Chapter 5 - El Inicio De Un Infierno

Tengo que ser honesta con mis sentimientos.

Dijo Yuki al mirarme de frente, muy sonrojada, al punto de no contener los nervios del momento.

—¿Acaso es una declaración? —se preguntaron los miembros del club de fans de Yuki, quienes nos rodeaban haciendo un círculo.

Yo no sabía qué responder en ese momento; los nervios me invadían. Muy en el fondo de mí pensaba que se trataba de una declaración, pero tan pronto lo pensé, los malos recuerdos que tuve con ella disiparon esa idea.

—¿A qué te refieres con ser honesta con tus sentimientos?

Le pregunté armándome de valor, aunque mi voz temblaba ya que no estaba acostumbrado a tener mucha gente a mi alrededor… y sobre todo porque no sabía qué iba a contestar. Si respondía algo incorrecto, entonces podría pasar lo mismo que en secundaria… Ella inventaría rumores en mi contra y arruinaría por completo mi vida en la preparatoria. ¡Y lo peor es que era el primer día!

Volteé a ver a Alya, quien se veía confundida, pero aun así no me abandonó en ese momento incómodo. Tal vez quería darme apoyo emocional y hacerme compañía, o tal vez estaba atrapada conmigo por la multitud de fans que tenía Yuki.

—Verás… yo… quiero disculparme por lo que te hice.

Dijo Yuki mientras cerraba las manos, mirándome muy avergonzada y escondiendo la cabeza.

—¿Yuki se disculpará con ese perdedor? —se preguntaban todos sin saber nada de lo que estaba pasando.

—En cuyo caso, él debería disculparse por no aceptar a la hermosa Yuki —decían otros idiotas detrás de mí, mientras una ira comenzaba a llenarme por completo.

"¿Por qué se disculpa ahora?", pensé, recordando todos los momentos difíciles en secundaria que ella me hizo pasar. Pudo haber detenido todo el acoso y los rumores en su momento. ¿Por qué hasta ahora se disculpa? ¡Qué hipócrita! Y la gota que derramó el vaso fue lo que dijo después.

—Lamento todo lo que pasó, lo que te hice. Fui una tonta en su momento y quiero decir que me arrepiento. Espero que tengas el corazón de perdonarme… y, si es así, tal vez podamos intentar, no sé… ser más que amigos. Te daré nuevamente la oportunidad de estar juntos.

En ese momento no pude evitar la ira por su comentario. ¿En serio fuiste una tonta? Creo que lo eres el doble ahora. ¿A qué se refiere con darme la oportunidad de estar juntos? ¿Seguramente quería jugar nuevamente conmigo? Existía la posibilidad de que se haya equivocado al decirme eso. Tal vez quería salir conmigo, pero conociendo a Yuki, su arrogancia y soberbia la hacían capaz de decir algo como eso, como si estar con ella fuera un premio. ¿Habiendo mejores mujeres, conformarme con una cara bonita que solo me hará daño? No, gracias.

Todo su club de fans quedó atónito al escuchar cómo Yuki me estaba "dando permiso" de conquistarla. Decían que yo no era digno de ella y más tonterías que más me enfadaron. No pude aguantar más; estaba a punto de sacar todo mi enojo que había guardado contra Yuki, pero si lo hacía las cosas podían terminar mal. Así que tuve que contenerme.

—Lo siento, no tengo intenciones de intentar nada contigo ni de perdonarte.

Le dije mientras me inclinaba ante ella cordialmente. Ella, al escuchar mis palabras frías, quedó en shock, sin entender por qué la había rechazado. Todos a mi lado quedaron en un silencio incómodo, sorprendidos, sin entender cómo me atreví a rechazar a una diosa de la escuela. Ese silencio se convirtió en comentarios de odio contra mí.

Unos compañeros del salón de Yuki, de la clase 1-B, se acercaron a mí solo para reclamarme, pues Yuki comenzó a llorar en ese momento.

—Ey, idiota, ¿Quién crees que eres para rechazar a Yuki?

Dijo aquel simp de Yuki, quien me tomó de la corbata a punto de golpearme. En esos momentos apreté el puño tratando de controlarme. No quería pelear, pero el enojo que sentía iba a ocasionar que le diera un buen golpe a ese idiota. Si no fuera por Alya, que intervino en ese momento y se puso enfrente mío para evitar un conflicto, mi vida de preparatoria hubiera terminado.

—Creo que él fue claro al rechazar a tu compañera, así que no lo molestes más.

Dijo Alya con una determinación y autoridad que terminó alejando a todo el club de Yuki.

Yo estaba avergonzado. Una bella chica como Alya defendiéndome era un sueño; jamás creí que me pasara algo así. Estaba algo emocionado, pero Yuki no tanto. Al ver a Alya defenderme, en su rostro se dibujó una cara de disgusto y enojo, como si de celos se tratara. Una mirada vacía que solo decía "muere".

—Eh… Alya, llegaremos tarde a clase. ¡Vamos!

Dije mientras tomaba de la mano a Alya y la llevaba lejos de ese momento incómodo. Aunque cada paso que daba sentía la mirada de odio de Yuki en contra de Alya.

—Lo siento por esto y muchas gracias por ayudarme —le dije mientras seguíamos caminando, aún tomados de la mano.

—No te preocupes, estabas en problemas. Aunque no pensé que fueras tan popular con las chicas —respondió ella, algo ruborizada, ya que todos nos miraban como si fuéramos novios.

En ese momento, no noté lo que estaba haciendo. Mi mente seguía procesando lo que había pasado con Yuki. Tal vez eso me traería consecuencias, pero al diablo con todo; esta vez no pensaba dejarme humillar por ella.

—O... oye, Tsukiko, ¿me puedes devolver mi mano? —dijo Alya algo incómoda.

—¡Lo siento! —respondí soltando su mano rápidamente, avergonzado por no darme cuenta de lo que había hecho.

—Estaba tan concentrado en todo lo que pasó que no noté que te incomodé —añadí apenado.

Aunque no me arrepentía de haber tomado su mano, pues era cálida y reconfortante, me sentía muy agradecido por su ayuda.

Mientras caminábamos al salón, Alya me preguntó sobre lo que había pasado con Yuki.

—¿Por qué se disculpó contigo?

—Pasaron muchas cosas que sinceramente no quiero recordar —respondí, dejando entrever mi decepción y enojo al hablar de ella.

—No pretendo incomodarte. Debió ser algo muy grave para que se disculpe ahora, por algo que sucedió en secundaria. Eres muy especial, Tsukiko. Deberías aprender a alejarte de las personas que solo te hacen daño. Si alguna vez te sientes mal, deberías hablar con alguien. Y si necesitas ayuda, puedes contar conmigo.

Alya me sonrió, y una brisa que entraba por la ventana del pasillo realzaba su hermosa apariencia.

—Muchas gracias —respondí, devolviéndole la sonrisa y riendo un poco.

—¿Dije algo gracioso? —preguntó algo irritada.

—No, solo que es raro escucharte decir que soy especial —respondí en tono burlón, viendo cómo se sonrojaba al darse cuenta de lo que había dicho.

—E... espera, dije eso porque es obvio que ocultas muchas cosas. N-no es como que me intereses o algo así. Solo quería ayudarte porque te vi en problemas, pero veo que estarás bien por tu cuenta —respondió, haciendo pucheros y cruzando los brazos para ocultar su vergüenza.

—¿V-viste la hora? Ya comenzó la clase —dijo apresuradamente antes de alejarse de mi lado.

—¡Oye! ¿Por qué corres? ¡Espérame, Alya! —grité mientras intentaba alcanzarla.

Durante las clases, pensé que la pesadilla había terminado. Había rechazado a Yuki, y Alya me había protegido de sus admiradores. Me sentía aliviado. Contaba con buenas amistades como Taro, Alya y Ayase. Aunque eran pocos, siempre demostraban estar ahí para mí. Pensé en contarles sobre la luna, aunque no quería aburrirlos con una historia tan mala.

Al terminar el tema de Yuki, una calma inundó mi ser. Por primera vez, me concentré en las clases. Durante los descansos hablé más con mis compañeros y sentí que las cosas finalmente empezarían a cambiar para bien... No podría estar más equivocado. Apenas había comenzado el infierno.

Al salir de clases, caminaba contento junto a Taro, Alya y Kazama, riendo de las ocurrencias de Taro. Llegó el momento de que cada uno tomara su camino, y me dirigí a casa feliz. Sin embargo, no tardé en sentir que alguien me seguía. Miré varias veces, pero no vi a nadie. Tal vez era mi paranoia. Pensé que era la luna tratando de llamar mi atención nuevamente, pero esta vez no le haría caso.

Llegué a casa, saludé a mis abuelos y comencé mis deberes: asear mi habitación, comer algo y hacer mi tarea para el día siguiente. Cuando cayó la noche, decidí bañarme mientras cantaba canciones alegres por el buen día que había tenido.

Al salir del baño, me puse el pijama y fui a mi habitación... Allí encontré una foto de Alya sobre mi cama. Estaba quemada en la parte de su rostro, con un texto escrito que decía: "¿Me cambiaste por esta perra?"

Quedé helado al verla. ¿Era una broma de mal gusto? Miré por la ventana, pero la calle estaba desierta. Sin embargo, debajo de una lámpara, estaba Yuki. Me miraba con una sonrisa aterradora.

Por más que intentaba entender lo que estaba pasando, no encontraba explicación. Cerré los ojos para asegurarme de que no estaba imaginando cosas, pero al abrirlos, Yuki ya no estaba ahí.

¿Es acaso una alucinación? Bajé rápido con mi abuela para preguntarle si alguien había entrado a mi habitación, pero me respondió que nadie lo había hecho. No sabía qué hacer. El miedo se convirtió en enojo... ¿Acaso no le había dejado claro que no quería saber nada de ella? Entonces, ¿por qué estaba haciendo algo así?

Esa noche no dormí bien y, al llegar la hora de ir a clases, la primera persona con la que me topé fue Yuki. Mientras caminaba con Taro, ella nos seguía de cerca. Cuando salía al baño durante las clases, siempre estaba en el pasillo, mirándome fijamente con una mirada vacía y saludándome de una forma muy incómoda. Todo el día se la pasó así. Aunque quería divertirme con mis amigos, no podía.

Cada vez que intentaba hablar con Alya, Yuki nos observaba con odio. Incluso llegó a chocar con ella a propósito para alejarla de mí.

¿Qué demonios estaba planeando? Quería hablarle, pero un cierto miedo me invadía por completo. El acoso continuó de manera desenfrenada: comencé a recibir mensajes de Yuki diciéndome que quería estar a mi lado, acompañados de fotos donde yo aparecía durmiendo.

Cuando vi mi teléfono, un escalofrío me recorrió el cuerpo.

—¿Qué carajos...? —susurré, atónito.

Siguió enviándome fotos durante las clases, mostrando cómo me vigilaba en situaciones cotidianas. Pero la situación escaló al punto de que comenzó a mandarme fotos de Alya con textos como "la mataré" o "ella no te ama como yo".

¿Yuki había enloquecido? Me lo pregunté una y otra vez, buscando una respuesta, pero sin atreverme a enfrentarla. Todo este acoso comenzó a afectarme psicológicamente. Me sentía observado todo el tiempo y no quería salir de mi habitación.

Taro y los demás notaron mi extraño comportamiento, pero no tuve el valor de decirles nada. Me alejé de ellos porque tenía miedo de que Yuki les hiciera daño. Me mantuve así durante una semana entera.

Yuki me seguía por los pasillos, cantando y riendo como una lunática. Finalmente, decidí enfrentarla.

—¿Qué quieres de mí? —le pregunté, muy enojado—. ¿Por qué demonios me sigues y haces todo esto? Te juro que si no te detienes, llamaré a la policía y te denunciaré.

Intenté sonar firme, esperando que se detuviera.

—Yo no estoy haciendo nada —respondió con una sonrisa burlona, añadiendo—: Solo cuido lo que es mío. Me costó mucho encontrarte de nuevo, y valió la pena, porque ahora estaremos juntos, Tsukiko.

Mientras hablaba, se tocaba la cara, respiraba de forma pesada y en sus ojos se dibujaban corazones.

—Estás demente. Yo no quiero tener nada que ver contigo. Eres un asco de persona, así que aléjate de mí —le grité, mientras ella bajaba la cabeza y murmuraba repetidamente que yo mentía.

—Mientes, mientes, mientes. Tú me amas, así como yo te amo, Tsukiko. Debemos estar juntos para siempre.

Su voz se tornó más tenebrosa, y su mirada se volvió completamente vacía.

—Seguramente es por esa perra de Alya que ya no me amas, ¿verdad? —gritó desesperada.

—Alya no tiene nada que ver con esto. Estás enferma. Fotografiarme mientras duermo, entrar a mi casa, acosarme constantemente... ¿Qué demonios te pasa, Yuki? ¡Por favor, aléjate de mí! Esta es la última vez que te lo advierto. Si no, llamaré a la policía.

Me alejé rápidamente, pero entonces ella corrió hacia mí, me tomó del cuello y me golpeó contra los casilleros.

—¿Es por Alya, verdad? Entonces, si la mato, tú serás solo mío —dijo mientras apretaba mi cuello, dejándome sin aire.

—Y... Yuki, d... detente... —traté de hablar mientras luchaba por liberarme, pero su fuerza era inhumana.

Intenté gritar por ayuda, pero nadie estaba cerca. Yuki siguió susurrando sobre matar a Alya.

—Yuki, Alya no tiene nada que ver en esto. Yo no te amo y jamás te amaré. ¡Detente de una vez! Recuerda quién eres. ¡Despierta, Yuki! —grité, pataleando para que me soltara.

Por un momento, pareció reaccionar. Noté que poco a poco aflojaba su agarre, pero entonces volvió a apretar con más fuerza.

—Yu... Yuki... —susurré mientras me faltaba el aire.

—Yuki ya no está —respondió con una voz demoníaca, riendo a carcajadas.

No entendía qué estaba pasando. ¿Qué le ocurría a Yuki?

—Tsukiko Kaze, cuánto tiempo sin vernos —dijo ella con frialdad.

—¿Tú no eres Yuki? ¿Q... quién eres? —pregunté, aterrado.

—Veo que no me recuerdas. He venido por tu vida. Eres idéntico a tu padre... Ambos son un dolor de cabeza y siempre están rodeados de enemigos —se burló mientras apretaba aún más mi cuello.

—Es hora de tu muerte, Tsukiko —gritó entre risas.

Cuando estaba a punto de perder el conocimiento, vi a Ayase aparecer a lo lejos. Con un bote de basura golpeó a Yuki en la cabeza, logrando que el demonio me soltara.

—¿Q... qué demonios fue eso, Tsukiko? —preguntó Ayase, preocupada, mientras yo intentaba recuperar el aliento, tocándome el cuello adolorido. 

El demonio salió huyendo mientras gritaba que volvería por mi vida y terminaría el trabajo que comenzó hace 6 años.

No pude responderle nada. ¿Demonios? ¿Enemigos? ¿En qué diablos me había metido? ¿Por qué Yuki estaba poseída? ¿Quién era ese ser que decía conocerme?

El miedo me invadió por completo. Ese demonio mencionó a mi padre... Necesitaba respuestas, y la única que podía dármelas era aquella diosa que me ofrecía un pacto. Tenía que buscarla para entender qué estaba pasando. Debía detenerlo antes de que las personas que más amaba salieran lastimadas. Mi pesadilla estaba a punto de volverse realidad.