Una de las creaciones más incomprendidas por los mortales, pero que tiene una importancia fundamental, es el Alma. Los Creadores, aunque perfectos, decidieron crear algo que no fuera completamente perfecto: el Alma. El Alma fue hecha imperfecta a propósito, diseñada para no ser igual a la perfección infinita de los Creadores. Su principal propósito es la búsqueda de la perfección a lo largo del tiempo. A diferencia de los Creadores, las almas tienen una limitación crucial: son finitas. Esta finitud las hace incompletas, incapaces de alcanzar el conocimiento y poder infinitos de los Creadores. Sin embargo, en su imperfección reside su perfección, pues al ser limitadas, su naturaleza les permite aprender, evolucionar y cambiar a través de ciclos infinitos.
Cuando un alma es liberada de su forma física, comienza un proceso de purificación. A lo largo de este proceso, la alma se desprende de todo lo que es imperfecto en ella, buscando su propia perfección. Sin embargo, a medida que las almas buscan esta pureza, producen un residuo: las emociones. Las emociones son un subproducto inherente a la naturaleza finita del alma. Los Creadores, que no poseen emociones, han diseñado a las almas de manera que estas puedan sentir y experimentar, algo que permite que cada ciclo sea único y dinámico.
Las emociones, aunque imperfectas y destructivas, tienen un propósito crucial en el ciclo de creación. Son una fuerza que impulsa a las almas a moverse, a actuar y a cambiar. Sin emociones, las almas no podrían aprender ni crecer. Sin embargo, este residuo emocional es también la fuente de muchos de los conflictos en los universos, pues la interacción entre almas, regidas por sus emociones, genera un sinfín de eventos imprevisibles, que a su vez se entrelazan con la creación de nuevos universos.