Tarok pasó el siguiente mes dedicándose completamente a su entrenamiento. Aprovechó cada segundo para fortalecer su magia oscura, una habilidad completamente nueva para él, pero que parecía fluir con naturalidad bajo la guía de Ekate, el grimorio que lo acompañaba. La energía oscura tenía un toque siniestro y poderoso que lo llenaba de una sensación única y, a la vez, reforzaba su presencia en el campo de batalla. Además, no dejó de lado su entrenamiento físico ni el dominio del ki, entendiendo que un guerrero completo debía mantener cuerpo, mente y espíritu en armonía. Como resultado, su poder de combate aumentó hasta llegar a los 200,000 en su estado base.
Ese crecimiento no pasó desapercibido. Frieza, impresionado por el progreso de Tarok, decidió integrarlo oficialmente a las Fuerzas Especiales Ginyu, un equipo de élite bajo su mando. Para Tarok, este ascenso era un reconocimiento de su dedicación y le proporcionaba la oportunidad de mostrar sus habilidades en el campo de batalla junto a otros guerreros legendarios. Además, y para su suerte, los Ginyu ya tenían una misión en curso, algo que le permitía a Tarok probar sus capacidades sin demora.
La mañana de su reclutamiento, Tarok estaba terminando su último set de entrenamiento en la cámara gravitacional cuando una figura familiar apareció en la entrada. Era el capitán Ginyu, el líder de las fuerzas especiales. El rostro de Ginyu se iluminó con una expresión de absoluta emoción.
"¡Bienvenido a las Fuerzas Especiales Ginyu, Tarok!" exclamó Ginyu, tomando una postura exagerada, con una pierna extendida hacia atrás y los brazos en una posición elaborada. "¡Espero que estés listo para la grandeza!"
Antes de que Tarok pudiera responder, otros miembros del equipo aparecieron, cada uno realizando su pose característica. Jeice alzó sus manos al aire y giró sobre sí mismo, como si la fuerza de la gravedad fuera una simple sugerencia para él. Burter, con sus movimientos rápidos, tomó una postura aerodinámica mientras extendía sus brazos hacia adelante. Recoome se arrodilló con un grito, golpeando su puño contra el suelo, mientras Guldo, el más pequeño del grupo, se cruzaba de brazos, mirándolo de reojo. La coreografía de poses era extraña, incluso algo ridícula, pero no se podía negar la intensidad y el entusiasmo que irradiaban.
Tarok los observó, intentando no mostrar demasiado su desconcierto. En su mente, no podía evitar preguntarse si estaban bromeando, pero sus expresiones serias y la concentración en sus rostros dejaban claro que estaban en su elemento.
"Eh... hola, chicos," dijo, intentando no sonar incómodo.
Ginyu lo miró, levantando una ceja. "Vamos, Tarok. ¡Es tu turno de hacer una pose! Como miembro oficial de las Fuerzas Especiales Ginyu, debes mostrarte con estilo. Es parte de lo que nos hace únicos."
Tarok respiró hondo. Nunca había sido el tipo de persona que disfrutara de ese tipo de teatralidad, pero si quería integrarse, tendría que seguirles el juego, al menos esta vez. Se colocó en una pose desafiante, con los brazos cruzados y una pierna hacia adelante, intentando adoptar una expresión de chico "cool". Luego, con un esfuerzo de concentración, canalizó su ki, envolviendo sus ojos con un tono rojizo brillante que contrastaba con el resto de su postura.
Los Ginyu lo observaron con aprobación, asintiendo con entusiasmo.
"¡Así se hace!" exclamó Jeice, claramente impresionado. "Ese toque de ki en los ojos... ¡es increíble! Definitivamente, tienes estilo, Tarok."
Tarok sonrió levemente, aunque internamente aún sentía un ligero desconcierto por la reacción tan efusiva del equipo.
"Bien," dijo Ginyu, retomando una postura más seria. "Ya que estás con nosotros, es momento de asignarte tu primera misión. Hemos recibido informes de una rebelión en el planeta Voltran, liderada por un guerrero con un poder de combate inusual. Los soldados locales no han podido contenerlo, y Frieza ha solicitado nuestra intervención."
Tarok asintió, su expresión cambiando a una de interés genuino. Un oponente fuerte era justo lo que necesitaba para poner a prueba su crecimiento.
Los Ginyu se dirigieron a la nave, y Tarok los siguió en silencio. Durante el trayecto, el equipo no dejó de hacer comentarios y bromas sobre sus poses y estilos de combate, cada uno jactándose de sus habilidades. Aunque al principio Tarok se sentía algo fuera de lugar, pronto comenzó a notar la camaradería que existía entre ellos. Las Fuerzas Especiales Ginyu eran más que un simple grupo de guerreros; eran una especie de familia excéntrica que compartía un lazo único, algo que, a su manera, era admirable.
Una vez en el planeta Voltran, el equipo descendió en una zona rocosa y desolada. A lo lejos, podían ver la ciudad principal, donde la rebelión había tomado el control. El ambiente estaba tenso; podía sentirse la energía de varios guerreros en el área, listos para defender su posición. Sin embargo, Tarok apenas podía contener la emoción que sentía por enfrentar este desafío.
Ginyu miró a Tarok y le dijo, "Tienes el honor de liderar esta operación. Nosotros te cubriremos y ayudaremos según sea necesario. Considera esto una prueba de tus habilidades."
Tarok asintió, sin palabras, agradecido por la oportunidad de demostrar su valía. Con un movimiento ágil, se adelantó hacia la ciudad, sintiendo cómo los guerreros enemigos empezaban a concentrarse en su posición. Uno de ellos, que parecía el líder, dio un paso al frente, evaluando a Tarok con una mirada desafiante.
"¿Así que tú eres el perro de Frieza que viene a detenernos?" dijo el líder rebelde, su tono lleno de desprecio. Su energía era considerable, pero comparada con el poder de Tarok, no era una amenaza.
"Vine a cumplir una misión," respondió Tarok, manteniendo un tono frío. "Y ya que tienes esa bonita daga que tanto protegían, ahora me lo llevo, te guste o no."
Sin más preámbulos, Tarok cargó contra los guerreros rebeldes. Con una velocidad y precisión que los enemigos apenas podían seguir, eliminó a varios de ellos de un solo golpe. Los soldados rebeldes caían ante él como si fueran simples juguetes. A cada impacto, sentía cómo el entrenamiento de ese último mes había rendido frutos, su cuerpo moviéndose con una fluidez que nunca había experimentado antes.
Mientras tanto, el líder rebelde observaba impotente cómo su ejército era reducido en cuestión de segundos. Su expresión pasó de la seguridad al miedo, y, finalmente, a la desesperación.
"¡No puedes hacer esto!" gritó, lanzándose contra Tarok con toda la energía que le quedaba.
Tarok sonrió, esquivando los ataques con facilidad. Cada movimiento del rebelde era torpe y desesperado en comparación con su propio ritmo controlado. Finalmente, al ver que el enemigo no tenía ninguna esperanza de derrotarlo, Tarok alzó una mano y canalizó una explosión de ki que desintegró al líder en un instante o eso creyo.
Todo había terminado en cuestión de minutos, y cuando volvió con los Ginyu, ellos lo recibieron con aplausos y palabras de felicitación. Ginyu, especialmente, estaba impresionado.
"Increíble trabajo, Tarok. Frieza estará complacido al escuchar que cumpliste la misión con semejante eficacia."
Mientras el polvo comenzaba a asentarse, Tarok notó que el líder rebelde sacaba algo de entre sus ropajes. Era una daga de aspecto siniestro y oscuro, decorada con runas antiguas que parecían brillar con un fuego interno. El aura que desprendía era tan intensa y maligna que incluso el ambiente alrededor del líder se volvía sombrío y opresivo. El arma estaba impregnada de una energía oscura que Tarok reconoció de inmediato; aquella daga no era un objeto cualquiera, sino un artefacto prohibido, cargado con magia antigua y maligna.
El líder rebelde sostenía la daga con ambas manos y murmuraba algo en un idioma desconocido, y a medida que lo hacía, la energía oscura envolvía su cuerpo. Tarok observó, intrigado y algo cauteloso, mientras la fuerza de su enemigo se incrementaba drásticamente. Aquella daga estaba otorgándole un poder mucho mayor al que Tarok había sentido al inicio de la pelea. Una sonrisa perversa se formó en los labios del líder, y sin previo aviso, desapareció en un destello de velocidad.
Antes de que pudiera reaccionar, Tarok sintió un dolor agudo en la espalda; el líder rebelde había logrado alcanzarlo y hundir la daga en su hombro. La energía maldita de la daga atravesó su piel, generando un dolor insoportable que se extendía por todo su cuerpo. Tarok cayó de rodillas, intentando controlar el temblor en sus manos mientras el dolor se intensificaba. La herida no era sólo física; sentía cómo la magia oscura de la daga drenaba su fuerza, debilitándolo de manera alarmante.
Los otros miembros de las Fuerzas Especiales Ginyu, quienes observaban la escena a cierta distancia, intentaron intervenir. Jeice, Burter, y Recoome cargaron contra el líder rebelde, lanzándose hacia él con todas sus fuerzas. Sin embargo, el poder de la daga maldita otorgaba al rebelde una velocidad y fuerza incomparables. Con un simple movimiento, repelió sus ataques, mandándolos a volar en distintas direcciones. Ginyu, quien era el único que todavía se mantenía de pie, observó con frustración y preocupación.
Tarok, aún de rodillas, intentaba levantarse. Sentía su cuerpo debilitado, pero no podía permitirse caer en ese momento. Con una sonrisa siniestra, una mezcla de arrogancia y desafío, Tarok alzó la vista y miró al líder rebelde con ojos llenos de determinación y, sobre todo, una chispa de locura. Este tipo de combate, donde la diferencia de poder parecía abrumadora, despertaba en él una emoción peculiar. Sabía que estaba en peligro, pero eso sólo alimentaba su deseo de pelear y superar sus propios límites.
El líder rebelde lo miró con desprecio. "¿Crees que puedes enfrentarte a mí después de haber sentido el verdadero poder de Fafnir?" preguntó, agitando la daga en el aire.
Tarok se rió entre dientes, ignorando el dolor. "Eso es lo mejor que tienes, ¿una daga maldita? He enfrentado cosas peores... Y después de este combate, tú serás historia."
Ekate, su grimorio, emitió una vibración ligera en su mente. "Tarok, te estás enfrentando a una antigua y poderosa reliquia," dijo con un tono entre exasperado y curioso. "¿Sabes siquiera qué tienes frente a ti?"
Tarok, en su estado de adrenalina, le respondió mentalmente mientras se reincorporaba. "¿Qué es esa cosa, Ekate? Nunca había sentido algo así..."
Ekate suspiró. "Esa es la 'Daga Maldita de Fafnir', conocida como 'Cólera de Fafnir'. Cuenta la leyenda que esta daga contiene el espíritu vengativo de Fafnir, una criatura maldita que buscó venganza incluso después de la muerte. Cualquier persona que empuñe la daga obtiene un poder masivo, pero al costo de su propia alma. La energía oscura que sientes es la esencia corrupta de Fafnir misma, fusionándose con el portador."
Tarok entrecerró los ojos, observando la forma distorsionada del líder, quien parecía haber perdido su humanidad en el proceso de recibir el poder oscuro. "Así que está poseído por el espíritu de esa cosa... interesante. Aunque eso no cambia nada," respondió Tarok con una sonrisa desafiante.
Ekate soltó un suspiro de resignación. "Tarok, estás tomando esto muy a la ligera. Esa daga no es algo que puedas enfrentar con tu fuerza bruta habitual. Si no tienes cuidado, esa cosa te destrozará."
"¿Acaso crees que voy a huir ahora? No, Ekate. Este tipo de desafío es justo lo que necesito," dijo Tarok, mientras en sus ojos brillaba una chispa de determinación.
Sin más palabras, Tarok cargó hacia el líder rebelde, quien sonrió con malicia mientras alzaba la daga para bloquear el ataque. Los dos chocaron en una ráfaga de golpes y esquivas, el sonido del acero y el aura maldita resonando en el campo de batalla. Aunque Tarok estaba en desventaja debido a la maldición de la daga, su voluntad y resistencia eran incomparables. Cada vez que el líder rebelde intentaba penetrar su defensa, Tarok esquivaba con movimientos ágiles y precisos, a pesar de la energía maligna que seguía drenando su fuerza.
Mientras esquivaba un golpe descendente de la daga, Tarok decidió provocarlo. "¿Es eso lo mejor que tienes? Pensé que con ese juguete maldito serías un poco más emocionante."
El líder rebelde se enfureció, lanzando una serie de ataques rápidos y mortales. Tarok, a pesar del dolor, esquivaba con una sonrisa cada vez más psicópata, disfrutando de cada movimiento.
Ekate intervino en su mente. "Tarok, si planeas vencerlo, necesitas una estrategia. Esa daga no es sólo un arma física, sino también un foco de energía oscura. Si logras desestabilizar la conexión que el líder tiene con ella, podrás neutralizar parte de su poder."
Tarok, aún esquivando, respondió mentalmente. "¿Y cómo sugieres que haga eso, Ekate?"
"Concéntrate en su energía mágica y usa la tuya para crear una interferencia. La energía oscura es como una red que conecta al portador con la daga. Si rompes esa conexión, aunque sea temporalmente, podrás debilitarlo lo suficiente para que deje de depender de la daga."
Tarok asintió. En el siguiente instante, tras esquivar otro ataque, canalizó su propia energía mágica en su puño derecho. Sintió cómo su magia oscura comenzaba a resonar con la energía de la daga, aunque de forma opuesta. Con un grito, Tarok lanzó un golpe directo al brazo del líder rebelde, justo donde sostenía la daga. Al impactar, su energía mágica creó una onda de choque que hizo que el líder rebelde retrocediera, soltando un grito de dolor.
Por un breve momento, la conexión entre el líder y la daga se desestabilizó, y su poder disminuyó de forma notable. Tarok no dejó pasar la oportunidad y cargó contra él, lanzando una serie de golpes rápidos y precisos que lo hicieron retroceder aún más.
"¿Qué pasa? ¿Acaso el gran guerrero de la rebelión está perdiendo su fuerza?" se burló Tarok, aumentando la presión sobre su oponente.
El líder rebelde, debilitado y aturdido, intentó canalizar de nuevo la energía de la daga, pero la interferencia mágica de Tarok había dejado la conexión inestable. La furia y la desesperación se reflejaban en sus ojos mientras trataba de recuperar el control.
"¡No te saldrás con la tuya, maldito perro de Frieza!" gritó, levantando la daga en un intento desesperado de atacar.
Tarok sonrió con una expresión aún más psicótica y, aprovechando la vulnerabilidad de su oponente, lanzó un último ataque, concentrando toda su energía en un golpe directo al pecho del líder rebelde. El impacto fue devastador, y la onda de energía oscura se disipó finalmente cuando el líder cayó al suelo, derrotado y sin vida.
Tarok respiró profundamente, sintiendo la adrenalina aún corriendo por sus venas. La daga, ahora inerte y sin dueño, yacía en el suelo junto al cuerpo del líder. Aunque había sido un combate complicado, el guerrero saiyajin había logrado salir victorioso y tomo la daga para si mismo.