—Mírate, Tsukiko, herido, lastimado, solo... ¿De verdad creíste que podrías vencerme? —me decía aquel ser demoníaco que había poseído a Yuki.Estaba tendido en el suelo, con huesos rotos y una mano fracturada. La sangre cubría mi ojo mientras el fuego rodeaba la cancha de baloncesto de la preparatoria, y la consola del DJ yacía destrozada a mi lado. Intentaba levantarme, pero todo era en vano. Cada parte de mi cuerpo dolía, y solo podía observar cómo Yuki se acercaba cada vez más, decidida a arrebatarme la vida. Desesperado, trataba de incorporarme, pero era inútil. Me preguntaba cómo había terminado así, casi muriendo frente a todos en lo que se suponía que era la fiesta de bienvenida de la preparatoria. Todo comenzó hace un año. En ese entonces, quedé atrapado en un campo demoníaco junto a mi madre. Ella, aterrorizada, peleaba contra un demonio mientras yo estaba retenido por la Luna, quien me suplicaba que pactara con ella, quien me hablaba con desesperación y deseo para aceptara su propuesta. Cuando finalmente llegué a mi madre, ya había sido mordida por aquel demonio. No pude hacer nada para ayudarla. Con el tiempo, su herida se infectó. Al principio, su brazo parecía podrido, pero poco después la mordida desapareció. Sin embargo, el virus ya estaba dentro de ella, dejándola en coma mientras yo observaba, impotente, cómo la persona que más amaba en el mundo yacía en una cama de hospital, esperando que en cualquier momento dejara este mundo. Todo era culpa de esa maldita diosa. Si no me hubiera detenido en mi habitación, podría haber llegado antes a su lado y evitar todo esto. Ver a mi madre en ese estado me sumió en una profunda depresión; no quería salir de mi habitación. Tuve que seguir asistiendo a la secundaria. Las burlas continuaban, a pesar de que todos conocían la situación de mi madre. Algunos se apiadaron de mí y dejaron de molestarme, pero otros se aprovecharon de esto para burlarse aún más.—¿Escuchaste que la madre de Tsukiko cayó en coma? —decía uno de mis compañeros de clase, parte del círculo de amigos de Yuki durante el recreo. Siempre se quedaban en el salón hablando y criticando a los demás.—¡Sí, escuché! ¡Pobre zorra! Es su merecido por engendrar a un perdedor y pervertido como Tsukiko —respondió Rodrigo, un estudiante extranjero y un completo idiota, mientras me miraba con una sonrisa burlona. Cada comentario era peor que el anterior, y me dolía el hecho de que se burlaran de mi madre. Nuevamente, no podía hacer nada.—Te está escuchando, Rodrigo —dijo Ren, la amiga de Yuki. Era una chica de coletas con cabello rubio y una complexión delgada. Siempre me había llevado bien con ella, pero después de lo de Yuki, decidió darme la espalda y apoyar a yuki, no la culpo; tenía que apoyarla o se convertiría en una traidora.—Lo sé. ¿Qué va a hacer? ¿Acusarnos con su madre? No creo. Solo quería llamar la atención. Podía verlo cuando, después de hablar, miraba a Yuki en busca de su aprobación. Aunque ella no parecía contenta de escuchar las burlas de sus amigos respecto a mí. Tal vez sentía lástima por mi situación, pero hablábamos de Yuki; seguramente estaba pensando en cómo humillarme de nuevo. Al final, nunca le importé lo suficiente como para que se preocupara por mí. Y entonces, Rodrigo lanzó su última bomba de insultos.—Seguramente tu madre cayó en coma por ver lo idiota que eres. Se enteró de que eres un pervertido y, del dolor, se infartó. Mientras reía como un loco y me señalaba, solo agaché la cabeza, abrumado por una ola de sentimientos. La impotencia de no poder salvar a mi madre de un demonio, el acoso constante de mis compañeros, la decepción que viví con YuKi... Todo eso me consumió. Intenté soportarlo, pero no pude. Me levanté y golpeé a Rodrigo en la cara con todas mis fuerzas, rompiéndole la nariz. Cayó al suelo, gritando de dolor, pero no me detuve. Me lancé sobre él para seguir golpeándolo mientras todos en el salón gritaban que lo soltara.—Ahora no eres tan valiente, ¿verdad, idiota? No vuelvas a hablar de mi madre nunca más, o lo último que recordarás será mi cara por el resto de tu miserable vida —le dije, cada golpe reflejaba el odio y rencor que sentía. Taro y otro compañero me alejaron de Rodrigo, justo cuando el profesor llegó al aula para llevarme con el director y a Rodrigo a la enfermería. Después de eso, la escuela me expulsó por lastimar a un compañero. Claro, defenderse del bullying es malo; esa es la estúpida teoría que tienen todas las escuelas. Permiten el acoso de brabucones, pero cuando te enfrentas a ellos, el que sale perdiendo eres tú. Como apenas comenzábamos el tercer año de secundaria, no hubo mucho problema al cambiarme de escuela a una más cercana a la casa de mis abuelos, quienes me estaban cuidando mientras mi madre estaba hospitalizada. Mis abuelos me regañaron, claro, pero ellos no conocían la versión completa de la historia, y tampoco les conté, ya que no quería que se preocuparan. Acepté mi destino y comencé una nueva vida escolar en la secundaria Hikari, en la prefectura de Tokio. Estaba lo suficientemente alejada de mi antigua escuela, así que nadie me conocía como un pervertido. Creí que las cosas mejorarían en un nuevo entorno, pero las cicatrices quedaron. Volví a ser muy callado, y mi último año en secundaria pasó sin pena ni gloria. Solo logré hacer una amiga, Ayase, la bibliotecaria de la escuela, con quien hablaba a menudo mientras estudiaba allí. Utilizaba la biblioteca para aislarme de los demás y para investigar sobre la Luna, de quien no me había hablado en ese tiempo. Ayase tenía alrededor de 20 años, era muy tierna, usaba gafas y, sinceramente, era hermosa. Siempre me hacía compañía y podía desahogarme con ella cuando me sentía mal. Nunca le conté lo que sucedía con la Luna; sabía que me tomaría por loco, y lo de mi madre solo le mencioné que estaba enferma. Ayase era muy linda y siempre me invitaba a desayunar cuando no llevaba nada.—Recuerda que mientras la Luna brille, tendrás una amiga en quien contar —fue lo último que me dijo en la graduación, mientras me daba un abrazo y compartíamos nuestros números celulares para seguir en contacto.—Ahora que irás a la preparatoria, promete que vendrás a visitarme a la biblioteca —me dijo, conteniendo las lágrimas. Aunque solo fue un año, formamos un vínculo muy bueno de amistad.—Ayase, lo prometo —le respondí mientras el caluroso abrazo continuaba un momento más. Así, oficialmente me gradué de secundaria. Quedaban unos meses para entrar a la preparatoria, así que decidí buscar empleo en distintos lugares, ganando un poco de dinero para comprar mis materiales para la nueva etapa escolar y ayudar con los gastos del hospital. La preparatoria Horikawa quedaba muy cerca de la casa de mis abuelos y también de la secundaria, así que podría visitar a Ayase. Taro, mi mejor amigo, siempre estuvo al pendiente de mí, preguntando cada día cómo estaba y diciendo que me extrañaba en la antigua escuela. No le creí nada, porque era muy popular, lo contrario a mí, pero siempre lograba hacerme sonreír. Cuando le conté que entraría a la preparatoria Horikawa, movió cielo y tierra para estar conmigo. Él es una verdadera amistad. Eso nos trae al presente: el primer día de clases. Me desperté por la mañana, me alisté, me puse mi nuevo uniforme de color café con el escudo de la escuela en el pecho, el saco y la corbata que me asfixiaban.—¡Tsukiko, baja pronto o se te hará tarde! —gritó mi abuela mientras me miraba en el espejo, ansioso por entrar a la preparatoria. Bajé las escaleras y desayuné. Salí de casa y caminé unos metros, donde Taro ya me estaba esperando.—¿Por qué estás aquí? —le pregunté confundido. Tenía auto, ¿por qué no simplemente me esperó en la escuela?—Quería caminar con mi mejor amigo. Ya ha pasado un año desde que no nos vemos. Sé que me extrañaste demasiado —dijo, posando como un personaje de anime para hacerse el tierno.—La verdad no te extrañé —le respondí, mirándolo con un poco de vergüenza.—Eres muy cruel —susurró, mientras su orgullo se quebraba. Caminamos hasta la escuela mientras me contaba todo lo que había pasado después de que me expulsaron, cómo a Rodrigo también lo echaron y los rumores en mi contra habían cesado. Sinceramente, no le presté atención a gran parte de la charla, hasta que Taro mencionó que Yuki le había preguntado dónde vivía.—¿Espera, cómo preguntó qué preguntó dónde vivía? —dije, algo acelerado.—¿No que no escuchabas? —dijo mientras me miraba retadoramente.—Lo siento, estaba distraído. Dime, ¿Cómo que Yuki me buscó? —pregunté inquieto. No era porque me sintiera bien al saber que me buscaba; era porque recordaba haber visto a Yuki incontables veces mientras caminaba a casa después de clases o cuando estaba con Ayase en la biblioteca. Taro me contó que ella había estado preguntando por la dirección de mi hogar porque tenía algo que decirme. Ella le había preguntado, pero Taro se negó a dársela.—Ya veo —le respondí, confundido, pensando en la chica que parecía observarme durante mi tiempo en secundaria. Imposible que fuera ella, pensé, y así comenzó mi primer día de clases. La escuela contaba con dos edificios enormes y canchas de fútbol 7 y baloncesto al lado del gimnasio, donde solían hacer los eventos. Las clases fueron interesantes. Buscamos nuestros nombres y nos tocó en la clase 1-A, así que nos sentamos juntos. Cuando llegó la hora del recreo, fuimos a la cafetería a comprar algo. Taro y yo platicamos sobre las clases y las chicas hermosas que había ella. Alya Takery era la chica más hermosa de nuestra clase: pelo albino, ojos grandes y azules, el sueño de todo hombre. A diferencia de Yuki, ella era muy callada y reservada, casi no hablaba con nadie, pero todos buscaban agradarle. Al llegar a la cafetería, notamos un grupo de alumnos formando un círculo alrededor de una mesa.—¿Qué estará pasando por allá? —preguntó Taro, ansioso por acercarse.—Supongo que hay un influencer en la escuela. Eso explicaría por qué todos están tan emocionados —respondí, mirando a todos sonrojados, contemplando a quien estaba sentado en la mesa.—¿Crees que sea una cosplayer de esas eróticas que encuentras en Toky Toky? —dijo, con los ojos brillando de emoción, mientras yo lo miraba sorprendido por lo tonto que podía llegar a ser.—Eres un pervertido —dijo Alya, quien estaba detrás de nosotros, provocándonos un susto. Nos rebasó en la fila y pidió su almuerzo primero.—¡Oye! Que me gusten las cosplayers no me hace un pervertido —protestó Taro, muy enojado. Yo solo me reí de la situación. Sin duda, que Taro llegara a la escuela fue lo mejor que pudo haberme pasado. El menú era pollo frito, sopa de miso, arroz y otras cosas que no recuerdo. Pedí esos tres primeros y, junto a Taro, me senté en una mesa. El círculo que rodeaba al influencer se dirigía hacia nosotros y, cuando miré de frente, ahí estaba...—¿Yuki? —dije, mientras mi voz temblaba.—Tsukiko... —susurró, sonrojándose al mirarme. Tal vez se sentía apenada por los rumores que hizo sobre mí. Yo me sorprendí al verla, pero no quería hablar con ella. No sabía cómo salir de allí. Comencé a temblar mientras recordaba todo el infierno que viví en secundaria y me quedé inmóvil.—¡Mira, Tsukiko! Ahí están Alya y las demás. Vamos a comer con ellos —dijo Taro, empujándome suavemente.—Espera, Tsukiko, tengo que hablar contigo —dijo Yuki al verme alejarme.—Lo siento, los demás nos están esperando —respondió Taro, sonriéndole mientras nos alejábamos poco a poco.—¿Les importa si nos sentamos? —preguntó Alya, quien estaba con Kazama, su amigo de la infancia.—Por supuesto, siéntense. Entre más, mejor —dijo, muy alegre. Kazama era lo contrario a Alya y ella no parecía importarle que nos sentáramos ahí. Comenzamos a comer y a platicar sobre las clases mientras yo intentaba entender por qué Yuki estaba en la misma escuela que yo.¿Sería que también quería difamarme y hacerme vivir un infierno aquí? Pensé, mientras los nervios me invadían. Era imposible que la misma yuki estuviera ahí, parecía irreal y entre más pensaba más más me confundía.—¿Ya vieron a la chica que tiene loco a todos? —preguntó Kazama, añadiendo—. Creo que se llama Yuki y es muy hermosa.—No la conozco —respondí de la forma más fría y despectiva que pude, llamando la atención de toda la sala.—Es una compañera de secundaria —contestó Taro, sin más, mientras sonreía y trataba de disipar el momento incómodo que había creado. Durante las clases, seguí pensando en la razón por la cual Yuki estaba en la escuela, pero no lograba entender por qué. Lo peor comenzó a partir de ese momento. Cuando fui al baño a tratar de procesar todo, la volví a encontrar y ella insistió en hablar conmigo, pero yo me negué. Luego, en el cambio de clase, vino a buscarme a mi salón, llamando la atención de todos. Quienes se hacían la idea de que yuki tal vez estaba enamorada de mí. Por suerte, había ido con Alya a la biblioteca y no me tope con ella.—¿Te gusta mucho ese libro, Alya? —pregunté mientras nos dirigíamos de nuevo al salón.—Sí, es uno de mis favoritos —me respondió Alya, con emoción en su mirada. En ese momento, pensé en lo linda que era, pero esa calma se arruinó por Yuki, quien, como era de costumbre, traía tras de sí a un grupo de seguidores.—Tsukiko, détente. Deja de evitarme. Tengo que hablar contigo, por favor, escucha mis sentimientos.—¿Sentimientos? —susurraban todos sus admiradores—. ¿Se le va a declarar Yuki a ese chico? —decían mientras me llamaban perdedor. Yo no sabía qué responder.—¿Pero la chica de su lado también es su novia? —preguntó uno de ellos—. También es muy hermosa. Seguro que ha estado engañando a alguien —decían, cada vez más, sacando de contexto todo.—¿Sen... ¿Timientos? ¿Qué quieres decir? —respondí nervioso, mientras Alya se veía incómoda al escuchar todos los comentarios molestos de los chicos que seguían a yuki.—Debo ser honesta contigo, Tsukiko. —En ese momento, me preparé para lo peor. Sabía que no era una declaración; tal vez buscaba otra cosa, ¿una disculpa? ¿O solo quería burlarse de mí? Muchas cosas pasaron por mi mente, y, después de eso, todo se complicaría más, acercándome al encuentro con la Luna que cambiaría mi vida y la batalla donde por poco pierdo la vida. Continuara: Yuki vs Tsukiko