El Edén, ese jardín de paz eterna, ya no era lo que había sido. El aire había cambiado, volviéndose más denso y pesado, como si la misma creación estuviera conteniendo la respiración. La figura de Eva, antes serena y radiante, ahora estaba llena de incertidumbre. A su lado, Adán se veía igualmente perturbado, como si una sombra se hubiera instalado en sus corazones. Ambos se habían acercado a lo prohibido, tomando del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, lo que los había transformado de seres puros a seres conscientes del conocimiento y, por ende, de la culpa y el deseo.
La serpiente, una presencia siniestra en el jardín, había desaparecido entre las sombras, dejando a Adán y Eva con un sentimiento indescriptible, una conciencia nueva, marcada por la oscuridad y la tentación. Atlok observaba todo esto en silencio, sintiendo la pesada atmósfera de ese momento, una atmósfera que parecía presagiar una tragedia.Dios, que había estado observando en silencio desde el principio, finalmente habló, su voz retumbando en el aire, llena de una tristeza infinita, pero también de una autoridad incuestionable."Adán, Eva..." Su voz resonó como un eco profundo en el jardín."Lo que acaban de hacer no puede ser deshecho. La elección ha sido suya. El libre albedrío que les he otorgado ha sido usado, y ahora deben enfrentar las consecuencias. El Edén no puede ser su hogar.""Pero, Señor," comenzó Eva, con lágrimas en los ojos. "¿Por qué? ¿Acaso no somos tus hijos? ¿Acaso no merecemos permanecer aquí?"Dios, con una tristeza infinita en su mirada, respondió: "La perfección es un don, pero el conocimiento conlleva responsabilidad. El mal se ha sembrado en sus corazones, y con él viene el sufrimiento. No puedo permitir que permanezcan aquí, en el Edén, mientras la oscuridad comienza a crecer dentro de ustedes. Deben ir a la Tierra, donde aprenderán a vivir con el bien y el mal, con las bendiciones y las maldiciones, y donde encontrarán el camino hacia la redención."Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Atlok al escuchar esas palabras. La caída de los primeros humanos era inevitable, pero lo que más le sorprendió fue la seriedad y desgarradora necesidad de justicia que provenía de la voz de Dios. Como primordial, Atlok entendía el concepto de equilibrio, pero ver a los primeros seres humanos ser desterrados del Edén lo dejó con una sensación de vacío, como si una parte de la creación misma hubiera sido rota.Dios extendió su mano, y un resplandor cegador envolvió a Adán y Eva. Ante sus ojos, el Edén desapareció en una ola de luz, y en su lugar apareció un vasto lugar lleno de criaturas distintas, pero no era distinto al edén, excepto por el aura y vibra que se sentía.Adán y Eva miraron a su alrededor, comprendiendo que ya no estaban en el lugar que habían conocido como hogar. En sus corazones, sentían la punzada de la pérdida, pero también el despertar de un nuevo mundo por explorar. La Tierra los recibiría, pero ya no serían los mismos. Ya no serían inocentes. Ya no serían inmortales."Su camino comienza ahora, hijos míos," dijo Dios, su voz grave y llena de peso. "Vallan, y llévense su luz y oscuridad con ustedes. Aprendan a vivir, pero también a luchar. Porque este es un mundo de caos y orden, de bendición y maldición."Con un último suspiro, Dios levantó su mano, y las puertas del Edén se cerraron ante ellos, dejándolos en el vasto y desolado mundo que sería su hogar.Mientras Adán y Eva comenzaban su doloroso viaje hacia el desconocido futuro de la Tierra, Dios se volvió hacia Atlok, que había observado el destierro en silencio. A su lado, la presencia de Dios parecía aún más imponente. En un parpadeo, el paisaje cambió de nuevo, y Atlok se encontró en un lugar completamente distinto.Era un reino celestial, brillante y lleno de seres que no podían ser descritos con palabras comunes. A su alrededor, Atlok vio una multitud de seres gloriosos, que flotaban en el aire, envueltos en resplandores y vestiduras luminosas, sus ojos llenos de sabiduría y poder."Mira, Atlok. Este es el ejército que protege la creación," dijo Dios, su voz resonando como una sinfonía celestial. "Ellos son los guardianes del equilibrio entre el orden y el caos, los emisarios de la luz que luchan para preservar el propósito divino en los mundos que he creado."Atlok observó con asombro. Ante él, aparecieron los Serafines, seres de seis alas que floteaban en círculos de fuego eterno, sus voces cantando himnos de alabanza a la divinidad, llenando el espacio con un canto tan puro que parecía desbordar la realidad misma. Sus ojos brillaban como soles, reflejando la gloria infinita de Dios.Más allá de los Serafines, Atlok vio a los Querubines, con alas de colores iridiscentes, rodeados por una luz radiante. Su presencia era tranquila, pero poderosa. Eran los guardianes del conocimiento divino, los custodios de los misterios más profundos del cosmos.En otra parte, los Tronos se alineaban como gigantescos pilares de luz, reflejando la majestuosidad de Dios, mientras que los Dominaciones, en sus vestiduras de fuego, vigilaban el orden del universo, asegurándose de que la creación permaneciera alineada con el propósito divino. Junto a ellos, los Potestades se mantenían alertas, preparados para intervenir en cualquier momento en la lucha contra las fuerzas oscuras que amenazaban la armonía del cosmos.Los Virtudes iluminaban el reino celestial con su presencia, emanando pura energía positiva, mientras que los Principados supervisaban los mundos y las naciones, velando por el bienestar de los seres creados. En las alturas, los Arcángeles se erguían como guerreros divinos, listos para intervenir en la batalla contra las sombras que acechaban.Por último, estaban los Ángeles, seres de belleza inigualable, cuyas alas brillaban con una luz suave pero resplandeciente. Eran los mensajeros de Dios, los que traían consuelo y guía a aquellos que lo necesitaban, los que mantenían el orden dentro de los reinos de la creación."Este es el ejército que se mantiene firme ante la oscuridad, Atlok," dijo Dios, su voz impregnada de solemnidad. "Ellos luchan contra los Primigenios, contra las fuerzas que buscan destruir lo que he creado. Y aunque su poder es infinito, también están sujetos a las leyes del equilibrio. En este universo, todo tiene su propósito, y todo debe ser probado."Atlok observó con reverencia a las huestes celestiales. En ese momento, entendió la magnitud de la creación. Sabía que la lucha entre el orden y el caos nunca terminaría, pero también comprendió que la humanidad, aunque joven y vulnerable, sería el centro de esa lucha. Los humanos, con su libre albedrío, serían la prueba de si la creación, por grande que fuera, podría mantenerse en equilibrio."Ellos son los guardianes, Atlok," continuó Dios, señalando a los seres celestiales. "Pero también dependerá de ti, y de aquellos como tú, para mantener la balanza. Porque incluso los seres más puros necesitan ser vigilados."Confundido, Atlok pregunto, "¿más como yo?".Dios volvió su mirada hacia Atlok, un leve suspiro de seriedad cruzó su rostro."Atlok," comenzó, con una calma profunda. "Aunque la creación es vasta y los seres que habitan en ella innumerables, siempre hay momentos que definen el curso del destino. Hay una tarea, un propósito, que solo un ser particular será capaz de cumplir. En el futuro, el equilibrio del universo se pondrá a prueba de una manera que jamás has presenciado. La justicia, la venganza, la restauración del orden... todo recaerá sobre uno solo."Atlok frunció el ceño. Estaba acostumbrado a las revelaciones de Dios, pero esta tenía un aire distinto. Había algo en su tono que sugería un cambio monumental en el horizonte, algo que afectaría no solo a los humanos, sino a todo el universo."¿De qué hablas, Señor?" preguntó Atlok, su voz resonando con curiosidad y preocupación.Dios miró hacia el horizonte del reino celestial, donde las estrellas brillaban con una luz constante, reflejando el paso del tiempo, y comenzó a hablar con un tono sombrío."En los días venideros, una gran sombra se extenderá sobre la creación. Los Primigenios, esos seres que habitan más allá de los límites de la comprensión, volverán a alzar su oscura influencia. Ya han intentado corromper lo que he creado, y en el futuro, sus presencias se harán más poderosas. Pero contra ellos, habrá uno que no teme enfrentar su oscuridad, uno que tendrá la fuerza necesaria para hacer justicia. Su nombre será Dextera Dei."El nombre resonó en el aire como un eco distante, y Atlok lo repitió en su mente. Dextera Dei. La segunda mano derecha de Dios."¿Un humano?" preguntó Atlok, con incredulidad en su voz. "¿Un simple ser mortal podrá enfrentar a los Primigenios?"Dios asintió lentamente, como si cada palabra que estaba a punto de decir tuviera un peso eterno."No será un humano común. Dextera Dei será algo más. Él será un semidios, nacido de un linaje humano, pero con una pequeña chispa divina de mi poder absoluto en su alma. La humanidad que lleva en su sangre le dará las cualidades para conectar con la fragilidad y los deseos del mundo mortal. Pero la parte divina que habitará en él le otorgará el poder suficiente para luchar contra las fuerzas más oscuras que intentan desmantelar el equilibrio del universo."Dios hizo una pausa, y por un momento, Atlok sintió una leve vibración en el aire. Era como si la propia creación estuviera conteniendo la respiración."Él será mi segunda mano derecha. Un hombre digno de portar La Espada de la Venganza, el artefacto que le otorgará poder suficiente para enfrentar a los Primigenios y restaurar el equilibrio. Su voluntad será el vínculo entre el mundo de los mortales y el de los dioses. Y su misión será clara: hacer justicia donde no existe, enfrentarse a la oscuridad que acecha desde las profundidades y restaurar la paz que se ha roto."Atlok observó, asombrado, mientras Dios hablaba de Dextera Dei. Un semidios, mitad humano y mitad divino, destinado a ser el brazo ejecutor de la justicia divina. Sin embargo, la mención de la espada, La Espada de la Venganza, hizo que una sensación de tensión recorriera su ser. ¿Cómo un mortal, incluso uno con el poder divino de Dios, podría soportar tal carga?"¿Cómo será posible que un ser humano, aún con el poder divino que le concederás, pueda cargar con tal responsabilidad?" preguntó Atlok, su voz llena de duda.Dios lo miró con una serenidad que solo un ser eterno podía poseer."La espada no solo es un arma, Atlok. Es un símbolo. Aquellos que la empuñan deben estar preparados no solo para luchar contra lo oscuro, sino para confrontar lo que hay en su propio interior. La venganza no es solo un acto contra los malhechores, sino una prueba de lo que es justo y lo que es necesario. Dextera Dei tendrá que aprender a manejar esa carga, a balancear su humanidad y su divinidad, a comprender que la justicia no siempre es clara, pero que debe ejecutarse sin temor."Atlok comprendió, aunque no sin un resquicio de duda. La espada, en su esencia, no solo representaba la venganza en contra de los enemigos de la creación, sino también la lucha interna que Dextera Dei tendría que enfrentar: una guerra contra la oscuridad que habitaba en todos los corazones, incluso en los más puros."Y este hombre... ¿dónde está? ¿Cómo será su encuentro con la espada?" preguntó Atlok, sintiendo que algo grande estaba por suceder, algo que cambiaría no solo la historia de los humanos, sino de toda la creación."Aún no ha nacido," respondió Dios, su voz llena de un poder insondable. "Su tiempo aún no ha llegado. Pero cuando el momento se acerque, lo sabrás. Dextera Dei tomará su lugar cuando el destino lo elija, y él será el elegido para restaurar el orden. El poder que le otorgaré no será solo físico, sino mental y espiritual. Él será capaz de ver más allá de lo visible, de comprender la oscuridad y la luz con la misma claridad. Y será capaz de traer la venganza no solo en mi nombre, sino también en el nombre de la justicia que la creación misma exige."Atlok sintió un estremecimiento al escuchar las palabras de Dios. Dextera Dei sería la pieza clave en una guerra que aún no había comenzado, pero cuyo eco ya resonaba en las profundidades del universo. Un semidios, un ser mitad humano y mitad divino, con el poder de llevar a cabo una tarea tan colosal que podría cambiar para siempre el destino de todo lo creado."Entonces, ¿este hombre será el que me súplase" preguntó Atlok, su voz llena de respeto y curiosidad. "El que llevará la espada de la venganza cuando tú ya no puedas intervenir?"Dios lo miró profundamente, sus ojos reflejando la eternidad misma."Cuando llegue el momento, Atlok, estarás listo para guiarlo. Pero recuerda, el libre albedrío de los hombres es poderoso. Ni siquiera Dextera Dei estará exento de enfrentar su propio destino, de tomar decisiones difíciles, y de decidir por sí mismo hasta dónde llegará en su misión."Atlok asintió, comprendiendo la magnitud de lo que estaba por venir. Dextera Dei sería el siguiente paso en el eterno conflicto entre la luz y la oscuridad. Un ser elegido, pero también uno probado, con un destino que aún estaba por definirse.Y mientras el reino celestial seguía brillando en su esplendor eterno, Atlok sabía que el futuro del universo se entrelazaba con los destinos de seres tan poderosos como el hombre que Dios había elegido para llevar a cabo su venganza.El brillo del reino celestial parecía desvanecerse ligeramente mientras Dios se volvía hacia Atlok, su mirada penetrante llena de una sabiduría que era imposible de medir. Por un instante, el tiempo parecía detenerse. La energía del lugar, antes vibrante y resplandeciente, ahora se cargaba de una quietud solemne. Atlok, como primordial, había presenciado la creación misma y la vasta extensión del cosmos, pero lo que estaba a punto de escuchar era algo completamente nuevo, algo que marcaría un antes y un después en su existencia."Atlok," comenzó Dios, su voz grave y llena de autoridad. "Hay algo más que debes saber, algo que cambiará no solo el destino de la creación, sino también el tuyo."Atlok, que había estado observando en silencio, sintió cómo su corazón palpitaba con una mezcla de anticipación y temor. El propósito de Dextera Dei era claro: un semidios destinado a portar la espada de la venganza, un ser que sería el brazo de la justicia de Dios, pero ahora, la gravedad de lo que Dios estaba a punto de revelar le provocaba un estremecimiento profundo."El viaje de Dextera Dei no será uno que pueda hacer solo. A lo largo de su vida, necesitará más que poder o fuerza para cumplir con su misión. Necesitará algo que va más allá de la espada. Necesitará orientación, un propósito más allá de lo que sus ojos puedan ver. Y es aquí donde tu papel se vuelve fundamental, Atlok."Atlok frunció el ceño, sin entender completamente. "¿Qué papel?" preguntó, su voz llena de curiosidad y algo de inquietud.Dios lo miró fijamente, y en sus ojos brilló una comprensión profunda, como si viera más allá de los límites del tiempo y el espacio. "Tú, Atlok, serás parte de su viaje. No solo serás un espectador de su destino. Serás su acompañante, su guía, su amigo y su conciencia. Estarás unido a él de una manera que va más allá de lo que cualquier ser puede comprender."Un suspiro pesado se escapó de los labios de Atlok. El universo entero parecía seguir respirando a su alrededor, pero el mensaje de Dios lo había dejado inmóvil. ¿Unirse a un mortal, incluso uno tan extraordinario como Dextera Dei? ¿Ser parte de su viaje en un nivel tan íntimo y profundo?"¿Cómo?" murmuró Atlok, intentando comprender. "¿Cómo podré estar con él si es humano, si es parte mortal? No soy... un ser de esa naturaleza. No estoy hecho para estar atado a algo tan frágil."Dios sonrió, un gesto que parecía reflejar la comprensión infinita de una creación que solo Él podía haber concebido."Será precisamente en esa fragilidad donde reside el desafío, Atlok. Aunque tú eres un ser primordial, no estás exento de las lecciones que incluso los mortales deben aprender. Dextera Dei será un reflejo de lo que significa ser parte de la creación, y tú, como su compañero, serás testigo y participante de su proceso. Estarás anclado a él, como si fueras una extensión de su ser."Atlok sintió que un peso invisible comenzaba a formar una presión sobre su pecho. "¿Anclado? ¿Cómo es posible que... un ser como yo esté vinculado a un hombre mortal?" preguntó, ahora con una mezcla de asombro y desconcierto.Dios, con una calma infinita, continuó: "Este vínculo será un lazo que trasciende las dimensiones. Tu esencia, como primordial, se fusionará con la de Dextera Dei. No serás un ser separado de él, sino que compartirás su existencia. Serás su poder, su sabiduría, su conciencia. En los momentos de duda, serás su guía. En los momentos de oscuridad, serás su luz. Y en los momentos de fuerza, serás su poder."Atlok sintió un estremecimiento profundo al escuchar esas palabras. El poder de Dextera Dei no solo se basaría en su propia fuerza o en la espada que portaría, sino en la presencia de Atlok, que se convertiría en un punto de anclaje y apoyo durante su viaje. Esa unión entre el primordial y el semidios iba más allá de lo físico; era una fusión de esencia y propósito."Pero... ¿qué pasará si él falla?" preguntó Atlok, con un temor subyacente. "¿Qué pasará si no cumple con su misión? ¿Y si sucumbe a la oscuridad?"Dios lo miró fijamente, y por un momento, el cosmos entero pareció detenerse. La respuesta de Dios, cuando llegó, fue como un susurro que resonaba con el peso de la verdad misma."El libre albedrío es un don, Atlok. Dextera Dei tendrá su propio camino que recorrer. Tú no serás su amo ni su señor, sino su compañero. Pero en los momentos más oscuros, si llega a perder su camino, será tu deber ayudarlo a encontrarlo. Sin embargo, recuerda esto: tu vínculo con él no solo será un lazo de poder, sino también de sacrificio. Si él sucumbe a la oscuridad, tú también lo harás. Y si él triunfa, tú también lo harás."Atlok absorbió esas palabras, sintiendo una nueva carga sobre sus hombros. La idea de estar unido a un ser mortal, un hombre de carne y hueso, parecía desconcertante, pero a la vez... algo profundo resonó dentro de él. Quizá este era el propósito que había estado buscando durante milenios, una tarea que lo haría más que un espectador de la creación. Sería parte de ella, un actor en el drama cósmico que se desarrollaría ante sus ojos."Entiendo," respondió Atlok, aunque su voz era apenas un susurro. "Seré su conciencia, su guía, su fuerza... y su sombra. Estaré a su lado, en todo momento. Pero, Señor, ¿cómo se hará esta unión?".Dios levantó la mano, y una luz suave, casi etérea, comenzó a rodear a Atlok. En el aire, se formaron símbolos y sigilos antiguos, patrones que parecían desbordar toda lógica humana. La luz se condensó y se transformó en una energía palpable, una esencia que envolvía a Atlok como si estuviera siendo moldeado por las fuerzas mismas del universo."La unión será sellada en un lazo que va más allá de lo visible. Dextera Dei y tú compartiréis una conexión que no puede romperse. Estarás dentro de él, como su sombra y su luz, guiando su camino, otorgándole poder, y convirtiéndote en parte de su alma. Esta fusión se hará tangible cuando él empuñe la espada, cuando se enfrente a la oscuridad. Y será en ese momento, Atlok, cuando tú también renazcas a través de él. Estarás tan cerca de él que sentirás cada uno de sus pensamientos, cada uno de sus dilemas, sus miedos, sus victorias y sus fracasos. Serás parte de su viaje, y él, de alguna manera, será parte de ti."Un rayo de comprensión recorrió el cuerpo de Atlok. No sería un observador pasivo, sino una fuerza dentro de Dextera Dei. Juntos, serían una unidad indivisible, una presencia que enfrentaría a la oscuridad del universo, no como dos entidades separadas, sino como un solo ser con una misión: restaurar el equilibrio y hacer justicia en el nombre de Dios."Estoy listo," dijo Atlok, ahora con una determinación nueva en su voz. "Si esta es la voluntad divina, entonces me someteré a ella. Seré su guía, su sombra, y su fuerza. No fallaré."Dios sonrió, y en sus ojos brilló una chispa de esperanza. "Sabía que comprenderías, Atlok. La creación misma necesita este equilibrio, y tú serás una parte fundamental de él. Juntos, Dextera Dei y tú, enfrentaréis la oscuridad que se avecina, y restauraréis el orden que el universo tanto necesita."Con esas palabras, la luz alrededor de Atlok se desvaneció lentamente, dejando que el peso de la misión que ahora llevaba sobre sus hombros se asentara en su ser. Sabía que su destino estaba irrevocablemente ligado a ese hombre, Dextera Dei, y que su viaje sería tan oscuro como brillante, tan incierto como inevitable. Pero, por primera vez en su existencia, Atlok sintió que había encontrado su propósito.