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Azin El Destello Del Norte

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Synopsis
El destino la eligió a ella, portadora de un poder capaz de segar vidas en un instante. Pero, cuando el límite entre la justicia y la crueldad se difumina, deberá decidir: ¿se rendirá ante el vacío que consume a quienes empuñan un poder absoluto, o encontrará la fuerza para luchar por algo más grande que ella misma?
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Chapter 1 - 2 dagas 1 destino

Narrador :

Son tiempos raros, tiempos de conflictos entre varias aldeas/ naciones por conquistar terrenos/tesoros/gente y un enemigo oculto en común que puede hacer colapsar a todo el planeta/universo (suponiendo que no halla mas vida que en este planeta: v)

La historia inicia con el nacimiento de una niña de ojos verdes fruto de una relación de un aventurado padre y una madre que denota calma/tranquilidad en su ser, el padre es heredero de la sangre real por asi decirlo y la madre es una campesina del pueblo, ambos viven juntos en el dojo/cuartel/palacio/fortaleza/senda de la montaña (pongo sinónimos por si algo).

Pasaron 4 años desde el nacimiento de la niña csm, ya sabía caminar y entendía el idioma pero le costaba un tanto comunicarse con los demás es tímida, pues a esta edad suelen hacer una ceremonia para comprobar si es compatible/digno de usar las 2 dagas relámpago ( kachumm push Clash sonidos de trueno de fondo), el abuelo es el encargado de llevar acabo la ceremonia.

¿Como seria el ambiente en esa escena?

Pues un techo que lo sostiene 4 pilares en cada parte, todo oscuro/nublado como si fuera a llover.

Solo están presentes 5 personas y un random de fondo

Empiezan los diálogos >:v

La ceremonia comenzó de una manera solemne, aunque la atmósfera estaba cargada de incomodidad. El abuelo, con su rostro arrugado y su semblante serio, se adelantó al centro de la habitación, forzando una sonrisa que claramente no correspondía a sus emociones internas.

—Bienvenidos a la ceremonia de... —dijo el abuelo, intentando sonar autoritario, pero su tono traicionaba su nerviosismo.

A su lado, la madre murmuraba, sin poder ocultar su preocupación.

—No es raro que esté de buen humor... —dijo, como si intentara convencerse a sí misma de que todo estaba bien.

El padre, con un tono más ácido, murmuró también:

—Es así con todo lo que tenga que ver con las dagas de mierda...

El abuelo, en esa escena está sonriendo, pero de forma un tanto forzada ya que le incomoda la situación

—Entonces, jovencita, puedes pasar —dijo el abuelo, haciendo un gesto con la mano, mientras su mirada se posaba en la niña que estaba a punto de dar el paso que cambiaría todo.

La niña, con sus ojos verdes brillando como si estuviera en un sueño, se adelantó y se sentó frente al abuelo. Ambos, mirándose fijamente, compartieron un silencio cargado de misterio y tensión.

El abuelo, con un suspiro, comenzó a abrir lentamente un cofre antiguo, mientras hablaba en voz baja, casi como un hechizo.

—Lo que hay dentro de este cofre es un tesoro sagrado que ha pasado de generación en generación... Aquel que sea digno de usarlas, podrá cortar lo incortable, podrá ser más veloz que un rayo y será temido en todo el mundo... o lo contrario... —dijo, mientras mostraba una sonrisa juguetona y se sacaba la lengua en tono de broma, intentando aliviar un poco el clima tenso.

La niña, fascinada, miró el tesoro con ojos desorbitados. Lo que vio fueron dos dagas, brillosas y afiladas, cuya forma recordaba a relámpagos. Un par de baterías incorporadas emitían un sutil resplandor eléctrico que iluminaba el rostro de la niña.

—Bueno, niña tonta, agarra una daga y a ver qué pasa...

La madre, visiblemente incómoda, preguntó, casi sin poder creer lo que estaba sucediendo:

—¿que?

El padre, con una sonrisa resignada, murmuró:

—Si todo sale como siempre, solo recibirá un leve corrientazo...

La niña no se sintió ofendida ni perturbada. En su mente, solo existían las dagas. Sus ojos brillaron con fascinación al verlas, como si todo lo demás se desvaneciera a su alrededor.

Con cautela, extendió su mano hacia una de las dagas y la sacó, observando su peso, su filo, la electricidad que fluía a través de ella. La niña permaneció inmóvil por un momento, sus ojos llenos de asombro. Los demás, que observaban la escena, no podían ocultar sus expresiones de sorpresa.

El abuelo, al ver la conexión entre la niña y el artefacto, gritó con desesperación:

—¡No puede ser! ¡Es imposible! ¡NOOOOOOOOOOOOOO!

El padre miró a la madre, pero no dijo nada, comprendiendo lo que eso significaba.

—Ella es... —comenzó el padre, con la mirada fija en la niña, como si intentara encontrar las palabras correctas.

La madre se quedó en silencio, incapaz de entender completamente lo que estaba pasando. En ese momento, el hermano de la niña, completamente ajeno a la situación, comentó distraídamente:

—Qué lindo se ve el cielo...

El abuelo, después de un largo suspiro, recobró la compostura y continuó:

—Bueno, niña, te espera un largo camino. Un camino lleno de sangre, frustración, y siempre estarás al borde de la locura o la muerte, pero ve el lado positivo, no serás una persona cualquiera...

La niña, al escuchar esas palabras, frunció el ceño, sin comprender la mayoría de lo que le decían. Su pequeña voz, curiosa e inocente, interrumpió:

—¿Qué es sangre y muerte?

El padre, en un tono casi cómico, respondió sin pensar:

—Son juguetes. Aún no tenemos plata para ellos.

La madre, furiosa, lo golpeó en el brazo.

El abuelo dio por terminada la ceremonia, dando órdenes para que todos se retiraran. En su mente, pensaba con melancolía: Hace siglos que una niña no era digna de los colmillos...

Tres días después, el abuelo decidió iniciar el entrenamiento de la niña, que apenas tenía cuatro años. Sabía que el destino de la niña ya estaba sellado, pero las reglas del clan no podían ser ignoradas. La niña debía ser entrenada, aunque aún fuera una niña.

El abuelo comenzó a enseñarle lo básico del combate, pero los padres de la niña no podían oponerse. La tradición era clara: aquel que incumpliera las órdenes del clan sería considerado traidor y ejecutado.

—¿Por qué no le enseñas combate a la niña? —preguntó la madre, aún con incertidumbre en su voz.

—No me dejaría, aunque quisiera. Son sus mañas —respondió el padre, mirando la escena con una mezcla de preocupación y resignación.

—Los niños no pelean, no matan gente. Sus cuerpos están empezando a crecer —protestó la madre, pero el padre no parecía escucharla del todo.

—Sí, pero aquí esa lógica no aplica, o al menos no en este caso —replicó el padre, de forma un tanto fatalista.

La madre lo miró, confundida.

—¿Por qué? —preguntó, con un tono de incredulidad.

—Bueno, no es un secreto top del clan, pero es mejor que lo sepas ahora, antes de que te encariñes demasiado con nuestra hija —dijo el padre, con un tono serio.

La madre frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir con eso?

—La gente que es digna de las dagas recibe un entrenamiento intenso. Las dagas tienen un demonio dentro. Puedes ser compatible con ellas, pero si no eres digno, si no te esfuerzas y no creces, el demonio te hará... poof —dijo el padre, imitando un sonido con la boca, intentando suavizar la gravedad de sus palabras.

—¿Poof? —preguntó la madre, sin comprender bien.

—Te convierte en polvo, mujer, carajo —respondió el padre, casi con desesperación.

La madre lo miró, horrorizada, y le preguntó con incredulidad:

—¿Estás de acuerdo con esto?

El padre, después de un largo suspiro, respondió:

—No la está obligando a usar las dagas aún. Solo le está enseñando. Y lo que es peor, no podemos hacer nada. Si decidimos huir, nos cazarán. Y lo sabes.

La madre se quedó en silencio, procesando la gravedad de las palabras de su esposo.

—¿Y entonces por qué me hiciste tener hijos? ¿Para que los lleven a la guerra y los llore cuando perezcan? —preguntó, con una tristeza profunda en la voz.

El padre la miró con una expresión distante.

—La verdad, no pensé que tuviéramos tan mala suerte. No es solo nosotros teniendo hijos. Ese gen que es compatible con las dagas está en todo el pueblo. Y si te fijas bien, ese anciano sale una vez al mes en busca de quien sea compatible. Ella despertó ese gen a una edad temprana.

—Tuve hijos contigo porque mi corazón creía que era lo correcto —dijo el padre, con una sonrisa triste.

La madre lo miró con incredulidad.

—¿Estuviste con varias mujeres antes...? —preguntó, sorprendida.

El padre, tratando de aligerar el ambiente, respondió:

—Además, tenemos a Shinosuke. Es todo un galán.

Aunque la respuesta no alivió la tensión, el padre intentó suavizar la situación. Shinosuke, su hijo de doce años, tenía una discapacidad mental, y aunque era compatible con las dagas, el abuelo nunca lo aceptó por temor a lo que podría suceder si ese poder caía en las manos equivocadas.

Y mientras la discusión continuaba, la niña de ojos verdes, ajena a todo lo que se hablaba, observaba las dagas con un brillo en sus ojos, sin saber que su destino ya estaba marcado.