostrar una vida que no era real se convirtió en su rutina diaria, una rutina que llevaba como si fuera parte de su identidad.

Criado por padres distantes y carentes de afecto, creció frío y calculador. Sin un modelo a seguir, su visión del mundo se distorsionó. En su adolescencia, solo veía a los demás como herramientas para alcanzar la cima.

A los 15 años comenzó a imitar la apariencia de personas exitosas y, con el tiempo, perfeccionó el arte de engañar a quienes lo rodeaban, ya que había comprendido una simple verdad: "Como te ven, te tratan."

Su estilo de vida le permitió obtener tratos especiales y conseguir bienes económicos de forma gratuita. Cuando estaba a punto de ser descubierto, buscaba un chivo expiatorio y le atribuía todos sus fraudes. Con el tiempo, esto lo dejó completamente solo, mientras sus padres seguían sin mostrar el más mínimo interés en él.

—Ya no me queda nada, no tengo a dónde más volver. —murmuró mientras su conciencia sucumbía a la oscuridad.

Perdido en las sombras, divisó una tenue luz que flotaba en la distancia. Apenas era perceptible, pero el fulgor emanaba de una pluma verde que danzaba con el viento, como si lo invitara a seguirla. Permanece inmóvil durante unos instantes, atrapado entre el deseo de acercarse y el miedo de que fuera una simple alucinación. Finalmente, con pasos vacilantes, se aproximó. Al tomar la pluma entre sus dedos, una cegadora luz lo envolvió de golpe. El resplandor lo obligó a cerrar los ojos, y cuando los abrió de nuevo, la lluvia caía con suavidad sobre su rostro.

Con esfuerzo, se incorporó. Sus ropas estaban empapadas y el frío le calaba hasta los huesos. Miró a su alrededor. A pocos metros, entre la maleza, se asomaba una rueda de madera rota, cubierta de musgo y barro. Al acercarse, encontró los restos de un carruaje antiguo volcado sobre el camino. La estructura estaba destrozada, y algunas partes habían sido devoradas por el tiempo y la naturaleza.

Dio un paso más y el hedor lo golpeó como una ola. Al mirar dentro del carruaje, sintió que el corazón se le encogió. Cinco cuerpos humanos, en avanzado estado de descomposición, yacían esparcidos entre los escombros. Las moscas zumbaban a su alrededor, formando un velo oscuro. Dio un paso hacia atrás instintivamente, pero tropezó con algo blando.

Al girarse, descubrió los restos mutilados de dos caballos en descomposición. La carne putrefacta se aferraba a los huesos, y sus ojos vacíos parecían observarlo. El estómago le dio un vuelco y tuvo que alejarse tambaleante para vomitar.

Inhalo hondo varias veces, intentando calmarse. Miró hacia el cielo. La lluvia no cesaba.

Intentó alejarse de la escena, pero mientras caminaba, tropezó con una mochila desgastada que yacía parcialmente oculta entre la maleza. Se agachó y la abrió con manos temblorosas. Dentro había provisiones básicas: pan seco, un cuchillo y una cantimplora a medio llenar. También encontró una manta, lo que le pareció un golpe de suerte. A pesar del asco y el miedo, regresó al carruaje, sabiendo que no podía dejar pasar la oportunidad de conseguir más provisiones.

Entre los restos halló dos mochilas: una llena y otra vacía. También un baúl mediano que, sorprendentemente, estaba en buen estado. Lo empujó, haciéndolo rodar por una pendiente suave hasta que se abrió. Dentro había ropa limpia y seca. Tomó algunas prendas y las guardó con rapidez.

La lluvia comenzó a intensificarse. Buscó con desesperación un refugio, hasta que finalmente encontró una pequeña cueva en la ladera de una colina. Era lo suficientemente grande para él y sus pertenencias. Se acurrucó en el interior, abrazando sus rodillas mientras veía las gotas caer desde la entrada. Cada gota parecía arrastrar un recuerdo de su antigua vida, hasta que, finalmente, murmuró:

—Me da igual.

Sacudió la cabeza, intentando borrar lo poco que quedaba de su pasado. Buscó entre las mochilas y el baúl, asegurándose de no haber pasado por alto ningún objeto útil.

Cuando la lluvia comenzó a amainar, emergió de la cueva una figura. Era una chica de cabello verde, vestida con un sencillo vestido de una sola pieza y una capa marrón con capucha. Estaba descalza. Caminó lentamente hacia los restos del carruaje, con la intención de seguir buscando.

La chica ignoró los cuerpos, centrándose en hurgar entre los escombros. Su rostro reflejaba una mezcla de desesperación y resignación. Sabía que no podía permitir que el miedo la detuviera. Al cabo de unos minutos, encontró una pequeña bolsa llena de monedas: veinte de plata y cinco de oro. Junto a ella, unas botas que, aunque un poco grandes, podían proteger sus pies del frío.

Mientras revisaba el lugar, sus ojos se posaron en una bolsa de tela oscura. Al tomarla, una ligera vibración recorrió su cuerpo. Observó cómo palabras luminosas aparecían ante sus ojos: "Bolsa mágica básica". Un destello de reconocimiento surcó su mente.

—Esto es como en los juegos... —susurró con asombro.

Guardó el dinero y algunos alimentos que parecían estar en buen estado dentro de la bolsa mágica. Su corazonada le decía que aquel objeto sería vital para su supervivencia. Tras asegurarse de tener todo lo necesario, decidió seguir el camino que parecía haber tomado el carruaje antes de ser destruido.

—Ustedes ya no necesitarán nada de esto. —susurró, alejándose sin mirar atrás.