Kirito respiró profundo, manteniendo su postura firme a pesar de sentir el peso de la tensión aplastando su pecho. Trató de prolongar el diálogo, buscando ganar tiempo para Serif y también entender mejor al hombre que tenía delante. Pero Dood, relajado y con una sonrisa torcida, no parecía interesado en hablar más allá de lo que él mismo consideraba relevante.
—Un duelo bajo el sistema de SAO tendría más sentido. —dijo Kirito con voz firme, tratando de mantener la calma. —De esa forma, el sistema garantizaría que sea un enfrentamiento justo, y—
—¿Justo? —interrumpió Dood con una carcajada sarcástica. —¿Hablas de justicia en un lugar donde la vida de cualquiera puede ser arrebatada con un simple corte? No necesito que este maldito sistema me diga cómo pelear. Un combate a muerte es eso: pura supervivencia, sin reglas, sin restricciones.
Kirito frunció el ceño, pero no respondió de inmediato. Intentaba mantener la serenidad, pero los escalofríos y el torrente de adrenalina en su cuerpo le hacían difícil pensar con claridad. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja; un error podría costarle todo.
Dood ladeó la cabeza, observando a Kirito como si tratara de leerlo. De pronto, habló con un tono más relajado, casi como si estuviera disfrutando de la situación.
—¿Sabes? Me recuerdas a alguien que enfrenté en los primeros días... Un grupo de jugadores ingenuos que pensaban que podían detenerme. Los maté a todos... excepto a uno.
Kirito no dijo nada, pero sus ojos se afilaron.
—¿Quieres saber por qué lo dejé vivir? —continuó Dood, su sonrisa retorcida ensanchándose. —Porque tuvo las agallas de mirarme a los ojos y decir: "Meteré esa sonrisa risueña en un ataúd." Me pareció tan patético y a la vez tan entretenido que lo dejé ir. Pensé que sería divertido si sobrevivía lo suficiente para enfrentarlo de nuevo a muerte.
El resto de los encapuchados rió junto a Dood, aunque sus risas sonaban más como ecos vacíos, carentes de verdadera emoción. Entonces, Dood dio un paso al frente, alzando su espada negra y señalando a Kirito con ella.
—De hecho, estaba pensando en crear un gremio con ese nombre... "Ataúd Risueño." ¿Qué te parece? ¿Un nombre digno, no crees?
Kirito apretó los dientes y levantó su espada en posición defensiva, manteniendo su mirada fija en Dood.
—Asesinar jugadores no está bien. —dijo con voz firme, aunque en su interior sentía el peso de la situación. —Si algún día llegamos a salir de este juego, enfrentarás la justicia en el mundo real por todo lo que has hecho aquí.
Por un instante, la sonrisa de Dood se desvaneció, reemplazada por una expresión de frialdad absoluta. Pero luego soltó una carcajada amarga.
—¿Justicia? ¿En el mundo real? Vamos, Kirito... Apenas estamos en el piso uno. No ha pasado ni una semana desde que comenzó este infierno. ¿En serio crees que hay un mundo real esperándonos al otro lado? ¿O que saldrás vivo para verlo?
Kirito sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no retrocedió.
—Este mundo es una prisión. —continuó Dood, ahora con un tono más áspero. —Y si voy a estar atrapado aquí, haré lo que sea necesario para sobrevivir. Nadie me dirá cómo vivir o cómo morir. Ni tú, ni el sistema, ni nadie.
Sin previo aviso, Dood dio un paso hacia adelante, levantando su espada con un movimiento rápido y agresivo.
—¡Y ahora basta de perder el tiempo! —rugió con furia.
Kirito reaccionó de inmediato, ajustando su postura y preparándose para el impacto. Su mente trabajaba a toda velocidad, analizando el rango y el ángulo de la espada de Dood, buscando cualquier apertura para contraatacar.
Dood lanzó un ataque directo, su Bloodfang cortando el aire con un silbido amenazante. Kirito logró esquivarlo por poco, retrocediendo un paso mientras intentaba mantener la distancia. La lucha había comenzado.
A su alrededor, el grupo de encapuchados observaba con miradas ansiosas y maliciosas, mientras Rosa, Ene, MILF y Thysu mantenían su posición al margen, listos para intervenir si las cosas se descontrolaban. Pero Kirito sabía que debía mantener el duelo como un enfrentamiento uno contra uno.
Mientras el acero resonaba en el aire y las chispas saltaban con cada choque de espadas, Kirito trataba de concentrarse no solo en defenderse, sino en ganar tiempo. Cada segundo que pasaba era un segundo más para que Serif completara la misión, y un segundo menos para que Dood pudiera salirse con la suya.
El campo estaba rodeado de una atmósfera tensa, con la atención de todos centrada en el frenético duelo entre Kirito y Dood. Cada golpe de espada resonaba como un eco metálico que parecía sacudir el aire mismo. Kirito, con su Anneal Blade, esquivaba y paraba los ataques con movimientos precisos, mientras Dood, con su Bloodfang, ejecutaba cortes rápidos y agresivos, claramente buscando un único propósito: desgarrar su piel y activar el efecto de sangrado de su arma.
Dood avanzó con una estocada rápida, su espada negra trazando un arco que Kirito apenas logró desviar, forzándolo a retroceder.
—¡Vamos, ataca de una vez, cobarde! —exclamó Dood con una sonrisa burlona, sus ojos llenos de desprecio. —¿O acaso todo lo que sabes hacer es correr?
Kirito no respondió. Su mirada estaba fija, calculando cada movimiento, cada respiración de su oponente. Sabía que un error, por pequeño que fuera, podría costarle caro. «Solo necesito aguantar.» pensó, apretando los dientes mientras sentía cómo la presión aumentaba con cada segundo.
Dood lanzó un ataque descendente con una fuerza brutal, obligando a Kirito a levantar su espada para bloquear. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para hacer que sus brazos temblaran.
—¡Eso es todo lo que tienes? ¡Patético! —gritó Dood, empujando su espada contra la de Kirito, intentando romper su guardia.
Desde la distancia, Rosa observaba con el ceño fruncido, sus manos apretando con fuerza el mango de su espada. Ene tenía los puños cerrados con tanta fuerza que sus nudillos palidecían, claramente luchando contra el impulso de intervenir. MILF y Thysu intercambiaron miradas de preocupación. Aunque estaban acostumbrados a ver combates, este duelo era diferente. Ambos podían reconocer que Dood no solo era un hábil espadachín, sino que también era despiadado.
—Esos movimientos...—murmuró MILF, sus ojos siguiendo los pasos de Dood con atención. —No son de un jugador cualquiera. Ese tipo claramente tiene experiencia real en combates.
—¿Crees que Kirito puede manejarlo? —preguntó Thysu, incapaz de ocultar la inquietud en su voz.
MILF no respondió de inmediato. Observó cómo Kirito desviaba otro ataque con un giro elegante, retrocediendo justo lo suficiente para evitar un corte limpio. Pero incluso desde la distancia, podía notar que Kirito estaba siendo arrinconado.
—Kirito es hábil. —respondió finalmente, aunque con cautela. —Pero ese Dood... Es peligroso. Esto no es solo un duelo; es una cacería.
Dood, notando la falta de ofensiva de Kirito, dejó escapar una carcajada amarga mientras avanzaba con movimientos más agresivos.
—¿Qué pasa, Kirito? ¿Demasiado miedo para atacarme? ¿O es que ya sabes que no puedes ganar?
Kirito no perdió la compostura, pero estaba claro que cada vez era más difícil mantener el ritmo. Bloqueó otro golpe, esta vez sintiendo cómo el filo de la Bloodfang rozaba su brazo, dejando un corte superficial. Aunque el daño no era grave, la barra de vida de Kirito disminuyó más de lo esperado. El efecto de sangrado comenzaba a manifestarse.
—¡Ese es el problema contigo, los héroes! —continuó Dood, sin dejar de atacar. —Siempre piensan que pueden salvar a todos, que pueden ganar con su estúpida moralidad. Pero este mundo no tiene lugar para héroes. Este es un mundo de depredadores, y tú, Kirito, eres solo una presa más.
A pesar de las palabras de Dood, Kirito mantuvo su enfoque. Bloqueó otro ataque y, esta vez, encontró una apertura para contraatacar. Con un movimiento rápido, lanzó un corte horizontal dirigido al torso de Dood. Pero Dood lo esquivó con un giro ágil, retrocediendo con una sonrisa aún más amplia.
—¡Ah, ahí está! Finalmente decides pelear. —dijo, riendo con un tono burlón. —Pero será mejor que hagas algo más que eso si quieres salir de aquí con vida.
Desde el perímetro, Rosa alzó la voz, incapaz de contenerse más.
—¡Kirito, no te dejes provocar! Solo está tratando de desestabilizarte. Mantén la calma y confía en tu técnica.
Dood giró la cabeza hacia Rosa, su sonrisa torcida volviéndose aún más siniestra.
—¿Tus amigos están preocupados por ti, Kirito? Qué conmovedor. Pero dime, ¿crees que seguirán preocupándose cuando te vean caer aquí, como todos los demás?
Kirito aprovechó el momento en que Dood desviaba su atención para lanzar otro ataque, esta vez más certero. Pero Dood reaccionó justo a tiempo, bloqueando el golpe con facilidad y empujando a Kirito hacia atrás.
—Nada mal. —dijo Dood, ajustando su agarre en la Bloodfang. —Pero no será suficiente. Este es tu límite, Kirito. Admítelo.
Mientras tanto, en el fondo del área, Serif continuaba con la misión, ajeno al peligro que se desarrollaba a unos metros de distancia. Kirito sabía que no podía permitirse perder aquí. No solo estaba en juego su vida, sino también la misión de Serif y la seguridad de su grupo.
«No puedo caer aquí.» pensó Kirito, apretando con fuerza el mango de su espada. «Si puedo alargar esto un poco más... Si puedo encontrar una manera de cambiar el ritmo...»
El duelo seguía, cada movimiento más intenso, más salvaje, mientras la tensión aumentaba con cada segundo que pasaba. Las espadas chocaban como si fueran el único sonido en el mundo, y las chispas que saltaban con cada impacto iluminaban brevemente las expresiones decididas de los dos combatientes. En este momento, no había aliados, no había enemigos. Solo Kirito, Dood y la batalla por sobrevivir.
Fue entonces que de pronto un brillo rojo apareció entre ambos, en específico sobre las manos de Dood después de ejecutar un hábil movimiento con sus dedos que Kirito pudo notar escuchando el timbre del menú del sistema y en el siguiente instante la Bloodfang de Dood desapareció y en su lugar… un estruendo golpe fue ejecutado con una nueva arma.
El impacto del mazo fue devastador, levantando una nube de polvo y dejando una grieta en el suelo donde Kirito había estado segundos antes. El ruido del golpe resonó como un trueno, arrancando jadeos de sorpresa tanto de los encapuchados como del grupo de Kirito.
—¡Eso no estaba en las reglas! —gritó Rosa desde la distancia, sus ojos encendidos por la indignación.
Dood se enderezó con calma, sosteniendo el gigantesco mazo con una sola mano, como si no pesara nada. Su sonrisa burlona seguía intacta, pero ahora había algo más en su mirada: satisfacción al ver la expresión de asombro y temor en el rostro de Kirito.
—¿Reglas? Este no es un duelo honorable señorita. —respondió Dood, sin siquiera mirar a Rosa. —Esto es un combate a muerte. Si pensabas que iba a jugar limpio, eres más ingenua de lo que pensé.
Kirito se levantó rápidamente, su respiración agitada y sus manos temblorosas mientras ajustaba su agarre en la Anneal Blade. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando procesar el cambio en la situación. «Un arma secundaria... No solo es brutal, sino que también es impredecible.» pensó, sus ojos enfocados en el mazo. «Si me golpea con eso, estoy acabado.»
Dood, disfrutando del momento, giró el mazo con un movimiento fluido antes de apuntarlo directamente hacia Kirito.
—No vas a durar mucho si sigues corriendo, Kirito. —dijo con una voz cargada de burla. —Pero tranquilo, haré que esto sea rápido... o tal vez no. Depende de cuánto me divierta.
Kirito respiró hondo, intentando calmar los latidos acelerados de su corazón. Su mente seguía dividida entre el miedo de atacar y el deseo de ganar tiempo para Serif. «No puedo seguir jugando a la defensiva.» pensó. «Necesito encontrar una forma de romper su ritmo, pero sin comprometerme demasiado.»
Dood avanzó de nuevo, levantando el mazo sobre su cabeza y lanzando un golpe descendente con una fuerza abrumadora. Kirito rodó hacia un lado, esquivando por poco, pero el impacto sacudió el terreno bajo sus pies, haciéndolo tambalear. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, Dood giró sobre sí mismo y lanzó un ataque lateral con el mazo.
Kirito, sin tiempo para esquivar completamente, levantó su espada instintivamente para bloquear el golpe. La fuerza del impacto lo lanzó hacia atrás, rodando por el suelo y deteniéndose varios metros más allá, su barra de vida disminuyendo visiblemente.
—¡Kirito! —gritó Ene, dando un paso hacia adelante, pero Rosa la detuvo, agarrándola del brazo con firmeza.
—No podemos intervenir. —dijo Rosa con un tono grave.
—¡Pero…!—Ene quiso replicar, pero fue interrumpida al observar los ojos encendidos de Rosa, sabía que estaba hirviendo en una ira incontenible al igual que ella. Aun así, ella era capaz de controlarse a diferencia suya.
—Si lo hacemos, —Rosa continuó. —Dood y sus hombres no dudarán en atacarnos también. Tenemos que confiar en Kirito.
Kirito se levantó lentamente, jadeando mientras sentía el dolor irradiar por todo su cuerpo.
—No puedo seguir permitiéndome estos errores… —se dijo apretando los dientes. Sus manos estaban entumecidas, y cada vez que levantaba su espada, el peso de la Anneal Blade parecía mayor.
Dood dejó escapar una carcajada mientras caminaba hacia Kirito, girando su mazo con una facilidad insultante.
—¿Qué pasa, Kirito? ¿Ya estás agotado? Pensé que el 'héroe' de este pequeño grupo podría ofrecerme un desafío real, pero parece que eres igual de patético que todos los demás.
Kirito no respondió. En lugar de eso, comenzó a retroceder, evaluando cuidadosamente sus movimientos. Sus ojos analizaron el mazo de Dood, buscando puntos débiles o patrones en su forma de atacar. Fue entonces cuando notó algo: aunque el mazo era poderoso, su peso limitaba la velocidad y precisión de los ataques de Dood. Había pequeños momentos de apertura después de cada golpe.
«Es mi oportunidad.» pensó Kirito, ajustando su postura. «Si puedo mantener la distancia y forzarlo a cometer errores, podré contraatacar.»
Dood, impaciente, cargó de nuevo, levantando el mazo para otro ataque devastador. Kirito esperó hasta el último segundo antes de moverse, esquivando con un giro rápido y lanzando un corte dirigido al costado de Dood. El filo de la Anneal Blade encontró su objetivo, dejando un corte limpio y disminuyendo la barra de vida de Dood.
El líder encapuchado se detuvo, mirando la herida con una expresión que mezclaba sorpresa y diversión.
—¿Así que todavía tienes algo de lucha en ti?— dijo, riendo mientras daba un paso atrás. —Bien. Esto será más divertido de lo que esperaba.
Kirito mantuvo su posición, levantando su espada con ambas manos mientras su mirada permanecía fija en Dood. Sus músculos estaban tensos, listos para reaccionar en cualquier momento. Sabía que no podía permitirse más errores. Este combate no era solo una prueba de habilidad, sino también de voluntad.
Mientras tanto, Serif continuaba trabajando en su misión, ignorando el caos a su alrededor.
—Solo un poco más.— murmuró Kirito para sí mismo. —Solo un poco más de tiempo.
Kirito apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Dood, con un movimiento ágil, soltó el mazo y lo reemplazó con la Bloodfang una vez más. La transición fue tan rápida que Kirito solo pudo levantar su espada instintivamente para intentar bloquear. Sin embargo, Dood aprovechó el momento, desviando la guardia de Kirito con una fuerza implacable y lanzando un corte limpio que atravesó su defensa.
El filo negro de la Bloodfang dejó una herida profunda en el costado de Kirito, y en el mismo instante, una notificación apareció frente a él: "Estado anormal: Hemorragia. Pierdes HP continuamente."
Kirito retrocedió tambaleándose, sujetándose el costado mientras sentía la sangre fluir y su barra de vida disminuir lentamente. Su respiración se volvió irregular, y el dolor lo obligó a abrir rápidamente su inventario para sacar una Poción de Salud. Sin perder tiempo, la bebió, restaurando parte de su vida, pero el efecto de la hemorragia persistía, drenando lo que había recuperado.
Dood estalló en una carcajada al ver el inútil intento de Kirito por curarse con su mirada afilada. Fue tal su paciencia que le dio todo el tiempo del mundo a su rival para tener la dicha de verlo fracasar.
—No puedes curar una herida de sangre tan fácilmente. —dijo Dood con una sonrisa sádica entre su carcajada, girando la espada con destreza. —Esta espada fue hecha para castigar a los lentos y a los cobardes. Solo cuestión de tiempo antes de que te desangres.
Desde la distancia, Rosa observaba con creciente preocupación.
—Esto no está bien. —murmuró apretando con firmeza el mango de su gran espada. —Kirito no puede mantener esto mucho tiempo. Esa hemorragia... lo agotará antes de que tenga oportunidad de contraatacar.
Ene, a su lado, estaba al borde del pánico.
—¡Tenemos que hacer algo! ¡Rosa, no podemos dejarlo solo! Él está—
—¡No podemos intervenir! —cortó Rosa, aunque su propia voz temblaba por una ira casi incontenible. —Lo sabes. Si entramos, todo su esfuerzo será en vano, y Serif estará en peligro. Él aceptó este duelo para protegernos. Debemos confiar en él.
Pero incluso mientras decía esto, Rosa no podía apartar los ojos de Kirito. Cada vez que bloqueaba o esquivaba un ataque, parecía más lento, más cansado. El constante drenaje de su vida era evidente, y su postura ya no era tan firme como antes.
Yezzy, por su parte, observaba en silencio, pero había algo en sus ojos que lo delataba: una furia contenida que lo hacía apretar los dientes y los puños.
—Esto es absurdo. —murmuró, su voz cargada de rabia. —Ese bastardo está jugando con él, como un gato con un ratón. ¿De verdad vamos a quedarnos aquí mirando?
—No te atrevas, Yezzy. —dijo Rosa, girándose hacia él con una mirada severa. —Si intervienes, pondrás a todos en peligro. Kirito no lo permitirá.
Yezzy no respondió, pero sus ojos nunca dejaron a Dood. Dentro de él, cada fibra de su ser le pedía que desobedeciera, que se lanzara al combate y acuchillara al líder encapuchado hasta hacerlo pagar por su crueldad. Pero algo lo detenía: no era miedo, sino el recuerdo de la confianza de Kirito al aceptar el duelo.
—Maldita sea. —murmuró entre dientes, soltando un suspiro de frustración. —Más te vale ganar, Kirito.
En el campo de batalla, Kirito apretó los dientes, ignorando el dolor punzante de la herida y el drenaje constante de su barra de vida. Su mente trabajaba frenéticamente, buscando una estrategia para contrarrestar a Dood. «Si sigo así, estoy acabado.» pensó. «Tengo que encontrar una apertura... algo que me permita igualar esto.»
Dood avanzó de nuevo, moviendo la Bloodfang con movimientos precisos y amenazantes. Su sonrisa no se desvanecía, y sus ojos parecían disfrutar del sufrimiento de Kirito.
—No sé cuánto más podrás aguantar, Kirito. —dijo con burla. —¿Es esto todo lo que tienes? ¿El 'héroe' que iba a salvarnos a todos? Patético.
Kirito no respondió. En lugar de eso, levantó su espada una vez más, su mirada fija en los movimientos de Dood. Aunque su cuerpo estaba agotado y su vida disminuía rápidamente, su determinación no había flaqueado. «No importa lo que pase.» pensó. «Tengo que ganar tiempo. Serif está cerca de terminar. Solo necesito un poco más.»
Mientras ambos combatientes se preparaban para el siguiente intercambio, el aire parecía cargarse de tensión, como si el mismo mundo estuviera conteniendo la respiración.