Chereads / EN BLANCO: UNA CARTA DE AMOR A LA MUERTE. / Chapter 9 - CAPÍTULO VIII (PARTE II): MARTES.

Chapter 9 - CAPÍTULO VIII (PARTE II): MARTES.

Nervioso, el oso bajó la cabeza al ver a Aisha desnuda. Al notarlo intranquilo, Aisha se acercó a él con malicia, levantándole la cabeza con la mano. Lo miró fijamente a los ojos. El oso nervioso evitaba el contacto visual, pero Aisha acercaba su rostro cada vez más a él, mientras se le dibujaba una sonrisa maliciosa.—¿Este es el ladrón? —volvió a preguntar Aisha. Le respondí negando con la cabeza—. ¿Entonces quién es?—Mi vecino —respondí. Al escucharme, Aisha me miró confundida y se alejó del oso, sentándose en las escaleras con las piernas abiertas. Sacando un cigarrillo, lo puso en su boca—. Ve a la tienda y compra algo de tomar para las visitas —dijo Aisha, tirando mi cartera en mis manos.La miré confundido mientras me preguntaba de dónde había sacado el cigarrillo, pero había algo extraño en el actuar de Aisha, el aura a su alrededor, sus gestos, su sonrisa habían cambiado haciéndola parecer una persona totalmente distinta. —¿De dónde sacaste ese cigarrillo? —pregunté.Sacando un encendedor de la nada, prendió el cigarrillo dándole una bocanada. Mirando al suelo con la mirada perdida, expulsó el humo por su boca, quedándose callada. El oso la miró, volteándome a mirar confundido por la situación. Al ver la cara del oso, empecé a reír. —Te acostumbras —dije mirando al oso. Teniendo el cigarrillo en medio del dedo índice y anular, me miró Aisha y con un tono de voz calmado pero firme dijo. —No tardes... y compra algo para ti, hermoso —Al ver sus ojos de angustia, tomé el paraguas y salí de la casa confundido. Por más que pensara, no entendía la situación, pero había algo seguro: Aisha había visto algo que yo no había notado.Comencé a caminar a paso lento con un rumbo fijo, mirando a mi alrededor. Las calles estaban vacías, el frío recorría mi cuerpo mientras pensaba en la situación en la que me encontraba. —Realmente quiero salir de aquí —me pregunté, comenzando a cuestionarme toda mi vida, embarcándome en una desesperación interna, la cual fue interrumpida por las risas de unas niñas que jugaban bajo la lluvia en el parque. Las miré por un par de segundos y seguí caminando. Seguí caminando hacia mi destino, intentando no sobre pensar las cosas, como dice ella. —¿Quién? —me pregunté, sin poder responderme.Al darme cuenta, había llegado a la tienda. Dejé el paraguas afuera y entré. Estaba aquella mujer desarreglada, raspando billetes de lotería, al ver que no ganaba, los tiraba al suelo, donde había una cantidad enorme tirada. Sus labios estaban resecos, y la yema de los dedos con los que sujetaba la moneda estaban cubiertos de sangre. Ignoré la situación y caminé hacia la parte de atrás. Tomé una gaseosa grande y unas papitas de las más baratas y me dirigí a pagar. Puse las cosas en el mostrador, saqué la cartera de mi bolsillo y al abrirla, vi algo extraño. Parecía una broma de cámara oculta o un sueño del cual no quisiera despertar. Con una sonrisa, tomé las cosas y las devolví donde pertenecían, quedándome en la parte de atrás y tomando todo lo que veía.Salí de la tienda con más cosas de las que podía cargar. Tomé el paraguas como pude y empecé a caminar, preguntándome de dónde había sacado Aisha tanto dinero o si se enojaría al haber gastado mucho. Al ver tanto dinero, terminé comprando cosas innecesarias. Me sentía culpable, pero al mismo tiempo estaba feliz al tener tantas cosas para comer. Después me preocuparía por el dinero; por ahora, solo disfrutaba el momento, como ella hubiera querido. —¿Quién? —me pregunté, sintiéndome mal de repente. Los ojos comenzaron a aguarse, un dolor se formó en mi pecho evitando que respirara bien. Intenté calmarme, pero no podía evitar pensar que estaba olvidando algo importante para mí.Me detuve, exhalando fuertemente por la nariz. El dolor no desaparecía; sentía cómo todo a mi alrededor se desmoronaba. Las cosas que había comprado rodaban por la acera al romperse una de las bolsas. Puse el paraguas en el suelo y me acosté en él. No entendía, pero no podía parar de sonreír. No me importaba el qué dirán, ya que estaba feliz, pero al mismo tiempo no podía evitar llorar.—¿Por qué lloras? —preguntó una voz cálidamente suave.Limpié mis lágrimas y me senté. Al frente de mí había una niña, de unos doce o catorce años, llevaba puesto el uniforme de un colegio privado, el cual era solo para mujeres. Estaba cubierta de barro y tenía un golpe reciente. Había estado llorando, aunque su cara estaba tranquila como si no hubiera pasado nada.—Extraña —pensé al verla—. —No tengo idea, —respondí levantándome del suelo. Comencé a recoger las cosas que estaban tiradas. No sabía cómo llevaría todo a casa, ya que la bolsa había quedado inservible. Al Escuchar cosas caer al suelo miré a la niña.—Puedes meter las cosas en mi bolso —dijo la niña, estirando su bolso vacío tras haber tirado todas sus cosas al suelo. Todo lo que tenía estaba cubierto de barro, incluso el bolso, el cual había limpiado mientras sacaba las cosas—. Está un poco sucio, pero servirá —dijo sonriendo con timidez.—Gracias —le dije, tomando el bolso. Me pregunté qué pasaba por su cabeza, empecé a meter cosas en el bolso, nerviosamente, ella comenzó a ayudarme.—¿Por qué llorabas? —pregunté. Ella solo me ignoró y siguió metiendo cosas en el bolso—. ¿Te dejó tu novio? —pregunté de forma burlesca, esperando alguna reacción, pero ella seguía ignorándome. Después de un rato, terminamos de meter todo en el bolso. Al acabar de empacar todo, me puse el maletín y me despedí de la niña.—Dejas el paraguas —dijo la niña.—Tómalo por el bolso —dije.—Pero, ¿cuál es tu nombre? —preguntó.La volteé a mirar y le sonreí. —Sora —respondí—. Sabes que hablar con desconocidos es peligroso —pregunté, intentando hacerla hablar un poco más.—Sí, pero tú no eres peligroso, ¿verdad? —preguntó, tomando el paraguas del suelo.—Quién sabe, lo que te diga son mentiras —respondí, intentando ser lo más honesto posible. Ella me miró como si fuera un bicho raro y empezó a reír, lo cual era extraño, ya que ella era la que parecía ser el bicho raro, y yo debería estar riéndome de ella. Mientras ella reía, yo seguía mojándome. —Eres extraño —dijo, dejando de reír. Yo la miré confundido, obviando que esas palabras me las decían más de lo que me gustaría admitir.—Es un placer conocerte, Sora. Mi nombre es Hagne. Espero que nos volvamos a encontrar —dijo la niña despidiéndose con una sonrisa.—¿Yo soy el raro? —me pregunté, mientras la veía marcharse.Al llegar a la casa me esperaba Aisha y el oso sentados a fuera de esta, los dos voltearon a verme sin decir o hacer un gesto. Sin saber qué decir, solté un suspiro y me senté al lado del oso. Los tres nos quedamos inmóviles, viendo la lluvia caer. Después de un rato el oso tomando con sus patas mi mano dejando sus garras marcadas en esta, Aisha me abrazo y medio un beso en la frente.—lo sentimos —dijo Aisha — si te haces sentir mejor me gusta tu bolso.Abrí el bolso y saque unas bolsas de papas —quieren —pregunte, Aisha tomo dos bolsas, el oso tomo una y empezaron a comer. —por qué —pregunte sin recibir una respuesta—. Puedo saber qué paso —volví a preguntar siendo ignorado otra vez. Suspirando me puse a verlas comer mientras me imaginaba que había pasado, me levante y mire nuevamente, los escombros que antes eran una casa, todas mis cosas habían quedado sepultadas en los restos. —Iré a buscar un puente donde dormir —dije caminando sin ánimos.Tomándome de la mano me detuvo Aisha —estás enojado —me pregunto, a lo que negué con la cabeza.—vamos a buscar el puente más bonito para dormir— dije soltándome de su agarre—. Creo que a una hora de acá hay un buen puente.Paz fue lo que sentí en el instante en el que vi el puente a unos pasos de mí, mientras me preguntaba por qué no había hecho esto antes y si lo había hecho por qué no tenía recuerdos de algo tan familiar. El viaje había sido tranquilo, Aisha no había hablado en todo el camino que llevábamos caminando, pero su compañía era gratificante. —no estoy enojado contigo, ya llegamos —dije volteando a mirar atrás donde solo me encontré con el oso, el cual se encontraba tirado en el suelo, jadeando— donde está Aisha —le pregunte, a lo cual me respondió escribiendo que estaba en su casa—. Y tú que haces aquí —pregunte confundido, a lo cual escribió que ella lo había enviado a hacerme compañía.—¿por qué no me dijiste nada? —pregunte confundido, a lo cual escribió que le había dado pena.—¿volvemos? —escribió el oso, a lo cual asentí con la cabeza.Llegamos a la casa del oso, la puerta estaba abierta, al entrar en esta Aisha nos esperaba sentada en el comedor, el cual estaba rebosante de comida. Haciéndole compañía había tres gatos blancos que jugaban entre ellos. —SiEnTaTE —dijo Aisha metiendo más comida en su boca. Me senté al lado de Aisha, uno de los gatos al verme dejó de jugar y se acercó a mí tímidamente, empezando a sobarse en mi pierna. El oso miró confundido mientras un pequeño brillo se hizo notar en sus ojos.—Normalmente, no se acerca a las personas —escribió el oso. Al leerlo, todo me pareció extraño. No solo era el momento, en el que sentía que ya lo había vivido, sino también la sensación de ser observado por la cantidad excesiva de cuadros que decoraban la casa. En cada cuadro había un gato distinto, en total eran diez, contando a los tres blancos que nos acompañaban.—Ven, ven, come, come —decía Aisha mientras masticaba. Yo solo podía verla comer.—No tengo hambre —dije colocando el bolso en la mesa.—Tienes pena —preguntó Aisha tomando un muslo de pollo—. Tienes que dejar de ser penudo —dijo metiéndome el muslo en la boca.Los ojos se me pusieron llorosos, comencé a toser con fuerza hasta el punto de casi vomitar. —¿Me quieres matar? —pregunté intentando respirar.—Da igual si mueres, lo importante es comer, ven, come, está rica —dijo Aisha, metiendo más comida en su boca.—¿Me prestas el baño? —le pregunté al oso levantándome del asiento. El oso me hizo una seña para que lo siguiera. Levantándome del asiento, dejé el bolso en este y empecé a caminar detrás del oso.—¿De dónde sacaste ese bolso? —preguntó Aisha.—Se lo robé a una niña —dije saliendo de la habitación. Al salir de esto, me di cuenta de que no le había preguntado sobre el dinero que había en la cartera, aunque ahora no importaba.La casa era más grande de lo que se podía ver a simple vista. Sentí que el pasillo por el que caminábamos era interminable, y los cuadros en la pared no dejaban de inquietarme. El pasillo seguía, pero nosotros subimos por unas escaleras que daban a un balcón. —¿Dónde queda esto? —pregunté sorprendido al ver el hermoso paisaje. No sabía describirlo, pero la sensación de que me dio al verlo era igual a la primera vez que lo vi —. ¿A quién? —me pregunte, sintiendo un enorme dolor de cabeza.El oso me tocó el hombro, al voltear a verlo, me hizo una señal para que nos fuéramos. Viéndolo borroso, comencé a seguirlo tambaleando. El oso subió por unas escaleras en forma de caracol que no parecía acabar. Yo solo caminaba detrás de él, intentando mantenerme de pie. Cada paso que daba, sentía que las escaleras temblaban. Estábamos más alejados del suelo y más cerca del sol. El oso se detuvo al llegar a un punto donde no había más por donde subir. Triste, el oso miró hacia arriba. —Quiero llegar más alto —escribió, mientras lo contemplaba con un poco de envidia, aquella imagen majestuosa—. Salta —escribió. Mi piel se erizó por alguna extraña razón. El oso se puso en el borde del final de las escaleras, agarró mi mano y se dejó caer, llevándome con él.El viento pegaba contra mi cara, el pelaje del oso se movía, y la vista era hermosa. Las emociones que sentí no eran las mismas, pero eran similares a lo que sentí en aquel momento cuando caí de la Torre Eiffel. —¿Realmente quiero salir de aquí? —me pregunté, queriendo perderme en mis pensamientos. Pero un cálido abrazo me trajo al presente. El oso me abrazaba tembloroso mientras lloraba. No sabía qué hacer en la situación en la que me encontraba, solo estaba inmóvil mirando la lluvia, pensando en qué decirle al oso para hacerlo sentir mejor. Pero solo podía verlo llorar mientras mi corazón se carcomía al no poder hacer nada para animarlo—.—Deja de llorar, por favor —pensé repetidas veces, hasta que dije las palabras que el oso quería escuchar—. ¿Cómo te ayudo? —pregunte, sintiendo las garras del oso en mi espalda.En un instante, el oso desapareció, y al darme cuenta golpeé contra el techo de la casa atravesándolo. Caí en una pequeña habitación con la luz del sol iluminándome por el agujero que dejé. Todos mis huesos estaban rotos, mis pulmones estaban destruidos, y mi corazón luchaba por no detenerse. El dolor que sentía me hizo perder el conocimiento, pero la tortura de mis huesos y órganos reparándose me hizo despertar en un instante, sintiéndome incómodo al sentirme observado. El cuarto se oscureció en el breve momento en el que estuve inconsciente. Podía escuchar pasos a mi alrededor y murmullos. Un aplauso se escuchó, y un poco de luz llegó a mis ojos.Al ver la luz amarilla, mi cuerpo reaccionó en contra de mi voluntad, levantándose del suelo y caminando hacia esta. El dolor que sentía con cada paso que daba me hacía perder el conocimiento por unos segundos, antes de recuperarlo por el dolor que sentía al regenerarme. Todo mi cuerpo sangraba, al ser perforado por mis huesos que, al no ser bien reparados, con lo poco que caminaban volvían a partirse atravesando mi piel. La inconformidad que sentía aumentaba al sentir cada vez más cerca, ojos que me miraban con perversión y deseo, un deseo enfermizo que dan náuseas. Llegué a la luz. Abajo de esta había una cama con sábanas blancas, en el cabecero y en el somier había dos cuerdas atadas, las cuales estaban manchadas de sangre, apuntando a la cama había tres cámaras encendidas.La luz se apagó al escucharse un aplauso; pisadas comenzaron a escucharse por toda la habitación y rápidamente se detuvieron. Dos aplausos se escucharon desde la oscuridad. La luz se encendió, dejando ver la cama que ya no se encontraba vacía; en esta estaba el oso atado, buscando con sus ojos algo en la oscuridad. De la oscuridad salió un grupo de diez gatos, con ojos, dientes y dedos de humanos; Caminaban en dos patas y hablaban entre ellos sobre a quién le tocaba ir primero. Mientras formaban un círculo alrededor de la cama, desde un lugar del círculo, un gato levantó la pata mostrando un papel que sostenía con su dedo pulgar e índice. Se sentó en la cama dañando el papel; sus uñas parecían garras, las cuales empezó a mover por el cuerpo del oso, que seguía buscando sin mostrar ninguna expresión. Con una de sus uñas, el gato hizo presión atravesando la piel del oso; un chorro de sangre empezó a salir. Una sonrisa se formó en el gato, el cual comenzó a golpear al oso con fuerza. Con cada golpe que daba, sus pupilas se dilataba, mientras gemidos se le escapaban; su baba chorreaba por su boca abierta cayendo encima del oso. Gemidos y aplausos se comenzaron a escuchar de todos lados. Los gatos que eran iluminados por la luz se masturbaban mientras se besaban entre ellos.El oso sonrió moviendo sus labios mientras miraba al lugar donde me encontraba. Al verlo, no pude pensar; mi cuerpo herido se abalanzó al entender lo que me pedía. —Mata a todos —dijo, a lo cual mi cuerpo hizo caso, antes de yo pensarlo, tomé el cuello del gato que golpeaba al oso y lo partí; el sonido hizo eco en la habitación, haciendo que los gatos que estaban en la luz se escondieran en la oscuridad. Cientos de miradas se posaron en mí; un ruido molesto empezó a escucharse, lo cual provocó que mis tímpanos reventaran. Sin poder reaccionar, uno de los gatos saltó desde mi espalda, mordiendo mi cuello. Sus dientes atravesaron mi carne arrancándola en un instante. Por instinto, mi mano se puso en la herida haciendo presión, pero el sangrado no se detenía. Era un pedazo de carne ante los ojos de estas criaturas, que me miraban con morbo desde la oscuridad. —Me dan asco —pensé. Respirando profundo, mis oídos no se encontraban del todo bien; la sangre no se detendría, pero no dejaría que ninguna de estas cosas saliera de la habitación.No podía calcular cuántas criaturas se acercaban a mí; El ruido de sus pasos hacía eco en mi cabeza, mientras esperaba que se mostraran a la luz. Un silbido se escuchó y todo quedó en silencio. No sabía qué pasaba, pero mi cuerpo rápidamente cargó contra una de esas cosas que había dejado los dedos de sus pies en la luz, atravesándolo con mi mano. Lo miré fijamente a los ojos, este estaba molesto al ver mi mirada. —No me juzgues con esos ojos —gritó escupiéndome en la cara—. Tú y yo somos iguales... —un disparo se escuchó, volándole la cabeza.—Fallé —renegó alguien en la oscuridad. Antes de que pudiera disparar de nuevo, mi cuerpo se había adentrado en la oscuridad colocándose frente a él, antes de que pudiera hablar, mis manos tomaron su cabeza y la estrellaron contra el suelo. Mis manos tomaron el arma del suelo; al tomarla, un silbido se volvió a escuchar, y los gatos empezaron a moverse de nuevo. Volví a la luz y comencé a disparar a mi alrededor. Aquellas cosas corrían hacia mí sin importarles sus propias vidas ni la vida de los demás. Todos se usaban mutuamente como escudo mientras intentaban acercarse, lo cual consiguieron al quedarme sin balas. Todos se me abalanzaron encima con una intención asesina que no habían mostrado antes. Los esquivé como pude y con mi mano atravesé el pecho de otra criatura, la cual me sujetó del antebrazo con fuerza. De la oscuridad salió un gato negro arrancándome el antebrazo con un machete. Aunque caminaba en dos patas, no tenía ningún rasgo humano a simple vista. El gato negro le aplastó la cabeza a la criatura y sacó mi antebrazo de su pecho, sujetando el machete con sus piernas. Con una sonrisa, comenzó a pasarle la lengua suavemente a todo el antebrazo. Al llegar a la mano, comenzó a chupar cada dedo con calma, desencajándose la mandíbula, introdujo la mano y una gran parte del antebrazo por la boca, empezándola a mover de adentro para fuera. Todas las criaturas se habían quedado quietas mirando la escena.El gato me miró con asco, sacándose mi antebrazo de la boca, lo tiró. Al caer al suelo, aquellas cosas se abalanzaron por él, comenzando una pelea, la cual era ignorada por el gato. Este empezó a pasar su lengua por sus labios y movía sus piernas sobándose con la parte que no tenía filo del machete. Sus gemidos empezaron a escucharse deteniendo la pelea, la cual se convirtió en una orgía donde mi antebrazo era pasado entre todas las criaturas para ser utilizado como objeto sexual.Sentía que en cualquier momento me iba a desmayar, mi cuerpo no daba para más, pero tenía que seguir. —¿Por qué? —me pregunté abalanzándome contra el gato negro. Sentía que me movía en cámara lenta en comparación a él, que me miraba con desprecio mientras se acercaba a mí con normalidad, dejando caer su machete al suelo. Tomó mi cara con sus patas y me miró fijamente a los ojos. —¿Por qué peleas, si todos somos iguales en este cuarto oscuro? —dijo el gato, dándome un beso. Con sus dientes sujetó mi lengua y de un solo tirón la arrancó, tragándosela. —Aquí en la oscuridad los dioses no pueden vernos, no pueden juzgarnos o criticarnos, somos libres —con una sonrisa cubierta de sangre exclamó con fuerza—. Lo puedo ver en tus ojos, aunque te mientan, eres igual a nosotros. Disfruta conmigo —dijo, sacándome un ojo con sus garras, masticándolo cerca de mi oreja. —Escucha, es la falsa realidad que crearon tus ojos muriendo. Sé feliz con nosotros, ¡serás feliz conmigo! —manifestó, colocando sus garras en mi otro ojo.Tres aplausos se escucharon y una luz blanca iluminó todo el cuarto, dejando a todos desconcertados, en especial al gato que miraba fijamente al techo. Todos, al mirarse entre ellos, entraron en pánico, tapando sus verdaderas caras por miedo a ser reconocidos. Las luces se apagaron rápidamente, pero solo bastó aquel instante para poder tomar la cabeza del gato, el cual temblaba mientras lloraba petrificado. —Todos murieron, dios nos alcanzó —anunció uno segundo antes de aplastar su cabeza contra el suelo. Tomé el machete con dificultad, intentando no caer, aun sin saber qué era lo que me mantenía de pie. Caminé hacia aquellas personas desnudas que, al verme, no se movían y sus miradas clamaban por la muerte. Sin cuestionarme, empecé a matarlos uno por uno sin sentir nada. Comencé a caminar a paso lento hasta la luz amarilla, sin sentir nada, ni una mirada, ni incomodidad. Todo parecía tranquilo en la oscuridad, pero —siempre hay un "pero" —pensé al llegar a la cama y ver al oso atado. Al verme, sonrió, pero su sonrisa se transformó en preocupación al verme sin brazo. —¿Estás bien? —preguntó, a lo cual respondí asintiendo con la cabeza. Lo desaté con delicadeza al estar suelto; me agradeció varias veces seguidas. La luz que iluminaba la cama empezó a parpadear; un aplauso se escuchó, dejándonos en la oscuridad.Estaba a oscura una vez más en mi vida; lo bueno es que ya le había perdido el miedo a la oscuridad. No sentía, no escuchaba, no vivía, no existía en un instante o momento, en un segundo o minuto. —¿Qué hora es? —me pregunté, buscando el reloj que cuelga en mi habitación, el cual había comenzado a avanzar. —Al parecer, más rápido de lo que yo caminaba —pensé, cerrando mis ojos en la oscuridad.Al abrir los ojos, me encontré parado en una habitación completamente blanca. Miré a mi alrededor y no había nada.—Nos volvemos a ver —dijo una voz.—Tarde o temprano pasaría —respondí, acostándome.—Por fin...—Cállate —dije interrumpiendo la voz.—¿Por más que me calles? Sabes que esto, todo esto, es tu culpa —reprochó la voz—. ¿Qué pensará Aisha cuando se entere de que solo es un remplazo y que tú, como responsable, puedes acabar con este bucle?—Cállate... te lo pido.—Tú eres el responsable de que yo sufra —la voz se quebró—. ¿Cuántas horas? ¿Cuántos días? ¿Cuántas semanas fueron? ¿¡Cuántos putos años!? ¡Respóndeme! Mientras tú eras feliz, yo vivía lo mismo, todos los días siendo tocada, siendo golpeada, y todo por tu culpa. Tú eres el único culpable de mi dolor.Cerré mis ojos, dejando de escuchar la voz. Todo estaba oscuro, pero no quería abrir los ojos, no quería volver a mi realidad, aunque solo quedaba esperar a que ella viniera a matarme.—Creo que marte termino —pensé.