Chereads / EN BLANCO: UNA CARTA DE AMOR A LA MUERTE. / Chapter 7 - CAPÍTULO VII: LUNES.

Chapter 7 - CAPÍTULO VII: LUNES.

Abrí mis ojos al poder respirar bien; ya no me encontraba en aquel frío y estrecho lugar. No se escuchaba ningún llanto ni grito, y aunque la oscuridad no me dejaba ver, sabía que me encontraba en mi habitación. Era lunes una vez más, el mismo lunes que he repetido tantas veces que no logro recordar. —Da igual —pensé, cerrando los ojos para dormir, pero no podía, por un pensamiento fugaz que me atormentaba. Aunque intentaba que no me importara, el pensamiento no se marchaba. —Despierta —me gritó Aisha, el pensamiento que no me dejaba dormir—. Despierta —volvió a gritar, y la volví a ignorar, arropándome de pies a cabeza, tratando de quedarme dormido.—Despierta —gritó otra vez, lo cual ignoré nuevamente—. Hice comida —susurró en mi oído. No me enteré cuando entró a la habitación, pero me miraba fijamente con un brillo en sus ojos como si fuera un niño queriéndome contar algo. Aunque eso no quitaba que parecía una psicópata.—Ya voy —respondí.—Rápido que se va a enfriar —dijo saliendo de la habitación.Me levanté y salí de la habitación, comencé a caminar hasta las escaleras sin dejar de pensar que me faltaba algo, pero no le di importancia. Al lado de las escaleras había una mesa en la que había una pecera con un pequeño pez rojo que, al verme, no apartó su mirada de mí. Le devolví la mirada, y nos miramos fijamente por un par de segundos. Parecía que él me quería decir algo, pero el miedo que sentía era más fuerte que él. Comencé a bajar lentamente por las escaleras esperando que aquel pez me hablara, algo que no sucedió.Al percatarme habia algo bajado las escaleras a mi lado, algo que no podía describir, solo me acompañaba en silencio. A veces sentía cómo me miraba detenidamente por un par de segundos. Parecía que esperaba algo de mí. Tal vez quería que la mirara como ella lo hacía conmigo o unas palabras de mi parte, pero no se me ocurría nada que pudiera decir. Las escaleras se hacían más largas o eso pensaba, al no sentir que estuviera avanzando. Los segundos parecían minutos y los minutos horas, horas que pasaban rápidamente hasta que llegamos al final, donde solo habían pasado un par de segundos. Volteé a mirar aquella cosa, pero había desaparecido.Comencé a caminar al comedor, pero me detuve al ver algo que llamó mi atención. Era un pequeño ratón bailando. Se movía con alegría por todo el mueble, saltando con sus pequeños zapatos. Lo miré hipnotizado mientras él ignoraba mi existencia. Pasaron unos minutos para que él se diera cuenta de mi presencia y dejara de bailar. Me miró asustado y comenzó a correr por toda la casa sin un rumbo, hasta que entró a un cuarto, desapareciendo de mi vista. Llegué al comedor y me senté. Aisha se encontraba en el otro extremo de este. Miré la comida por un par de segundos, intentando no hacer ninguna cara extraña, ya que ella me miraba atentamente, esperando que le diera un bocado a la comida. —Pensé que no sabías cocinar —dije intentando hacer un poco de charla.—No sé, pero vi un video y quise intentarlo.No sabía qué decir, pero aquella masa negra no podía haber salido de un video de cocina. Parecía un experimento fallido o solo trataba de matarme otra vez. El olor de aquella cosa era extraño, no olía a algo comestible, pero tampoco mal. —¿Y qué decía el título del video? —pregunté tomando fuerza para comer un poco.—Pasta a la ¡carbonaare! —dijo haciendo un gesto con su mano como si fuera un italiano.Sin importar cuánto pensara, no podía encontrar la forma de que una pasta terminara siendo una masa negra. Pero daba igual, tenía que comer. Agarré la cuchara y cogí un poco de aquella cosa que, aunque parecía sólida, su textura era gelatinosa. Dejé de respirar para no oler aquel extraño olor y miré a Aisha, que me miraba con ilusión. Me metí la cuchara a la boca y tragué con esfuerzo, aguantándome las ganas de vomitar. Volví a mirar a Aisha, y me miraba llena de felicidad. Seguí metiéndome cucharadas a la boca, esperando que aquella masa desapareciera del plato, pero parecía infinita. Al cabo de unos minutos u horas, terminé de comer aquella pasta, lo cual me dejó con náuseas y con mal sabor de boca.—¿Cómo estuvo? —me preguntó Aisha llena de ilusión.Aunque la respuesta era sencilla, la comida sabía a todo lo malo de la vida y tendrían que llevarla a la cárcel por romper todos los tratados de paz, no podía decirle eso. No podía quitarle aquella sonrisa. Empecé a pensar bien mis palabras. No quería lastimarla, pero tampoco quería mentirle. Quería ser neutral, pero no tan neutral, así no sospecharía. Quería que supiera que la comida estaba mal, pero no tan mal y que podía seguir mejoran... solo quería hacerla feliz.—Sabe a mierda, ¿cierto? —dijo Aisha con aquella risa tierna pero perversa—. No sé cómo pudiste comerte todo eso.Al escucharla, solo pude quedarme en silencio. Un silencio como otro más, pero que su risa hacía diferente. —Si sabías eso, ¿por qué me lo diste a comer? —pregunté.Dejando de reír, me respondió —No te iba a dar, pero cuando lo probé me di cuenta de que sabía a mierda, y si yo como mierda, tú comes mierda. Pero todavía no creo que te lo hayas comido todo —dijo empezando a reír de nuevo.Solo podía mirar cómo se burlaba de mí, una burla que parecía interminable, aunque no llegaba a molestarme.—Tenías que haber visto tu cara cuando te pregunté cómo estaba —dijo dejando de reír. Aisha sacó de debajo de la mesa un marco mediano de madera. Este tenía en él una foto donde salía aquel pez gigante, aquella cosa y el ratón, pero había dos manchas borrosas que no lograba saber qué eran. No eran humanos, tampoco eran una cosa, solo eran unas manchas en aquella extraña y hermosa foto—. Estaba buscando dinero para comprar algo de comer. No encontré dinero, pero encontré varias fotos como estas escondidas en una habitación. ¿Quiénes son estas personas? —preguntó Aisha. Por más que detallara la foto, no lograba pensar en una respuesta que pudiera tranquilizar su intriga. En ese instante se me ocurrieron miles de respuestas, pero solo podía decir la verdad—. No lo sé, esta no es mi casa —respondí. Al escuchar mi respuesta, Aisha se quedó en silencio por un instante antes de comenzar a reír nuevamente—. Eres más extraño de lo que pensaba. Me caes mejor —dando un gran suspiro de alivio, se levantó del asiento dando un gran bostezo y con total tranquilidad, dijo—. Vamos a comprar algo de comer. Me quiero quitar el sabor de mierda de esa comida.—Espera, voy por mi cartera —dije levantándome del asiento.—Vamos, yo la tengo —dijo Aisha, caminando hacia la puerta. Agarré las llaves de la casa y comencé a caminar hacia la salida. Los dos salimos de la casa en total silencio, silencio que nos acompañaría todo el camino hasta la tienda. Al llegar a esta, Aisha entró al mismo tiempo que aquella mujer desarreglada, la cual iba con un caminar lento. Me senté en la acera bajo el insoportable sol de la tarde y, aunque el suelo estaba caliente, me había acostumbrado después de un rato. Pasaron los minutos, pero Aisha no salía, y aunque me había acostumbrado al sol que estaba "tranquilo a esa hora de la tarde," no me quería pasar tanto tiempo expuesto a este. Pasó un tiempo y escuché abrirse la puerta de la tienda. Rápidamente volteé mi cabeza esperando que fuera Aisha. Para mi mala suerte, era aquella desarreglada mujer, la cual tenía una enorme sonrisa en su rostro como si fuera una persona distinta. Pasó por mi lado con prisa y sin fijarse bien, lo cual provocó que en unos segundos hubiera un accidente.El carro que provocó el accidente se dio a la fuga. Rápidamente, todo el lugar se llenó de personas que grababan con sus teléfonos o solo miraban mientras murmuraban la mala suerte de su vecina. Los autos no podían pasar por la multitud y, furiosos, comenzaban a tocar el claxon mientras gritaban. Todo se convirtió en un caos, donde las personas que se encontraban en medio de la carretera les gritaban a las personas que se encontraban en los autos y viceversa.—Come —dijo Aisha que, en algún momento, se había sentado a mi lado, me ofrecía papas. Agarré unas cuantas y metí una a mi boca, mientras no apartaba mi vista del caos.—Qué raros son los humanos —dijo Aisha. La volteé a mirar, se encontraba completamente tranquila, no le interesaba ni un poco el accidente, ni las personas, solo miraba al cielo con la mirada perdida.—¿Por qué lo dices? —pregunté metiendome otra papa a la boca.A lo que ella me miró y con una sonrisa dijo —Solo son raros. —Destapando una gaseosa, tomó un poco de esta y me ofreció, lo cual recibí bebiendo un poco y devolviéndosela—. Sabes... —dijo Aisha—. Aquella mujer se ganó la lotería, cinco era su número de la suerte, por eso siempre compraba cinco boletas de rasca y gana, o eso dijo el de la tienda, pero cuando gana muere. ¿No te parece raro?—Cosas de la vida —dije tomando más papas.—Qué asco la vida, ¿no crees? —respondió—. Sabes, voy a matarla —dijo metiéndose una papa a la boca.—¿Cómo harás eso? —pregunté esperando una respuesta.Tomando otro poco de gaseosa, me miró —Ni puta idea —dijo riendo—. Aunque antes tengo... tenemos que salir de este bucle. —Nos quedamos en silencio un par de segundos. Aquel alboroto había desaparecido a la misma velocidad con la que se había formado y nada ni nadie se encontraba en la calle. Todo estaba tranquilo, en un silencio que sería roto por Aisha.—Al dispararte, creo que después de media hora, llegó la policía. Al parecer, el repartidor los llamó. No habías vuelto a la vida, así que deje que me atraparan. Me pareció emocionante. Era la primera vez que iría a la cárcel. No sé qué pasó con tu cuerpo, pero supuse que estarías bien. Al llegar a la estación de la policía, había un señor cubierto de sangre. Por lo que pude escuchar, había asesinado al asesino y violador de su hija. Su hija tenía un nombre raro, comenzaba por h o g, eso no importa. Pude mirar los ojos de aquel señor, no tenía ningún arrepentimiento, pero estaba triste. Los seres humanos son tan raros y maravillosos, son difíciles de entender.—¿Quieres salvar a la niña? —le pregunté, sin entender por qué me contaba todo eso.—No —respondió sin dudarlo—. Pero si me encuentro con su asesino, lo mataré.—¿Antes o después de que mate a la niña?—¿Acaso importa? —dijo confundida.—Ni idea —respondí. En ese momento supe que Aisha no era la mujer de la cual me había hablado Leiko, aunque no importaba. —Mañana será un largo día —le dije levantándome del suelo. Ella sonrió colocándose de pie. Los dos comenzamos a caminar juntos, y al darnos cuenta, el lunes había terminado.