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Chapter 21 - XXI

—Tienen una hora. —La voz del supervisor resonó por toda el aula, rompiendo el silencio opresivo que se había instalado.

Naruto miró la hoja frente a él con creciente frustración. Pasaron veinte minutos, y lo único que había conseguido era confirmar lo que ya sabía: no entendía nada de las preguntas. No importaba cuántas veces las leyera, las palabras parecían bailar frente a sus ojos, burlándose de él. Nunca había sido bueno en cosas como esta, y ahora sentía que el peso del examen recaía sobre él más que nunca.

Su lápiz temblaba en su mano mientras miraba a su alrededor, buscando algo que pudiera ayudarlo. Fue entonces cuando notó a Hinata, sentada cerca de él. Al principio, no le prestó mucha atención, pero algo en su comportamiento llamó su atención. Sus ojos perlados brillaron fugazmente con un leve destello, y Naruto lo reconoció: el Byakugan.

Naruto se quedó atónito al darse cuenta. Hinata está usando su Byakugan para ver las respuestas... ¡Qué tonto soy! ¡Eso es lo que todos están haciendo! Una chispa de entendimiento cruzó su mente. Inspirado, cerró los ojos por un momento, concentrándose en su chakra. Al abrirlos, su mirada cambió, y el púrpura intenso del Uzugan emergió, con sus aspas girando lentamente.

De inmediato, la visión de Naruto se expandió. No solo podía ver las respuestas en los exámenes cercanos, sino también los flujos de chakra de los genin en el aula, delatando las diferentes técnicas que usaban. Algunos trataban de ocultar sus trampas con movimientos sutiles, mientras otros usaban habilidades más sofisticadas.

Un destello carmesí al frente llamó la atención de Naruto. Era Kiyomi, sentada dos mesas adelante. Su Sharingan estaba activado, y su mirada saltaba de un papel a otro, analizando respuestas con una precisión meticulosa. Incluso en ese momento, su expresión era tranquila, casi juguetona, como si todo esto fuera solo un juego más.

Naruto observó a otros genin en el aula. Un chico usaba un pequeño espejo escondido para reflejar las respuestas desde un ángulo imposible, mientras que una kunoichi manipulaba finos hilos de chakra para mover papeles sin ser vista. En una esquina, un genin parecía estar susurrando algo, apenas perceptible, pero el movimiento constante de sus labios sugería que estaba transmitiendo información a través de un sello oculto en su muñeca.

El ambiente estaba cargado de tensión, pero había un aire de actividad frenética apenas contenida. Los supervisores, posicionados estratégicamente alrededor del aula, observaban cada movimiento con ojos entrenados. Algunos apenas pestañeaban, buscando el más mínimo indicio de comportamiento sospechoso.

Naruto comenzó a relajarse un poco al darse cuenta de que no estaba solo. Todos estaban copiando de una forma u otra. Su Uzugan le permitió captar incluso las técnicas más sutiles: el flujo de chakra de una chica al frente que usaba un jutsu ilusorio para confundir la percepción de los supervisores, o el de un genin que creaba una pequeña sombra que se deslizaba por el suelo hasta el examen de su compañero.

Kiyomi, al notar la activación del Uzugan de Naruto, giró ligeramente la cabeza hacia él, lo suficiente para que solo él pudiera ver la sonrisa traviesa que se dibujaba en sus labios. Aunque no dijo nada, su mirada parecía decir: "Así que al fin lo entiendes, Naruto."

Yuzuki, desde otra esquina del aula, mantenía su estrategia completamente discreta. A diferencia de su hermana, no usaba el Sharingan abiertamente, pero su precisión al observar el comportamiento de los demás genin le permitía deducir respuestas con una habilidad casi sobrenatural.

Naruto, con su confianza renovada, comenzó a trabajar. Su Uzugan le permitió identificar patrones en las respuestas y movimientos sutiles que otros no habrían notado. Aunque no era perfecto, su habilidad le dio las herramientas necesarias para mantenerse al nivel de los demás.

Mientras tanto, Sasuke observaba todo en silencio, con su propio Sharingan activado. Su enfoque era calculador y metódico, moviendo su mirada entre los exámenes y los supervisores, asegurándose de no levantar sospechas mientras copiaba respuestas de los mejores candidatos en el aula.

El tiempo avanzaba rápidamente, y el aula estaba cargada de una tensión que parecía oprimente. Los murmullos de técnicas encubiertas se entremezclaban con el crujir de papeles y el rasgueo constante de los lápices sobre las hojas. Cada genin estaba sumido en su propio mundo, esforzándose al máximo para superar el desafío del examen.

Naruto, aunque al principio había estado completamente perdido, comenzó a adaptarse. Su Uzugan giraba suavemente, permitiéndole captar movimientos casi imperceptibles a su alrededor. Podía ver cómo varios genin usaban métodos ingeniosos para copiar: desde hilos de chakra invisibles que movían pequeñas notas, hasta ilusiones sutiles que engañaban la percepción de los supervisores. Aunque sabía que estaba al límite, la concentración y sus habilidades le ayudaron a igualar el ritmo del resto.

Los minutos parecían volar, y cuando el reloj marcó que solo quedaban quince minutos para el final, el supervisor alzó la voz, silenciando a todos:

—Dejen de escribir y coloquen sus lápices sobre el escritorio.

El sonido de los lápices golpeando los escritorios fue lo único que rompió el silencio, seguido por el leve murmullo de incertidumbre que recorrió el aula. Naruto sintió que podía respirar un poco más tranquilo, pero esa sensación duró apenas unos segundos, ya que las siguientes palabras del supervisor hicieron que la tensión regresara con más fuerza.

—Bien, ahora vamos con la décima pregunta —anunció con tono severo, caminando lentamente por el frente del aula. Su mirada era fría y calculadora, como si estuviera buscando la más mínima señal de debilidad entre los genin—. Pero antes de darla, añadiré una regla extra.

Naruto frunció el ceño. Algo en la expresión del supervisor le dio una mala espina. El hombre continuó hablando, con su voz resonando como una sentencia:

—Primero, pueden elegir si aceptan o rechazan la décima pregunta.

La confusión llenó el aula, y los murmullos se transformaron rápidamente en voces más altas. Algunos genin comenzaron a mirarse entre sí, claramente alarmados.

—¡¿Qué significa eso de aceptar o rechazar?! —gritó Kiba desde una esquina del aula, golpeando la mesa con frustración. Akamaru, escondido en su chaqueta, dejó escapar un leve gruñido.

—Si rechazas la pregunta y decides no intentarla, perderás todos tus puntos y serás eliminado automáticamente, junto con los otros dos miembros de tu equipo —explicó el supervisor, ignorando los reclamos y quejas que comenzaron a llenar la sala—.

—¡Eso es ridículo! —exclamó Temari, con los brazos cruzados y una mirada furiosa dirigida al supervisor—. ¡Esto no tiene sentido!

Naruto miró a sus compañeros de equipo. Sasuke permanecía impasible, con los brazos cruzados, observando al supervisor como si intentara leer entre líneas. Kiyomi, en cambio, esbozó una ligera sonrisa, claramente intrigada por el giro de los acontecimientos, mientras Yuzuki fruncía el ceño, analizando las palabras del supervisor con una mirada calculadora.

El hombre levantó una mano, exigiendo silencio antes de continuar:

—Si aceptas la pregunta y fallas... entonces nunca se te permitirá realizar un examen chūnin nuevamente.

El impacto de esas palabras fue como una bomba en la sala. Una oleada de murmullos y protestas llenó el aire. Algunos genin no pudieron contener su indignación, levantándose de sus asientos para protestar.

—¡Eso no es justo! —gritó un chico del fondo del aula, mientras su equipo intentaba calmarlo.

—¡Esto no es un examen, es una broma! —añadió otra kunoichi, golpeando su mesa con frustración.

Naruto sintió un nudo en el estómago. Miró a sus compañeros una vez más, buscando alguna señal de qué hacer. Kiyomi le lanzó una mirada de confianza, como si quisiera decirle que no se preocupara, mientras Yuzuki mantenía su expresión fría e imperturbable. Sasuke, como siempre, no mostró emoción alguna, pero el leve brillo en sus ojos indicaba que ya había tomado una decisión.

El supervisor dejó que las quejas continuaran por un momento antes de alzar nuevamente la voz, imponiendo silencio con su presencia autoritaria.

—Esta es su última oportunidad para retirarse ahora —dijo con tono firme—. Si no están dispuestos a arriesgarse, levanten la mano y serán eliminados junto a su equipo.

La sala quedó envuelta en un silencio absoluto. El único sonido que rompía la quietud era el de las respiraciones tensas y los murmullos nerviosos de algunos participantes. Naruto sintió cómo el peso de la decisión lo aplastaba. Las palabras del supervisor aún resonaban en su mente, como una sentencia definitiva. ¿Qué debía hacer? La idea de fallar y arrastrar a sus compañeros al fracaso lo aterraba, pero rendirse tampoco era una opción. Su corazón latía con fuerza, mientras su mente debatía entre el miedo y la determinación.

A su alrededor, el nerviosismo crecía. Uno tras otro, algunos participantes comenzaron a levantar la mano, resignados a aceptar su derrota. Cada vez que veía una mano alzarse, el espíritu de Naruto vacilaba un poco más. ¿Y si ellos tenían razón? ¿Y si era mejor rendirse ahora que arriesgarlo todo?

Miró de reojo a Hinata, que estaba sentada junto a él. Sus manos temblaban ligeramente mientras apretaba su lápiz, y su mirada estaba fija en la hoja del examen, como si intentara encontrar una respuesta en blanco. Naruto notó cómo ella dudaba, cómo el miedo la envolvía. Algo dentro de él se encendió al verla así. No quería que ella se rindiera, no quería que el miedo la derrotara.

Sin pensarlo mucho, llevó su mano por debajo de la mesa y tomó la de Hinata con suavidad. Su piel era cálida y delicada, como si estuviera hecha de porcelana, y el contacto hizo que ella se sobresaltara ligeramente. Naruto apretó su mano con cuidado, buscando transmitirle calma.

Hinata lo miró, sus ojos perlados reflejaban sorpresa y un toque de inseguridad. En ese momento, Naruto le dedicó una suave sonrisa, una de esas que irradiaban confianza y calidez. Fue como si le estuviera diciendo sin palabras: Todo estará bien. Hinata sintió cómo su corazón latía con fuerza, pero no por el miedo, sino por la conexión que ese gesto simple y sincero había creado.

Naruto soltó su mano lentamente y desvió la mirada, volviendo a concentrarse en su decisión. Sin embargo, ese breve instante había encendido algo en él. Su determinación comenzó a crecer. Pero cuando levantó la vista, el panorama no era alentador. Más y más personas seguían alzando la mano, aceptando su eliminación. Esa ola de resignación lo golpeaba, haciéndolo dudar de nuevo.

Naruto tragó saliva y bajó la cabeza, apretando los puños con fuerza. Su confianza titubeaba, pero en su mente comenzaron a surgir los recuerdos: las veces que había sido rechazado, las promesas que se había hecho a sí mismo de nunca rendirse, los entrenamientos, las luchas que había enfrentado. Todo lo que lo había llevado hasta allí. No podía detenerse ahora.

Finalmente, con movimientos lentos y deliberados, Naruto comenzó a levantar la mano. A su alrededor, varios lo miraron con sorpresa. Kiyomi arqueó una ceja desde su asiento, mientras Sasuke lo observaba de reojo con una expresión que parecía una mezcla de incredulidad y curiosidad. Hinata también lo miró, y su expresión reflejaba una mezcla de preocupación y desconcierto.

Pero cuando la mano de Naruto alcanzó su punto más alto, la bajó de golpe, golpeando la mesa con fuerza. El sonido resonó en toda la sala, llamando la atención de todos los presentes. Naruto había reunido el valor que le faltaba.

Se levantó de su asiento, mirando al supervisor con una expresión llena de determinación. Sus ojos brillaban con una intensidad que parecía desafiar el propio peso de la prueba.

—¡No me subestimes! —exclamó con fuerza, su voz resonando en toda la sala—. No voy a huir ni a renunciar. No me importa lo difícil que sea esta pregunta o el riesgo de fallar. Incluso si tengo que seguir siendo genin por el resto de mi vida, ¡yo alcanzaré mis metas! ¡No tengo miedo!

El aula quedó en silencio una vez más, pero esta vez no era un silencio de duda, sino de asombro. Algunos genin lo miraban con incredulidad, mientras otros parecían inspirados por su valentía. Sasuke esbozó una ligera sonrisa, casi imperceptible, mientras Kiyomi dejaba escapar un leve suspiro, divertida por su típico dramatismo pero también impresionada. Hinata, por su parte, bajó la mirada, ocultando un leve rubor en sus mejillas mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios.

El supervisor, quien había mantenido su expresión fría e impenetrable, observó a Naruto con un leve destello en los ojos. Aunque no lo mostró, algo en la actitud del chico lo había impresionado.

Naruto se dejó caer nuevamente en su asiento, cruzando los brazos con una mezcla de confianza y determinación mientras seguía mirando al frente. Su corazón aún latía con fuerza por la intensidad de lo que acababa de hacer, pero no había duda en su expresión. Había tomado una decisión, y no se arrepentía. A su alrededor, el ambiente seguía cargado de tensión, pero su discurso había logrado encender algo en los demás, una chispa que parecía contagiarse lentamente. 

El supervisor recorrió la sala con la mirada, evaluando las expresiones de los participantes. Muchos aún estaban tensos, pero nadie más se atrevía a levantar la mano. Los murmullos habían cesado, y un silencio absoluto se apoderó del aula. Finalmente, el hombre rompió ese silencio. 

—Les pregunto una vez más. Esta es una decisión que puede cambiar el rumbo de sus vidas. ¿Alguien más quiere renunciar? Esta es su última oportunidad. 

Naruto, con una sonrisa desafiante, gruñó mientras inclinaba ligeramente su cuerpo hacia adelant.

—¡Vamos! Haz la última pregunta de una vez.

El supervisor se quedó mirándolo por unos segundos, su expresión impenetrable. Luego, sus ojos recorrieron el aula una vez más, deteniéndose brevemente en cada participante, como si evaluara la determinación reflejada en sus rostros. La tensión creció de forma casi insoportable. Incluso aquellos que parecían confiados comenzaron a sentir que algo estaba a punto de suceder. 

Finalmente, el hombre alzó la vista hacia los supervisores en los bordes de la sala, quienes asintieron con un leve movimiento de cabeza. Después, devolvió su atención al grupo frente a él. 

—Bien hecho. —Su voz resonó en el aula, firme y clara—. Todos los que han llegado hasta aquí... han pasado el primer examen. 

Por un momento, el silencio fue absoluto. Las palabras del supervisor tardaron en asentarse en las mentes de los presentes. Luego, uno a uno, los genin comenzaron a reaccionar, algunos soltando exclamaciones de alivio, otros de confusión, y unos cuantos simplemente se dejaron caer contra el respaldo de sus asientos, agotados tanto física como mentalmente. 

Naruto, sin embargo, se quedó mirándolo fijamente, con una mezcla de incredulidad y desconcierto. 

—¿Qué...? ¿Cómo que ya pasamos? —preguntó, casi gritando. 

El supervisor esbozó una pequeña sonrisa, apenas perceptible, antes de cruzar los brazos. 

—La décima pregunta no era una pregunta, sino una prueba de carácter. Este examen estaba diseñado para evaluar no solo su inteligencia y habilidades de deducción, sino también su determinación y valor. Los ninjas deben tomar decisiones difíciles bajo presión, y muchas veces, esas decisiones pueden significar el fracaso o incluso la muerte. 

El aula quedó en silencio nuevamente mientras las palabras del hombre calaban en los corazones de los jóvenes ninjas. 

—Renunciar significaba que no estaban listos para soportar las presiones del camino shinobi. Pero aquellos que eligieron quedarse, aun sabiendo los riesgos... demostraron que tienen el temple necesario para avanzar. —El supervisor se detuvo un momento antes de continuar—. Este era el verdadero propósito del examen. 

Naruto dejó escapar un profundo suspiro de alivio mientras se recostaba en su asiento. En su rostro se dibujó una amplia sonrisa de satisfacción, aunque su corazón aún latía con fuerza tras todo lo sucedido.

—¡Sabía que no era una pregunta real! —dijo con entusiasmo, aunque el leve titubeo en su tono traicionaba lo inseguro que realmente había estado.

Hinata, sentada a su lado, no pudo evitar dejar escapar una pequeña risa nerviosa. Su rostro estaba ligeramente sonrojado, pero también aliviado. Todavía estaba procesando lo que acababa de ocurrir, aunque el triunfo de Naruto la llenaba de orgullo.

De repente, Kiba rompió el momento con una exclamación enérgica:

—¡Oye! Entonces, ¿por qué tuvimos que sufrir con las otras nueve preguntas? ¡Eso fue una completa pérdida de tiempo!

El examinador, con la misma expresión seria que había mantenido durante toda la prueba, desvió su mirada hacia Kiba. Con un tono calmado pero firme, respondió:

—Nada de pérdida de tiempo. Las preguntas no eran simples acertijos; eran otra prueba diseñada para evaluar sus habilidades de obtención de información.

—¿Habilidades de espionaje? —preguntó Sakura, frunciendo el ceño mientras intentaba comprender lo que acababa de escuchar.

El hombre asintió, esbozando una ligera sonrisa que parecía casi orgullosa.

—Exactamente. Las preguntas eran demasiado avanzadas para ustedes, lo sabíamos desde el principio. Es por eso que infiltré a dos de mis subordinados entre ustedes, disfrazados como genin. Su verdadero objetivo era que encontraran la forma de copiar sus respuestas sin ser descubiertos.

Con esas palabras, dos "genin" que hasta entonces habían pasado desapercibidos se levantaron de sus asientos y saludaron con una reverencia.

—Claro está, aquellos que copiaron de forma obvia o torpe fueron automáticamente descalificados. —Mientras hablaba, el examinador se quitó el pañuelo que cubría su frente, revelando una calva llena de cicatrices y marcas profundas que hablaban de un pasado lleno de peligros y batallas.

—Habrá misiones en las que ser atrapados significará algo mucho peor que la descalificación. En esos casos, la muerte será la opción más piadosa. —Su voz se tornó más severa, cargada de una seriedad aplastante—. La información que obtengan no será confiable si no pueden mantener su presencia en secreto frente al enemigo. Aprendan eso y apréndanlo bien. Si traen información de una fuente sospechosa, no estarán sirviendo a su aldea, sino a sus enemigos.

Todos los presentes sintieron un escalofrío al escuchar esas palabras. La dureza de las lecciones que estaban recibiendo les recordaba la verdadera naturaleza del mundo shinobi.

—Es por eso que pusimos tanto énfasis en que usaran sus habilidades de espionaje para copiar. Fue la manera más rápida de eliminar a los que no están a la altura de lo que aspiramos de ustedes.

La sala quedó en silencio mientras el examinador tomaba aire, preparándose para explicar la décima pregunta.

—Ah, la décima pregunta... —Su mirada se volvió más intensa, casi perforante—. Esa fue la primera pregunta real del examen.

Un genin frunció el ceño, aún más confundido que antes.

—¿Qué diablos estás diciendo?

El hombre alzó una mano, calmándolo con un gesto, antes de continuar.

—Déjenme explicarles. La décima pregunta no era simplemente una pregunta; era una elección. Una entre dos opciones, ambas difíciles y peligrosas. Quienes elegían rechazarla eran eliminados automáticamente junto con sus compañeros de equipo. Pero quienes aceptaban el reto y decidían no responder, enfrentaban otra consecuencia: la prohibición permanente de volver a tomar el examen chunin.

Las palabras del examinador resonaron en la mente de todos como un eco. Naruto, incrédulo, se inclinó hacia adelante.

—¿¡Entonces era una trampa!?

—No era una trampa, sino un reflejo de las decisiones sucias, injustas e incluso inganables que enfrentarán como ninjas. Supongan que ustedes llegan a ser chunin. Imaginemos que se les asigna la tarea de infiltrarse en territorio enemigo para robar un documento vital. No sabrán nada sobre las habilidades del enemigo, su despliegue militar ni las trampas que han preparado. ¿Rechazarían una misión así por considerarla demasiado peligrosa?

La voz del hombre se elevó, llenando el aula de una gravedad que parecía hundir a cada genin en sus asientos.

—¡Por supuesto que no! No importa cuán peligroso sea el riesgo, un ninja no puede darse el lujo de declinar una misión crucial. Habrá ocasiones en las que pondrán su vida y la de sus compañeros en peligro por un bien mayor.

El examinador hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran profundamente en los jóvenes.

—Un líder chunin debe ser capaz de demostrar valor, incluso frente al miedo más paralizante. Debe inspirar a quienes lo rodean, ayudándolos a superar sus temores. Esa es la cualidad que evaluamos en este examen.

Naruto se quedó en silencio, procesando todo lo que acababa de escuchar. Por primera vez, comprendió que convertirse en un ninja no era solo cuestión de fuerza o habilidad, sino de responsabilidad y sacrificio. Su mano se apretó en un puño, y una llama de determinación brilló en sus ojos.

—Lo entiendo... —murmuró Naruto, con una expresión reflexiva que no pasaba desapercibida. Aunque hablaba para sí mismo, su voz era lo suficientemente alta para que Hinata, sentada a su lado, pudiera escucharlo. Ella lo observó con una mezcla de admiración y curiosidad, mientras intentaba asimilar el impacto de lo que acababan de escuchar.

Ibiki, aún frente al grupo, adoptó un tono severo, reforzando su mensaje:

—Los que no se atreven a afrontar su propio destino... Los que se dejan llevar por la promesa de un futuro incierto pensando que habrá una próxima vez... Los que dejan pasar su oportunidad... ¡Esos imbéciles que no son capaces de mantenerse firmes en su decisión! En mi opinión, carecen de lo necesario para convertirse en chūnin.

El salón quedó en silencio por unos instantes, con las palabras de Ibiki resonando como un eco en la mente de todos. Naruto apretó los puños con determinación mientras una chispa de entusiasmo cruzaba su rostro.

—¡Lo logramos! ¡Sí, sí! —exclamó con energía, rompiendo el silencio.

Al escuchar su efusividad, Ibiki dejó escapar una leve sonrisa casi imperceptible. "Es un chico interesante," pensó para sí mismo.

—Ustedes han elegido aceptar... —continuó el examinador, retomando su tono firme— ¡Y esa es la respuesta correcta a la famosa décima pregunta! Si conservan ese espíritu, probablemente puedan vencer todas las dudas y dificultades que enfrenten. La primera parte de los exámenes de ascenso a chūnin ha terminado. Rezaré por ustedes, por su éxito.

Antes de que los presentes pudieran procesar completamente sus palabras, un fuerte estruendo interrumpió el momento. Las ventanas del salón se rompieron con un sonido ensordecedor, y dos kunais atravesaron el aire para clavarse con precisión en las paredes opuestas. Una figura borrosa apareció entre el vidrio roto, y de repente una lona se desplegó rápidamente, cubriendo parte del escenario.

—¡Muy bien, chicos y chicas! ¡No celebren tan pronto! —dijo una voz enérgica y femenina. La atención de todos se dirigió hacia una mujer que acababa de hacer su entrada espectacular.

Frente a ellos, la recién llegada se presentó con una sonrisa confiada:

—Soy su próxima instructora, Anko Mitarashi. ¿Están listos para lo que viene? ¡Vamos, síganme!

La mujer tenía un porte imponente y una actitud audaz que inmediatamente capturó la atención de los aspirantes. Era de estatura promedio, con una piel pálida que contrastaba con su cabello morado, el cual llevaba recogido en una cola de caballo desordenada con mechones puntiagudos enmarcando su rostro. Sus ojos, de un castaño claro y penetrante, parecían evaluar a cada uno de los presentes. Vestía una blusa ajustada de malla metálica que acentuaba sus líneas femeninas, combinada con un largo abrigo beige con costuras moradas que dejaba abierto para permitirle mayor movilidad. Su atuendo se completaba con una minifalda naranja oscuro y un cinturón azul oscuro que ceñía su figura atlética.

Ibiki, quien aún no había abandonado el escenario, observó la escena con un gesto de resignación.

—Te adelantaste, Anko —dijo con un tono tranquilo pero firme, como si estuviera acostumbrado a su comportamiento.

La mujer se sonrojó ligeramente, pero mantuvo su actitud despreocupada.

—Oye, Ibiki, ¿dejaste pasar a tantos a propósito? —dijo, cruzándose de brazos y mirando al grupo con una ceja arqueada—. Cuento 78. ¿Tu examen fue demasiado fácil, o te estás ablandando?

Ibiki negó con la cabeza, sin alterarse por su comentario.

—O puede que los candidatos sean más aptos de lo que pensabas.

Anko soltó una carcajada irónica y agitó una mano como si descartara sus palabras.

—No lo creo. Pero no importa. Con mi examen, quedará menos de la mitad. —Sus palabras, llenas de confianza, hicieron que una tensión palpable se instalara en la sala.

Naruto, siempre impulsivo, frunció el ceño y susurró:

—¿Qué le pasa a esta mujer...?

Hinata, junto a él, tragó saliva nerviosa, mientras el resto de los presentes intercambiaban miradas inquietas. Anko, ajena o indiferente a las reacciones, se giró hacia la salida con un movimiento brusco.

—¡Vamos! —dijo, su tono marcaba que no aceptaba retrasos—. Si creen que sobrevivieron a la parte difícil, déjenme mostrarles lo que significa estar en un verdadero examen para chūnin.

La mención de un nuevo reto hizo que las emociones en el grupo variaran entre miedo, emoción y ansiedad. Naruto, sin embargo, sonrió con entusiasmo renovado.

—¡Esto se está poniendo interesante! —dijo, mientras se levantaba de su asiento.

Con el grupo comenzando a movilizarse, Anko lideraba el camino con pasos firmes, irradiando una confianza que parecía desafiar a los jóvenes aspirantes a seguirla sin titubear. Ibiki se quedó atrás, observándolos desaparecer a lo lejos con una sonrisa tenue, cargada de satisfacción y cierta anticipación. Sabía que la segunda etapa pondría a prueba no solo su habilidad, sino también su espíritu.

El recorrido los llevó fuera de la academia y hacia una zona de entrenamiento apartada, un lugar que parecía haber sido cuidadosamente elegido para intimidar. Se trataba de un área cercada con un alambre alto y oxidado, rodeada de enormes árboles que se alzaban como torres amenazantes hacia el cielo. Sus copas bloqueaban gran parte de la luz, sumergiendo el lugar en una penumbra que lo hacía tanto fascinante como inquietante.

Naruto observó a su alrededor con asombro y algo de nerviosismo. Hinata, caminando cerca de él, mantenía su mirada baja, aunque sus ojos perlados ocasionalmente se desviaban hacia la imponente estructura que tenían frente a ellos. Sasuke, en cambio, parecía imperturbable, aunque sus ojos analizaban cada rincón del lugar, mientras Sakura lo seguía de cerca, mordiéndose ligeramente el labio inferior.

—Esta es la arena de la segunda parte del examen —anunció Anko con voz clara, extendiendo los brazos como si estuviera presentándoles un espectáculo macabro—. El campo de entrenamiento número 44, mejor conocido como el Bosque de la Muerte. —Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios mientras enfatizaba el nombre, asegurándose de captar la atención de todos—. Y pronto entenderán por qué lo llaman así.

El tono intimidante de Anko logró su propósito: algunos genin retrocedieron un paso involuntariamente, mientras otros intercambiaban miradas de preocupación. La tensión en el aire era palpable, casi asfixiante. Naruto, sin embargo, decidió aligerar el ambiente con su típico humor. Con una expresión exagerada y gestos dramáticos, repitió sus palabras de forma burlona.

—"¡Oh no! Están cerca de probar de primera mano... ¡por qué lo llaman el Bosque de la Muerte!" —dijo con un tono teatral, estirando las palabras mientras imitaba la voz de Anko—. ¡Como si eso nos impresionara! ¿Estás tratando de asustarnos? Yo no caeré en eso.

Al escuchar el comentario, algunas risas nerviosas surgieron entre los genin. Incluso Sasuke dejó escapar un leve suspiro de exasperación. Anko, por su parte, lo miró con una ceja arqueada, como si estuviera evaluándolo. Su expresión cambió repentinamente a una sonrisa dulce, casi maternal, pero que escondía algo inquietante.

—Oh, ya veo... Eres bastante confiado, ¿no? —respondió con una voz suave y aparentemente inocente.

Antes de que Naruto pudiera replicar, Anko se movió con una velocidad impresionante. En un solo movimiento, lanzó un kunai directamente hacia él. Aunque el ataque parecía dirigido a herirlo, Naruto reaccionó rápidamente, inclinándose hacia un lado para esquivarlo con facilidad.

—¿Eso es todo? —dijo con una sonrisa triunfante, pero su confianza se desvaneció en el instante en que sintió una presencia abrumadora detrás de él.

Su velocidad fue tan abrumadora que ni siquiera los genin más atentos lograron seguirla. Sin darle tiempo a reaccionar, tomó otro kunai y lo deslizó superficialmente haciéndole un corte limpio en la mejilla. La sangre brotó delgada y escarlata, pero lo que ocurrió después dejó a todos los presentes en estado de shock.

Anko se inclinó hacia él, llevando su rostro cerca de la herida. Con una sonrisa perturbadora, lamió lentamente la sangre que caía por su piel.

—Mmm... Los tipos como tú son siempre los primeros en caer —susurró con una sonrisa que combinaba malicia y satisfacción—. Demasiado confiados, siempre derramando esta rica, deliciosa y exquisita sangre...

Naruto, aún procesando lo que acababa de pasar, apretó los dientes y llevó una mano a su katana Kazetora. Su intención era clara: si esta mujer pensaba que podía intimidarlo, estaba equivocada. Sin embargo, antes de desenvainarla, sintió cómo la atmósfera a su alrededor parecía pesar sobre sus hombros.

La presencia de Anko no era solo amenazante; era sofocante. Una energía intimidante irradiaba de ella, inmovilizándolo momentáneamente. Naruto luchó por mantener su compostura, aunque su cuerpo instintivamente dudaba ante aquella sensación de peligro.

—Je... —Anko dejó escapar una risa corta y mordaz—. ¿Intentas desafiarme, chico? Qué adorable.

Los demás genin observaban en completo silencio. Algunos estaban demasiado paralizados por la escena para reaccionar; otros simplemente se dieron cuenta de que estaban en presencia de alguien cuyo poder y experiencia eclipsaban por completo los suyos.

Naruto respiró hondo, obligándose a calmarse. La adrenalina recorría su cuerpo como un torrente imparable, pero su mente, más serena de lo que cabría esperar, le recordó que precipitarse no era la mejor opción. Sus dedos, que habían estado tensos sobre la empuñadura de su katana, se relajaron poco a poco, aunque sus ojos permanecían fijos en Anko, alerta.

Anko, por su parte, lo observaba con una mezcla de diversión y curiosidad, como si estuviera probando hasta dónde podía llegar con él. Finalmente, dio un paso atrás con movimientos fluidos, casi felinos, mientras guardaba su kunai con un giro elegante.

—Eres extraño —comentó, una leve sonrisa juguetona curvando sus labios, aunque en sus ojos brillaba algo más oscuro—. Pero supongo que al menos tienes agallas. Espero que esas agallas te sirvan en el Bosque de la Muerte... porque, créeme, ahí dentro las necesitarás.

Antes de que pudiera intimidarlo más, algo en el entorno captó su atención, haciéndola girar la cabeza bruscamente. Un hombre de baja estatura se había acercado sigilosamente, tanto que casi parecía haber aparecido de la nada. Su presencia era tan peculiar que incluso algunos de los genin, que hasta ahora habían permanecido paralizados por la tensión, comenzaron a murmurar.

El hombre tenía la piel pálida, casi enfermiza, y su cabello largo y negro caía en mechones desordenados alrededor de su rostro, ocultando parcialmente sus ojos oscuros y vacíos. Sus labios finos se curvaron en una sonrisa que resultaba, cuanto menos, inquietante. En su frente llevaba la banda ninja de Kusagakure, y su atuendo, un traje enterizo amarillento con un cuello negro elevado, estaba ajustado con un grueso cinturón de cuerda que le daba un aire aún más extraño.

Lo que más llamó la atención fue su lengua, absurdamente larga y serpenteante, que asomaba de su boca mientras hablaba. Con un gesto deliberado y casi teatral, extendió esa lengua hacia adelante, revelando que en ella llevaba el kunai que Anko había lanzado momentos antes.

—Tu kunai... creo que se te perdió —dijo, con una voz suave y melódica que contrastaba con su apariencia perturbadora.

Anko entrecerró los ojos al verlo, y su sonrisa desapareció por completo, reemplazada por una expresión de cautela. Tomó el kunai de la lengua del hombre con un movimiento rápido y frío, aunque mantuvo la mirada fija en él.

—Qué atento de tu parte —respondió con un tono sarcástico, aunque su postura denotaba que estaba alerta.

Naruto, quien había estado observando en silencio, sintió un escalofrío al ver a aquel extraño hombre. Había algo en él que no encajaba, algo que parecía peligrosamente fuera de lugar, como si no perteneciera a ese examen, ni siquiera a ese mundo.

El hombre de Kusagakure no pareció inmutarse por la reacción de Anko. Su sonrisa permanecía intacta, pero en sus ojos oscuros brillaba algo que Naruto no pudo identificar del todo, aunque le provocó una sensación de desconfianza inmediata.

—No podía evitar notar que este grupo parece... interesante —continuó el hombre, dejando que su lengua se deslizara de nuevo dentro de su boca de manera casi grotesca—. Estoy deseando ver cómo se desenvuelven en el bosque. Después de todo, este lugar tiene una forma única de sacar lo mejor... o lo peor... de cada uno.

Anko no respondió de inmediato. Sus ojos, afilados como los de un depredador, escrutaron al hombre con una intensidad que parecía analizar cada uno de sus movimientos, como si tratara de desentrañar sus intenciones ocultas. Su expresión cambió levemente, sus labios se curvaron en algo que parecía una sonrisa, aunque en ella no había ni rastro de calidez, sino un matiz peligroso.

—No te aparezcas así a mis espaldas, radiante saco de sangre... a menos que tengas prisa por morir —dijo con un tono venenoso, su voz cargada de sarcasmo, pero con una amenaza implícita que resonaba como un filo a punto de cortar.

El hombre de Kusagakure, lejos de intimidarse, dejó escapar una carcajada baja y gutural, que resonó como el siseo de una serpiente. Su lengua larga y grotesca salió una vez más, lamiendo sus labios delgados antes de responder.

—Trataré de mantenerlo bajo control... pero ver sangre tibia y fresca... me vuelve realmente loco —musitó, alargando las palabras como si saboreara cada sílaba—. Además, estoy inquieto. Desde que perdí una hebra de mi precioso cabello, no he podido calmarme.

Naruto observaba el intercambio con creciente tensión. Cada palabra que aquel hombre pronunciaba estaba impregnada de una extraña mezcla de burla y peligro, como si disfrutara jugando con los nervios de los demás. El silencio que siguió fue tan denso que parecía envolver a todos los presentes.

Finalmente, Anko rompió el momento. Dio un paso hacia adelante, reduciendo la distancia con el hombre de Kusagakure, y extendió una mano hacia él, con movimientos controlados pero firmes.

—Lo siento —dijo Anko, en un tono que carecía por completo de arrepentimiento, mientras arrancaba un mechón de cabello del hombre con una rapidez que hizo que incluso este frunciera el ceño, aunque su sonrisa burlona permanecía intacta—. Ahora estamos a mano, ¿verdad?

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera considerando sus palabras, y luego simplemente rió de nuevo, una risa inquietante y vacía.

—Oh, por supuesto... Anko-san —replicó con una voz cantarina, antes de girarse lentamente y caminar hacia las sombras, sus movimientos casi etéreos. Antes de desaparecer por completo, lanzó una última mirada al grupo, su sonrisa alargándose aún más—. Espero que todos sobrevivan lo suficiente para... entretenerme un poco.

Cuando se desvaneció, Anko exhaló un suspiro bajo, aunque no dejó que su fachada confiada se desmoronara frente a los genin.

—Bien, chicos, no pierdan el tiempo mirando a los curiosos —dijo con un tono seco, aunque sus ojos todavía se desviaban hacia el lugar por donde el hombre había desaparecido—. Prepárense, porque lo que les espera ahí dentro no será nada fácil.

Naruto, sin embargo, no podía apartar la mirada del lugar donde aquel hombre se había desvanecido. Algo en él le resultaba profundamente inquietante. No era solo su apariencia o sus palabras; era la manera en que su mera presencia parecía alterar el aire a su alrededor, como si portara una oscuridad que amenazaba con devorar todo a su paso.

—¿Quién demonios era ese tipo...? —murmuró en voz baja, más para sí mismo que para alguien en particular.

Anko, que había escuchado su comentario, apenas giró la cabeza hacia él. Sus labios volvieron a curvarse en una sonrisa, pero esta vez era diferente. Había algo en ella que parecía forzado, como si intentara ocultar una preocupación que no quería admitir.

—Solo otro participante —respondió con un tono vago, sin darle mayor importancia—. Pero recuerda esto, Uzumaki. En este examen, no todos los enemigos se enfrentan cara a cara. Algunos prefieren el juego psicológico.

Naruto asintió lentamente, aunque no pudo evitar sentirse intranquilo. Mientras Anko continuaba explicando las reglas del Bosque de la Muerte al grupo, su mente seguía volviendo una y otra vez a la imagen de aquel hombre. No podía sacudir la sensación de que había algo profundamente erróneo en él, algo que escapaba a cualquier explicación lógica.

¿Quién era realmente ese hombre? pensó, con una mezcla de inquietud y curiosidad que no podía ignorar. ¿Y por qué parecía que incluso Anko, que siempre parecía tenerlo todo bajo control, lo consideraba una amenaza?

Mientras el viento agitaba las copas de los árboles y hacía susurrar las hojas, Naruto no podía evitar sentirse tenso. Su instinto le advertía que el peligro acechaba en cada rincón del lugar. Aunque Anko se mostraba relajada, incluso con su sonrisa despreocupada, había algo en la atmósfera que lo hacía sentirse inquieto.

—Antes de que comencemos el segundo examen… hay algo importante que tenemos que repartir —anunció Anko con un tono casual, sacando un fajo de formularios de una carpeta. Su sonrisa adquirió un toque irónico mientras alzaba los papeles para que todos los pudieran ver—. Estos son formularios de consentimiento. Todos deben firmar uno. Queremos que todo quede claro antes de que ocurra… ya saben, la primera muerte.

El comentario hizo que varios participantes intercambiaran miradas nerviosas. Anko, por su parte, pareció disfrutar de la incomodidad que había causado, pues añadió con una sonrisa inocente:

—¿No querrán meterme en problemas por su culpa, verdad? ♡

Los murmullos de los equipos se hicieron más audibles mientras Anko extendía los papeles entre ellos. Su tono juguetón contrastaba de manera inquietante con las palabras que acababa de pronunciar.

—Primero explicaré qué implica el segundo examen. Luego pueden firmar el formulario junto con los otros dos miembros de su equipo. En la cabaña detrás de ustedes encontrarán un lugar para entregar los formularios firmados. ¡Simple y eficiente!

Con una mueca que mezclaba diversión y seriedad, Anko señaló el área circundante con un gesto amplio.

—Bien, acerca del examen... Lo pondré simple. Es una prueba de supervivencia. Sin reglas. Sin restricciones. Ahora, presten atención, porque les voy a describir el campo de entrenamiento número 44, también conocido como El Bosque de la Muerte.

Su voz adquirió un matiz más sombrío al pronunciar el nombre del lugar, y varios de los genin tragaron saliva. Naruto notó cómo Sakura, a su lado, intentaba mantener la compostura mientras sus ojos se deslizaban hacia el vasto bosque cercado frente a ellos.

—Este lugar está rodeado por un perímetro circular, interrumpido por 44 puertas cerradas. Dentro de este círculo hay un bosque denso, con un río que lo atraviesa, y en el centro se encuentra una torre. —Anko hizo una pausa, observando a los presentes con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar lo seria que era la situación—. Desde las puertas exteriores hasta la torre hay una distancia de 10 kilómetros. Ese es su campo de batalla.

Las palabras "campo de batalla" resonaron en la mente de Naruto. No era difícil imaginar lo que eso significaba: un lugar donde los ninjas podrían luchar, cazar y eliminarse mutuamente. No era solo una prueba de habilidad, sino un juego de vida o muerte.

—Durante el transcurso de esta prueba, podrán usar cualquier ninjutsu, armas o herramientas que tengan a su disposición. Es una versión letal de un juego de captura la bandera… o en este caso, captura el rollo. —Anko levantó dos pergaminos, uno marcado con el símbolo de Cielo y el otro con el de Tierra—. ¿Ven esto?

—¿Rollo? —murmuró Naruto, frunciendo el ceño mientras observaba los pergaminos.

—¡Exacto! Hay un Rollo del Cielo y un Rollo de la Tierra. Cada equipo comenzará con uno de estos. Hay 78 participantes aquí, lo que significa que hay 26 equipos de tres miembros. Trece equipos recibirán un Rollo del Cielo, y los otros trece, un Rollo de la Tierra. Su objetivo será sencillo: deben proteger su propio rollo y conseguir el rollo opuesto. Luego deberán llevar ambos a la torre del centro del bosque.

Anko dejó que sus palabras calaran en el grupo antes de continuar con una sonrisa traviesa.

—En otras palabras, al menos la mitad de ustedes... los trece equipos a los que les roben el rollo... fallarán.

Naruto sintió un escalofrío al escuchar eso. A su lado, Sakura parecía a punto de preguntar algo, pero el silencio tenso que se extendía entre los participantes la hizo quedarse callada. Ren, que estaba al otro lado, frunció el ceño, claramente incómodo con la situación.

—Eso no es todo —añadió Anko, interrumpiendo cualquier pensamiento que pudiera surgir entre los genin—. La prueba dura cinco días. Durante ese tiempo, deberán arreglárselas para sobrevivir. Eso incluye encontrar comida, agua y evitar las trampas naturales que hay por todas partes. Y, por supuesto, no olviden que otros equipos estarán cazándolos mientras intentan hacer lo mismo.

—¿Y qué pasa si alguien muere? —preguntó un genin desde el fondo, su voz temblando ligeramente.

—Entonces habrá menos competencia, ¿no crees? —respondió Anko con una sonrisa cortante—. Pero no se preocupen, aquí hay personal médico… para recoger los cadáveres. Ahora, si no tienen más preguntas, ¡firmen los formularios y prepárense para entrar al bosque!

Naruto apretó los puños mientras observaba el pergamino de su equipo. Todo en este examen gritaba peligro. Sobrevivir cinco días… proteger el rollo… conseguir el otro… No había espacio para errores, ni para debilidades. Y mientras miraba el bosque frente a ellos, no pudo evitar recordar la sensación de malestar que había tenido antes.

Esto no será solo un examen… será un infierno.

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