Chereads / EN BLANCO: UNA CARTA DE AMOR A LA MUERTE. / Chapter 5 - CAPÍTULO V: AISHA.

Chapter 5 - CAPÍTULO V: AISHA.

Estoy cansado y asustado. Mi vida comienza a avanzar ante mis ojos por algo que no soy yo. No quiero tener que preocuparme por el futuro, pero tengo que cargar con él. Solo quiero dormir hasta el próximo día y levantarme siendo alguien mejor.Cierro mis ojos intentando dormir por última vez... pero no puedo.—Dime, ¿qué es la felicidad? —me pregunta aquella mujer con su suave voz. Mi lengua se había regenerado mientras caíamos a las calles de París. La nieve se convirtió en lluvia y esta se volvió sangre, que me hizo recordar que no conocía el nuevo mundo que veían mis ojos.—No sé —respondí, mirando sus ojos que lloraban sangre.—¿Por qué vives?—No sé.—Entonces, ¿qué quieres?—Ser feliz.—¿Cómo quieres ser feliz si no sabes qué es la felicidad?—¿Alguien sabe qué es la felicidad?—Quién sabe —dijo, tomando mi cabeza con sus dos manos. Yo solo podía mirarla, esperando a que sucediera algo. Acercándome a ella, me dio un beso en la frente—. ¿Quieres ayudarme a ser feliz? —preguntó con lágrimas de sangre en sus ojos.—Sí —respondí sin pensarlo.Suspirando al escuchar mi respuesta, comenzó a reír —París es hermoso en la noche —dijo con felicidad—. Prométeme que volveremos.—Lo prometo —dije, sintiendo cómo mi cabeza se estrellaba contra el suelo, que por unos minutos se me había olvidado que existía. Todo a mi alrededor se volvió oscuridad; otra vez estaba muerto, estaba completamente desnudo en la nada, con mi cuerpo de vuelta. En mi pecho se había formado una nueva cicatriz, la cual me avisaba que había muerto una vez más.—¿Sigues vivo? —preguntó aquella mujer. Al escuchar su voz, desperté. Me encontraba en mi habitación con mi cuerpo adolorido, mi cabeza daba vueltas y no podía respirar bien—. Tienes un gran factor regenerativo, ¿con quién hiciste un contrato? —preguntó ella.—No recuerdo —respondí, sentándome en la cama.—Supongo que terminaste perdiendo.Confundido, la miré y pregunté —¿Por qué piensas que perdí?—No te ves muy feliz, además... —Sonriendo, se sentó a mi lado—. Todos pierden.Suspiré. Su respuesta puso a cuestionarme todo lo que había hecho en el pasado, y aunque sentía que ella tenía razón, mi corazón se negaba a creer aquellas palabras que me decían que había sido engañado. Diversas preguntas surgieron en mi cabeza, pero entre todas hice la que no me dejaba dormir en las noches —¿Cómo funcionan los contratos? —le pregunté, viendo preocupado cómo me miraba confundida al escucharme.—¿En serio no sabes? —dijo rascándose la cabeza, dando un suspiro, empezó a explicarme—. Todos los seres humanos quieren algo: dinero, poder, inmortalidad o algo tan simple como ser queridos por alguien. Da igual quién sea, todos quieren algo. A las personas querer algo con todas sus fuerzas, muchas veces son escuchados por los dioses, demonios, espíritus, llámalos como quieras. Al final, todos son lo mismo, seres que cumplen estos deseos por puro capricho. Pero cada cosa tiene un precio que pagar... Bla... Bla... Bla... estupideces. Así se forman los contratos.—¿Cómo puedo contactar con ellos, para hacer un contrato?—No puedes. Los contratos son puro capricho de ellos. Tú no puedes escoger si lo quieres o no. Si tú quieres algo y un dios te lo quiere dar, te lo dará sin importar que te arrepientas. A veces, te dicen sus nombres; otras toman alguna forma y aparecen ante ti, para apiadarse o burlarse de tu desgracia ocasionada por ellos.Aunque la mujer parecía incómoda hablando sobre los contratos, quería hacerle más preguntas sobre estos. Pero no pude hacerlo —¿Quién eres? —pregunté cambiando de tema.—¿No crees que ya son muchas preguntas? Además, pensé que me conocías bien, incluso me estabas describiendo. Pero quién soy o quién eres tú da igual. Tú y yo pertenecemos al mismo equipo.—¿Equipo? —pregunté confundido.Estirando sus dos manos, apretó mi cara suavemente —Sí, los dos buscamos ser felices.—¿SabEs cóMo PodeMoS sER fElices? —pregunté cómo pude al tener la cara apretada con sus manos.Quitando sus manos de mi cara, se levantó de la cama, y me miró fijamente, apuntó domé con su dedo índice —Tú y yo seremos felices, dejando de ser inmortales —dijo rebosando confianza. Ella se puso alegre de repente, me comenzó a mirar con una felicidad que me contagió fácilmente, motivándome a pelear por aquel sueño que ella me proponía alcanzar, pero...—No soy inmortal —dije, mirándola fijamente. Me puse de pie, estiré mis manos, apreté su cara suavemente, sonriéndole le pregunté—. ¿Cómo te ayudo?—Te corté cada miembro de tu cuerpo, te decapité y aplasté tu cabeza contra el suelo de París. ¿Estás seguro de que no eres inmortal? —preguntó confundida.—Sí —respondí caminando hacia la puerta.—¿Entonces qué eres? —preguntó ella acomodando su cabello.—Alguien con mala suerte —respondí saliendo de la habitación.—¿A dónde vas? —preguntó ella caminando detrás de mí.—A la tienda, ¿quieres algo? —respondí bajando las escaleras. Ella me miraba en silencio como a un bicho raro, el cual había descubierto. Su mirada era de confusión, curiosidad e intriga.—¿No vas a preguntar por qué te decapité?—Da igual —respondí abriendo la puerta de la casa—. ¿Vienes? —pregunté saliendo de esta.Bajando las escaleras corriendo, salió de la casa, cerró la puerta y se acercó a mí. Yo la miraba con miles de preguntas que quería hacerle, pero me contuve, esperando que seguirla a ella me daría las respuestas que quiero.—Soy Sora —dije empezando a caminar.Sonriendo, estiró su mano y se presentó —Me llaman monstruo, demonio, dios, pero tú me puedes llamar Aisha. Será un placer trabajar contigo.—El placer es mío —dije tomando su mano mientras sonreía—. ¿Qué es lo primero que haremos, Aisha? —pregunté siguiendo con nuestro camino.—Tenemos que avanzar, pero antes tenemos que matar a la persona que creó este bucle. Aunque será difícil encontrarlo en esta enorme ciudad —dijo con tranquilidad.—Está en el colegio donde estudio —dije entrando a la tienda. Ella me esperó afuera. Compré un par de cosas para cocinar, agarré los primeros dulces que toqué con mi mano y me dirigí a la caja a pagar. Mientras la persona que atendía hacía la cuenta, entró a la tienda una mujer en chanclas, despeinada y con ojeras marcadas. La vi por unos segundos, tomé cinco tarjetas de raspa y gana, pagué y salí. Aisha me esperaba sentada en la acera de la calle, me senté a un lado de ella y le di los dulces. Mientras ella habría los dulces, comencé a raspar las tarjetas con una moneda.—Sabes que eso es una estupidez, ¿cierto? —dijo llenando de dulce su boca, como si fuera un niño.—Es divertido —respondí comenzando a raspar la segunda boleta.—lOs HumANOS son Raros —hablando con la boca llena, me miró tragándose todo como pudo. Dándose unos cuantos golpes en el pecho, respiró y dijo—. Tú eres raro.Sonreí al escucharla y comencé a raspar otra tarjeta, donde perdí una vez más. Me quedaban dos tarjetas, y aunque ya sabía el resultado de la última, era divertido ver a Aisha pendiente a algo que ella llamó estúpido —¿Qué eres? —le pregunté raspando la cuarta tarjeta.—Perdiste otra vez —dijo, ignorando mi pregunta.—No quiero matar a nadie —dije, levantándome del suelo.Levantándose, tomó mi mano y puso un dulce —Ya lo sabía —dijo comenzando a caminar. Yo la seguía unos cuantos centímetros atrás. Deteniéndose de golpe, se desvió corriendo a un pequeño parque que quedaba a unas cuantas cuadras de la casa. Rápidamente, se sentó en uno de los dos columpios que había. Al ver su mirada, me acerqué y empecé a empujarla, ella reía como una niña, yo solo miraba el cielo disfrutando de su risa.