Habían pasado cuatro días desde que vio la noticia en la televisión, y desde entonces su vida se vino abajo.
Naruto llevaba años luchando contra su propia mente: sesiones con el psicólogo, terapias, medicamentos… todo parecía inútil ahora. La ansiedad, ese monstruo que creía haber controlado, había regresado con más fuerza que nunca. Y lo peor de todo era que él sabía perfectamente por qué.
La noticia había traído de vuelta todos sus miedos. La ansiedad de ser atrapado por la policía lo carcomía día y noche. No podía dejar de imaginarse diferentes escenarios: ¿qué haría si lo interrogaban? ¿Qué pasaría si lo acusaban? Tal vez podría decir que encontró el cadáver en su habitación al despertar, pero era absurdo pensar que le creerían. La policía buscaría a un culpable, y todos los dedos apuntarían hacia él.
Aunque no lo hubiera hecho, aunque no fuera su culpa, las probabilidades estaban en su contra. La forma en que aquella persona murió era idéntica al patrón del asesino en serie que aterrorizó la ciudad semanas atrás. Si lo encontraban, lo usarían como chivo expiatorio para calmar a las masas. La gente quería respuestas, y nadie parecía querer buscarlas en el lugar correcto.
Este miedo constante lo estaba destrozando. El insomnio se apoderó de él, y con ello llegaron las pesadillas.
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Las noches ya no eran un refugio.
Naruto no podía dormir. Cuando lo intentaba, volvía a encontrarse en ese lugar oscuro, ese espacio sin paredes ni límites donde sus peores recuerdos lo acechaban. Al principio, las pesadillas eran las mismas: flashes de lo que le habían hecho a sus padres, retazos de una escena que nunca quería volver a recordar. Pero últimamente todo había cambiado.
Ahora soñaba con una figura. Una sombra que no era del todo humana y que, cada vez que aparecía, trataba de hablarle. Naruto nunca dejaba que terminara. Apenas veía la silueta de ese ser, corría en dirección contraria hasta que despertaba, jadeando y con la respiración acelerada. A veces el sudor empapaba su espalda; otras, su corazón latía tan rápido que temía que se le detuviera.
Cada noche era peor. Naruto empezaba a preguntarse si no estaba perdiendo la cabeza. Quizás su imaginación le estaba jugando una mala pasada, pero por más que trataba de convencerse, no podía quitarse esa sensación.
En una de esas noches, mientras estaba sentado en la cama mirando al techo, escuchó algo. Fue un susurro, bajo y grave:
—Soy más real de lo que crees.
Naruto se incorporó de golpe. Buscó con la mirada en todos los rincones oscuros de su habitación, pero no encontró nada. Su garganta estaba seca y su mente trataba de explicarlo todo como si fuera un efecto del estrés, pero esa voz... Esa voz se le quedó grabada.
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La ansiedad no solo afectaba sus noches; también había arruinado sus días.
Naruto dejó de salir de casa. Evitaba cualquier cosa que implicara poner un pie en la calle. La paranoia lo consumía, haciéndolo creer que todos lo miraban como si supieran algo. No podía ir a la escuela, no podía comprar comida de día. Solo se atrevía a salir en las noches, cuando las calles estaban más vacías y las probabilidades de ser reconocido parecían menores.
Pero incluso en las sombras de la ciudad, Naruto sentía que alguien lo observaba.
Primero eran solo sensaciones. Miradas invisibles que parecían perforarle la espalda. Luego empezaron las alucinaciones. Veía aquella figura entre las sombras, moviéndose por callejones o asomándose por esquinas. Siempre estaba ahí, siempre acechándolo. Por momentos quería gritar, pero al mismo tiempo sabía que no podía. Nadie lo creería.
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El cansancio estaba pasando factura. Naruto no sabía cuánto más podría soportar. Una parte de él quería rendirse, pero había algo que lo mantenía luchando, aunque fuera por inercia.
Esa noche decidió que debía poner fin a todo. Si no enfrentaba a la criatura, nunca podría salir de este ciclo. Recordó algo que su psicóloga le había dicho alguna vez: enfrentarse a sus miedos era la clave para vencerlos. Lo había hecho antes, y había funcionado. ¿Por qué no intentarlo ahora?
Con esa idea en mente, Naruto cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño.
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Volvió a ese lugar oscuro.
La sensación era familiar, pero esta vez no huiría. Naruto respiró hondo, sintiendo cómo el aire frío llenaba sus pulmones. Caminó por el sendero de luz que se extendía frente a él, buscando a esa cosa.
No tardó en aparecer.
La sombra emergió de la nada, su forma distorsionada y antinatural parecía moverse como si flotara. Su voz grave resonó en el vacío:
—Al fin decidiste enfrentarme, invocador.
—No sé quién o qué eres, pero voy a acabar con esto. Ya no vas a seguir atormentándome —dijo Naruto, intentando sonar seguro.
La criatura soltó una risa profunda, burlona.
—¿Acabar conmigo? Muchos lo han intentado antes que tú... y todos han fallado.
Naruto apretó los puños. Este era su sueño, su mente. Él tenía el control, o al menos eso quería creer.
—Este es mi sueño. Si yo quiero que desaparezcas, así será.
La criatura dejó de reír. Por un momento pareció inmóvil, pero luego habló con un tono más oscuro:
—Oh, pero yo soy más real de lo que crees.
—No, no lo eres. Eres solo una pesadilla —respondió Naruto, aunque su voz temblaba.
La criatura se movió, desapareciendo de la vista de Naruto. Antes de que pudiera reaccionar, sintió algo a su espalda.
—Yo no vivo en tu cabeza, humano. Solo vengo aquí a alimentarme.
Naruto giró rápidamente, pero no vio nada. Su corazón latía con fuerza mientras buscaba con desesperación a la criatura. De repente, apareció frente a él, tan cerca que pudo ver el brillo de sus ojos oscuros.
—Mi nombre es Nocturne —dijo la criatura, su voz un susurro que parecía resonar en todo el lugar— Y he venido a salvarte.
Naruto lo miró confundido.
—¿Salvarme?
—Puedo darte lo que tanto deseas: justicia. Puedo acabar con quien te arrebató todo, con quien mató a tus padres.
El corazón de Naruto se detuvo por un segundo al escuchar esas palabras. Nocturne sabía demasiado, pero… ¿cómo?
—No. No voy a caer en tus juegos.
—Oh, no es un juego, invocador. Es un trato. Solo necesitas decir que aceptas, y yo haré el resto.
Naruto apretó los dientes. La tentación era enorme.
—Yo...
Antes de que pudiera terminar, todo a su alrededor se oscureció. Nocturne desapareció y, con él, cualquier rastro de luz. Naruto estaba solo en una inmensidad negra y fría.
—¿Dónde estoy? —preguntó, pero no hubo respuesta.
El silencio lo envolvió, dejándolo con nada más que sus pensamientos y el eco de una oferta que, tal vez, no podría rechazar.
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Un capitulo mas, espero les guste ya que estoy tratando de hacer los capítulos mas cortos y sencillos, esto alargara la historia pero es bueno para todos.
Seguiré experimentando un poco con la forma de hacer los capítulos hasta encontrar alguna buena que me guste, de momento tratare de que no se note demasiado y si lo hace mínimo que el capitulo sea bueno o aceptable.
Sin mas que decir, muchas gracias por leer este capitulo y si les gusto la historia agradecería que comentaran o algo.
Gracias por seguir apoyando esta historia de forma constante, al final esto lo hago para ustedes y mi meta siempre sera que todos estemos satisfechos, ustedes leyendo una buena historia y yo creando algo que les guste.
Gracias por todo y los veré en la siguiente actualización.