Chereads / EN BLANCO: UNA CARTA DE AMOR A LA MUERTE. / Chapter 4 - CAPÍTULO IIII (PARTE II): NIEVE.

Chapter 4 - CAPÍTULO IIII (PARTE II): NIEVE.

No he dormido bien en meses. Cada vez que cierro los ojos, puedo ver, veo el vacío mientras una voz me susurra, que salte a su oscuridad, donde habitan destellos de luces que me llaman. Me gritan que les ayude, desgarrándose la garganta y escupiendo sangre por el dolor que sienten de ser luz. No importa cuántas veces me arranqué los ojos, estos vuelven a crecer. Crecen mejor que la última vez, permitiéndome ver aquellas cosas que evitaban ser vistas por mí.Siento frío en todo mi cuerpo. No ha parado de nevar. El salón se encuentra cubierto de nieve. Aquella mujer ve a través de mi oscuridad con sus ojos vacíos, los cuales ruegan por algo. Su mirada me permite saber que todo acabará mal.La mujer desapareció por un instante. La nieve y su piel se tiñeron de rojo por mi sangre. Mis brazos se encontraban en el suelo y no paraban de sangrar. Quise correr, pero no podía mover mis pies, ella me los había arrancado. Con una sonrisa se acercaba. La alarma de mi teléfono sonó. Cerré mis ojos intentando despertar, pero sin importar cuánto lo intentaba, seguía sintiendo la nieve caer en mi cabeza. Quiero rezar, pero sé que Dios no me va a ayudar. No puedo rendirme, no puedo morir sin haberla visto de nuevo.Abro mis ojos y aquella mujer se encuentra frente a mí. Me sonríe mientras acaricia mi cara con su mano, aprieta mi nariz suavemente y una pequeña risa sale de ella. Tomándome del cabello, arranca mi cabeza del torso. No puedo ver, no puedo tocar, no puedo caminar, no puedo escuchar, ni respirar. Para ella, soy una clase de juguete, el cual puede romper. Sus labios se unen con los míos, su lengua juega con la mía por unos instantes, sus ojos miran fijamente los míos mientras arranca mi lengua de un solo mordisco dejándome sin poder hablar. Organizando mis cejas con sus dedos, introduce estos dentro de mis ojos arrancándomelos.—¿Qué es lo que deseas? —me pregunta una voz que hace eco en mi cabeza.—Quiero ser feliz —respondí.—Tu deseo fue cumplido.Leiko le escribía a la muerte una carta. Me dijo que él era el amor de su vida. Aunque me dolió el pecho al escucharla decir eso, sonreí al verla feliz. —Tú también mereces ser feliz —me dice una voz cuando me voy a dormir.¿Llovía o nevaba?, no recuerdo. Los dos mirábamos al cielo buscándole formas a las nubes como hacíamos en el pasado. Ella tenía un abrigo rojo el cual le quedaba grande, aunque no le gustaba, sus padres la obligaban a llevarlo puesto. No podía aguantar la risa al verla con aquel abrigo que parecía un vestido, las expresiones que hacía con su cara al verme, me hacían querer reír más. Golpeándome en la frente con una bola de nieve, comenzó a correr con una sonrisa buscando un escondite.Sus lágrimas se camuflaban con la lluvia, me miraba llena de odio mientras sostenía en su mano una roca para lanzarme. Mi frente sangraba por la roca que ella me había lanzado, mi cara se cubría de sangre mientras yo la miraba con una sonrisa. La nieve caía haciéndome sentir frío, miedo y tristeza, de lo que podría decir ella al no querer ayudarla.—¡POR QUÉ NO ME DEJAS IR! —grito ella llorando.—Simplemente, no puedo. —respondí, buscando una excusa para no ayudarla—. Pídeme cualquier otra cosa, dinero, te lo conseguiré, amor, me arrancaré el corazón, el mundo, lo conquistaré. Solo dime que quieres.—Quiero ser feliz.—Yo, también quiero ser feliz. —pensé sonriendo otra vez.Limpiando sus lágrimas, estiró su mano temblorosa a donde yo estaba sentado. Era la segunda vez que lograba verla con miedo, sus ojos no me miraban y su sonrisa desapareció. Me levanté, tomando su mano me miré en sus ojos, pero no me encontraba en ellos, su mano dejó de temblar y sus ojos comenzaron a brillar, al darse cuenta de que iba a ver a su verdadero amor.Ella Ubicó mis manos en su cintura y coloco sus manos en mis hombros. —Vamos —dijo sonriendo, mirándonos a los ojos. Comenzamos a mover los pies haciendo algo a lo que llamábamos "bailar", cada paso que dábamos quedaba marcado en la nieve, como nuestra corta historia, la cual quería olvidar. Las nubes comenzaron a llorar al presenciar aquel baile que quería que fuera eterno, comenzamos a reírnos bajo la lluvia mientras olvidábamos que existíamos. El pasado y el futuro no importaban, lo único que queríamos era vivir el momento mientras fluíamos con el viento el cual se llevaba nuestras preocupaciones. En ese momento desaparecimos en el presente en el que estábamos y no lográbamos encontrarnos.—¿Estás bien? —me preguntó.He olvidado cuántas veces ella me ha hecho la misma pregunta. —Te mentí —pienso viendo sus ojos—. Te mentí en cada ocasión que te miré a los ojos y te dije que estaba bien. No quería preocuparte, no quería que te sintieras mal, solo, solo... me hubiera gustado leer una de esas cartas.—¿Estás bien? —me vuelve a preguntar.—Estás hermosa —le digo, olvidándome de lo que no fuimos, lo que quise ser y lo que pudimos haber sido. Sin poner más excusas, le apunté, miré su sonrisa y disparé dándole en la cabeza, la nieve se tiñó de rojo, las nubes no paraban de llorar. Yo solo podía sonreírles a las sombras que me miraban desde la distancia sin mojarse.La nieve se derritió, la lluvia se detuvo. —¿Por qué siento frío cuando ha pasado un mes? —me preguntó, sin poder dejar de temblar. No sé qué siento, si miedo o tristeza, pero este sentimiento no me gusta. No lo quiero sentir. Sé que todo es mi culpa, pero...—¿Alguien puede ayudarme?No puedo respirar bien; mi ojo derecho pudo volver a ver los ojos rojos de aquella mujer. Ella sostenía mi cabeza con una mano mientras intentaba tocar las nubes que pasaban a nuestro lado con la otra.—¿Dónde estamos? —me preguntaba viendo su belleza. Sin importar cuánto lo evité, su mirada perdida me hace recordar a Leiko. Supongo que por eso ella me pidió que me alejara de esta mujer; está igual de rota que ella.—Ya puedes ver —dice, lanzando mi cabeza al vacío.—París —pienso, cayendo desde la torre Eiffel.—Yo también quiero ser feliz —grita ella, tirándose atrás de mí.La nieve caía con nosotros, su sonrisa segura haría latir mi corazón. Sé que todo terminará mal, pero... —Esta es la opción más divertida, Leiko.