Naruto despertó con un leve sobresalto, sus ojos azules parpadeando mientras procesaba el entorno. El suave aroma a flores y un toque de algo inconfundible le rodeaban: era el olor de Kiyomi. Se sonrojó ligeramente al notarlo, pero rápidamente apartó el pensamiento, enfocándose en el día que tenía por delante. Miró a su alrededor, notando que no había rastro de Sasuke ni de los demás. Algo no encajaba.
Se vistió apresuradamente, colocándose su cota de malla, la camisa azul oscuro ajustada y la chaqueta negra con los detalles en rojo que tanto valoraba. Amarró firmemente la bandana negra en su cuello y ajustó su katana Kazetora a la espalda, el peso familiar dándole confianza. No había tiempo para un desayuno; su instinto le decía que algo andaba mal. Tsunami, preocupada, lo alcanzó al salir.
—Naruto, tu sensei me dijo que ella y los demás estarán en el puente —le explicó rápidamente.
Naruto asintió sin responder, una expresión seria cruzando su rostro. Se lanzó hacia los árboles, moviéndose con agilidad entre las ramas mientras los rayos del sol perforaban el dosel. Sin embargo, algo lo detuvo en seco: el inconfundible hedor de sangre. Bajó de un salto, descubriendo el cuerpo de un jabalí muerto, su piel desgarrada como si hubiera sido atacado por algo más que animales. Entonces lo escuchó: un grito desesperado, cargado de miedo.
Sin pensarlo dos veces, cambió de dirección, sus sentidos en alerta máxima. La escena que encontró hizo que su sangre hirviera. A lo lejos, dos hombres armados con katanas rodeaban a Tsunami, sus rostros llenos de crueldad. Inari, aunque temblando, se había interpuesto entre ellos y su madre, sosteniendo una herramienta agrícola como arma improvisada. Naruto pudo ver cómo el niño intentaba protegerla con valentía, pero estaba claro que los atacantes no tenían intención de mostrar piedad. Uno de ellos levantó su arma, apuntando directamente al indefenso Inari.
Naruto no esperó más. Con un movimiento fluido, creó dos clones mientras él mismo se lanzaba al ataque. Kazetora brilló cuando desenfundó la katana en un destello rápido, interceptando la estocada del primer hombre con un impacto metálico que resonó en el aire. La fuerza del choque hizo retroceder al agresor, pero no le dio tiempo para recuperarse. Antes de que el hombre pudiera levantar su arma de nuevo, uno de los clones apareció por su flanco, un Rasengan brillante girando peligrosamente en su mano. El ataque impactó en el torso del hombre con una explosión de energía, enviándolo a volar varios metros antes de chocar contra un árbol.
El segundo atacante intentó aprovechar el momento, girando su katana hacia Naruto en un corte horizontal. Pero Naruto ya había previsto su movimiento. Agachándose, esquivó el ataque con un giro elegante antes de contraatacar. La hoja negra de Kazetora cortó el aire, rozando la mano del hombre y desarmándolo con un golpe limpio. Mientras el enemigo gritaba, el segundo clon apareció frente a él. Con un movimiento rápido y preciso, el clon clavó el Rasengan directamente en el abdomen del hombre, quien cayó al suelo, inconsciente y marcados por quemaduras y fracturas por el impacto devastador.
Naruto giró la katana con elegancia antes de enfundarla, su mirada fija en Tsumami y en el pequeño Inari, asegurándose de que estuvieran a salvo. La mujer abrazaba a su hijo con fuerza, temblando, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Inari, aunque claramente aterrorizado, miró a Naruto con una mezcla de admiración y alivio.
—¿Están bien? —preguntó con voz firme, aunque sus ojos reflejaban un leve destello de preocupación.
Tsumami asintió rápidamente, aunque su rostro mostraba el susto del momento. Inari, todavía temblando, dejó caer la vara al suelo y se derrumbó de rodillas.
—G-gracias... Naruto...
Naruto colocó una mano firme pero reconfortante sobre el hombro del niño, una sonrisa cálida en su rostro.
—Hiciste bien, Inari. Proteger a los que amas es lo más importante. Pero recuerda, a veces es mejor esperar ayuda. No siempre tienes que cargar con todo tú solo.
El tiempo para consolar fue breve, pues un sonido distante llamó la atención de Naruto. Era un eco metálico, rítmico, acompañado por el retumbar del agua. "El puente", pensó. Un mal presentimiento lo invadió mientras un extraño temblor recorría el aire, una presencia que no pudo ignorar.
—Quédense aquí y no salgan por nada. Regresaré pronto.
Naruto no esperó respuesta; el aire a su alrededor parecía cargarse de su propia determinación mientras se impulsaba nuevamente hacia el bosque. Algo profundo dentro de él gritaba que sus compañeros estaban en peligro, y la sola idea de no llegar a tiempo hacía que su velocidad aumentara. Cada rama que tocaba crujía bajo la fuerza de su impulso, y el viento rugía a su alrededor como si fuera un eco de su urgencia.
El rugido de un jutsu resonó a lo lejos. Naruto aumentó su velocidad, zigzagueando entre los árboles hasta que el paisaje abrió paso al puente, ahora convertido en un campo de batalla caótico. Delante de él, tres figuras familiares formaban un triángulo perfecto, sus chakras resonando en un espectáculo imponente. Sasuke, Kiyomi y Yuzuki trabajaban al unísono, sus manos moviéndose con precisión mientras realizaban un jutsu combinado.
El aire se caldeó rápidamente cuando un enorme dragón de fuego emergió de las manos de los tres Uchihas, un ser titánico envuelto en llamas que rugía con furia mientras cargaba contra el enemigo. Sin embargo, lo que enfrentaba era igual de imponente. Dos figuras femeninas se unieron para invocar un dragón completamente diferente. Hecho de hielo y acero líquido, la criatura tenía un brillo mortífero bajo la luz del día, con garras afiladas y una textura que parecía cambiar constantemente, como si estuviera vivo.
Los dos dragones colisionaron en el aire, y el choque fue devastador. El rugido del fuego intentó consumir el frío mortal del dragón de hielo y metal, pero este último no se quedó atrás. Sus movimientos eran fluidos, como si la mezcla líquida le permitiera adaptarse a los ataques del fuego, sofocándolo poco a poco. El dragón de los Uchihas se fragmentó con un estallido ensordecedor, incapaz de sostenerse ante la fuerza del ataque contrario.
Naruto no esperó más. Con un salto impresionante, se elevó hacia el cielo, su silueta recortada contra la luz mientras realizaba una rápida secuencia de sellos. Su voz resonó clara y decidida, atrayendo la atención de todos en el campo.
—¡Fūton: Seiryū no Hokō!
Desde lo alto, un dragón gigantesco de viento se formó, su cuerpo compuesto por corrientes de aire comprimido y giratorio que emitían un zumbido cortante. Era inmenso, de un color verde traslúcido, pero su forma era tan definida que parecía sólida. Con un rugido que estremeció el aire, el dragón se lanzó hacia el de hielo y acero, atrapándolo en un abrazo mortal.
Las garras de viento giraban como si fueran cuchillas, desgarrando el hielo con facilidad mientras rompían la cohesión del metal líquido. Sin embargo, el dragón enemigo no era fácil de vencer. Las partes de metal se reconfiguraban constantemente, buscando estabilizarse mientras el hielo intentaba contrarrestar la presión del viento. El estruendo del choque sacudía el puente, y Naruto no perdió tiempo, descendiendo con velocidad vertiginosa.
Aterrizó con la elegancia de un guerrero entrenado, su katana Kazetora desenvainada y brillando intensamente. El grabado rojo resplandecía mientras canalizaba su chakra, y su cabello rojizo ondeaba al compás del viento creado por su propio jutsu. Miró el campo de batalla con una mezcla de seriedad y confianza, su presencia atrayendo la atención de todos, aliados y enemigos por igual.
—Ya estoy aquí —anunció, con una sonrisa ladeada y los ojos fijos en las dos figuras que habían lanzado el dragón.
El rugido del dragón de viento se extinguió mientras sus corrientes se dispersaban en el aire, dejando un eco de destrucción a su paso. Los restos del jutsu de hielo y metal se evaporaron en una neblina helada, pero Naruto apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento. El drenaje de chakra de su técnica era evidente, y aunque intentaba ocultarlo, el sudor en su frente y su respiración agitada lo delataban. Con un rápido movimiento, ajustó su postura, intentando proyectar confianza frente a sus compañeros.
—Chicos… —dijo, rascándose la nuca con una sonrisa nerviosa—. Quería lucirme un poco con ese jutsu, pero… me costó demasiado chakra. No creo que pueda hacerlo otra vez.
Kiyomi soltó una risa ligera, su mirada oscilando entre los restos del dragón enemigo y Naruto. Aunque claramente divertida, había una pizca de preocupación detrás de su sonrisa.
—Naruto, siempre logras sorprendernos, pero ¿de verdad tenías que hacerlo tan espectacular? Un poco menos de drama la próxima vez no estaría mal, ¿sabes? —comentó con tono sarcástico.
Yuzuki negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro de exasperación mientras se llevaba una mano a la frente.
—Deberías aprender a dosificar tu chakra, idiota. ¿Qué harás si te quedas sin energía en medio del combate? —le reprochó, aunque sus palabras llevaban un matiz de preocupación oculta.
Sasuke, sin apartar la vista del campo de batalla, soltó un breve pero típico —Idiota—. Sin embargo, en sus ojos se podía notar un destello de respeto, aunque se negó a expresarlo en voz alta.
Naruto estaba a punto de responder cuando un agudo silbido cortó el aire. Un senbon de hielo se incrustó violentamente en el suelo, levantando una nube de polvo y fragmentos de concreto que los obligó a retroceder. Naruto alzó la vista, sus ojos azules enfocándose en dos figuras que emergían de entre la niebla. Su expresión cambió al instante, pasando de la sorpresa al desconcierto.
—¿Haku? ¿Miyuki? —preguntó Naruto, su voz cargada de incredulidad.
Delante de él, Miyuki se quitaba la máscara que había estado usando. Su kimono estaba desgarrado, revelando vendas apretadas alrededor de su torso. Su rostro, que alguna vez había mostrado amabilidad y dulzura, ahora reflejaba una mezcla de determinación y frío desdén. La otra figura, más menuda, tenía el cabello negro recogido y llevaba una máscara rota que dejaba entrever unos ojos intensamente tristes pero decididos. Naruto reconoció a ambas de inmediato. Eran las mismas chicas a las que había ayudado en el bosque días atrás, recolectando hierbas medicinales. En aquel momento, había asumido que eran simples aldeanas, pero ahora entendía cuán equivocado había estado.
—¿Qué están haciendo aquí? —exigió saber Naruto, sin bajar la guardia pero visiblemente confundido.
Haku dio un paso al frente, su mirada fija en él, mientras sus manos comenzaban a entrelazarse en rápidos sellos. Su voz era suave pero cargada de determinación.
—No queríamos que esto llegara a este punto, Naruto-san, pero nuestro deber está con Zabuza-sama. Si intentas detenernos, no tendremos otra opción que luchar.
Miyuki, a su lado, no dijo nada, pero su mirada reflejaba una mezcla de culpa y resolución. Su postura defensiva cambió en un instante cuando un kunai apareció en su mano derecha, mientras su chakra se concentraba visiblemente alrededor de ella. Naruto apretó los dientes. A pesar de su confusión, no podía ignorar el hecho de que estas chicas ahora eran enemigos.
—Lo siento, pero no puedo dejar que hagan daño a mis amigos. ¡No importa quiénes sean! —respondió Naruto amarrándose su bandana firmemente en su frente y desenfundando su katana Kazetora, el remolino rojo de la hoja brillando intensamente.
Haku no esperó. Extendió una mano, y docenas de senbon hechos de hielo se materializaron alrededor de ella antes de ser disparados hacia Naruto y los Uchihas en un ataque coordinado. Naruto reaccionó rápidamente, creando dos clones de sombra que se lanzaron hacia las agujas mientras él se deslizaba hacia un lado para esquivarlas. Sin embargo, Miyuki ya había aparecido detrás de él, su velocidad casi imperceptible, intentando cortar con su kunai. Naruto apenas logró bloquear el ataque con su katana, el impacto resonando con fuerza.
Kiyomi y Yuzuki no se quedaron atrás. Kiyomi con su Sharingan, analizando rápidamente los movimientos de Haku mientras realizaba sellos para un contraataque. Katon: Ryūka no Jutsu, un dragón de fuego dirigido, se lanzó hacia las posiciones de Haku, obligándola a retroceder mientras creaba un muro de hielo para protegerse. Yuzuki, por su parte, utilizó un Suiton: Mizurappa, disparando un chorro de agua a alta presión desde su boca, con fuerza suficiente para repeler los senbon que volaban hacia ella.
Sasuke se unió al combate con su propio Katon: Gōkakyū no Jutsu, lanzando una enorme bola de fuego hacia Miyuki, quien giró ágilmente para esquivarla mientras lanzaba kunais con sellos explosivos hacia el grupo. Naruto, con reflejos rápidos, logró desviar dos de ellos con su katana, pero el tercero estalló cerca, lanzándolo hacia atrás. A pesar del impacto, se levantó rápidamente, su mirada decidida.
—Esto no será fácil… —murmuró Naruto, limpiándose la sangre que goteaba lentamente de una pequeña herida en su mejilla. Sus ojos azules escanearon el campo de batalla con atención. Los Uchihas, sus compañeros, estaban en una situación delicada. Kiyomi se sujetaba el costado, donde una herida sangrante oscurecía su ropa. Sasuke y Yuzuki, aunque mantenían activado el Sharingan, mostraban señales de agotamiento; sus cuerpos magullados y respiraciones irregulares los delataban.
Naruto frunció el ceño. Sabía que no podían mantenerse mucho tiempo en combate en esas condiciones. Sin dudar, dio un paso adelante, su katana Kazetora brillando con un resplandor verde tenue al canalizar su chakra. Su determinación era evidente.
—Descansen un poco. Cuando se recuperen, pueden unirse a la pelea. Mientras tanto, yo me encargaré de ellas —dijo con confianza, aunque su mirada no dejaba de reflejar una preocupación latente.
—¡Oye, idiota, no puedes simplemente—! —protestó Sasuke, pero Kiyomi colocó una mano en su hombro, interrumpiéndolo.
—Déjalo, Sasuke. Naruto-kun tiene razón. Pero… —miró directamente a Naruto, su sonrisa leve contrastando con el cansancio en su rostro—. No tardes demasiado. Cuando nos recuperemos, no vamos a dejarte llevarte todo el crédito.
Naruto sonrió ante su comentario, relajando un poco la tensión en el aire. Pero Kiyomi no había terminado.
—Escucha, Naruto. Miyuki, la de cabello blanco, tiene un Kekkei Genkai único, el Shokkin. Convierte su chakra en metal líquido, lo que la hace peligrosa y versátil, pero Raiton debería ser eficaz contra ella. En cuanto a Haku, su Hyōton es letal. Usa viento y agua para contrarrestar sus técnicas. No subestimes a ninguna. —Su tono era serio, su mirada fija en él como si buscara asegurarse de que tomara en cuenta cada palabra.
Naruto asintió, la chispa de confianza regresando a sus ojos.
—Entendido. —Volteó hacia las dos kunoichis que se encontraban al otro lado del campo. Su voz se alzó con determinación—. Haku, Miyuki… Veo que son fuertes, pero yo también lo soy. No subestimen a un Uzumaki.
Aunque sus palabras eran firmes, por dentro sentía dudas. Había conocido a esas chicas como personas amables y tranquilas. En aquel momento, jamás imaginó que terminarían enfrentándose en un campo de batalla. Aun así, no podía permitirse el lujo de contenerse. Ellas eran sus enemigos ahora, y sus compañeros dependían de él.
Haku fue la primera en moverse. Su velocidad era casi sobrenatural mientras ejecutaba una serie de sellos con una fluidez que Naruto apenas pudo seguir. Fragmentos de hielo comenzaron a formarse en el aire, creando lanzas afiladas que brillaban bajo la luz difusa. Con un movimiento de su mano, las lanzó directamente hacia Naruto.
Naruto reaccionó al instante, creando un clon de sombra que lo empujó hacia un lado para esquivar el ataque. Las lanzas impactaron el suelo, dejando grietas heladas a su paso. Sin detenerse, Naruto realizó sus propios sellos.
—Suiton: Mizurappa! —exclamó, lanzando una potente corriente de agua hacia Haku. La kunoichi respondió levantando un muro de hielo que bloqueó el ataque con un crujido ensordecedor. Sin embargo, Naruto no perdió tiempo; usó la distracción para saltar hacia Miyuki.
Miyuki esperaba su movimiento. Con un gesto rápido, extendió ambas manos, y de ellas emergió un líquido metálico brillante que tomó forma de látigos afilados. Uno de ellos se lanzó hacia Naruto con una velocidad aterradora. Naruto apenas tuvo tiempo para interponer su katana, desviando el ataque, pero el impacto lo hizo retroceder varios metros. El metal parecía moverse como si tuviera vida propia, persiguiéndolo sin descanso.
Miyuki no tardo y creo un segundo látigo y sel anzo hacia él.
Naruto giró sobre sí mismo, canalizando chakra de viento en su katana. La hoja brilló intensamente antes de que él lanzara un corte horizontal.
—Fūton: Kazekiri! —gritó, y una poderosa hoja de viento salió disparada, partiendo el látigo en dos. Pero Miyuki solo sonrió. Las piezas cortadas del metal se reunieron y formaron una esfera flotante que volvió a arremeter contra él.
Mientras Naruto lidiaba con Miyuki, Haku apareció a su lado, moviéndose a una velocidad que lo tomó por sorpresa. Su mano extendida estaba rodeada por una fina capa de hielo que cortaba como una cuchilla. Naruto apenas logró esquivar, pero el filo rozó su hombro, dejando un corte profundo que comenzó a sangrar.
—Esto es más complicado de lo que pensaba —admitió para sí mismo, su respiración acelerándose.
Haku retrocedió un par de pasos, pero no por indecisión. Sus movimientos eran calculados, fríos. Una vez más comenzó a formar sellos, y alrededor de ellos, espejos de hielo comenzaron a materializarse en un círculo perfecto. Naruto reconoció la técnica al instante.
—Hyōton: Makyō Hyōshō. —La voz de Haku resonó como un eco helado. Antes de que Naruto pudiera reaccionar, la kunoichi desapareció dentro de uno de los espejos, su figura multiplicándose en todas las superficies reflectantes.
Naruto apretó los dientes mientras esquivaba el látigo de metal de Miyuki, cuya ofensiva era implacable, como una tormenta de ataques precisos que apenas le daban tiempo para pensar. A su alrededor, los espejos de hielo de Haku reflejaban figuras de la kunoichi, lanzando senbon con puntería letal. Naruto se encontraba en una encrucijada: dos oponentes de habilidades complementarias que no le daban respiro. Sin embargo, había algo que ardía en su interior, algo que lo mantenía firme a pesar de las circunstancias. No podía rendirse.
Con un grito de esfuerzo, canalizó chakra de viento en su katana Kazetora, la hoja brillando intensamente. Giró sobre su eje, deteniendo con un corte limpio el látigo de Miyuki, y en un movimiento fluido, le propinó una patada directa al abdomen que la hizo retroceder con fuerza. Miyuki salió despedida y chocó contra uno de los espejos de Haku, que crujió pero no se rompió.
—Impresionante… pero insuficiente, Uzumaki. —La voz de Miyuki era fría mientras se reincorporaba, su cabello blanco enmarañado y su mirada afilada como el metal líquido que manipulaba.
Antes de que Naruto pudiera seguirla, un aluvión de senbon helados lo obligó a moverse de nuevo. Cada aguja que impactaba el suelo creaba una capa de escarcha que dificultaba sus movimientos. Naruto maldijo entre dientes. El frío empezaba a ralentizarlo.
—¡Maldita sea! —gruñó, concentro chakra en su mano. Un Rasengan se formó, girando con fuerza, y Naruto lo lanzó contra el espejo más cercano. La esfera giratoria impactó con un estruendo, rompiendo el hielo en una explosión que envió fragmentos por el aire. Sin embargo, Haku ya había saltado a otro espejo, su rostro imperturbable.
Naruto respiró con dificultad mientras evaluaba la situación. Ambos enemigos parecían estar limitando el uso de sus técnicas más avanzadas, recurriendo al taijutsu y a ataques básicos. ¿Estarían reservando chakra? ¿O estaban midiendo su fuerza antes de atacar con todo?
"Si es así, yo haré lo mismo", pensó. Con un movimiento ágil, desenfundó varios kunai y shuriken, lanzándolos en múltiples direcciones. Algunos fueron dirigidos a los espejos, otros a Miyuki, forzándola a retroceder. Naruto sabía que no podía depender únicamente de técnicas de gran consumo de chakra. Tendría que emplear estrategia y precisión.
Haku apareció de repente frente a él, emergiendo de uno de los espejos con una velocidad casi imposible de seguir. Sus movimientos eran rápidos y fluidos, pero Naruto estaba preparado. Se agachó justo a tiempo para esquivar un golpe, contraatacando con un codazo al estómago que hizo a Haku tambalearse. Sin embargo, antes de que pudiera seguir su ataque, Miyuki intervino.
—Shokkin: Tetsu no Yari! —gritó, extendiendo un brazo del que emergió una lanza de metal líquido que endureció en un instante. Naruto saltó hacia atrás justo a tiempo, la punta de la lanza rozando su costado y dejando una fina línea de sangre.
—¡Eso estuvo cerca! —exclamó, jadeando. Miyuki sonrió, su expresión llena de confianza.
—No creas que siempre podrás esquivar. —Con un gesto rápido, la lanza se desintegró y volvió a tomar forma de látigos que se movieron como serpientes hacia él.
Naruto rodó por el suelo, esquivando apenas, y lanzó un kunai con precisión hacia Miyuki. La kunoichi bloqueó el proyectil con su metal, pero no vio venir el segundo kunai que rebotó en un espejo cercano, rozando su mejilla. La línea roja que dejó en su piel la hizo fruncir el ceño.
—Interesante. —Miyuki limpió la sangre con el dorso de su mano mientras lo miraba con una mezcla de respeto y desafío.
Naruto no perdió tiempo. Se lanzó hacia ella con la katana lista, pero Haku apareció nuevamente, obligándolo a detener su ofensiva. Naruto giró en el aire, bloqueando un nuevo aluvión de senbon con su espada. El impacto dejó su brazo temblando, pero logró aterrizar con gracia.
—Son demasiado coordinadas… —murmuró para sí mismo, sus ojos analizando cada movimiento.
Decidió cambiar de táctica. Guardó su katana temporalmente y adoptó una postura de taijutsu. Con un grito de guerra, cargó hacia Haku. La kunoichi intentó detenerlo con un nuevo espejo, pero Naruto lo destrozó con un puñetazo potenciado por chakra de viento. Haku retrocedió, sorprendida, mientras Naruto giraba para enfrentar a Miyuki nuevamente.
—¡Vamos, muéstrenme de qué son capaces! —gritó, desafiándolas. Aunque su cuerpo comenzaba a pasar factura por el esfuerzo, su espíritu ardía con fuerza inquebrantable. Sabía que esto estaba lejos de terminar.
A pocos metros de la intensa batalla de los genin, Zabuza y Katsumi se mantenían inmóviles, como dos depredadores midiendo a su presa. El silencio que los envolvía era tan denso como la niebla que Zabuza había invocado, pero ambos sabían que estaba a punto de desatarse un enfrentamiento brutal.
Katsumi, al percatarse de la llegada de Naruto y sus compañeros, suspiró levemente, aliviada por un instante. Sin embargo, sus ojos nunca dejaron a Zabuza. La balanza parecía inclinarse a su favor: cuatro contra dos. Pero esa aparente ventaja no la hacía bajar la guardia; sabía que Zabuza era una amenaza letal.
—Señor Tazuna, retroceda. Esto no es un combate en el que pueda protegerlo por completo. —Su voz era firme, mientras desenvainaba su tantō, el cual brillaba con un resplandor blanco alimentado por chakra.
—S-sí… —respondió Tazuna con nerviosismo, dando unos pasos hacia la seguridad relativa donde luchaban los genin.
Zabuza soltó una carcajada profunda y burlona, su voz resonando con un eco escalofriante en la niebla.
—Tanta confianza en ese mocoso... No tengas tanta fe en él, Hatake, tu alumno esta condenado.
Katsumi sonrió, aunque la intensidad de su mirada dejaba claro que no estaba para bromas. Su sharingan giraba lentamente, reflejando las intenciones asesinas de su oponente.
—Puede que un sensei no deba tener favoritos, pero yo tengo uno. Y como es mi favorito, le enseño trucos que el resto no sabe. Tú y tus "herramientas" van a descubrir que se han metido con el ninja equivocado. —Sus palabras eran tranquilas, pero cargadas de amenaza.
Zabuza levantó su enorme espada Kubikiribōchō, su silueta oscura casi perdiéndose en la niebla.
—Perfecto. Entonces veremos cuál de nosotros es el que sale victorioso, Hatake. —Su voz se volvió más grave y, sin previo aviso, invocó dos técnicas que transformaron por completo el campo de batalla.
La primera, Makai no Yōki, desató una niebla gris densa, impregnada con su chakra oscuro. Esta niebla no solo dificultaba la visibilidad, sino que también proyectaba una sensación de temor opresivo. Los cuerpos de los débiles quedaban paralizados por el miedo, y hasta los más fuertes veían sus reflejos y reacciones entorpecidos. Katsumi frunció el ceño al sentir esa presión, pero no se dejó intimidar.
Zabuza no se detuvo allí. Con un rugido gutural, activó Makai no Henshin, infundiendo su cuerpo con chakra para adoptar una forma demoníaca parcial. Su piel se oscureció como la noche, sus ojos brillaron como brasas ardientes, y una risa demoníaca resonó en la niebla, desorientando incluso a Katsumi por un instante. Su fuerza, resistencia y velocidad parecían multiplicarse, y la amenaza que representaba se volvió palpable.
—Esto es serio… —murmuró Katsumi para sí misma, su sharingan analizando los movimientos de Zabuza, aunque la densa niebla dificultaba leerlo por completo.
Zabuza se movió como una sombra, casi invisible, apareciendo a su lado con un corte descendente que habría partido a cualquiera en dos. Katsumi reaccionó por instinto, levantando su tantō cubierto de chakra blanco para bloquear el impacto. El choque de las dos armas resonó como un trueno, y aunque Katsumi logró desviar el golpe, la fuerza bruta de Zabuza la obligó a retroceder varios pasos, hundiendo sus pies en el concreto del puente.
—¿Eso es todo, Hatake? —La risa de Zabuza era un eco aterrador mientras desaparecía nuevamente en la niebla.
Katsumi cerró los ojos por un instante, concentrándose en el flujo de chakra de su enemigo. Su sharingan era la única herramienta que le permitía leer los movimientos de Zabuza, pero el aura de temor que lo rodeaba hacía que incluso su cuerpo titubeara.
De repente, una ráfaga de viento acompañado del silbido de un corte se acercó a toda velocidad. Katsumi giró sobre sí misma, esquivando por poco el filo de Kubikiribōchō, que rasgó la capa de su hombro derecho. A pesar de la cercanía, no perdió el ritmo y contraatacó con una serie de rápidos cortes potenciados por chakra que iluminaron la niebla momentáneamente. Zabuza esquivó con movimientos que parecían inhumanos, desapareciendo y reapareciendo con fluidez.
—¡Sharingan o no, no puedes igualarme! —gritó Zabuza, apareciendo detrás de Katsumi con un golpe descendente. Pero esta vez, ella estaba lista. Giró rápidamente, desviando la espada con su tantō y lanzando una ráfaga de kunai cargados con papeles explosivos que detonaron en un destello cegador.
Zabuza salió disparado, pero no parecía afectado. En su forma demoníaca, las heridas parecían apenas ralentizarlo. Sus ojos ardientes brillaron en la oscuridad mientras avanzaba hacia Katsumi con una velocidad que rompía la lógica.
Katsumi, ahora completamente seria, tomó una postura más defensiva y canalizó más chakra en su tantō, el cual comenzó a emitir un resplandor más intenso.
—Si quieres jugar, yo también puedo hacerlo, Zabuza. —Realizó una serie de sellos y gritó: Raikō Shunshin no Jutsu.
En un parpadeo, su figura se desvaneció y reapareció frente a Zabuza, lanzando una serie de cortes electrificados que explotaron al contacto. Zabuza rugió de dolor, pero no retrocedió. Contraatacó con un barrido amplio que Katsumi esquivó con agilidad sobrehumana.
Ambos combatientes se lanzaban al combate como dos fuerzas opuestas de la naturaleza. Katsumi Hatake, con su tantō imbuido en chakra eléctrico, era la encarnación de la precisión letal, mientras que Zabuza, envuelto en su aura demoníaca, se movía como un vendaval caótico de destrucción. Cada golpe, cada esquive, cada técnica liberada entre ellos era un testimonio de por qué eran considerados ninjas de élite.
Katsumi avanzó rápidamente, desapareciendo y reapareciendo con Raikō Shunshin no Jutsu, dejando destellos de luz en su estela mientras intentaba flanquear a Zabuza. Su tantō trazó un arco luminoso que casi corta a su enemigo, pero Zabuza giró su enorme Kubikiribōchō en un movimiento amplio que obligó a Katsumi a retroceder de un salto. A pesar de la distancia creada, un puñado de kunai cargados con sellos explosivos surgieron de su mano y volaron directamente hacia Zabuza.
Zabuza se burló, levantando su espada para bloquear los kunai. Pero Katsumi había calculado su reacción: los explosivos detonaron en una secuencia rápida que lanzó una nube de fragmentos ardientes. En ese instante, Katsumi apareció sobre él, lanzando un golpe descendente con su tantō infundido con chakra que chispeaba con furia eléctrica.
El corte encontró resistencia cuando Zabuza bloqueó con su espada, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder varios pasos. Katsumi aprovechó para liberar una descarga de chakra raiton directamente a través del arma, haciendo que la electricidad viajara por Kubikiribōchō hacia Zabuza. Sin embargo, este último liberó un rugido gutural y activó un Kawarimi no Jutsu, intercambiándose con un tronco antes de que el rayo lo alcanzara de lleno.
Desde la niebla, su voz resonó, burlona y amenazante.
—Nada mal, Hatake… pero ni siquiera has probado el verdadero sabor del infierno.
La niebla oscura a su alrededor pareció volverse aún más densa, casi sólida. Katsumi sintió cómo la presión de chakra aumentaba, y de pronto, Zabuza emergió como una sombra asesina. Su aura demoníaca era tan opresiva que cada movimiento suyo parecía cargar el aire con intención asesina. Lanzó un corte ascendente con una velocidad brutal que obligó a Katsumi a rodar hacia un lado, solo para ser recibida por un rápido golpe descendente. Aunque logró bloquearlo con su tantō, la fuerza del impacto le hizo crujir las articulaciones de la muñeca.
Katsumi apretó los dientes, sintiendo la intensidad de cada ataque. Decidió cambiar de táctica y realizó una serie de sellos manuales.
—Raijin: Kaminari Enbu!
Una esfera de chakra eléctrico comenzó a formarse en su mano, brillando con tal intensidad que la niebla alrededor de ella se disipó momentáneamente. Al lanzarla, el orbe explotó en múltiples rayos que se dispersaron en todas direcciones, obligando a Zabuza a saltar hacia atrás mientras uno de los rayos impactaba cerca, creando un cráter en el suelo.
Zabuza no perdió el ritmo y contraatacó con una técnica imponente. Realizó sellos rápidos y gritó:
—Suiton: Suiryūdan no Jutsu!
El agua debajo ellos se elevó como un enorme dragón que rugía con furia. Katsumi, sin amedrentarse, corrió directamente hacia él. En el último segundo, utilizó Raikō Shunshin para impulsarse sobre el dragón, corriendo a lo largo de su lomo como si fuera un puente. Zabuza, sorprendido por su osadía, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Katsumi descendiera con un corte dirigido a su cuello.
Sin embargo, la Kubikiribōchō subió en el momento justo, bloqueando el ataque con un estruendo metálico que resonó en el campo de batalla. La fuerza del impacto lanzó a ambos hacia atrás. Katsumi aterrizó con gracia, jadeando ligeramente, mientras Zabuza se puso de pie, riendo con esa risa demoníaca que resonaba en la niebla.
—Eres mejor de lo que pensé. Pero, ¿cuánto tiempo más podrás mantener este ritmo?
Katsumi, aún analizando su entorno con su sharingan, dejó que una pequeña sonrisa se formara en su rostro.
—Suficiente como para derrotarte.
De pronto, realizó un movimiento inesperado, lanzando una ráfaga de kunai cubiertos de hilos de chakra eléctrico que se extendieron como una red. Zabuza los esquivó fácilmente, pero la verdadera intención de Katsumi era otra: había manipulado los hilos para envolverlos alrededor de Kubikiribōchō y, en un movimiento rápido, liberó una descarga eléctrica que lo obligó a soltar su arma. La espada cayó al suelo con un estruendo, pero Zabuza no pareció inmutarse.
Zabuza activó una técnica Kokuun Bunshin y el aire pareció espesarse aún más, como si la niebla cobrara vida. Los clones emergieron, indistinguibles de su creador. Incluso el Sharingan de Katsumi encontraba difícil discernir entre ellos, ya que su chakra estaba perfectamente camuflado dentro de la densidad de la niebla. Katsumi, con su tantō en mano, se mantuvo firme, su ojo escarlata girando con concentración absoluta mientras intentaba analizar cada movimiento de su oponente.
Uno de los clones atacó desde la derecha, moviéndose con una velocidad sobrehumana. Katsumi giró sobre su eje, deslizándose hacia atrás mientras desenvainaba su tantō en un arco perfecto que desintegró al clone en un estallido cegador. La luz fue tan intensa que por un instante su visión se nubló, incluso con el Sharingan activo. Antes de que pudiera recuperarse por completo, otros dos clones se lanzaron simultáneamente, forzándola a retroceder con una serie de esquives ágiles y contragolpes precisos.
—Tsk… No puedo seguir jugando a este ritmo.
Katsumi realizó un sello manual veloz mientras recargaba su tantō con chakra raiton. Al activar Raiton: Raikiri Enbu, su espada chispeó con una intensidad eléctrica que creaba destellos en la niebla. Liberó un corte horizontal que liberó una onda de rayo, impactando a varios clones y dispersándolos en explosiones cegadoras.
—No está mal —la voz de Zabuza resonó como un eco ominoso en la niebla—, pero aún estás jugando con ventaja. Veamos cuánto tiempo puedes mantener ese ritmo, Hatake.
Desde la densidad de la niebla, Zabuza lanzó un ataque coordinado con los clones restantes. Katsumi tuvo que emplear cada fibra de su concentración, anticipando movimientos y usando su agilidad para mantenerse fuera de peligro. Sin embargo, un ataque furtivo desde el suelo la tomó desprevenida: una mano de chakra oscuro emergió, agarrando su pierna y tirándola al suelo.
—Suiton: Doku no Umi! —gritó Zabuza, creando un charco de agua oscura y venenosa que se extendía rápidamente bajo ella.
Katsumi reaccionó al instante. Concentró su chakra y liberó Raiton: Jishaku Raikyū no Jutsu, una esfera de rayo con propiedades electromagnéticas que desestabilizó el chakra en el área, anulando momentáneamente la técnica de Zabuza y disipando la niebla a su alrededor. La esfera explotó con un estallido eléctrico que limpió un radio considerable, dejando a Zabuza momentáneamente expuesto.
—Interesante… —murmuró Zabuza, visiblemente impresionado mientras observaba cómo Katsumi se incorporaba, su tantō aún chispeando con energía.
Katsumi no perdió tiempo y se lanzó hacia él, sus movimientos un torbellino de cortes y estocadas precisas que mantenían a Zabuza a la defensiva. Sin embargo, él contrarrestó con movimientos brutales, cada golpe de su Kubikiribōchō resonando como un trueno al impactar contra el suelo o contra la hoja de Katsumi. El choque de sus armas enviaba chispas y ondas de choque que reverberaban por el campo.
Zabuza retrocedió un paso, creando distancia, y realizó una rápida secuencia de sellos.
—Suiton: Suijō Butai!
El agua del pantano se alzó en forma de múltiples tentáculos que atacaron desde todas las direcciones, buscando atrapar y aplastar a Katsumi. Ella, con una velocidad impecable, saltó entre ellos, sus movimientos un ballet mortal de cortes eléctricos que reducían los tentáculos a charcos en el suelo. Pero mientras lo hacía, Zabuza apareció detrás de ella, su espada ya descendiendo en un arco devastador.
Katsumi apenas tuvo tiempo de girar y bloquear con su tantō. El impacto fue tan fuerte que la hizo retroceder varios metros, dejando surcos en el suelo mientras intentaba estabilizarse. Su respiración era pesada, pero sus ojos estaban llenos de determinación.
—Eres más terco de lo que esperaba, Momochi.
Zabuza sonrió, su aura demoníaca intensificándose, haciendo que la niebla volviera a cerrarse alrededor de ellos.
—Y tú más resistente de lo que imaginé, Hatake. Pero esto no ha terminado. Apenas estamos comenzando.
Ambos se lanzaron nuevamente al combate, sus movimientos cada vez más rápidos, más brutales, con técnicas más complejas y letales.
Mientras con Naruto que había podido mantener a raya a Haku y Miyuki, dejando que Kiyomi, Sasuke y Yuzuki, recuperarse lo suficiente, se encontraban cara a cara con oponentes que no podían subestimarse: Haku y Miyuki. La tensión en el aire era palpable, y el campo de batalla, un caos absoluto de armas, chakra y movimientos letales.
Haku, con senbons en ambas manos, se movía como un espectro, su velocidad era casi inhumana, desviando los kunais de Naruto con una precisión impecable. Sus movimientos no eran simplemente rápidos, sino calculados, obligando a Naruto a ajustar su ritmo constantemente. Mientras tanto, Miyuki, con sus garras formadas de metal líquido del Shokkin, chocaba directamente contra la Kazetora de Naruto. Cada golpe enviaba chispas y ondas metálicas, con el Shokkin adaptándose entre formas sólidas y líquidas, creando un duelo caótico entre técnica y resistencia.
Naruto, ahora en sincronía con una Kiyomi algo recuperada, comenzó a ajustar su estrategia. Kiyomi, con su Sharingan activado, analizaba los patrones de movimiento de Haku. Aunque parecía ser la más "fácil" de derrotar, estaba claro que subestimarla sería un error fatal. Haku era rápida, precisa y letal, y cada senbon lanzado iba dirigido a puntos vitales, buscando desarmar o incapacitar.
—Naruto, cubre mi flanco izquierdo —ordenó Kiyomi mientras sus ojos carmesíes seguían cada uno de los movimientos de Haku.
Naruto asintió y utilizó Fūton: Kaze Tsubame, creando pequeñas ráfagas cortantes que volaron hacia Haku. Ella respondió con un movimiento fluido de sus manos, invocando un nuevo jutsu:
—Hyōton: Setsugen Kaika!
El suelo a su alrededor estalló en flores cristalinas de hielo, cuyos pétalos afilados como cuchillas se dispersaron en todas direcciones, atacando a Naruto y Kiyomi desde ángulos inesperados. Kiyomi logró esquivar utilizando Sharingan para predecir la trayectoria de los pétalos, mientras Naruto destruía varios con un Fūton: Shinkūha. Sin embargo, algunos cortes alcanzaron su brazo, dejando rastros congelados que entumecían su carne.
—¡Es un ataque de área! ¡No dejes que te rodee! —gritó Kiyomi mientras cargaba hacia Haku, quien saltó hacia atrás con gracia, dejando tras de sí un rastro de pétalos de hielo que se alzaban como cuchillas.
Mientras tanto, Sasuke y Yuzuki luchaban en paralelo contra Miyuki, quien se movía con una fuerza y ferocidad abrumadora. Su Shokkin cambiaba constantemente, endureciéndose en lanzas metálicas para atacar a distancia o transformándose en filamentos flexibles que se extendían como látigos para mantener a ambos hermanos a raya. Sasuke intentaba predecir sus movimientos con su Sharingan, pero el dinamismo del metal líquido lo mantenía en constante desventaja.
—Es como si supiera exactamente cómo contrarrestar cada ataque —gruñó Sasuke mientras esquivaba un látigo metálico que atravesó el barandal del puente detrás de él.
—El Shokkin no solo obedece su voluntad, sino que parece responder directamente a nuestras acciones —respondió Yuzuki, su tono analítico mientras esquivaba un ataque similar. Sin perder tiempo, ejecutó una serie de sellos. —Katon: Ryūen Hōka no Jutsu!
Un dragón de fuego se materializó y se lanzó hacia Miyuki, quien no mostró señales de preocupación. El Shokkin formó un muro sólido de metal negro, resistiendo el impacto directo del fuego. La barrera se calentó al rojo vivo, pero Miyuki manipuló el metal para disipar el calor rápidamente, lanzando estacas metálicas derretidas hacia ambos Uchiha.
Sasuke se deslizó hacia un lado, desenvainando su tanto infundida con chakra y cortando una de las estacas al vuelo. Yuzuki utilizó Katon: Gōkakyū no Jutsu para interceptar las demás, creando una explosión de metal fundido y fuego que dejó marcas negras en el suelo.
—¿Eso es todo lo que tienen los Uchiha? —se burló Miyuki antes de transformar el Shokkin en una esfera líquida que giraba en torno a su cuerpo como una armadura viviente.
Naruto y Kiyomi continuaban su enfrentamiento con Haku. Kiyomi había logrado acorralarla temporalmente, usando el Sharingan para anticipar sus movimientos y forzándola a depender más de su velocidad que de sus ataques. Naruto, mientras tanto, concentró chakra en su Kazetora y lanzó un Kaze Tatsumaki, un torbellino de viento cortante que barrió el área, destruyendo varias de las flores de hielo de Haku y desestabilizándola.
—Hyōton: Sōryū no Mai. —murmuró Haku antes de liberar otra técnica devastadora.
Dos dragones de hielo tomaron forma, enroscándose en torno a ella antes de lanzarse hacia Naruto y Kiyomi. Los dragones se movían con una precisión aterradora, dejando a su paso una estela de hielo que endurecía el suelo y dificultaba sus movimientos. Naruto utilizó clones para intentar distraerlos, pero los dragones los atravesaron sin esfuerzo, persiguiendo a los originales.
Kiyomi, con una mezcla de cálculo y determinación, utilizó Sharingan: Genjutsu Shisai para interrumpir brevemente el flujo de chakra de los dragones, causando que uno de ellos se desmoronara en fragmentos de hielo. Naruto aprovechó para atacar al segundo con un Rasengan, impactando de frente y dispersándolo en una explosión de escarcha.
Mientras tanto, Miyuki intensificaba su ataque contra Sasuke y Yuzuki. El Shokkin se transformó en cientos de filamentos metálicos que se extendieron por todo el campo, buscando atrapar y cortar a los hermanos. Sasuke respondió con un Raiton: Rai Kasumi no Jutsu, electrocutando los filamentos que se acercaban a la nube que creo alrededor, mientras Yuzuki utilizaba su Sharingan para detectar puntos débiles en la red de metal.
Sasuke y Yuzuki luchaban desesperadamente contra Miyuki, cuyo control del Shokkin parecía inagotable. Ambos estaban agotados, sus respiraciones pesadas y sus movimientos menos fluidos, mientras que Miyuki no mostraba señales de debilidad. La esfera líquida de metal que la rodeaba brillaba con un reflejo siniestro, adaptándose constantemente a sus necesidades ofensivas y defensivas.
—No están mal —dijo Miyuki con una sonrisa sin emociones mientras el Shokkin formaba un par de cuchillas curvas alrededor de sus brazos—, pero todavía están muy lejos de superarme.
Sasuke apretó los dientes, sus ojos escarlata centelleando con ira y determinación. Sharingan analizaba cada movimiento del metal, buscando una apertura entre los ataques veloces y precisos de Miyuki.
—¡No te confíes! —gritó mientras realizaba sellos con rapidez. —Katon: Hōsenka Tsumabeni.
Decenas de pequeñas bolas de fuego volaron hacia Miyuki en patrones erráticos, forzándola a reaccionar. El Shokkin se endureció instantáneamente en una barrera ondulante, absorbiendo los impactos. Pero mientras el fuego consumía el aire a su alrededor, Yuzuki aprovechó la distracción.
—Katon: Kasai Senjō!
Un círculo de llamas surgió bajo Miyuki, encerrándola en una prisión ardiente. Durante un momento, pareció que habían logrado acorralarla. Sin embargo, el metal líquido de Miyuki se licuó, deslizándose por el suelo y escapando del anillo de fuego como si tuviera vida propia.
—Ingenioso, pero insuficiente —susurró Miyuki antes de lanzar filamentos de Shokkin hacia Yuzuki, obligándola a retroceder y rodar por el suelo para esquivar el ataque.
Mientras tanto, Naruto y Kiyomi mantenían su enfrentamiento contra Haku. El combate había escalado hasta volverse un caos absoluto, con Naruto acorralando a Haku mientras Kiyomi la acosaba sin descanso desde los flancos.
—No creas que puedes mantener esto mucho tiempo —dijo Naruto, canalizando chakra de viento en su katana Kazetora. La hoja brilló con una intensidad feroz mientras lanzaba un Fūton: Tatsumaki Giri, una ráfaga de viento cortante que desgarró el aire y avanzó hacia Haku con la fuerza de un torbellino.
Haku reaccionó con la misma gracia calculada de siempre, ejecutando una secuencia de sellos mientras exclamaba:
—Hyōton: Yuki no Ha!
Unas hojas de nieve cristalina se formaron a su alrededor, girando como un remolino antes de dispararse contra el ataque de Naruto. Cada hoja era afilada como una cuchilla y vibraba con un chakra gélido que congelaba todo lo que tocaba. El choque de las técnicas llenó el aire con un estruendo ensordecedor, enviando fragmentos de hielo y ráfagas de viento en todas direcciones.
Kiyomi aprovechó la distracción para atacar desde un ángulo ciego, lanzándose con una velocidad impresionante mientras concentraba chakra en su palma.
—¡No escaparás esta vez!
Haku apenas tuvo tiempo de reaccionar, girando sobre sí misma mientras lanzaba senbons hacia Kiyomi. La kunoichi desvió los proyectiles con su kunai, pero la distancia cerrada la obligó a frenar su avance.
—No voy a dejar que me superen —dijo Haku, su voz calmada pero firme. —Hyōton: Yukikage no Mai.
Una figura hecha de nieve emergió de su sombra, replicando sus movimientos con una precisión aterradora. La réplica de nieve atacó directamente a Kiyomi, obligándola a entrar en un feroz intercambio de golpes. Naruto aprovechó para intentar flanquear a Haku, pero ella se deslizó hacia atrás, colocándose en una posición en la que ambos quedaban frente a ella.
—¡Es increíblemente rápida! —gruñó Naruto mientras intentaba mantener la presión.
El combate había dejado de ser solo una prueba de habilidades; ahora era una batalla brutal donde cada segundo significaba vida o muerte. Las explosiones, los destellos de chakra y el choque de técnicas de alto nivel llenaban el aire con un estruendo que parecía resonar en toda la zona. Sasuke y Yuzuki, sincronizados como dos piezas de una maquinaria letal, intentaban acorralar a Miyuki con una estrategia precisa. Sin embargo, Miyuki no era una oponente ordinaria. El Shokkin fluía a su alrededor como si fuera una extensión de su propia voluntad, alternando entre formas sólidas, líquidas y filamentos flexibles que repelían cada ataque.
—¿De verdad creen que pueden detenerme? —dijo Miyuki con una frialdad calculada mientras sus manos ejecutaban sellos con una velocidad endemoniada. —Shokkin: Hagane no Ame.
El metal líquido se alzó al cielo, fragmentándose en cientos de cuchillas que caían como una lluvia de acero, cubriendo el área con un peligroso aluvión. Sasuke y Yuzuki apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Con movimientos rápidos y desesperados, esquivaban las cuchillas mientras desviaban las inevitables con kunais envueltos en chakra.
—¡Maldita sea! —gruñó Sasuke, lanzándose hacia un lado para evitar un impacto directo, sus ojos Sharingan brillando con rabia y frustración.
Yuzuki, más silenciosa pero igualmente presionada, lograba mantenerse al margen del ataque, pero cada movimiento que hacía dejaba clara la intensidad del enfrentamiento. Sus propios reflejos estaban al límite, sus opciones de contraataque reducidas por la constante presión de los ataques de Miyuki.
Con una mirada helada, Yuzuki formó rápidamente una secuencia de sellos. —Rai Kasumi no Jutsu.
De sus manos brotó una niebla tenue y electrificada que comenzó a extenderse por el área, cubriendo el suelo con una capa opaca de peligro invisible. El sonido de las descargas eléctricas resonaba en el aire, y las cuchillas de Shokkin que entraban en contacto con la niebla chisporroteaban y se desviaban.
—¿Crees que esa táctica funcionará contra mí? —replicó Miyuki con confianza mientras el Shokkin que la rodeaba se transformaba en una barrera fluida, aislándola de los efectos de la niebla.
Aprovechando el caos que había creado, Miyuki se desplazó a una velocidad impresionante, girando su atención hacia Naruto. El Uzumaki estaba luchando intensamente contra Haku, quien, a pesar de mostrar señales de agotamiento, seguía manteniendo un nivel de precisión aterrador. Naruto había logrado acorralarla temporalmente y estaba a punto de impactar un Rasengan directamente hacia ella.
—¡No tan rápido! —gritó Miyuki mientras una lanza afilada de Shokkin emergía de su brazo, interceptando el Rasengan. El impacto resultante fue una explosión violenta de viento y energía que lanzó a Naruto varios metros hacia atrás. Aturdido, el joven Uzumaki rodó por el suelo antes de incorporarse, respirando con dificultad.
—¡Naruto! —exclamó Kiyomi, quien observaba la escena con una mezcla de preocupación y furia. Su costado sangraba abundantemente, pero no titubeó. Sus ojos escarlata brillaban con una intensidad feroz mientras realizaba sellos rápidos.
—Katon: Hōsenka no Jutsu.
Un grupo de pequeñas llamas fue disparado hacia Miyuki con movimientos impredecibles, buscando flanquearla desde diferentes ángulos. Sin embargo, el Shokkin reaccionó al instante, endureciéndose en una cúpula sólida que repelió cada llama. Miyuki se movió dentro de su barrera, emergiendo justo detrás de Kiyomi con una velocidad sobrehumana.
Kiyomi apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando una garra metálica formada por el Shokkin se abalanzó hacia ella. Con un movimiento fluido, desenvainó dos kunais y desvió el ataque, pero la fuerza del impacto la obligó a retroceder varios pasos.
Mientras tanto, Haku aprovechó el momento para contraatacar a Naruto. Con movimientos gráciles y rápidos, formó sellos mientras sus ojos reflejaban una determinación fría. —Hyōton: Kōri no Kiba.
De su mano surgieron múltiples picos de hielo que se dispararon hacia Naruto desde el suelo, obligándolo a saltar para esquivarlos. Sin embargo, uno de los picos cambió de dirección en el aire, perforando el costado de Naruto y haciéndolo caer al suelo con un gruñido de dolor.
Naruto se levantó con dificultad, su mirada ahora más decidida que nunca. —No me voy a rendir... ¡no aquí! —gritó mientras comenzaba a formar clones de sombra. Los clones se dispersaron en todas direcciones, algunos atacando directamente a Haku mientras otros intentaban flanquear a Miyuki.
Haku no perdió tiempo, formando un nuevo jutsu. —Hyōton: Ryūsui Setsudan.
Del hielo bajo sus pies surgió un torrente cristalino que tomó la forma de cuchillas líquidas, barriendo a los clones con una precisión quirúrgica. Miyuki, por su parte, respondió al asedio de los clones transformando el Shokkin en látigos que desgarraron el campo de batalla, destruyendo todo a su paso.
El combate alcanzaba un nivel de brutalidad y desesperación que ninguno de los presentes había experimentado antes. Cada movimiento, cada técnica, y cada aliento se cargaban de una intensidad letal que hacía vibrar el campo de batalla. Sasuke y Yuzuki, conscientes de la necesidad de actuar en conjunto, aprovecharon un momento de distracción para lanzar un ataque combinado.
Sasuke formó sellos a una velocidad vertiginosa y lanzó Katon: Kaen Rendan, densas llamas en sus manos antes de liberarla en una ráfaga de explosiones dirigidas. A su lado, Yuzuki canalizó su chakra y ejecutó Suiton: Mizukiri Yaiba, generando dos espadas de agua afiladas que brillaban bajo la luz, listas para cortar con precisión quirúrgica.
Miyuki reaccionó apenas a tiempo, alzando una barrera de Shokkin que bloqueó parcialmente la explosión de fuego y los cortes acuáticos. Sin embargo, la fuerza del impacto destrozó su defensa y la lanzó volando hacia Haku. Ambas kunoichis cayeron al suelo, rodando hasta detenerse.
Ambas se levantaron con dificultad, jadeando. Su chakra estaba casi agotado, sus cuerpos mostrando el peso del combate prolongado. Pero a pesar del cansancio, sus miradas reflejaban una resolución inquebrantable. Sabían que Zabuza-sama dependía de ellas y no podían permitirse flaquear.
—Haku, tenemos que acabar con al menos uno. Yo me encargaré de los tres mientras incapacitas a la que está herida —dijo Miyuki, su tono firme aunque su respiración era irregular.
Haku asintió sin dudar, enfocando sus ojos en Kiyomi, quien aún se mantenía en pie, pero claramente debilitada.
Miyuki formó sellos rápidamente, sus manos temblando levemente por el esfuerzo. —Shokkin: Gekkō Zangetsu.
El Shokkin se transformó en un arco gigante de metal afilado, su filo brillante bajo la luz del sol. Con un movimiento rápido, Miyuki lo lanzó hacia Sasuke, Yuzuki y Naruto, desatando un corte a distancia tan poderoso que arrancó fragmentos del suelo y dejó un rastro de fragmentos metálicos explosivos. Los tres apenas lograron esquivar el corte inicial, pero las explosiones subsiguientes los desestabilizaron y los alejaron del combate.
Naruto, furioso por la situación, intentó moverse hacia Kiyomi para apoyarla, pero Miyuki no le dio oportunidad. —Shokkin: Yōgan Hebi, —dijo con voz gélida.
Del Shokkin emergió una hidra de múltiples cabezas formadas por metal líquido. Cada cabeza atacaba con movimientos impredecibles, rodeando a Naruto, Sasuke y Yuzuki. Cuando una cabeza era destruida, se dividía en cabezas más pequeñas que continuaban el ataque, acorralándolos cada vez más.
—¡Fūton: Kaze Ryū! —gritó Naruto, concentrando su chakra de viento para crear un dragón de viento comprimido que se lanzó hacia la hidra. El dragón se desplazaba con una velocidad devastadora, generando ráfagas cortantes a su paso. Al impactar contra la hidra, explotó en un torbellino de viento que desgarró el área a su alrededor.
Naruto, con una determinación feroz, ordenó: —¡Sasuke, Yuzuki, vayan a ayudar a Kiyomi! ¡Yo me encargo de esto!
Mientras tanto, Kiyomi estaba en una situación crítica. Las vendas que Yuzuki le había colocado apresuradamente estaban completamente empapadas de sangre, y su cuerpo temblaba por el esfuerzo. Cada movimiento le costaba, pero no permitió que su debilidad la dominara.
—Katon: Hono Chishio, —susurró Kiyomi, invocando el poco chakra que le quedaba.
Su cuerpo se envolvió en llamas ardientes, un aura de fuego que parecía danzar con vida propia a su alrededor. Cada uno de sus movimientos era potenciado por el calor abrasador, y sus golpes generaban explosiones menores de fuego con cada impacto. Con un grito cargado de rabia y determinación, se lanzó contra Haku, sus ataques obligándola a retroceder paso a paso.
El combate había alcanzado un punto de quiebre, una espiral de caos donde la desesperación y la furia dominaban el aire. Sasuke y Yuzuki, tras varios intentos por dividir la atención de Miyuki y Haku, se vieron detenidos por una fuerza que no podían superar rápidamente. Haku, agotada pero decidida, levantó una barrera de hielo reforzada con chakra, neutralizando temporalmente los ataques conjuntos del dúo Uchiha. Pero no por mucho tiempo.
Mientras tanto, Kiyomi enfrentaba a Haku directamente, forzando cada músculo de su cuerpo debilitado. A pesar de sus heridas y su chakra casi agotado, su determinación ardía como las llamas que la envolvían. Sin embargo, Haku, con movimientos ágiles y precisos, logró esquivar y bloquear sus embestidas. Con un susurro apenas audible, realizó una secuencia de sellos.
—Hyōton: Ryū no Senpū.
El aire a su alrededor se llenó de un rugido helado cuando un dragón formado por viento y hielo emergió. El torbellino congelado giró con una fuerza implacable, atrapando a Kiyomi antes de que pudiera reaccionar. El frío era como un millar de agujas mordiendo su piel, congelando sus movimientos y lanzándola violentamente contra el suelo.
Kiyomi intentó levantarse, pero su cuerpo ya no respondía. La sangre brotaba de varias heridas, teñiendo la nieve bajo ella de un rojo brillante. Haku, tambaleante y al borde del colapso, aprovechó el momento. Con precisión, lanzó una ráfaga de senbons hacia Kiyomi, apuntando a puntos estratégicos para inmovilizarla sin matarla.
—Esto no es personal —susurró Haku, sus ojos mostrando un rastro de dolor mientras veía a Kiyomi caer, inconsciente, en el suelo.
Sasuke y Yuzuki, que habían presenciado todo, se congelaron en el lugar. La imagen de su hermana ensangrentada e inmóvil los llenó de un frío que rivalizaba con el ataque de Haku. Y entonces, como un eco desgarrador, resonó el grito de Naruto.
—¡KIYOMI!
Naruto había estado enfrentándose a Miyuki, quien la había podido obligar a un combate cuerpo a cuerpo, con cada golpe de katana y garras resonando con una furia que hacía temblar el terreno. Su velocidad y fuerza aumentaban con cada segundo, obligando a Miyuki a adoptar una postura defensiva. Sin embargo, al escuchar el grito de Naruto, algo dentro de ella se estremeció.
—Shokkin: Hagane Ō no Yoroi, —dijo Miyuki, usando las últimas reservas de su chakra. Una armadura completa de metal líquido cubrió su cuerpo, formándose en placas afiladas con púas que sobresalían como un erizo. Su figura imponente avanzó lentamente hacia Naruto.
—Lo siento... pero no podemos permitirnos perder aquí.
Naruto, con los puños temblando, sintió cómo una oleada de emociones lo atravesaba como un torrente. Desesperación, culpa, ira... y algo más profundo, algo oscuro que estaba a punto de desbordarse.
Su respiración se volvió pesada mientras una presión abrasadora crecía en su pecho. Sus ojos comenzaron a arder, un calor que parecía consumirlo desde dentro. Cerró los ojos por el dolor, pero cuando los abrió de nuevo, algo había cambiado.
Sus pupilas azules habían sido reemplazadas por un brillo púrpura oscuro, con patrones curvados y dinámicos que giraban como aspas vivientes. El Uzugan había despertado, y junto con él, una energía feroz y salvaje comenzó a emanar de su cuerpo.
—¿Qué… qué es eso? —murmuró Miyuki, retrocediendo instintivamente mientras las púas de su armadura se movían como en respuesta al peligro.
Antes de que pudiera reaccionar, cadenas de chakra rojo brillante estallaron desde el cuerpo de Naruto, azotando el aire con un sonido ensordecedor. La energía que llenaba el campo de batalla cambió drásticamente, volviéndose opresiva, como si un depredador invisible hubiera tomado el control.
—No te perdonaré… ¡A ninguno de ustedes! —gritó Naruto, su voz resonando con una mezcla de furia y dolor.
Las cadenas se lanzaron hacia Miyuki con una velocidad devastadora, con intensión de destruir todo a su paso. La kunoichi intentó bloquearlas con su armadura, pero cada impacto hacía vibrar el metal líquido, creando fisuras que comenzaron a expandirse. Una cadena golpeó el suelo cerca de ella, levantando una nube de polvo y escombros que la obligaron a retroceder.
Haku, quien había comenzado a moverse hacia Kiyomi para asegurarse de que no pudiera levantarse, fue atacada por otra cadena que rasgó el suelo a centímetros de sus pies. La ráfaga de chakra que la acompañaba la lanzó hacia atrás, obligándola a rodar por el suelo antes de levantarse, tambaleante, su mascara se había roto por completo.
—Esto… no es normal —dijo Haku, sus ojos fijos en Naruto mientras el aura rojiza que lo rodeaba crecía, sus movimientos volviéndose más instintivos y menos humanos.
Naruto avanzó, su cuerpo envuelto en esa energía abrasadora. Con cada paso, el suelo se resquebrajaba bajo él, y su respiración pesada resonaba como un rugido. No era solo su furia; era la manifestación del Kyuubi, una fuerza que estaba comenzando a filtrarse a través de su voluntad debilitada.
—¡Sasuke! ¡Yuzuki! ¡Saquen a Kiyomi de aquí! —gritó Naruto, sin apartar la vista de sus enemigos.
—¡Naruto, espera! —intentó decir Sasuke, pero el aura de su compañero lo detuvo en seco. La opresiva energía hacía difícil incluso respirar.
Naruto, impulsado por una ira abrumadora y un dolor que lo quemaba por dentro, desató una explosión de chakra tan poderosa que el campo de batalla se transformó en un caos absoluto. Fragmentos de roca salieron despedidos en todas direcciones, el suelo se agrietó bajo sus pies y una onda de choque reverberó en el aire, agitando las olas debajo del puente y levantando nubes de polvo. Sus ojos, marcados por el Uzugan, ardían con un brillo púrpura hipnótico. Pero algo más inquietante había emergido en su mirada: sus pupilas se habían alargado, como las de un depredador, una señal de que el chakra del Kyuubi estaba comenzando a filtrarse a través de su ira incontrolable.
Las cadenas de chakra rojo se movían con una velocidad aterradora, cortando el aire con un silbido agudo y destructivo. Sus ataques eran caóticos pero letales, buscando acabar con Haku y Miyuki sin piedad. Una cadena golpeó directamente una formación de espejos de hielo que Haku había levantado para defenderse, destrozándola como si fuera vidrio común. Otra se dirigió hacia Miyuki, cuyo cuerpo estaba cubierto por la armadura metálica del Shokkin: Hagane Ō no Yoroi. Aunque logró bloquear parcialmente el impacto, la fuerza de la cadena la lanzó varios metros hacia atrás, su armadura resonando como un gong por la colisión.
Naruto avanzaba como una tormenta viva, y la presión que emanaba de su cuerpo hacía que incluso los shinobis más experimentados en el campo sintieran un escalofrío. Sus movimientos eran rápidos, impredecibles y llenos de una furia que bordeaba lo inhumano.
Mientras tanto, en otro punto del campo, Katsumi Hatake y Zabuza Momochi libraban una batalla igualmente intensa. El Makai no Henshin de Zabuza lo había convertido en una sombra oscura y amenazante, sus movimientos eran rápidos y mortales, pero Katsumi había logrado igualar su ritmo. Su Raikiri brillaba intensamente, iluminando su rostro ensombrecido por la determinación de acabar con el Demonio de la Niebla Oculta.
Zabuza, consciente de que estaba acorralado, intentó bloquear con su Kubikiribōchō. Sin embargo, Katsumi, con un movimiento calculado y preciso, dirigió el Raikiri hacia el círculo cortado de la parte superior de la espada, atravesándola sin esfuerzo. El filo de su técnica estaba a centímetros de perforar el pecho ennegrecido de Zabuza cuando una barrera de hielo y metal se interpuso de repente.
Era Haku. Había abandonado su posición en el combate contra Naruto para proteger a su maestro. Con un último esfuerzo, creó un muro helado reforzado con filamentos de metal liquido lanzados por Miyuki, quien se había recuperado justo a tiempo para ayudar. El impacto fue brutal, pero suficiente para detener el ataque de Katsumi, quien retrocedió unos pasos, frustrada pero no derrotada.
—No voy a permitir que lo toques —dijo Haku, jadeando, mientras sangre goteaba de la comisura de sus labios. Su cuerpo temblaba por el esfuerzo de mantener el hielo, pero sus ojos seguían firmes.
—¡Estás arriesgando tu vida por alguien que no dudará en sacrificarte! —gritó Katsumi, su voz cargada de rabia, mientras su Raikiri chispeaba con renovada intensidad.
Naruto, por su parte, no había dejado de atacar. Las cadenas se movían como extensiones de su voluntad, destruyendo cualquier obstáculo en su camino. Miyuki se veía obligada a esquivar y contraatacar constantemente, utilizando su armadura para redirigir los golpes, pero cada movimiento la agotaba más. Haku que estaba con Zabuza intentó frenar una de las cadenas que iba derigida a ella y a zabuza con un dragón de hielo, pero la fuerza de la misma lo destrozó en mil fragmentos antes de continuar su avance.
—¡Esto tiene que terminar, Naruto! —gritó Miyuki, desesperada, mientras lanzaba una ráfaga de kunais recubiertos de chakra hacia él. Sin embargo, las cadenas los desviaron sin esfuerzo, y uno de los látigos rojos casi logra atraparla si no hubiera reaccionado a tiempo.
La figura de Naruto era cada vez más aterradora. Su respiración era pesada, y una especie de humo rojizo comenzaba a envolverlo. Su chakra estaba fuera de control, y cada segundo que pasaba era más evidente que estaba dejando de ser el Naruto que todos conocían.
—¡Voy a matar a todos! —rugió, su voz retumbando con una mezcla de la suya propia y un tono más grave, casi bestial.
Haku intentó usar un último recurso. Con movimientos rápidos, formó una nueva serie de sellos.
—Hyōton: Hyōketsu no Kesshō.
Del suelo emergieron enormes pilares de hielo que se expandieron en todas direcciones, formando un laberinto destinado a atrapar a Naruto. Pero su respuesta fue inmediata. Con un rugido, sus cadenas de chakra se envolvieron en energía giratoria, rompiendo los pilares como si fueran de papel. Los fragmentos volaron como proyectiles, obligando a Haku y Miyuki a cubrirse.
Katsumi observó a Naruto, y una sensación contradictoria se apoderó de ella. La intensidad que emanaba de él era asombrosa, casi aterradora. Sus ataques estaban cargados de una furia cruda que parecía ilimitada, pero también había algo profundamente peligroso en ese chakra rojo que se filtraba de su cuerpo. Su preocupación se mezcló con una chispa de admiración, pero el instinto le decía que esto no podía durar mucho sin consecuencias devastadoras.
Zabuza, mientras tanto, estaba de rodillas, escupiendo sangre. El Makai no Henshin había llevado su cuerpo al límite. Las sombras que lo envolvían se desvanecían poco a poco, y su respiración se volvía más irregular con cada segundo. Aunque su expresión seguía siendo feroz, los efectos del combate prolongado estaban comenzando a pasarle factura. Aun así, sus ojos no dejaban de analizar cada movimiento en el campo de batalla, buscando una oportunidad para revertir la situación.
Naruto, frente a Miyuki, estaba a punto de desatar otro golpe devastador. Miyuki, exhausta, había creado un pequeño domo de metal líquido con lo que quedaba de su chakra. Era una defensa improvisada, pero cada vez que una de las cadenas de chakra rojo de Naruto chocaba contra la cúpula, esta temblaba y se deformaba, acercándose peligrosamente al colapso. La desesperación era palpable en su rostro, pero no cedía.
Justo cuando la tensión alcanzaba su punto máximo, un sonido seco, como el chasquido de zapatos con tacón contra la roca, resonó por el campo. El ruido se repetía con lentitud, acompañado del crujido de ramas bajo los pies. Todos los presentes giraron hacia la fuente del sonido, con la confusión reflejada en sus rostros. Finalmente, una voz rasposa rompió el silencio.
—Vaya, Zabuza… qué sorpresa encontrarte en este estado tan lamentable. Y pensar que habría sido mejor contratar los servicios de Konoha en lugar de a una mierda renegada como tú.
El que hablaba era un hombre bajo con un rostro marcado por dos puntas como bigotes y un aire de arrogancia. Su apariencia contrastaba con la brutalidad del campo de batalla: vestía ropa fina de un hombre de negocios, a su alrededor, se podían distinguir figuras emergiendo de entre los árboles, un grupo de matones armados y dos shinobis con protectores rayados que indicaban su condición de renegados. El hombre sonrió de manera desagradable y continuó, ignorando la evidente hostilidad de todos los presentes.
—Como sea, me cansé de tu falta de resultados. Así que traje algunos refuerzos para terminar el trabajo.
Zabuza gruñó, incorporándose con dificultad. Aunque sus músculos temblaban por el esfuerzo, su mirada seguía siendo tan gélida como siempre.
—Gatō… —murmuró entre dientes, su tono impregnado de desprecio—. ¿Qué mierda crees que estás haciendo?
El hombre, revelado como Gatō, soltó una risa burlona.
—Asegurándome de que dejes de ser un gasto inútil. Aunque debo decir que el espectáculo ha sido entretenido. Pero ya es suficiente. Ahora, terminen con todos ellos.
Los shinobis que lo acompañaban avanzaron al frente, dejando que los matones se dispersaran alrededor del puente, listos para atacar a los heridos y agotados. Uno de los ninjas era un hombre corpulento con una máscara que ocultaba la mitad de su rostro. Portaba un garrote gigante recubierto de púas, que levantó con una facilidad desconcertante. El otro era más delgado y ágil, con una postura que delataba experiencia en combate cuerpo a cuerpo. Sus kunais brillaban con veneno.
Mientras tanto, Zabuza se reincorporaba con dificultad. Apoyado en su enorme espada, lo primero que hizo fue escupir un poco de sangre que manchó aun mas las vendas que cubrían su rostro. Sus ojos se fijaron en Gatō con una mezcla de furia y desprecio.
—Así que esto es lo que planeabas desde el principio… traicionarme como el cobarde que eres. —Su voz era baja y grave, cargada de un odio que parecía hacer eco en el aire. Giró la cabeza hacia Katsumi, quien lo miraba con recelo—. Oye, Katsumi… parece que ya no somos enemigos. Ese bastardo ya no es mi empleador, lo que significa que esta pelea entre nosotros se acabó.
Haku y Miyuki, quienes habían mantenido una posición defensiva tras el combate anterior, parecieron relajarse ligeramente al escuchar las palabras de Zabuza. El hombre extendió una mano ensangrentada hacia ellas.
—Haku, Miyuki… ellos ya no son nuestros enemigos —añadió Zabuza, antes de escupir un poco de sangre y apretar los puños—. Pero este bastardo…
Antes de que Katsumi pudiera responder, Gatō estalló en una risa burlona, aunque el sudor comenzaba a formarse en su frente.
—¡Bah! ¿De verdad crees que vas a salir de aquí vivo, Zabuza? —dijo, una sonrisa desagradable extendiéndose por su rostro—. Cuando termine con ustedes, tomaré a tus dos perras y las pondré a trabajar. Y esas dos niñas de cabello negro… —sus ojos se desviaron hacia Kiyomi y Yuzuki, quien una medio desmayada Yuzuki cuidaba a una inconcinete Kiyomi tras el combate previo—. Serían una excelente adición a mis burdeles. Ah, y esa mujer de cabello plateado… —añadió, mirando a Katsumi—. Un lujo que también podría aprovechar.
El silencio que siguió fue tan denso como una tormenta. Incluso los mercenarios de Gatō parecieron tensarse, conscientes de que esas palabras habían cruzado un límite.
Zabuza levantó lentamente la cabeza, y la ira en sus ojos era tangible, apretó los dientes, sus nudillos blanqueando alrededor de la empuñadura de su espada.
—Has cavado tu propia tumba, Gatō.
Naruto, rodeado por un aura de chakra rojo que pulsaba como una tormenta, apretó los dientes mientras sus cadenas de chakra se retorcían como serpientes furiosas, listas para desgarrar todo a su paso. Sus ojos, brillando con el púrpura mortal del Uzugan, se clavaron en Gatō y su grupo, cada movimiento suyo exudando una intención asesina palpable. La furia y la desesperación que lo consumían no dejaban espacio para la razón. Las imágenes de Kiyomi herida, Yuzuki jadeando por el esfuerzo, y Katsumi a su lado, claramente agotada, alimentaban una única emoción en su interior: venganza.
Katsumi se movió rápidamente, posicionándose al lado de Naruto. Su Raikiri chisporroteaba débilmente en su mano derecha, pero aun así lo sostuvo con firmeza. Puso su mano libre sobre el hombro de Naruto, ignorando el dolor que le causaba el contacto directo con el chakra rojo y caliente.
—¡Naruto, cálmate! ¡Esto no es solo sobre ti, no podemos perder el control ahora! —gritó, su voz cargada con una mezcla de urgencia y súplica. Aumentó el flujo de chakra en su Raikiri, preparándose para lanzarse contra los nuevos enemigos.
Naruto no respondió, ni siquiera giró la cabeza hacia ella. Sus ojos seguían clavados en Gatō y sus hombres, y el chakra púrpura del Uzugan comenzó a mezclarse con el rojo del chakra del kyubi, creando un vórtice de energía que hacía temblar el suelo. Las grietas se extendían desde sus pies hacia adelante, como relámpagos oscuros en la roca.
Zabuza, aunque claramente debilitado, se había reincorporado con una sonrisa oscura, alzando su enorme espada Kubikiribōchō, apuntándola hacia los mercenarios y shinobis enemigos con una mirada que prometía violencia inminente. La tensión en el aire era asfixiante. Sin embargo, antes de que Katsumi o Zabuza pudieran hacer un movimiento, Naruto se adelantó, su chakra estallando en una tormenta descontrolada.
—Vaya, parece que este será un buen baño de sangre después de todo —dijo en un tono bajo, su mirada fija en los mercenarios y shinobis renegados que ahora llenaban el campo.
Con un rugido salvaje, lanzó sus cadenas hacia adelante, apuntando directamente al grupo de Gatō. Los shinobis renegados reaccionaron de inmediato. Uno de ellos, el más corpulento, balanceó su garrote gigante recubierto de púas, bloqueando una de las cadenas con un impacto brutal que resonó en el aire. El otro, más ágil, se deslizó hacia un lado, lanzando varios kunais cubiertos de veneno hacia Naruto.
Katsumi reaccionó de inmediato, interceptando los kunais con su Raikiri. Cada impacto generaba destellos de chispas, pero logró mantener su postura.
—¡Voy a destrozarlos! —rugió Naruto con una voz que no era completamente humana. Un eco profundo resonó en el campo, como si algo primitivo y ancestral respondiera desde dentro de él.
El grupo de Gatō se detuvo un instante, vacilante. Incluso el hombre que había traído consigo a estos mercenarios y shinobis renegados retrocedió un paso, su rostro reflejando el nerviosismo que intentaba ocultar con una sonrisa forzada.
—¿Qué… qué clase de monstruo eres, chico? —murmuró Gatō para sí mismo, antes de recuperar su tono arrogante. Levantó la barbilla y miró a sus hombres—. ¡No se queden ahí parados! ¡Mátenlo!
Dos de los mercenarios avanzaron, confiados, empuñando espadas largas y cadenas con ganchos. Pero antes de que pudieran siquiera dar un paso completo, una de las cadenas de chakra de Naruto se abalanzó sobre ellos como un látigo vivo. La primera impactó contra el pecho de uno de los hombres, atravesándolo con un sonido seco y desgarrador. El otro apenas tuvo tiempo de levantar su arma antes de ser lanzado varios metros por el golpe brutal de otra cadena.
Con un rugido bestial que resonó en el aire, mas cadenas de chakra emergieron de la espalda de Naruto, como serpientes vivientes, cargando con una furia incontrolable. Algunos mercenarios intentaron retroceder, pero las cadenas se movieron como rayos. Una de ellas perforó directamente a uno, levantándolo en el aire antes de arrojarlo contra el suelo con un impacto que resonó como un trueno. La otra envolvió a otro mercenario, apretando con tal fuerza que el sonido de huesos rompiéndose fue audible incluso por encima del caos.
Los dos shinobis renegados intentaron actuar con rapidez. El primero, un hombre corpulento con un garrote cubierto de púas, rugió mientras balanceaba su arma directamente hacia las cadenas de Naruto, logrando bloquear una de ellas momentáneamente. Pero el esfuerzo fue en vano; otra cadena lo atravesó desde atrás, levantándolo del suelo antes de estrellarlo contra un árbol hasta el extremo aun no construido del puente, donde quedó inmóvil.
El segundo shinobi, más ágil y experimentado, reaccionó a tiempo. En un movimiento rápido, se envolvió en una armadura de agua, su chakra formando un capullo líquido que absorbió el impacto inicial de las cadenas. Aun así, el ataque de Naruto no se detuvo. Con un gruñido de rabia, sus ojos brillaron intensamente, y los patrones curvados del Uzugan parecieron girar como aspas furiosas.
—¡No escaparás! —rugió Naruto, extendiendo su mano hacia el shinobi. Un conjunto de sellos de fūinjutsu apareció espontáneamente en el aire alrededor del enemigo, rodeándolo en un destello púrpura. En un parpadeo, el shinobi desapareció sin dejar rastro, atrapado por la técnica.
El silencio que siguió fue roto solo por el eco de las cadenas golpeando el suelo. Naruto se giró hacia Gatō y sus restantes mercenarios, sus ojos ardiendo con pura furia. Las cadenas rojas y con un resplandor púrpura del Uzugan, se alzaron de nuevo, buscando su siguiente presa.
Katsumi lo observaba, sus dedos tensos alrededor de su Raikiri. Sabía que Naruto no estaba completamente en sí. Era como si hubiera sucumbido a algo más oscuro, algo que lo consumía con cada segundo.
—¡Naruto, basta! ¡Estas perdiendo el control! —gritó, dando un paso hacia él, a pesar de la presión abrumadora del chakra que lo rodeaba.
Naruto no respondió. Sus cadenas golpearon de nuevo, esta vez apuntando directamente hacia Gatō, quien había retrocedido tanto que casi tropezó con sus propios hombres.
—¡Protégeme, idiotas! ¡Acaben con él! —vociferó Gatō, pero su voz temblaba de miedo.
Los mercenarios restantes intentaron formar una línea defensiva, lanzando proyectiles y gritando órdenes confusas, pero eran solo presa fácil para las cadenas de Naruto. Uno a uno cayeron, aplastados o atravesados, sus cuerpos dejando marcas sangrientas en el suelo.
Zabuza, observando la escena, bajó su espada ligeramente. A pesar de su naturaleza brutal, algo en la masacre desatada por Naruto lo hizo fruncir el ceño.
—Ese chico… no es solo un ninja. Es algo más. Algo peligroso. —Murmuró para sí mismo antes de alzar su voz hacia Katsumi—. Si no lo detienes, todos aquí podríamos ser su próxima víctima, incluyéndote.
Naruto avanzó lentamente, sus cadenas moviéndose a su alrededor como una extensión de su ira. Cada paso que daba hacía temblar el suelo. Sus manos estaban apretadas en puños, y su respiración pesada resonaba como un rugido bajo.
—Voy a acabar con todos ustedes —murmuró, su voz cargada de una amenaza palpable.
—¡Naruto, cálmate! —gritó Katsumi de nuevo, su voz resonando con una autoridad inesperada, cargada no de miedo, sino de pura autoridad.
Por un instante, la tormenta de rabia que envolvía a Naruto pareció tambalearse. Sus ojos, ahora rojos como la sangre por el chakra del kyubi, vacilaron mientras se cruzaban con los de Katsumi. El brillo púrpura del Uzugan intento tomar el control por un momento, como si la conexión emocional lo alcanzara. Pero antes de que la calma pudiera asentarse, una de sus cadenas de chakra rojo se disparó con fuerza brutal hacia Gatō.
El pequeño hombre ni siquiera tuvo tiempo de gritar. La cadena atravesó su pecho con un sonido húmedo y desgarrador, alzándolo en el aire como un muñeco roto. Gatō jadeó, su boca abriéndose y cerrándose como si intentara gritar, pero solo un hilo de sangre escapó de sus labios. Naruto, con una mirada fría y desprovista de humanidad, agitó la cadena, lanzando el cuerpo inerte de Gatō hacia el mar que rugía bajo el puente.
El silencio que siguió fue abrumador. El único sonido era el murmullo de las olas chocando contra los pilares del puente y el viento que arrastraba el olor metálico de la sangre. Naruto permaneció de pie en medio de la carnicería, su cuerpo temblando, cubierto de cortes menores que se regeneraban poco a poco y salpicado de sangre. El manto de chakra rojo que lo envolvía comenzó a disiparse lentamente, desmoronándose en filamentos que se desvanecieron en el aire. Las cadenas, que hasta hacía un momento eran extensiones de su furia, se desvanecieron poco a poco.
Con el último resplandor del manto desaparecido, Naruto cayó de rodillas, jadeando. Su cuerpo temblaba incontrolablemente mientras sus ojos recorrían el escenario de muerte a su alrededor. Mercenarios con cuerpos mutilados y rostros congelados en expresiones de terror, el charco de sangre mezclándose con el agua de la brisa del mar. Naruto sintió cómo el pánico comenzaba a apoderarse de él.
Sabía que aquellos hombres eran matones, criminales que sin duda habían cometido actos atroces. Pero esa certeza no aliviaba el peso que sentía en el pecho. Estas eran sus primeras muertes. Él había sido quien les arrebató la vida, quien los había destruido con una furia que apenas reconocía como suya.
Sus manos temblaban mientras miraba sus palmas, aún tibias por el calor residual del chakra que había liberado. Su mente era un torbellino de emociones: miedo, culpa, y algo más, una sensación de vacío que lo aterrorizaba aún más.
Unas manos firmes y cálidas se posaron sobre sus hombros, sacándolo de su ensimismamiento. Naruto alzó la mirada, todavía tembloroso, y se encontró con los ojos de Katsumi. Antes de que pudiera decir algo, ella lo envolvió en un abrazo protector, atrayéndolo hacia su pecho.
—Sé cómo te sientes —murmuró Katsumi, su voz más suave ahora, aunque aún firme—. Pero no dejes que la culpa te consuma. Estas personas no valían nada, Naruto. Hiciste lo que debías.
Naruto intentó replicar, pero las palabras se atoraron en su garganta. Katsumi lo sostuvo con más fuerza, como si intentara mantenerlo consiente de ella.
—Eran escoria, Naruto. Matones, asesinos y violadores. Si no los detenías, hubieran hecho cosas horribles a otras personas. A nosotros, a las personas de este pueblo. Ellos se lo merecían. No te castigues por proteger a los tuyos.
Las palabras de Katsumi eran firmes, casi severas, pero su tono estaba teñido de algo más profundo: comprensión. Naruto, aunque todavía estremecido, comenzó a respirar con más regularidad. Sus manos dejaron de temblar, pero el peso en su pecho seguía ahí, como una sombra que no desaparecía fácilmente.
El puente quedó envuelto en un silencio que parecía eterno, solo roto por el silbido del viento que serpenteaba entre las vigas de acero. El lugar, ahora manchado de sangre y eco de la batalla, se sentía ajeno al mundo, como un campo aislado donde solo quedaban las cicatrices del conflicto. En la distancia, Zabuza permanecía en pie, apoyado sobre su espada Kubikiribōchō. Su rostro, normalmente una máscara de indiferencia y crueldad, mostraba algo diferente: una mirada seria y cargada de reconocimiento.
Haku y Miyuki, aunque heridas, estaban conscientes. Ambas permanecían cerca una de la otra, observando a Naruto con ojos llenos de una mezcla de respeto, lástima y un atisbo de entendimiento. Ya no eran enemigos; eso era claro para ellas. Lo que acababan de presenciar no era solo la furia desatada de un joven ninja, sino también su lucha interna por no sucumbir al peso de sus propias acciones.
Más cerca, Sasuke y Yuzuki se mantenían junto a Kiyomi, quien aún permanecía inconsciente, mientras un pálido Tazuna se aferraba a un soporte del puente, incapaz de ocultar el temblor en sus manos. Sasuke miraba a Naruto con desconcierto, sus cejas fruncidas en una mezcla de incredulidad y celos. ¿Cómo era posible que el mismo Naruto, el que siempre había considerado el peor de sus compañeros, lograra desatar un poder tan descomunal? La frustración se agitaba en su interior, pero no encontraba palabras para expresarla.
Yuzuki, por otro lado, tenía los ojos fijos en Naruto, pero no con juicio, sino con preocupación. Había notado el temblor en su cuerpo, las lágrimas silenciosas que luchaban por escapar mientras Katsumi lo consolaba. Esa faceta vulnerable del chico pelirrojo despertaba en ella un sentimiento extraño.
Naruto, todavía de rodillas, levantó lentamente la mirada hacia Katsumi. Sus ojos estaban enrojecidos, no solo por el cansancio, sino por las emociones que lo desgarraban. Katsumi no apartó sus brazos de él, y con una suavidad que contrastaba con la dureza del combate, le seguía consolando con voz tranquila.
De repente, un murmullo creciente interrumpió el momento. Naruto alzó la cabeza, alerta, mientras el sonido de pasos y voces se acercaba rápidamente. Todos en el puente giraron hacia la entrada, tensándose. Zabuza levantó su espada instintivamente, y Sasuke se puso de pie, preparándose para lo que fuera que estuviera por venir.
De entre la neblina que cubría los extremos del puente, apareció una multitud. Inari estaba al frente, sosteniendo un arco improvisado y con una expresión de resolución que no se había visto antes en él. Tras él, decenas de aldeanos emergieron, armados con herramientas de trabajo, palos, cuchillos, e incluso utensilios de cocina. Aunque su equipo era rudimentario, la determinación en sus rostros era clara. El grupo se detuvo al llegar a la escena, sus ojos recorriendo el puente y el campo de batalla que habían dejado atrás. Algunos aldeanos palidecieron al ver los cadáveres y la sangre, pero otros respiraron aliviados al darse cuenta de que los mercenarios ya no eran una amenaza.
—¡Naruto! ¡Todos! —gritó Inari, avanzando con pasos decididos—. ¡Estamos aquí para ayudar!
El joven Uzumaki lo miró, todavía temblando, pero con una chispa de alivio encendiéndose en sus ojos. La visión de los aldeanos armándose de valor, enfrentando su miedo y tomando acción, parecía aliviar parte del peso que cargaba en su pecho. Inari se detuvo justo frente a él, con el rostro alzado y una expresión seria.
Katsumi ayudó a Naruto a ponerse de pie, sosteniéndolo por la cintura mientras él se tambaleaba ligeramente. Zabuza dejó escapar un suspiro pesado, observando a los aldeanos con desdén, pero sin moverse de su lugar.
—Llegaron tarde, mocosos —gruñó Zabuza desde la distancia, su tono áspero y profundo aún presente, pero desprovisto de la dureza habitual. Sus palabras estaban cargadas de una resignación que reflejaba una aceptación amarga. Sabía que ya no tenía motivos para seguir luchando; la batalla había llegado a su fin.
Inari no se dejó amedrentar. Dio un paso decidido hacia adelante, sosteniendo con firmeza su arco improvisado, como si el arma fuera una extensión de su determinación. Aunque temblaba ligeramente, su rostro mostraba un coraje inesperado, alimentado por la esperanza que había resurgido en su pueblo.
Naruto, observando al joven con ojos cansados, esbozó una débil sonrisa. Fue un gesto breve, apenas perceptible, pero cargado de significado. Sin embargo, antes de que pudiera pronunciar palabra, su cuerpo colapsó. Katsumi reaccionó al instante, atrapándolo antes de que tocara el suelo.
—¡Naruto! —murmuró, su voz teñida de preocupación. Lo sostuvo con cuidado, notando la frialdad de su piel y el peso del agotamiento que lo embargaba. El esfuerzo descomunal que había requerido despertar su dōjutsu y desatar las cadenas de sellado diamantinas había pasado factura, le habían drenado completamente sus reservas de chakra.
Sin dudarlo, Katsumi lo acomodó sobre su espalda, asegurándose de sostenerlo con firmeza. Miró brevemente al grupo de aldeanos que Inari lideraba, ofreciendo un pequeño asentimiento de reconocimiento, y luego caminó hacia el resto de su equipo.
Llegó al lugar donde Yuzuki seguía inclinada sobre Kiyomi, tratando de estabilizarla con las técnicas médicas básicas que conocía. La gemela aún estaba inconsciente, su respiración irregular pero estable. Sasuke, por su parte, permanecía cerca, con el rostro tenso y los ojos oscilando entre el desconcierto y una mezcla de celos y frustración.
El ambiente se tensó de repente. Los ojos de Yuzuki y Sasuke se entrecerraron con desconfianza cuando notaron que Haku se acercaba lentamente hacia ellos, con Miyuki caminando unos pasos detrás. Ambos Uchiha adoptaron posturas defensivas al instante, sus cuerpos listos para cualquier enfrentamiento.
Sin embargo, Katsumi no tuvo tiempo para enfocarse en ellos. Algo captó su atención: el cambio en la postura de los Uchiha. Sasuke y Yuzuki se pusieron inmediatamente en guardia, activando sus Sharingan al unísono, cuando notaron la presencia de alguien más acercándose.
—Puedo ayudar —la voz era suave pero firme. Haku, con heridas aún frescas en su rostro y cuerpo, sostenía un pergamino en sus manos. Con un gesto calmado, lo desenrolló, invocando una bolsa de herramientas médicas.
—¡Aléjate si no quieres morir! —gruñó Sasuke, su voz cargada de furia contenida. Sus ojos carmesí brillaban con intensidad, y su cuerpo parecía listo para atacar en cualquier momento.
—¿Crees que voy a confiar en ti? —añadió Yuzuki, su mirada fija en Haku mientras su ceño se fruncía con desconfianza. Su postura era calculadora, y aunque parecía más controlada que Sasuke, estaba lista para actuar si Haku hacía el más mínimo movimiento sospechoso.
Antes de que la situación pudiera escalar, otra voz intervino.
—Ella es muy buena con la medicina, y ya no somos enemigos. Haku solo quiere ayudar —dijo una figura que hasta ahora se había mantenido en segundo plano. Miyuki, la chica de cabello blanco con puntas negras y ojos ámbar, avanzó con calma, colocándose al lado de Haku. Su tono era neutro, pero firme, como si buscara evitar una confrontación innecesaria.
—Deberíamos dejar que ayude. Kiyomi necesita atención médica de verdad, y no estamos en condiciones de rechazar ayuda —intervino Katsumi con firmeza, mientras acomodaba cuidadosamente a Naruto sobre su espalda. Aunque su tono era autoritario, no tenía dureza; en su voz se notaba una mezcla de preocupación y urgencia, lo suficiente para calmar las tensiones que se habían acumulado entre los presentes.
Sasuke frunció el ceño, su mandíbula apretada reflejaba su resistencia, pero al final cedió, aunque no sin advertir:
—Hazlo rápido. Pero te estamos vigilando.
Haku asintió levemente, aceptando las condiciones sin replicar. Con pasos lentos y calculados, avanzó hasta colocarse junto a Kiyomi, sus movimientos medidos para no provocar a los Uchiha. Se arrodilló con elegancia junto a la joven inconsciente y comenzó a trabajar con una calma impresionante.
Sacó vendas limpias, ungüentos y antisépticos de su bolsa ninja, mientras sus manos, hábiles y experimentadas, se movían con precisión quirúrgica. Concentrándose, canalizó chakra a sus manos, creando un tenue resplandor azul. El chakra médico fluyó hacia las heridas de Kiyomi, sellando las más profundas y estabilizando su respiración con un cuidado que denotaba su experiencia.
Miyuki se inclinó a su lado, sosteniendo herramientas y ofreciendo apoyo en silencio. Su cabello blanco con puntas negras caía sobre su rostro mientras seguía con la mirada cada movimiento de Haku, preparada para ayudar en lo que fuera necesario.
Yuzuki miraba todo con desconfianza, sus ojos rojos del Sharingan observando cada detalle, lista para reaccionar ante cualquier sospecha de traición. Aun así, en su expresión había una mezcla de alivio y renuencia.
—Gracias... —susurró Yuzuki finalmente, aunque sus palabras salieron cargadas de incomodidad. No dejaba de mantener su postura alerta, su orgullo resistiéndose a aceptar la ayuda.
Haku no levantó la mirada, pero respondió con un tono suave y genuino:
—Solo quiero enmendar lo que he hecho. Aunque sea un poco.
Sasuke observaba desde la distancia, su cuerpo rígido y los brazos cruzados. Aunque no decía nada, la forma en que desviaba la mirada mostraba que estaba lidiando con sus propios conflictos internos. La idea de aceptar ayuda de un enemigo no era algo fácil de digerir para él.
Los aldeanos, liderados por Inari, comenzaban a agruparse alrededor de Tazuna y los demás, intentando restaurar algo de orden en medio del caos. Las improvisadas armas que habían traído ahora parecían innecesarias, pero su presencia les daba una sensación de seguridad. Inari, todavía con su arco en las manos, miró a Naruto con una admiración profunda, como si el joven ninja representara la esperanza y el valor que todos en la aldea habían olvidado.
En medio de este panorama, Zabuza comenzó a acercarse lentamente, su imponente figura atrayendo la atención inmediata de todos. Su mera presencia hizo que Sasuke y Yuzuki se tensaran al instante, sus cuerpos adoptando posturas defensivas de forma automática. Sasuke, en particular, frunció el ceño, tratando de ignorar el leve escalofrío que recorrió su espalda ante el aura intimidante del Demonio de la Niebla. Yuzuki lo miro con su Sharingan de nuevo, con el ceño fruncido y los labios apretados, lista para cualquier eventualidad.
Katsumi, sin embargo, permaneció tranquila. Sabía reconocer a un enemigo cuando aún tenía intenciones hostiles, pero en ese momento Zabuza no parecía querer pelear. De hecho, había algo diferente en su postura, en la forma en que sus ojos recorrieron la escena. Ella entendía, quizá mejor que sus compañeros, el agotamiento y la vida de un shinobi: pelear sin propósito era un lujo que los guerreros como ellos no podían permitirse.
—¿Qué planeas hacer ahora, Zabuza? —preguntó Katsumi con serenidad, su voz rompiendo el silencio que pesaba sobre el puente. Su mirada se desvió hacia Haku y Miyuki, quienes seguían atendiendo diligentemente a Kiyomi.
Zabuza la miró, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de cansancio y resignación. Finalmente, respondió con un tono bajo y sin energía:
—No lo sé... —Su confesión era cruda, sin el orgullo o la arrogancia que normalmente teñían sus palabras.
El shinobi bajó ligeramente su enorme espada, como si el peso de sus pensamientos fuera más difícil de sostener que el de su arma. Sabía que su rebelión en el País del Agua había sido un fracaso, y la falta de recursos lo había dejado sin posibilidades reales de seguir adelante. Más aún, los rumores de una kunoichi que lideraba con éxito una resistencia contra el régimen de Yagura habían llegado a sus oídos. Aquello no solo hacía que su causa pareciera obsoleta, sino que también erosionaba cualquier deseo de regresar a su tierra natal.
—Hace tiempo, creía que podía cambiar el País del Agua... Pero ahora... —Zabuza hizo una pausa, su voz grave parecía perderse en el sonido del viento—. No hay nada que me ate a ese lugar. Me interesa más cuidar de Haku y Miyuki que intentar otro golpe de estado condenado al fracaso.
Sus palabras resonaron en el aire, llenas de una verdad innegable. Haku, quien seguía trabajando en las heridas de Kiyomi, levantó la mirada por un momento, visiblemente conmovida por la declaración de su maestro. Miyuki, quien estaba junto a ella sosteniendo una bolsa de suministros médicos, lo miró con un atisbo de esperanza.
—Zabuza-sama... —murmuró Miyuki, su voz apenas un susurro, pero cargada de emoción.
Haku terminó de estabilizar a Kiyomi. Sus manos, aún brillando con un leve resplandor azul por el chakra medicinal, se retiraron con cuidado, como si temiera romper el delicado equilibrio de la curación. Se incorporó lentamente, limpiando el sudor de su frente con el dorso de la mano, y finalmente rompió el silencio, dirigiéndose a su maestro.
—Zabuza-sama... —llamó con suavidad, sin atreverse a mirarlo directamente.
Zabuza giró ligeramente la cabeza hacia su discípula, su mirada todavía cargada de un cansancio abrumador.
—¿Qué sucede, Haku? —preguntó con su tono áspero habitual, aunque había una pizca de curiosidad en su voz.
Haku se tomó un momento antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.
—Quisiera... quisiera hacerle una petición egoísta —murmuró, su tono apenas un susurro, pero lo suficientemente claro para que todos lo escucharan.
La mención de la palabra "egoísta" hizo que Zabuza entrecerrara los ojos. Frunció ligeramente el ceño, pero no interrumpió.
—¿Una petición? —repitió, su voz firme pero sin hostilidad—. ¿Qué es lo que deseas, Haku?
Haku bajó la cabeza, apretando con fuerza los dedos sobre el borde de su túnica. Sus palabras salieron lentas, pero cargadas de emoción.
—¿Podríamos... ir con Naruto y su grupo a su aldea? —preguntó finalmente, su voz temblando levemente. La valentía que había reunido para decirlo parecía desvanecerse con cada palabra—. Solo... es una idea. Tal vez podríamos encontrar un lugar al que llamar hogar. Un lugar donde no tengamos que vivir como fugitivos... Pero si prefiere que sigamos viajando, aceptaré su decisión. Soy su herramienta, después de todo.
El peso de su declaración cayó como una roca en el corazón de todos los presentes. Incluso Miyuki, que permanecía a un lado en silencio, levantó la vista, sorprendida por la franqueza de Haku. Sasuke y Yuzuki intercambiaron miradas rápidas, tratando de ocultar el impacto que les causaba escuchar aquellas palabras. Katsumi, por su parte, mantuvo una expresión neutral, pero sus ojos reflejaban una comprensión profunda.
Zabuza permaneció inmóvil, su rostro impasible como una máscara de piedra. Sus dedos tamborilearon sobre el mango de su espada mientras reflexionaba. Aunque Haku se refería a sí misma como una herramienta, él sabía que no era tan simple. Esa petición no provenía de una "herramienta"; provenía de una persona que había compartido con él años de lealtad, sacrificio y confianza.
Finalmente, después de un largo silencio, Zabuza exhaló profundamente, como si liberara un peso que llevaba dentro.
—Haku... —dijo con voz baja y ronca, casi inaudible—. Siempre haces este tipo de cosas, ¿verdad? Pedir algo como si no tuvieras derecho a ello.
Haku levantó la cabeza, sorprendida por el tono de su maestro.
—Zabuza-sama, yo...
—Tch. Calla. No estoy diciendo que no. Pero no lo hago por mí... lo hago por ustedes. —Zabuza desvió la mirada, como si el acto de admitir aquello le resultara insoportablemente incómodo—. Si este lugar puede ofrecerles algo que yo no he podido darles... entonces lo consideraré.
Haku parpadeó, incapaz de ocultar la emoción que inundaba sus ojos. Una sonrisa tenue y sincera se dibujó en sus labios mientras inclinaba la cabeza en una muestra de gratitud.
—Gracias, Zabuza-sama.
Miyuki, que había estado escuchando en silencio, se adelantó unos pasos y se colocó junto a Haku.
—Si vamos juntos, podremos encontrar un propósito más allá de simplemente sobrevivir. Estoy de acuerdo con Haku... sería bueno intentarlo —añadió, con una determinación que sorprendió incluso a Zabuza.