—¡Serena, tenemos que irnos! —escuché la voz de Cristian llamándome otra vez. —¡Voy! —grité de vuelta y me giré varias veces más para mirar mi vestido y mi cabello perfectamente rizado.
Cristian había llegado a casa unas horas antes, pero no tuve tiempo de verlo ya que me estaba preparando para lucir lo mejor posible. Aunque era una cita doble, sentía la necesidad de estar bonita. Dana no podía superarme.
Agarré rápido mi bolso antes de bajar corriendo las escaleras. —Ay. —cerré los ojos y me froté la frente cuando choqué con su pecho... otra vez.
—De verdad necesitas dejar de hacer eso —él dijo su frase habitual y me empujó lejos. —Te ves... increíble —me dio una sonrisa cálida mientras yo le devolvía una grande. —Gracias, tú también —le devolví el cumplido.