Chereads / LAS CRÓNICAS DE AINCRAD | Vol. 1 / Chapter 29 - 29. Monumento de la Vida

Chapter 29 - 29. Monumento de la Vida

El sol apenas comenzaba a elevarse en el horizonte cuando Kirito se encontraba ajustando la correa de su Anneal Blade en las afueras de Tolbana. La atmósfera era tranquila, con una ligera brisa recorriendo los campos cercanos, pero su mente estaba completamente concentrada en el viaje que tenía por delante.

Estaba a punto de dar el primer paso hacia el camino de la Ciudad de los Inicios cuando escuchó un sonido detrás de él. Giró lentamente, solo para encontrarse con Ene, quien caminaba con determinación hacia él, sus ojos llenos de indignación.

—¿Así que planeabas irte sin siquiera despedirte? —soltó Ene, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente.

Kirito dejó escapar un suspiro, sabiendo que esto iba a suceder tarde o temprano.

—Ene... No es que no quiera despedirme. Es solo que... para mí es más fácil de esta manera.

—¿Más fácil para ti? ¿Y qué hay de nosotros? —replicó ella, sus palabras cargadas de emociones. —No se trata solo de ti, Kirito. En tres días hemos enfrentado más peligros de los que cualquier jugador podría imaginar. Tú estuviste al borde de la muerte, ¿recuerdas? ¿Cómo crees que nos sentimos sabiendo que te irás solo, sin nadie para apoyarte?

Kirito sostuvo su mirada, sintiendo la angustia en sus palabras.

—Lo sé, Ene. Pero esto es algo que tengo que hacer por mi cuenta. No quiero que nadie más se arriesgue por mis errores del pasado.

—¿Y qué pasa si no regresas? —preguntó ella, dando un paso adelante. Su tono había cambiado, dejando entrever la preocupación detrás de su aparente enojo. —Nadie sabe lo que podría pasar, Kirito. Este juego es cruel. No importa cuán fuerte creas que eres, siempre hay algo o alguien más fuerte. ¿Por qué no puedes ver eso?

Kirito apretó los puños, sintiendo el peso de sus palabras, pero también sabiendo que su decisión era firme. 

—Ene, entiendo tus preocupaciones, de verdad. Pero no puedo seguir huyendo de mi pasado. He estado haciendo eso desde el primer día, y todo lo que ha hecho es arrastrar a otros conmigo. Esta vez, necesito enfrentarlo solo.

Ene lo miró, con los labios temblorosos, luchando por encontrar algo que decir. Finalmente, dejó escapar un suspiro frustrado.

—Eres tan terco, ¿sabes? Es como hablar con una pared.

Kirito no pudo evitar una pequeña sonrisa ante su comentario, pero esta vez, había una firmeza en sus ojos que Ene no podía ignorar.

—Tal vez soy terco. —admitió. —Pero también estoy decidido. No me iré para siempre, Ene. Solo necesito un tiempo para arreglar las cosas. Prometo que volveré.

Ene bajó la mirada, apretando los puños con fuerza. —Más te vale cumplir esa promesa, Kirito. —murmuró. —Porque si no lo haces... yo misma iré a buscarte y te arrastraré de vuelta, ¿entendido?

Kirito asintió con una leve sonrisa.

—Entendido.

Por un momento, el silencio cayó entre ellos, roto solo por el viento que agitaba las hojas cercanas. Finalmente, Ene levantó la cabeza y, con un movimiento brusco, lo rodeó con sus brazos en un abrazo inesperado.

—Cuídate, ¿sí? —susurró.

Kirito se quedó inmóvil por un instante antes de devolverle el abrazo.

—Lo haré. Gracias, Ene.

Ene suspiró profundamente mientras bajaba la mirada, luchando con las emociones que tenía acumuladas. Finalmente, sin decir una palabra más, dio un paso hacia Kirito. Antes de que él pudiera reaccionar, se inclinó hacia él y le plantó un rápido beso en la mejilla.

Kirito se quedó paralizado, sus ojos muy abiertos mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder. Ene, por su parte, retrocedió de inmediato, su rostro ligeramente enrojecido, aunque trataba de ocultarlo manteniendo una expresión seria.

—Idiota. —dijo, casi como un susurro, pero con un tono cargado de frustración. —¿Cómo puedes hacer que una se preocupe tanto por ti y luego simplemente irte como si nada?

Kirito, todavía confundido, llevó una mano a la mejilla donde recibió el beso, pero al ver la mirada de Ene, supo que cualquier comentario solo la pondría más molesta. En su lugar, esbozó una pequeña sonrisa y asintió lentamente.

—Lo siento. —dijo con sinceridad. —Haré lo posible para no preocuparlos más... y para regresar pronto.

Ene lo miró durante unos segundos más, como si intentara grabar su rostro en su memoria. Luego, con un gesto rápido, se dio la vuelta, escondiendo su expresión detrás de su capucha.

—Más te vale, Kirito. —murmuró mientras se alejaba, su voz apenas audible pero lo suficientemente clara para que él la escuchara. —Porque si no lo haces, no me detendré hasta encontrarte y patearte el trasero.

Kirito dejó escapar una leve risa mientras la veía alejarse. Tocó su mejilla una vez más, aún sintiendo el calor del beso, y luego volvió su mirada hacia el camino que tenía por delante.

—Prometo regresar. —murmuró para sí mismo antes de emprender su viaje hacia la Ciudad de los Inicios.

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< 6 de Noviembre del 2022, horas antes del tutorial de Kayaba >

El viento digital de los campos de inicio soplaba suavemente mientras cuatro figuras recorrían el terreno con curiosidad y emoción. Karma lideraba el grupo con pasos firmes, su mirada roja intensa recorriendo cada rincón del paisaje virtual con la certeza de alguien que conocía cada rincón del mundo en el que acababan de entrar. Su cabello albino cenizo ondeaba ligeramente con cada movimiento, destacando entre los demás jugadores que aún se acostumbraban a la inmersión del juego.

—Bien, escuchen —dijo Karma girándose hacia sus amigos—. Lo primero que deben entender es que este no es un juego común. Olvídense de habilidades mágicas o hechizos. Aquí todo se basa en la destreza con las armas y en cómo las utilicen. No es solo apretar botones. Lo digo por experiencia, este juego castiga a los descuidados.

—Ventajas de ser beta tester, ¿eh? —comentó Alexei con una sonrisa ladeada.

—Exacto.

Los tres asintieron con emoción, observando sus propias armas básicas.

El primero de ellos, Alexei, era un arquero delgado y de aspecto ágil. Su cabello castaño oscuro estaba recogido en una coleta baja, y sus ojos verdes reflejaban una mezcla de entusiasmo y determinación. Vestía un atuendo de cuero marrón claro con refuerzos en los antebrazos y botas resistentes. Sujetaba un arco de madera con una pequeña aljaba de flechas atadas a su espalda.

A su lado estaba Roland, el tanque del grupo. Un joven de contextura robusta, con cabello corto y rubio ceniza y ojos marrones serenos. Vestía una armadura metálica básica con algunas piezas de cuero en las articulaciones para mayor movilidad. Su escudo redondo colgaba de su espalda, y en su mano derecha empuñaba una espada corta.

El último miembro del grupo, Daizen, era el espadachín. Un joven de cabello negro desordenado y una expresión calmada pero feroz. Su vestimenta consistía en una chaqueta de tela reforzada con placas ligeras en los hombros y guantes de cuero. Su arma, una espada recta sencilla, colgaba de su cintura.

Karma desenvainó su cimitarra y la giró en su mano con destreza.

—El combate en este juego se basa en los "Sword Skills". Si coordinamos bien los ataques, podremos encadenar combos y acabar con los enemigos más rápido. Pero recuerden, hay un tiempo de recarga después de cada habilidad, así que no pueden depender solo de ellas. Vamos a practicar con unos jabalíes salvajes. Síganme.

El grupo se movió con cautela hasta una pequeña pradera donde varios jabalíes de nivel 1 pastaban despreocupadamente. Karma señaló a uno y luego miró a Roland.

—Tú vas primero, Roland. Provoca su atención con un ataque ligero y usa el escudo para bloquear. Alexei, prepárate para disparar cuando el jabalí intente moverse. Daizen, entra en el momento justo para cortar su flanco. Yo lo remataré.

Roland asintió y avanzó, golpeando el suelo con su escudo para llamar la atención de la bestia. El jabalí gruñó y cargó contra él. Roland resistió el impacto con una postura firme y luego apartó al animal con un empujón de su escudo. En ese instante, Alexei disparó una flecha certera que se clavó en el costado del jabalí, haciéndolo tambalearse. Daizen entró con rapidez, deslizándose al lado del animal y cortando con precisión su pata trasera, obligándolo a arrodillarse. Finalmente, Karma se lanzó hacia adelante con su cimitarra brillando tenuemente. Activó una "Horizontal" con un solo movimiento, ejecutando un corte limpio que redujo la barra de vida del jabalí a cero.

El sistema emitió un sonido de confirmación y los datos del botín aparecieron en sus pantallas.

—Nada mal —dijo Karma con una sonrisa de aprobación—. Si seguimos entrenando de esta manera, podremos subir de nivel rápido.

Alexei suspiró y se estiró. —Este juego se siente más real de lo que esperaba. Es... impresionante.

—Y apenas estamos comenzando —añadió Roland con emoción.

Sin embargo, lo que ninguno de ellos sabía era que, en pocas horas, su visión del juego cambiaría por completo.

El cielo de Aincrad se tiñó de rojo y una silueta encapuchada apareció flotando sobre la Ciudad de los Inicios. Akihiko Kayaba anunció la verdad: estaban atrapados en el juego, y la muerte dentro de Aincrad significaba la muerte en la vida real. La única salida era completar los cien pisos de la torre.

El pánico se desató entre los jugadores. Gritos de desesperación llenaron la ciudad mientras muchos colapsaban por el shock. Karma, con el rostro endurecido, miró a sus amigos que temblaban de miedo. Las expresiones de pánico y desesperación se esparcieron por toda la ciudad como un incendio incontrolable.

Alexei dio un paso atrás, sus manos temblaban sobre su arco. Roland dejó caer su escudo por un instante, paralizado. Daizen respiraba agitadamente, su rostro empalidecido. Karma apretó los dientes, tratando de mantener la compostura.

—Escuchen. No podemos quedarnos aquí esperando que algo pase. Sabemos cómo luchar, tenemos una ventaja. Si conseguimos buen equipo y experiencia rápido, podremos sobrevivir. Sé de un lugar donde los monstruos sueltan mejor botín. Vamos.

Confiando en su liderazgo, los tres lo siguieron a una zona de cacería. Sin embargo, al llegar, encontraron un caos absoluto. Jugadores luchaban entre sí por cada enemigo disponible, la desesperación volviéndolos salvajes. 

Pero cuando intentaron moverse, se encontraron con un mar de jugadores bloqueando cada salida. En un instante, el instinto de supervivencia se convirtió en agresión. Se formaron disputas por el acceso a las mejores zonas de caza y los recursos más valiosos.

Jugadores luchaban entre sí por el control del terreno. Los más desesperados atacaban sin piedad a los más débiles para asegurarse el dominio de la zona. La anarquía reinaba, y la sangre digital salpicaba la hierba virtual.

—¡Nos atacan! —gritó Alexei, esquivando una estocada que rozó su hombro.

Un grupo de jugadores hambrientos de ventaja se lanzó contra ellos. Roland levantó su escudo justo a tiempo para bloquear un golpe de hacha. Daizen respondió con una veloz estocada, hiriendo a su atacante. Karma giró su cimitarra con rapidez y derribó a un enemigo con un tajo limpio.

—¡No podemos ganar contra todos! —rugió Karma—. ¡Retirada!

Esquivando, contraatacando y corriendo por sus vidas, el grupo escapó por un estrecho pasaje entre rocas, dejando atrás el caos de la guerra. Apenas recuperando el aliento, se miraron entre sí, con el terror aún grabado en sus rostros. Ya no era un simple juego. Ahora, era una batalla por la supervivencia.

Antes de que pudieran reaccionar, fueron interceptados por dos figuras con sonrisas siniestras.

—Miren lo que tenemos aquí —dijo uno con voz burlona—. Un grupo de ingenuos.

Karma sintió un escalofrío cuando reconoció la mirada del otro jugador. Dood. No lo conocía personalmente, pero en sus días de beta tester había escuchado su nombre. Alguien despiadado, sin escrúpulos. ¿Cómo era posible que siguiera con las mismas intenciones de asesinar, sabiendo que en esta ocasión, asesinar era real?

—¡Corran! —gritó, pero era demasiado tarde.

Dood y su compañero atacaron con brutalidad. Alexei cayó primero, su cuerpo digital destrozado en un haz de luz. Roland intentó defenderse con su escudo, pero fue derribado y ejecutado sin piedad. Daizen peleó con fiereza, pero un tajo limpio lo redujo a datos dispersos.

Karma, herido y sin aliento, quedó de rodillas ante Dood, con el puño apretado de rabia.

—Pondré esa sonrisa siniestra en un ataúd —escupió con odio.

Dood lo miró en silencio por un momento... y luego sonrió aún más.

—Me gusta tu actitud. Veamos cuánto tiempo sobrevives con esa determinación. Hasta entonces, nos volveremos a ver.

Y con esas palabras, se marchó, dejando a Karma solo entre los datos dispersos de sus amigos caídos.

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< 10 de Noviembre del año 2022 >

Han pasado cuatro días desde que el juego de la muerte empezó. 10,000 jugadores quedaron atrapados en este juego mortal desarrollado por Akihiko Kayaba. En las primeras horas del juego pese a las advertencias de aquel creador se confirmaron 213 muertes y la cifra no hizo más que seguir aumentando mientras más tiempo transcurría en el castillo de Aincrad. Sword Art Online pronto fue manchado con la sangre de sus víctimas. Gran parte de los jugadores atrapados en la fortaleza flotante decidieron aventurarse. La idea de quedarse atrapados, perder contacto con sus familiares y amigos, perder sus trabajos, estudios, todo tipo de proyectos personales ahora serían borrados y perdidos. Todo lo que han construido ha sido en vano al ser atrapados. El temor por morir en un juego no hizo más que volver salvajes a sus jugadores.

Más de 700 vidas se perdieron en las primeras horas del juego a través de enfrentamientos brutales cargados de miedo y desesperación entre los jugadores, únicamente por conservar para ellos mismos determinadas zonas de caza para incrementar niveles y superar con o sin ayuda cada uno de los pisos de la fortaleza en la que están ahora mismo atrapados. Esto ocurre debido a que la tasa de reaparición de los monstruos de la zona disminuye conforme son cazados. En otras palabras, la cantidad de experiencia y dinero que se pueden obtener en un MMORPG son limitados, quien empieza y cace primero será el más poderoso de todos. Como resultado de esto, aquellos quienes en su ataque de locura mataron a otro jugador fueron condenados; Los habitantes de Aincrad poseen cursores verdes arriba de sus cabezas, algunos lo tuvieron de un color anaranjado unos días después del enfrentamiento y quienes cometieron asesinato han mantenido un colorido y brillante rojo en sus cursores. Muchos de ellos decidieron suicidarse ante el juicio y la presión del resto de los jugadores y otros tantos decidieron seguir adelante cargando con la consciencia de que había sangre en sus manos.

Los que más sucumbieron al terror y a la ansiedad se resguardaron en la Ciudad de los Inicios mientras todo el caos pasaba, aterrados en morir aprovechaban el consuelo de saber que los monstruos no invaden las áreas seguras. Además de que ningún otro desquiciado jugador podría arrebatarles la vida, por lo que podrían vivir ahí con tranquilidad mientras los más valerosos o desesperados completaban el juego por ellos. Entre todos esos jugadores yacían también niños pequeños quienes tuvieron el privilegio y la desgracia de estrenar aquel regalo de sus padres quedando huérfanos y asustados.

Otro grupo tomó una decisión mucho más radical. La incertidumbre que invadía las cabezas de este último grupo, el escepticismo y, además, ser guiados mayormente por el pavor de quedarse atrapados decidieron saltar desde los límites de la Ciudad de los Inicios al vacío. Las nubes impedían que los ahora habitantes de Aincrad observaran lo que había en la superficie terrestre, teñidas de un atardecer rojo, sangriento como si simbolizara el suicidio de toda esa pobre gente que tomó las decisiones más imprudentes y apresuradas llevando sus cuerpos reales a la muerte con el Nerve Gear friéndoles el cerebro con sus poderosas ondas radioactivas. Hasta el día de hoy, Akihiko Kayaba le ha arrebatado la vida a 1,684 personas.

Karma deambulaba a través de unos elegantes pasillos. Sus afilados ojos siniestros observaban atentos los alrededores. El suelo era de mármol y los laterales de aquel estaban decorados por arbustos que daban una pinta de mucho dinero, este tipo de decoración solía verse en los jardines más simples de los más privilegiados en sus grandes mansiones. Al fondo había una sala oscura y podía verse un gran muro de mármol con algo escrito en él. Había otros jugadores que salían y entraban. En general, este lugar se encuentra rodeado de un ambiente pesimista. Personas decaídas visitaban lo más parecido a una tumba que podrían tener. El gran muro que ahora yacía delante de Karma con colores oscuros y siendo reflejado por ligeros rayos de luz que provenían desde el techo tenía una infinidad de nombres en él; Nicknames, los puestos por los jugadores para representarse como sus avatares. Respiró hondo mientras leía los nombres en aquel lugar, algunos estaban tachados, pero aun así seguía siendo legible. Algunos en estos momentos estaban siendo tachados por un pincel invisible y no hacía más que apretar sus puños por la impotencia de aquel suceso.

Este es el Monumento de la Vida. Antiguamente durante la prueba beta este lugar servía para reaparecer cada vez que el avatar de los jugadores desaparecía al fallecer. Ahora mismo este mural tenía los nombres de los 10,000 jugadores, ahora habitantes de Aincrad. Aquellos nombres tachados en el muro solo podían explicar una cosa; Eran muertos.

Karma había jurado visitar este lugar de vez en cuando para honrar la muerte de sus amigos y hoy era la primera vez que lo hacía. Con paciencia buscó los nombres con amargura, sus ojos rojos se deslizaron a través de los cientos de nombres tachados. Alexei fue el primero que encontró, seguido del de Daizen y por último Roland. 

Encontrarlos fue relativamente sencillo gracias al orden alfabético del muro de hierro.

—Juró que me vengaré.

Expresó con una siniestra mirada, sus ojos ardían con su ira carmesí.