Chereads / LAS CRÓNICAS DE AINCRAD | Vol. 1 / Chapter 28 - 28. Ataúd Risueño

Chapter 28 - 28. Ataúd Risueño

La misión finalmente llegó a su clímax cuando un mensaje brillante apareció frente a todos los jugadores en el campo:

"¡MISIÓN COMPLETADA! Recompensas otorgadas a Serif."

Rosa no perdió ni un segundo, su mente fría y calculadora dictando las órdenes con precisión. 

—¡Ahora!

Antes de que Dood pudiera siquiera procesar lo que ocurría, Yezzy se lanzó al frente como un meteoro, su lanza cortando el aire con un brillo feroz. El impacto contra Dood fue contundente, empujándolo varios pasos hacia atrás. La fuerza del ataque dejó a Dood aturdido momentáneamente, pero su expresión se torció en una mezcla de asombro y deleite.

MILF no dudó, avanzando rápidamente para proteger a Yezzy mientras este recuperaba su postura. Sus movimientos eran calculados, como si hubiera entrenado para situaciones caóticas como esta. Cuando uno de los encapuchados intentó cortar la trayectoria de Yezzy, MILF lo bloqueó con un golpe certero, desviando el ataque con elegancia y firmeza.

Sin vacilar, Ene se adelantó, su agilidad y experiencia como beta tester brillando. Sus movimientos rápidos y ágiles se combinaron perfectamente con los de MILF, quien, a pesar de estar en medio del caos, mantenía la calma y la coordinación.

Thysu, que había estado esperando el momento preciso, lanzó la bomba de humo con toda la fuerza que pudo reunir. El artefacto improvisado estalló en el aire, llenando la zona con una densa nube gris que cegó a todos en los alrededores.

—¡CORRAN! —gritó Rosa, su voz cortando a través del caos.

En un movimiento sincronizado, el grupo entero comenzó su retirada. Kirito, aunque agotado y envenenado, se levantó con un último esfuerzo, siguiendo al resto mientras el humo cubría su escape. El grupo se adentró en el bosque cercano, sus figuras desvaneciéndose como sombras hasta que finalmente desaparecieron por completo.

Dood, aún envuelto en el humo, se levantó lentamente, su rostro iluminado por una sonrisa torcida. 

—Interesante... muy interesante.

Cuando el humo finalmente se disipó, los cuatro encapuchados que acompañaban a Dood se acercaron. Uno de ellos, un hombre con una Anneal Blade similar a la de Kirito, pero afilada hasta un brillo siniestro, lo miró con curiosidad.

—¿Quieres que vayamos tras ellos, Dood? —preguntó con voz fría y calculadora. Este era Morte, un guerrero despiadado con un gusto por los desafíos.

Dood se tomó un momento para analizar lo sucedido, su mente trabajando en los próximos pasos. 

—No inmediatamente. Ese tal Thysu... puede crear cosas. Quiero saber cómo. Su habilidad podría sernos útil.

Morte asintió, pero antes de que pudiera responder, otro de los encapuchados intervino. Este era Jhonny Black, conocido por su gusto por las dagas envenenadas, igual de peligrosas que la que usaba Dood. 

—¿Qué quieres que haga? ¿Los enveneno y los traigo aquí? —dijo, riendo con una malicia inconfundible.

Dood negó con la cabeza, su sonrisa ensanchándose. 

—No todavía. Primero, averigua todo lo que puedas sobre ellos. Dónde se esconden, cómo se mueven, quiénes son. Especialmente ese tal Thysu. Necesito a alguien que lo observe de cerca, pero que no alerte su presencia. Morte, tú y Jhonny se encargarán de eso.

El último de los encapuchados, un hombre alto y robusto con una presencia imponente, dio un paso al frente. Este era PoH, un líder nato con una fuerza física temible. —¿Y qué hay de mí, Dood?

Dood lo miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de ambición y cálculo. 

—Tú reclutarás. Necesitaremos más manos si queremos dominar este juego. Y asegúrate de que sean fuertes. No tengo paciencia para los débiles.

PoH asintió con determinación, su sonrisa reflejando una peligrosa mezcla de orgullo y confianza.

Dood observó el horizonte, donde el grupo de Kirito había desaparecido. Sus ojos ardían con emoción mientras murmuraba para sí mismo: 

—Esto no ha terminado. Apenas estamos comenzando.

PoH dio un paso al frente, cruzándose de brazos mientras su voz grave y llena de curiosidad rompía el breve silencio entre los asesinos.

—¿Y qué hay de Karma? —preguntó, sus ojos brillando con interés. Era evidente que el nombre traía recuerdos particulares al grupo.

Dood soltó una leve risa, su expresión adoptando ese característico aire de arrogancia que lo definía. 

—Ah, Karma... el primer día fue un caos, ¿no? Aún recuerdo su mirada de odio y esas palabras que me lanzó: 'Meteré tu sonrisa risueña en un ataúd.' Bastante dramático, ¿verdad?

PoH asintió, pero en su rostro había una sombra de interés más allá de las palabras. 

—Ese tipo parecía peligroso. ¿Quieres que lo busquemos y lo eliminemos ahora?

Dood negó con un gesto lento y deliberado. 

—No. Déjenlo tranquilo. Quiero ver hasta dónde puede llegar con ese odio hacia nosotros. El odio es una chispa, PoH, y con el tiempo... se convierte en un incendio. Eventualmente terminará matando, y eso es lo divertido de este juego. Cada movimiento que haga nos entretendrá. Déjenlo vivir, por ahora.

PoH dejó escapar una carcajada breve y grave, mostrando sus dientes en una sonrisa lobuna. 

—Me gusta cómo piensas, Dood. Pero hablando de enfrentamientos, no puedo negar que tengo deseos de cruzar espadas con ese tal Kirito. Es más interesante de lo que esperaba.

Dood lo miró de reojo, una sonrisa siniestra curvando sus labios. 

—La próxima vez será tu turno, PoH. Asegúrate de hacerlo bien. Quiero que él vea la diferencia entre su pequeña valentía y nuestra superioridad.

Mientras tanto, Rosa, Ene, Kirito, Yezzy, MILF, Thysu y Serif avanzaban rápidamente hacia Tolbana. El sol del atardecer bañaba los campos con una luz cálida y dorada, creando un contraste casi irónico con la tensión que aún cargaban después del enfrentamiento.

Kirito caminaba en silencio, sus pensamientos dando vueltas en su cabeza. Habían pasado apenas tres días desde que el juego comenzó, y ya habían enfrentado peligros que se sentían como semanas de desgaste. La imagen de Dood, sus cambios constantes de armas y la mirada despiadada, seguía grabada en su mente.

Mientras el grupo se acercaba a Tolbana, Kirito rompió el silencio, su mirada fija en Yezzy. 

—Oye, Yezzy... ¿qué dices si tenemos ese combate pendiente ahora?

Yezzy giró la cabeza hacia él, y una pequeña sonrisa burlona apareció en su rostro. 

—¿De verdad tienes energía para eso?

Kirito lo miró con seriedad, pero había un rastro de curiosidad en su tono.

—Sólo creo que sería un buen momento. Quizás me ayude a despejar la cabeza.

Yezzy suspiró y sacudió la cabeza. 

—No, Kirito. Ya tuviste suficiente acción por hoy. Además, sería un desperdicio. Si vamos a enfrentarnos, quiero que sea en un momento en el que ambos estemos al cien por ciento. Por ahora, lo mejor que puedes hacer es descansar. Habrá tiempo para ese combate.

Kirito asintió lentamente, aunque no estaba completamente satisfecho. Sabía que Yezzy tenía razón, pero algo dentro de él ardía por entender mejor a este misterioso compañero de equipo.

Rosa, al frente del grupo, miró por encima de su hombro y alzó la voz para que todos la escucharan. 

—Estamos cerca. Una vez que lleguemos a Tolbana, descansaremos y reabasteceremos. El próximo paso será reunir información sobre el jefe de este piso. No podemos relajarnos demasiado. Apenas estamos comenzando este infierno.

Las palabras de Rosa resonaron en todos mientras entraban al pueblo, la luz del atardecer cubriendo los techos y las calles. Cada uno de ellos sabía que, aunque por ahora estaban seguros, el verdadero desafío apenas estaba empezando.

Rosa se plantó frente al grupo, con los brazos cruzados y una expresión decidida. 

—Antes de cualquier otra cosa, vendan todo lo que no sirva. Armas, materiales inútiles, armaduras que no vayan a usar... Todo lo que estorbe y pueda darnos unas cuantas monedas. Luego, revisen bien lo que hayan encontrado hasta ahora. Úsenlo si les resulta útil. No vamos a sobrevivir en este juego cargando basura.

Todos asintieron, entendiendo que cada pequeño detalle contaba en su lucha por mantenerse vivos.

Después de intercambiar materiales y equiparse, el grupo parecía un equipo completamente renovado. Cada uno destacaba con su estilo único, mostrando que no eran sólo sobrevivientes, sino guerreros adaptándose al desafío:

Kirito vestía una chaqueta marrón ajustada, sencilla pero funcional, que le daba una apariencia relajada pero preparada para el combate. La Anneal Blade, con su tenue brillo azul, descansaba en diagonal en su espalda, asegurada con firmeza, lista para ser desenfundada en un instante. El atuendo contrastaba con su mirada, ahora más decidida tras el reciente enfrentamiento.

Ene, siempre envuelta en un aura de misterio, llevaba un abrigo negro con capucha, que mantenía su rostro en sombras. Su arma, el estoque Silver Edge, colgaba al costado de su cintura, con un diseño elegante y delgado que reflejaba su estilo rápido y preciso. Cada paso suyo parecía calculado, como si estuviera lista para atacar o esquivar en cualquier momento.

Rosa, con su porte de líder indiscutible, vestía un atuendo invernal blanco que la hacía destacar entre los demás. Su armadura ligera estaba adornada con detalles plateados, diseñados tanto para protegerla como para permitirle moverse con agilidad. Su gran espada, una imponente hoja de acero bruñido, descansaba sobre su hombro con una facilidad que hablaba de su fuerza.

Thysu, fiel a su estilo práctico, llevaba un atuendo sencillo pero refinado, con un chaleco marrón oscuro y pantalones negros, que le daban un aire de simpleza combinada con elegancia. Su daga, pequeña pero mortal, estaba asegurada en su cinturón, un recordatorio de su habilidad para crear y destruir en igual medida.

Serif, con una apariencia modesta pero eficiente, portaba una armadura ligera que le permitía moverse rápidamente sin sacrificar demasiada protección. Un pequeño escudo colgaba de su brazo izquierdo, mientras que una espada recta descansaba a su costado, mostrando su enfoque equilibrado entre defensa y ataque.

MILF, con su largo cabello rojo atado en una coleta, se veía ágil y feroz con un atuendo ajustado que resaltaba su movilidad. Vestía una ligera armadura de cuero negro que parecía hecha a medida, diseñada para no entorpecer sus movimientos. En su mano derecha descansaba su cimitarra, una hoja curva y letal que parecía ser una extensión natural de su propio cuerpo.

Yezzy se unió al grupo con su típica confianza desbordante, presumiendo su traje de combate rojo, ajustado y perfectamente diseñado para la movilidad. Los detalles en negro y dorado le daban un aire de sofisticación, mientras que su lanza, esbelta y decorada con grabados en la base, destacaba como un arma tanto estética como letal. Su postura relajada pero firme transmitía un equilibrio entre carisma y amenaza silenciosa, dejando claro que era un jugador tan intrépido como meticuloso.

Con sus nuevas apariencias y equipo, el grupo se veía preparado para lo que fuera que los esperara más adelante. Rosa miró a cada uno de ellos, su expresión suavizándose ligeramente mientras asentía con aprobación.

—Bien. Ahora que estamos listos, tomaremos un descanso breve aquí en Tolbana. Una vez que nos hayamos recuperado, comenzaremos a reunir información sobre el jefe de este piso. No tenemos tiempo que perder.

Kirito observó a sus compañeros por un momento, notando cómo cada uno, a su manera, se estaba adaptando a la brutal realidad de Sword Art Online. Aunque las sombras del peligro siempre estaban presentes, había algo en este grupo que le daba una chispa de esperanza. Por primera vez, sintió que tal vez podrían sobrevivir juntos.

Cuando todos estuvieron listos y organizados, Rosa tomó la iniciativa, reuniéndolos en una mesa dentro de una taberna tranquila en Tolbana. El ambiente era tenso, pero la seguridad momentánea que ofrecía el lugar ayudó a calmar los ánimos tras la intensa jornada. Rosa, con los brazos cruzados, miró a cada uno de los presentes antes de hablar.

—Antes de que nos relajemos demasiado, debemos hablar de lo que enfrentamos hoy. No podemos ignorarlo.

La voz de Rosa era firme, y su mirada se detuvo especialmente en Kirito y Yezzy, quienes habían estado más involucrados en el combate con Dood.

—Dood y su grupo son más que simples jugadores fuertes. Son asesinos. Y lo peor de todo es que parecen estar considerando formar un gremio dedicado a cazar jugadores.

El grupo guardó silencio por unos segundos, procesando el peso de esas palabras.

—Un gremio de asesinos... —Thysu fue el primero en romper el silencio, con una mezcla de preocupación y análisis en su tono. —Eso significa que no sólo atacarán por diversión o supervivencia. Lo harán por objetivos claros y con organización.

—Exacto. —continuó Rosa. —Y con lo que vimos hoy, está claro que no dudan en usar tácticas brutales. Dood es peligroso no sólo por su habilidad, sino porque entiende cómo manipular y coordinar ataques. Si ellos logran establecerse como un gremio... no sólo serán una amenaza para nosotros, sino para todos los jugadores en este mundo.

MILF, quien había estado callada hasta ese momento, cruzó los brazos y apoyó la espalda contra la silla. 

—¿Y qué se supone que hagamos al respecto? No tenemos los números ni el equipo para enfrentarlos ahora mismo.

—No estamos diciendo que vayamos tras ellos de inmediato. — interrumpió Ene, quien se había mantenido observando atentamente. —Pero Rosa tiene razón en que debemos tomarlos en cuenta como un riesgo constante. Ignorarlos podría ser un error que nos cueste caro más adelante.

—¿Y si hacemos lo opuesto?" La voz de Yezzy se alzó con una mezcla de interés y su característico tono enigmático. Todos lo miraron, expectantes. —¿Y si no esperamos a que formen su gremio, sino que observamos cómo lo hacen? Si entendemos su dinámica, sabremos cómo enfrentarlos si llega el momento.

La sugerencia de Yezzy dejó a algunos pensativos, aunque también generó tensión. Kirito frunció el ceño, claramente incómodo con la idea de permitir que un grupo como ese creciera incluso bajo vigilancia.

—¿Y si durante ese tiempo matan a más jugadores? —preguntó Kirito, su tono cargado de frustración. —No sé ustedes, pero yo no puedo quedarme de brazos cruzados mientras más personas sufren por su culpa.

—Kirito, entiendo tu enojo. —intervino Rosa, con calma, —pero enfrentarlos directamente ahora sería un suicidio. Lo que necesitamos es tiempo para fortalecernos, reunir aliados y encontrar una estrategia. No podemos detenerlos si no estamos vivos para hacerlo.

El silencio volvió a la mesa, lleno de tensión y reflexión.

—Esto no es sólo un juego. —dijo Serif, en un tono grave que reflejaba la creciente gravedad de la situación. —Ellos lo están usando como una cacería. Pero eso no significa que podamos perder nuestra humanidad. Si caemos en su nivel, ya habremos perdido.

Rosa asintió. 

—Precisamente por eso quiero que todos estén más atentos que nunca. Hemos enfrentado mucho en estos pocos días, pero esto sólo es el comienzo. Y no se equivoquen, Dood y su grupo no serán los únicos jugadores con esas intenciones. El miedo y la desesperación sacan lo peor de las personas. Estén listos para eso.

—¿Y qué hay de 'Karma'? —preguntó de repente Thysu, haciendo referencia al nombre que Dood mencionó. —Parece que ese jugador también tiene algo contra ellos. Podría convertirse en un aliado... o en otra amenaza.

Rosa reflexionó por un momento antes de responder. 

—Si alguna vez nos cruzamos con él, evaluaremos la situación. Hasta entonces, nuestra prioridad es mantenernos vivos y avanzar en el juego. Cada piso que superemos será un paso más hacia la salida de este lugar.

—Y si Dood o PoH vuelven a cruzarse en nuestro camino... —murmuró Kirito, apretando los puños. —Esta vez no retrocederé.

Rosa lo miró de reojo, preocupada, pero no dijo nada. En su lugar, se levantó de su asiento, dejando que sus palabras finales marcaran el cierre de la conversación.

—Descansen bien esta noche. El verdadero desafío comienza mañana.

Esa noche, cuando todo el grupo se había retirado a sus respectivas habitaciones en la posada de Tolbana, Kirito permaneció despierto. Estaba sentado en el borde de su cama, mirando su Anneal Blade recargada contra la pared, mientras su mente repasaba cada segundo del encuentro con Dood.

Unos golpes suaves en la puerta lo sacaron de su trance. Antes de que pudiera responder, Rosa entró, sosteniendo una lámpara de aceite que arrojaba una luz tenue sobre la habitación.

—¿Todavía despierto? —preguntó con una voz baja, casi un susurro, mientras cerraba la puerta tras de sí.

Kirito asintió, dejando escapar un suspiro. 

—No podía dormir. ¿Y tú?

Rosa dejó la lámpara sobre una mesa y se sentó en una silla cercana, apoyando los codos sobre sus muslos mientras se pasaba una mano por el cabello. 

—Supongo que tampoco puedo dormir. Todo lo que pasó hoy... sigue dando vueltas en mi cabeza.

Hubo un breve silencio entre los dos, cargado de una mezcla de culpa y reflexión. Finalmente, Rosa rompió el silencio.

—Kirito. —comenzó, con la voz cargada de pesar, —quiero disculparme. No debí haberte dejado pelear con Dood. Como líder, esa responsabilidad era mía. Yo debí haber enfrentado a ese lunático.

Kirito levantó la mirada hacia ella, sorprendido por la sinceridad en sus palabras. Negó lentamente con la cabeza.

—No, Rosa. —respondió con firmeza. —Aunque te hubieras ofrecido, Dood estaba particularmente interesado en mí. Desde el primer momento, sus ojos estaban clavados en mí como si... como si me estuviera evaluando.

Rosa lo miró con atención, esperando que continuara.

—No sé si fue por mi apariencia o por mi espada. —continuó Kirito, señalando la Anneal Blade apoyada contra la pared. —Pero había algo extraño en él... algo familiar. Cuando me miraba, era como si estuviera viendo un reflejo distorsionado de mí mismo. Como si fuera una versión de lo que podría llegar a ser si me dejo consumir por este mundo.

Rosa frunció el ceño, tratando de procesar las palabras de Kirito. Finalmente, se inclinó hacia él, apoyando las manos sobre sus rodillas.

—No te dejes llevar por esas ideas, Kirito. Dood no es como tú. Él eligió ser lo que es. Tú, en cambio, has demostrado una y otra vez que eres diferente. Que luchas para proteger, no para destruir.

Kirito dejó escapar una risa amarga, mirando al suelo.

—¿Y si algún día no puedo proteger a nadie? ¿Y si este mundo termina cambiándome también? Lo que vi en Dood hoy me hizo pensar... tal vez este juego saque lo peor de cada uno de nosotros con el tiempo.

Rosa se levantó de la silla y caminó hacia él, deteniéndose justo frente a él. Colocó una mano firme pero reconfortante en su hombro, obligándolo a mirarla.

—Escúchame bien, Kirito. —dijo con seriedad. —Yo te he visto luchar. He visto cómo arriesgas todo por los demás, incluso por quienes acabas de conocer. Lo que enfrentaste hoy no fue fácil, pero seguiste adelante. Eso es lo que te hace diferente de alguien como Dood. No importa cuánto miedo o dudas tengas, mientras sigas creyendo en lo que haces, nunca te convertirás en alguien como él.

Kirito sostuvo su mirada, y por primera vez esa noche, sintió que la pesada carga en su pecho se aligeraba un poco.

—Gracias, Rosa. —dijo finalmente, con una leve sonrisa. —Supongo que necesitaba escuchar eso.

Rosa sonrió de vuelta, con una calidez que contrastaba con su habitual actitud estoica. 

—Para eso estoy aquí. Pero recuerda, Kirito... no tienes que cargar con todo tú solo. Todos estamos en esto juntos. Y mientras yo sea la líder, no voy a permitir que alguien como Dood nos rompa. ¿Entendido?

—Entendido. —respondió Kirito con más seguridad.

Rosa asintió y tomó la lámpara de la mesa, lista para retirarse. Pero antes de salir, se detuvo en la puerta y miró hacia atrás.

—Descansa, Kirito. Mañana será un día largo.

Kirito, aún sentado en el borde de la cama, observó a Rosa por un momento antes de hablar.

—Rosa, necesito decirte algo. —comenzó, con un tono más firme. —Voy a abandonar el grupo por ahora.

Las palabras de Kirito hicieron que Rosa frunciera el ceño de inmediato. Su expresión estoica dio paso a una mezcla de preocupación y desconcierto, lo que provocó que volviera a adentrarse en la habitación cerrando la puerta tras de sí.

—¿Qué estás diciendo? ¿Por qué tomarías esa decisión ahora? —preguntó, dejando la lámpara sobre la mesa y cruzándose de brazos, claramente tensa.

Kirito suspiró, sabiendo que esta conversación sería difícil. 

—Tengo algo que debo enfrentar... algo que dejé atrás cuando este juego comenzó. Quiero buscar a Klein. Él fue la primera persona que conocí aquí, y lo dejé atrás en la Ciudad de los Inicios. Si voy a seguir adelante, necesito asegurarme de que está bien. Y el mejor lugar para empezar es justo allí, en la Ciudad de los Inicios.

Rosa se quedó en silencio por un momento, analizando las palabras de Kirito. Finalmente, dio un paso hacia él, con la misma expresión seria que solía mostrar en combate. 

—Entiendo que quieras resolver tus asuntos pendientes, pero después de lo que enfrentamos hoy... ¿no crees que es demasiado arriesgado?

Kirito negó con la cabeza, con una leve sonrisa que parecía calmar las aguas.

—No creo que ese grupo de asesinos nos ataque de nuevo tan pronto. Estoy seguro de ello. Aún les falta nivel para enfrentarse a nosotros. En un MMORPG, nadie arriesgaría un combate si sabe que hay una posibilidad real de perder. La regla básica es que el vencedor será siempre quien tenga mejores estadísticas.

Rosa arqueó una ceja, pero dejó que Kirito continuara.

—Y en este caso, nosotros éramos más fuertes que ellos. Lo vi claramente durante el combate. Dood es peligroso, sí, pero solo porque sus armas son absurdamente fuertes. Él mismo es lento y no parece tener la experiencia necesaria para enfrentarse a alguien con mis estadísticas.

Rosa asintió lentamente, aunque todavía parecía algo preocupada. 

—Entonces crees que su fuerza no proviene de ellos mismos, sino de los jugadores que han matado y saqueado.

Kirito se inclinó hacia adelante, con una expresión más seria.

—Exacto. Eso encajaría con lo que vimos. Dood dependía demasiado de su arma. Analizando el combate, si no fuera por la diferencia en daño que su arma podía infligir, no habría sido tan difícil para mí. Es probable que hayan atacado a jugadores desprevenidos, quitándoles todo para aumentar su poder.

Rosa cerró los ojos por un momento, reflexionando sobre lo que Kirito decía. Finalmente, lo miró con determinación. 

—Puede que tengas razón. Pero eso no significa que debas enfrentarte a esto solo, Kirito.

—No es solo por eso, Rosa. —dijo Kirito, levantándose de la cama y enfrentándola cara a cara. 

—Esto no tiene nada que ver con el grupo ni con el juego en sí. Es algo personal. Abandoné a Klein cuando más me necesitaba, y no puedo dejar que esa culpa me consuma. Lo único que puedo hacer ahora es buscarlo y asegurarme de que esté bien.

Rosa lo observó en silencio, leyendo la determinación en sus ojos. Finalmente, dejó escapar un suspiro y asintió. 

—Entiendo tu razonamiento, pero quiero que sepas algo, Kirito. Aunque no estés con nosotros, este grupo siempre tendrá un lugar para ti. Si las cosas se complican, quiero que regreses. ¿Entendido?

Kirito sonrió, agradecido por sus palabras. 

—Entendido. Gracias, Rosa.

Rosa tomó la lámpara nuevamente, lista para retirarse. Antes de abrir la puerta, se giró hacia él una última vez. 

—Solo prométeme que tendrás cuidado, Kirito. Si esos asesinos deciden seguirte, no quiero que caigas en una trampa.

Kirito asintió, con una leve sonrisa. 

—Lo prometo.

Rosa permaneció de pie frente a la puerta de la habitación de Kirito, con una mano en el marco y la otra sosteniendo la lámpara. Había dado por concluida su conversación, pero sus emociones no la dejaban moverse. Las palabras de Kirito seguían resonando en su cabeza: su determinación, su decisión de irse, y su firmeza al enfrentar un pasado que él mismo había intentado dejar atrás.

Finalmente, dejó escapar un suspiro tembloroso y giró sobre sus talones, regresando al interior de la habitación.

—Kirito. —dijo, su tono más suave de lo usual. Su rostro ya no mostraba la máscara de líder confiada que solía portar. En su lugar, había una expresión de vulnerabilidad que Kirito no veía a menudo. —¿De verdad no hay nada que pueda decir o hacer para que reconsideres esto?

Kirito la miró sorprendido. Rosa rara vez mostraba este tipo de emociones tan abiertamente. 

—Rosa, no es que quiera alejarme. Pero esto es algo que tengo que hacer. Algo que dejé sin resolver desde el primer día.

Ella bajó la mirada, apretando los labios con fuerza, como si estuviera luchando con algo dentro de sí misma. 

—Lo sé. Entiendo tus razones... pero no es tan fácil para mí simplemente dejarte ir. No solo eres importante para el grupo, Kirito. También eres importante para mí.

Kirito dio un paso hacia ella, sus ojos mostrando preocupación. 

—Rosa...

—Te veo marcharte para enfrentar un nuevo miedo, y entiendo que es algo que tienes que hacer. Pero como líder... y como amiga... no quiero que te vayas. No quiero perderte.

Kirito sintió un nudo en la garganta. Por primera vez desde que tomó la decisión, dudó. Dio un paso más hacia Rosa, colocando una mano en su hombro.

—Rosa, jamás podrías perderme. —dijo con firmeza, aunque su voz era suave. —Lo que hemos construido como grupo, y lo que tú y yo hemos compartido como amigos, no se romperá solo porque me aleje un tiempo. Prometo regresar. Solo necesito resolver esto, porque si no lo hago, nunca seré capaz de seguir adelante.

Ella lo miró con ojos cargados de emociones, una mezcla de frustración y tristeza, pero también de comprensión. 

—Lo sé. Pero eso no hace que sea más fácil.

En ese momento, Kirito hizo algo que ella no esperaba. Dio un paso más, envolviéndola en un abrazo cálido y sincero, como el que ella le había dado en el pasado.

—Gracias por siempre estar ahí para mí, Rosa. —murmuró. —Esta vez soy yo quien tiene que enfrentarse a algo, pero eso no significa que quiera dejar este grupo. Ni a ti.

Rosa se quedó quieta por un momento, sintiendo el calor del gesto de Kirito. Lentamente, sus brazos lo rodearon también, permitiéndose mostrar su fragilidad por unos segundos.

—Ten cuidado, Kirito. —susurró. —Y asegúrate de regresar. Porque si no lo haces, juro que iré a buscarte.

—Lo prometo. —respondió él, separándose suavemente del abrazo con una pequeña sonrisa en el rostro. —Y no te preocupes tanto. Eres una líder increíble, Rosa. Tienes lo necesario para mantener este grupo unido, incluso si no estoy aquí por un tiempo.

Rosa lo miró, su rostro aún reflejando una mezcla de emociones. Finalmente, dejó escapar un suspiro y asintió.

—Supongo que no puedo detenerte. Pero más vale que tengas razón sobre esos asesinos. Porque si descubro que están tras de ti...

Kirito sonrió con un toque de humor en sus ojos.

—Sé que me protegerías. Pero no será necesario. Confía en mí.

Aunque todavía le costaba aceptar su decisión, Rosa no dijo más. Mientras lo veía prepararse para marcharse al amanecer, supo que solo podía apoyarlo, tal como siempre lo había hecho.