Después de descansar y recuperar sus fuerzas, el equipo 7, compuesto por Naruto, Sasuke, Kiyomi y Yuzuki, finalmente dejó el pequeño refugio que había sido el campamento temporal de Yuzuki. Sus cuerpos estaban renovados, aunque las cicatrices emocionales y la tensión de los enfrentamientos recientes aún pesaban sobre ellos. Mientras tanto, el equipo 5, formado por Ren, Daiki y Sakura, decidió quedarse un poco más, buscando recuperar completamente sus energías antes de continuar. El equipo 10, por su parte, había partido antes, enfocados en conseguir el pergamino que les faltaba.
El aire en el Bosque de la Muerte se sentía más opresivo a medida que los cuatro del equipo 7 avanzaban con paso decidido. Con cada crujido de las ramas y el silbido del viento entre los árboles, todos mantenían los sentidos alerta, listos para cualquier emboscada. Sin embargo, esta vez la suerte parecía estar de su lado; no encontraron mayores obstáculos en su camino hacia la torre central. La estructura imponente se alzaba ante ellos, su forma austera y amenazante contrastaba con el denso follaje que la rodeaba.
Finalmente, llegaron a las puertas de la torre. En ellas, tallado en grandes caracteres, había un mensaje que llamó de inmediato su atención:
"Si las cualidades del cielo son tu deseo, adquiere sabiduría para elevar tu mente. Si las cualidades terrestres te hacen falta, entrena tu cuerpo y prepáralo para atacar. Cuando el cielo y la tierra se abran juntos, el sendero peligroso se volverá incorrecto para siempre. Ese algo es el camino secreto que nos guía a partir de hoy."
Naruto inclinó la cabeza hacia un lado, frunciendo el ceño mientras leía las palabras en voz baja.
—¿Qué demonios se supone que significa eso? —preguntó con frustración, cruzando los brazos.
—Es un acertijo —respondió Kiyomi con calma, examinando las palabras detenidamente—. Todo esto apunta a que debemos abrir los pergaminos. Pero... —hizo una pausa, su mirada volviéndose seria—. Tenemos que hacerlo al mismo tiempo.
Naruto frunció el ceño aún más.
—¿Estás segura? ¿No se supone que no debemos abrirlos? Algo sobre una penalización si lo hacíamos antes de tiempo...
—Confía en mí, dobe —intervino Sasuke, su tono mostrando un toque de irritación mientras sus ojos analizaban el mensaje con rapidez—. Esto encaja con lo que decían las reglas. Es parte del examen.
—¡Exacto! —añadió Yuzuki con una pequeña sonrisa mientras miraba a Naruto—. Es un desafío, pero tiene lógica. El cielo y la tierra... es una metáfora. Tenemos que unir los pergaminos para avanzar.
Naruto suspiró y levantó las manos en señal de rendición.
—Está bien, está bien. Pero si nos castigan, es culpa de ustedes —bromeó, aunque su tono revelaba cierta inquietud.
Juntos, los cuatro formaron un semicírculo y sostuvieron los pergaminos: el de "Cielo" y el de "Tierra". Con un movimiento sincronizado, los abrieron al mismo tiempo. Por un instante, nada ocurrió. Luego, los símbolos escritos en los pergaminos comenzaron a brillar con un resplandor tenue. Naruto dio un paso atrás instintivamente.
—¡Está pasando algo! —exclamó, con los ojos bien abiertos.
Un humo denso y blanco se elevó de ambos pergaminos, envolviendo el espacio a su alrededor. Sasuke entrecerró los ojos, enfocándose en el fenómeno.
—Es un jutsu de invocación —declaró con seguridad, su voz firme pero curiosa.
De repente, el humo explotó con un leve estallido, revelando la figura de alguien familiar en el centro. Naruto parpadeó sorprendido mientras el humo se disipaba por completo.
—¡Iruka-sensei! —exclamó Naruto, sus ojos azules brillando con incredulidad y alegría.
Iruka estaba de pie frente a ellos, con su característico chaleco jonin y una sonrisa cálida en el rostro. Su mirada recorrió al equipo 7, como si los evaluara detenidamente, antes de asentir con aprobación.
—Bien hecho, chicos. Han llegado hasta aquí, y eso no es algo fácil de lograr —dijo con su tono habitual, una mezcla de orgullo y firmeza—. Pero antes de que celebren demasiado, déjenme explicarles qué significa realmente esto.
Naruto, aún emocionado por la aparición de su antiguo maestro, se adelantó.
—¿Así que todo esto era una trampa? ¿O una prueba para asustarnos?
Iruka soltó una risa ligera.
—No exactamente, Naruto. El mensaje en la puerta y los pergaminos están diseñados para enseñarles algo importante. Como ninjas, no solo necesitan fuerza bruta, sino también la capacidad de analizar y comprender. "Cielo" representa la sabiduría; "Tierra", el cuerpo. Si no logran equilibrar ambos aspectos, nunca podrán enfrentar los desafíos que vendrán. Este examen no es solo una prueba de habilidades físicas, sino también de estrategia y trabajo en equipo.
Naruto miró a sus compañeros y luego volvió a Iruka, asintiendo lentamente. Sasuke, Kiyomi y Yuzuki permanecieron en silencio, atentos a cada palabra.
—Por ahora, han demostrado que entienden esa lección... al menos en parte —dijo Iruka, con una sonrisa que combinaba orgullo y un leve toque de advertencia. Miró a cada uno de los miembros del equipo 7, evaluándolos con cuidado antes de continuar—. Además, debo felicitarlos. Lo han logrado un día antes de que la prueba termine, lo cual no es un logro menor. Han demostrado determinación, trabajo en equipo y habilidades que los llevarán lejos.
Naruto sonrió ampliamente, cruzando los brazos con confianza mientras lanzaba una mirada triunfante a sus compañeros.
—¡Por supuesto que lo hicimos, Iruka-sensei! ¡Esto era pan comido para nosotros! —dijo, aunque su tono despreocupado ocultaba el agotamiento que todavía sentía en su cuerpo.
Iruka dejó escapar una pequeña risa, conociendo bien la tendencia de Naruto a alardear incluso en las situaciones más tensas.
—Aun así, no se confíen —advirtió, su expresión tornándose más seria—. La tercera parte del examen será mucho más exigente. Quiero desearles buena suerte, pero también recordarles que las verdaderas pruebas están diseñadas para empujarlos al límite. Prepárense para enfrentarlas con todo lo que tienen.
Kiyomi, que había estado manteniendo una postura tranquila hasta ahora, dio un paso al frente, su mirada cargada de preocupación.
—Gracias, Iruka-sensei. Pero hay algo importante que necesita saber. —Su voz era firme, aunque la tensión era evidente en su rostro—. Orochimaru... uno de los tres legendarios sannin... está en la aldea.
El impacto de sus palabras hizo que el ambiente cambiara de inmediato. Iruka se quedó inmóvil por un instante, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y alarma.
—¿Orochimaru? —repitió en voz baja, como si no pudiera creerlo del todo. Su rostro perdió la calidez habitual, adoptando una expresión de grave preocupación—. ¿Están seguros de eso?
—Completamente seguros —intervino Sasuke, cruzando los brazos mientras recordaba el encuentro con el sannin—. Nos atacó en el bosque. Fue después de que consiguiéramos nuestro pergamino faltante, es muy fuerte, demasiado.
Naruto, quien hasta entonces había permanecido en silencio, apretó los puños con fuerza, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y determinación.
—Nos tomó por sorpresa, pero logramos resistir. Ese tipo no es alguien común. Iruka-sensei, él... —Naruto hizo una pausa, su tono volviéndose más serio—. Tiene planes para Konoha. Estoy seguro.
Iruka pasó una mano por su frente, tratando de asimilar la información. Aunque confiaba en las palabras de sus estudiantes, el peso de lo que implicaba la presencia de Orochimaru en la aldea era abrumador.
—Esto es grave. Si Orochimaru está aquí, significa que algo más está ocurriendo en las sombras. —Iruka miró a Kiyomi, luego a Sasuke y Naruto, y finalmente a Yuzuki—. Han hecho bien en informarme. Me aseguraré de que esta información llegue a los altos mandos de inmediato. Pero ustedes... tengan cuidado. No subestimen a alguien como Orochimaru.
Yuzuki, que había estado en silencio, habló con un tono bajo pero decidido.
—No lo haremos. Sabemos que no estamos listos para enfrentarlo directamente, pero tampoco vamos a quedarnos quietos si intenta algo.
Iruka los observó por un momento, evaluando sus palabras. Finalmente, asintió, su rostro mostrando un leve orgullo por la madurez que sus estudiantes comenzaban a demostrar.
—Muy bien. Pero recuerden, su prioridad ahora es prepararse para la próxima fase del examen. No permitan que el miedo los paralice, pero tampoco actúen imprudentemente. Orochimaru es peligroso, sí, pero no están solos. Confíen en sus aliados y en la fortaleza de Konoha.
Naruto asintió con firmeza, apretando los puños.
—Lo haremos, Iruka-sensei. No importa lo que pase, ¡no voy a dejar que ese tipo haga lo que quiera!
La seriedad en su voz dejó claro que no era la misma promesa vacía de antes. Algo había cambiado en Naruto, y Iruka pudo notarlo. Sus estudiantes estaban creciendo, enfrentándose a desafíos que ningún genin debería enfrentar, pero también demostrando una resiliencia que los haría destacar.
—Bien dicho, Naruto. —Iruka sonrió ligeramente, intentando disipar un poco la tensión—. Ahora, sigan adelante. Descansen, recuperen sus fuerzas y den lo mejor de sí en la próxima fase. Estoy seguro de que sorprenderán a todos.
Con esas palabras, Iruka desapareció en una nube de humo, dejando a los cuatro jóvenes en la entrada de la torre. Por un momento, permanecieron en silencio, asimilando lo que acababa de ocurrir. Luego, Naruto rompió la quietud con su característico entusiasmo.
—¡Está decidido! ¡Voy a ganar esta siguiente fase, y no importa quién se interponga en mi camino! —exclamó, levantando el puño en el aire.
—Primero tendrás que superar a nosotros, Naruto —respondió Sasuke con una ligera sonrisa desafiante, mientras Kiyomi y Yuzuki intercambiaban miradas entre divertidas y cansadas.
El equipo 7, tras avanzar por los pasillos de la torre central, finalmente llegó a una habitación asignada donde se les permitió descansar. El silencio envolvió el lugar mientras se acomodaban para dormir, aunque la tensión del examen seguía presente en el aire.
Mientras tanto, en otra parte de la aldea, Anko Mitarashi, supervisora de la segunda fase del examen, caminaba con rapidez y una expresión sombría en su rostro. Había sido informada de un hallazgo inquietante: tres cadáveres de ninjas de Kusa, todos con el rostro desgarrado, una técnica que solo conocía demasiado bien.
—Así que eres tú... —susurró, apretando los dientes mientras su mirada se endurecía.
Recordaba claramente a esos ninjas. Los había visto con vida antes de que comenzara el examen. La única persona capaz de usar esa grotesca técnica era su antiguo maestro, Orochimaru. Aquel bastardo había reaparecido, y no de una manera sutil. Ordenó de inmediato a los asistentes del examen que informaran al Hokage y enviaran escuadrones ANBU para cazarlo. Sin embargo, sabía que la noche estaba cayendo y que, si Orochimaru lograba ocultarse hasta entonces, tendría ventaja sobre ellos.
"Debo encontrarlo antes de que la oscuridad lo oculte por completo".
Anko no podía ignorar las señales. Horas atrás, había escuchado un estruendo en el bosque, una gran batalla que había descartado como parte de la prueba genin. Ahora, sus sospechas tomaban forma. Orochimaru estaba allí, enfrentándose a alguien. Podrían haber sido los Uchiha, los Hyūga, o quizás algún participante con un kekkei genkai excepcional que hubiera atraído su atención. Pero eso ya no importaba. Si realmente era él, ellos tenían cuentas pendientes. Y esta vez, no permitiría que escapara.
Avanzó sigilosamente entre las sombras del bosque, su cuerpo tenso, su respiración controlada. Cada paso era un cálculo, cada sonido un posible peligro. Finalmente, un escalofrío familiar recorrió su espina dorsal. Esa aura opresiva y sofocante que conocía demasiado bien se sentía cercana. Se detuvo en seco y giró rápidamente, lanzando tres kunais hacia la dirección de esa presencia.
—Sigues teniendo esa asquerosa aura opresiva, ¿verdad, sensei? —murmuró, con un tono cargado de veneno.
Los kunais cortaron el aire, pero fallaron. Antes de que pudiera reaccionar, un movimiento rápido detrás de ella la obligó a girar. Orochimaru apareció con una sonrisa fría, su lengua extendida como un látigo, buscando atrapar la muñeca de Anko. Con un movimiento ágil, logró esquivar parcialmente, aunque la lengua rozó su brazo, provocando un escalofrío de repulsión.
—Anko... siempre tan impulsiva —dijo Orochimaru, con su voz serpenteante mientras daba un paso hacia adelante—. ¿De verdad crees que estás lista para enfrentarme esta vez?
Anko no respondió con palabras. Con un sello rápido, sus ojos destellaron con ira apenas contenida.
—Kuchiyose: Hebi no Su! —gritó, mientras de sus mangas surgían decenas de serpientes que se lanzaron hacia Orochimaru desde múltiples direcciones, con colmillos goteando un veneno letal.
Orochimaru no se inmutó. Con movimientos gráciles pero letales, sacó una espada de su boca: la Kusanagi no Tsurugi. La hoja brilló con un destello metálico mientras realizaba cortes precisos, decapitando a las serpientes antes de que pudieran alcanzarlo. Sin embargo, algunas lograron acercarse lo suficiente para obligarlo a retroceder, mostrando una leve irritación en su rostro.
—Veo que no has perdido tu toque, Anko. Pero sabes que esto no será suficiente.
Anko no perdió el tiempo. Aprovechó la apertura para lanzar una serie de kunais con sellos explosivos, buscando rodearlo. Los explosivos detonaron con fuerza, iluminando el área con destellos cegadores. Sin embargo, cuando el humo se disipó, Orochimaru estaba intacto, una barrera de serpientes a su alrededor que lo protegía de los ataques.
—Tienes que esforzarte más que eso —burló Orochimaru, y con un rápido sello manual, invocó una serpiente gigantesca que emergió del suelo, rugiendo y dirigiéndose hacia Anko con colmillos abiertos.
Anko esquivó ágilmente, rodando hacia un lado mientras realizaba sellos rápidos. Colocó su mano en el suelo y gritó:
—Doton: Doryūsō!
Estacas de roca surgieron del suelo, empalando a la serpiente en varias partes de su cuerpo. El animal se retorció con furia antes de desaparecer en una nube de humo, pero Orochimaru ya estaba en movimiento, cerrando la distancia entre ellos.
Su lengua volvió a atacar como un látigo, obligándola a retroceder mientras él realizaba sellos rápidos.
—Sen'ei Jashu.
Un enjambre de serpientes salió disparado de su brazo, moviéndose como una ola viva. Anko, sin dudarlo, desenvainó un kunai y canalizó chakra en él, cortando las serpientes una a una mientras se movía para evitar quedar atrapada.
—¡No pienses que me derrotarás tan fácilmente, sensei! —gritó, arrojándose hacia él con una ferocidad renovada.
Orochimaru sonrió con desprecio, bloqueando su ataque con la Kusanagi. El sonido metálico resonó mientras las hojas chocaban, ambos midiendo fuerzas. Anko trató de desviar su espada con un giro rápido, pero Orochimaru anticipó el movimiento, lanzando una patada directa a su costado que la envió hacia atrás.
—Sigues siendo la misma niña testaruda de siempre —comentó, su tono burlón mientras caminaba lentamente hacia ella—. Aunque admito que has mejorado. Lástima que nunca podrás superarme.
Anko se levantó, limpiando un rastro de sangre de su boca. Sus ojos brillaban con rabia, pero también con una determinación feroz.
—Esta vez, no vas a escapar, Orochimaru. Aunque me cueste la vida, haré que pagues por todo lo que hiciste.
El bosque crepitaba con una quietud inquietante, apenas roto por el sonido de las hojas al mecerse con el viento. Anko se encontraba frente a Orochimaru, su exsensei, con el rostro endurecido por el odio y la determinación. La risa burlona del Sannin resonaba como un eco oscuro, impregnando el ambiente con un aire de amenaza.
—Inténtalo, querida Anko —se burló Orochimaru con una sonrisa que le heló la sangre.
Anko no respondió con palabras, sino con acción. Se lanzó hacia él con una velocidad feroz, como una serpiente que ataca a su presa. Su movimiento era directo, casi suicida, pero había un plan detrás de cada paso. Justo antes de que su puño impactara, plantó dos sellos explosivos en el cuerpo de Orochimaru y retrocedió con un salto acrobático.
—Jigyaku Fūin —murmuró con un tono frío.
Las marcas brillaron con intensidad y explotaron, liberando una horda de serpientes que envolvieron a Orochimaru, inmovilizándolo. Sin perder tiempo, Anko activó el segundo sello.
—Fūinjutsu: Dokuga Fūin —anunció, mientras una fina línea de veneno comenzaba a filtrarse desde las marcas hacia el sistema de su enemigo, drenando su chakra lentamente.
Orochimaru sonrió, incluso atrapado en las serpientes.
—Ingeniosa como siempre, Anko. Pero sigues siendo tan predecible...
—¡Cállate! —gruñó Anko, formando rápidamente sellos con las manos.
—Katon: Dai Endan.
Una ráfaga masiva de fuego brotó de su boca, una explosión que arrasó todo el espacio frente a ella, consumiendo a Orochimaru en un mar de llamas. El bosque se iluminó por un momento como si el sol hubiera descendido al suelo. Anko dejó escapar un leve jadeo mientras observaba cómo el fuego devoraba a su antiguo maestro.
Sin embargo, el cuerpo de Orochimaru comenzó a derretirse grotescamente, transformándose en un charco de lodo. Antes de que pudiera reaccionar, una carcajada profunda resonó desde arriba. Anko levantó la vista justo a tiempo para ver a Orochimaru bajando de una rama, su rostro retorcido por la diversión.
—Siempre tan emocional, querida. ¿Acaso creíste que sería tan fácil? —su voz era un susurro venenoso.
Anko apretó los dientes mientras sentía un dolor punzante en el cuello: el sello maldito que Orochimaru le había dejado años atrás. Lo odió aún más por recordarle su pasado.
—¿Por qué estás aquí? —gritó Anko, su voz llena de furia y desesperación—. ¿Por qué ahora?
—Oh, Anko, Anko... —respondió Orochimaru con un tono casi paternalista—. ¿No es obvio? Por los viejos tiempos, claro. Pero también... porque hay ciertas promesas que debo cumplir. —Su mirada se oscureció, y Anko sintió un escalofrío recorrerle la columna.
—¿Qué quieres? —preguntó con la mandíbula apretada—. ¿Asesinar al Hokage? ¿Otra conspiración?
Orochimaru rio, su lengua serpenteando de manera inquietante.
—Nada tan ambicioso esta vez. Estoy aquí por un par de jóvenes talentosos... Algunos incluso tienen habilidades extraordinarias. De hecho, ya dejé un pequeño regalo en uno de ellos.
El corazón de Anko se detuvo por un momento.
—¿De qué hablas? —demandó, aunque ya tenía una idea aterradora de la respuesta.
—Un sello. Un recordatorio de mi presencia. —Los ojos de Orochimaru brillaron con malicia—. Quizás no sobreviva, o tal vez... sea más fuerte de lo que imaginas, como tú lo fuiste.
—¡Eres un monstruo! ¡Ese sello es una bomba de tiempo! —espetó Anko, cargando nuevamente hacia él.
Orochimaru sonrió y alzó una mano.
—Y sin embargo, aquí estoy, querida. ¿Qué dice eso de ti?
Antes de que pudiera alcanzarlo, una pared de serpientes emergió del suelo, separándolos. Anko reaccionó al instante, saltando hacia atrás mientras lanzaba una ráfaga de kunais impregnados con sellos explosivos. Las explosiones resonaron, desgarrando el área y eliminando las serpientes, pero Orochimaru ya no estaba ahí.
—Kuchiyose: Hebi no Su —entonó Anko, y una nueva oleada de serpientes emergió de sus mangas, esta vez avanzando en todas direcciones en busca de su objetivo.
Desde la penumbra, Orochimaru apareció una vez más, con movimientos fluidos y casi etéreos. Una serpiente lo atacó desde el flanco, pero él la detuvo con un simple gesto de su mano, quebrándola como si fuera una rama seca.
—Tan insistente... —murmuró Orochimaru con falsa lástima.
Anko cargó de nuevo, pero esta vez combinó sus ataques físicos con un rápido uso de kunais y técnicas elementales. Mientras ella lo forzaba a retroceder, formó sellos con una velocidad que incluso impresionó al Sannin.
—Raiton: Gian! —exclamó, lanzando una ráfaga de rayos que iluminaron el bosque como un trueno en la noche.
Orochimaru apenas esquivó el ataque, aunque parte de su túnica quedó chamuscada. Su expresión se torció ligeramente, como si comenzara a tomarse el combate en serio.
—Eso fue... interesante, Anko.
Ella no respondió, lanzándose nuevamente con una hoja corta cubierta de chakra venenoso. Su enfoque era claro: mantenerlo ocupado, desgastarlo, encontrar una apertura. Sin embargo, Orochimaru comenzó a contraatacar con una precisión y brutalidad que demostraban por qué era uno de los Sannin. Su lengua y sus movimientos eran rápidos, mortales, y cada golpe parecía más calculado que el anterior.
Ambos combatientes se movían como sombras en la noche, el choque de kunais y jutsus resonando en el bosque oscuro. Orochimaru comenzó a ganar terreno, pero Anko no retrocedió, utilizando cada táctica en su arsenal para mantener la presión.
Finalmente, el Sannin logró atraparla en una ilusión con un movimiento rápido de sus dedos. Anko sintió su cuerpo inmovilizarse, pero su voluntad era férrea. Con un grito de esfuerzo, rompió la técnica usando su propio chakra.
—Impresionante, pero insuficiente —comentó Orochimaru, mientras una serpiente gigantesca surgía detrás de él.
Anko apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la serpiente enorme surgió de entre las sombras, lanzándose hacia ella con los colmillos destellando bajo la tenue luz del bosque. La criatura se movía con una velocidad aterradora, y Anko, a pesar de su instinto, no logró esquivar completamente el ataque. Los colmillos se clavaron directamente en el sello de maldición de su cuello, liberando una oleada de dolor abrasador que la hizo gritar desgarradoramente.
Con un último espasmo, la serpiente desapareció en una nube de humo, dejando a Anko jadeando en el suelo mientras trataba de contener el ardor insoportable que le recorría el cuerpo. Apenas podía mover los brazos, y el sello en su cuello pulsaba con una energía oscura, extendiendo un frío familiar que parecía devorar su voluntad.
Un sonido de pasos lentos y deliberados resonó en el bosque. Anko alzó la mirada con dificultad y vio la figura esbelta de Orochimaru acercándose. Sus ojos dorados brillaban con una mezcla de diversión y desdén mientras observaba a su antigua protegida, que ahora yacía indefensa frente a él.
—Oh, querida Anko... —comenzó Orochimaru con su tono seductor y cruel, inclinándose ligeramente hacia ella—. ¿Aún sigues tan celosa? ¿O es que este pequeño reencuentro te trae recuerdos desagradables?
Anko apretó los dientes, tratando de levantarse, pero sus piernas no respondían. El dolor en su cuello se intensificó cuando Orochimaru dio un paso más cerca, su aura opresiva llenando el aire.
—¿Por qué... estás aquí? —logró escupir con esfuerzo, su voz temblando tanto por el dolor como por la furia.
Orochimaru ladeó la cabeza con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
—¿Por qué ahora? —repitió, burlándose de su pregunta—. Oh, Anko, simplemente vine a disfrutar del espectáculo. Después de todo, estos exámenes son una oportunidad maravillosa para observar... talentos prometedores.
—¡Eres un monstruo! —gruñó Anko, aferrándose al suelo para intentar ponerse de rodillas.
—¿Monstruo? Quizás. —Su voz se volvió más suave, casi como un susurro—. Pero un monstruo con un propósito. Vi algunas caritas interesantes entre los competidores... —Su sonrisa se ensanchó, mostrando sus colmillos—. Unos en especial me llamaron la atención. Ese chico rubio con los ojos llenos de determinación... es fascinante al igual que esos tres Uchihas.
Anko sintió una punzada de desesperación al escuchar sus palabras.
—No te atrevas a tocarlos —dijo con voz ronca, luchando por mantenerse consciente.
Orochimaru se echó a reír, un sonido frío y carente de humanidad.
—¿Preocuparte por él? Qué conmovedor. Pero, querida Anko, sabes tan bien como yo que el destino ya está sellado para algunos. Y yo... no tengo intención de detener mi entretenimiento.
Anko intentó levantarse nuevamente, invocando cada fragmento de voluntad que le quedaba. Sus dedos comenzaron a formar un sello, pero Orochimaru fue más rápido. Antes de que pudiera reaccionar, una serpiente surgió de su manga, envolviendo su brazo y apretando con fuerza, inmovilizándola por completo.
—Tsk, tsk, tsk... no deberías esforzarte tanto. Después de todo, no quiero que te pierdas lo que viene. —Se inclinó más cerca, sus ojos brillando con malicia—. Tres de mis subordinados ya han tomado posiciones en el examen. Tres reemplazos perfectos para tus pequeños shinobis. Si alguien intenta detener mi entretenimiento... será el fin de Konoha.
Con esas palabras, Orochimaru retrocedió, liberando a Anko de la presión de la serpiente. Su cuerpo cayó al suelo, temblando por el dolor y el agotamiento. La figura del sannin comenzó a desvanecerse en una nube de humo púrpura, pero su voz resonó en el aire una última vez.
—Ah, y por cierto... dale mis saludos al Hokage.
Anko apenas pudo procesar esas palabras. El dolor del sello de maldición finalmente la superó, y su visión se oscureció mientras caía en la inconsciencia. Su último pensamiento antes de desmayarse fue una mezcla de rabia y desesperación: Orochimaru estaba de vuelta, y su amenaza sobre Konoha era más real que nunca.
Anko despertó horas después, con el sol del mediodía filtrándose a través de las copas de los árboles del bosque. Cada músculo de su cuerpo protestaba con cada movimiento, y el dolor en el sello de maldición latía con una intensidad que le robaba el aliento. Se levantó lentamente, tambaleándose mientras miraba a su alrededor. Sabía que no podía quedarse allí; debía llegar a la torre central antes de que algo peor ocurriera.
Mientras avanzaba por el bosque, se encontró con un río que cruzaba su camino. Anko se detuvo junto a la corriente y se inclinó para refrescarse el rostro. Al mirar su reflejo, sus ojos se posaron en el sello en su cuello, que parecía más oscuro y maligno que nunca. Llevó una mano temblorosa a la marca, apretándola con fuerza como si eso pudiera detener el dolor.
"Maldito seas, Orochimaru..." pensó, apretando los dientes. Sabía que su exmaestro no había terminado con ella. Nunca lo hacía.
Cuando salió del río, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No estaba sola. Se giró lentamente, encontrándose rodeada por tres tigres de tamaño descomunal, sus ojos brillando con una mezcla de hambre y ferocidad. Sus músculos tensos indicaban que estaban listos para lanzarse sobre ella en cualquier momento.
—Carajo... no tengo tiempo para esto —gruñó, sacando un kunai con mano temblorosa.
El dolor del sello de maldición seguía drenando su fuerza, haciéndole difícil siquiera mantenerse en pie. Cada paso que daba hacia atrás era torpe, y los tigres lo notaron, soltando gruñidos bajos mientras se agazapaban, preparándose para atacar.
"Debo ser rápida... no puedo gastar más energía aquí".
El primer tigre saltó hacia ella con un rugido ensordecedor. Anko reaccionó instintivamente, lanzando el kunai hacia su ojo derecho. El arma se clavó con precisión, pero el dolor no detuvo al animal, que cayó pesadamente cerca de ella, arañando el suelo mientras intentaba levantarse. Antes de que pudiera reponerse, el segundo tigre cargó desde su flanco izquierdo.
Anko giró sobre su eje, sacando una bomba de humo de su bolsa y lanzándola al suelo. La nube espesa envolvió la zona, dándole unos segundos para recuperar el aliento. Se escondió detrás de un árbol, evaluando su situación mientras su mente trabajaba a toda velocidad.
Tres enemigos... uno herido, pero no fuera de combate. Mis armas son limitadas, y el dolor del sello... mierda, esto no va a terminar bien.
El tercer tigre, más astuto que los otros, comenzó a olfatear el aire, localizándola rápidamente. Antes de que pudiera moverse, Anko sintió el temblor del suelo bajo sus pies. Estaba atrapada.
Pero entonces, los tigres se detuvieron repentinamente. Sus cuerpos tensos se congelaron en el lugar, como si una fuerza invisible los hubiera inmovilizado. Anko levantó la vista, confundida, y lo vio.
Un escuadrón de ANBU apareció en las ramas de los árboles cercanos, sus máscaras intimidantes reflejando la luz del sol. Uno de ellos, con una máscara de halcón y cabello plateado corto visible bajo su capucha, se adelantó, haciendo una señal con la mano para que los demás se dispersaran y aseguraran la zona.
—Qué bueno encontrarte aquí, Anko —dijo con voz firme, aunque su tono contenía un rastro de preocupación.
Anko se dejó caer contra el árbol, exhausta.
—Ustedes... deben ser los ANBU enviados por el Hokage... —respondió con un hilo de voz, intentando mantener la compostura.
El ANBU asintió, mientras dos de sus compañeros, uno con una máscara de lobo y otro con una máscara de ciervo, se movían con fluidez para neutralizar a los tigres con sellos de parálisis. Los animales quedaron completamente inmóviles, sus rugidos ahogados en un estado de suspensión.
El líder del grupo se arrodilló frente a Anko, sacando un pequeño frasco con un ungüento especial.
—Estás herida. Déjame ayudarte antes de que sigamos adelante.
—No hay tiempo —insistió Anko, apartando su mano—. Orochimaru está aquí. Él... está planeando algo, y los genin están en peligro.
El ANBU intercambió una mirada rápida con su equipo antes de asentir.
—Entendido. Pero no irás sola. Nuestro objetivo es asegurarnos de que llegues a salvo a la torre central y reportar directamente al Hokage.
Anko respiró hondo, aceptando su ayuda a regañadientes. Aunque detestaba depender de otros, sabía que no tenía otra opción en ese momento.
—Muy bien... pero si nos encontramos con él en el camino, no interfieran. Orochimaru es mío.
Los ANBU no respondieron, pero el silencio fue suficiente para confirmar que no estaban dispuestos a dejarla enfrentar a ese monstruo sola.
Con un último vistazo a los tigres inmovilizados, el grupo avanzó rápidamente, sus pasos resonando en el suelo cubierto de hojas mientras se adentraban más en las profundidades del bosque. La tensión aumentaba con cada paso, sabiendo que cada momento los acercaba más al peligro. Anko, aún adolorida por la mordedura y el insoportable dolor del sello maldito, luchaba por mantenerse consciente, pero la fatiga y la herida la arrastraban hacia el borde de la desesperación. Los ANBU, aunque atentos, se movían con precisión y sigilo, su entrenamiento haciendo que el camino fuera más seguro.
Al llegar a la torre central, Anko fue llevada inmediatamente a la zona de vigilancia, donde un equipo médico comenzó a atender sus heridas menores. Aunque el tratamiento alivió sus cortes y raspones, el verdadero tormento seguía siendo el sello de maldición en su cuello, cuya agonía era un recordatorio constante de la presencia de Orochimaru. Fue entonces cuando el Hokage, Hiruzen Sarutobi, se acercó, su mirada grave pero serena, su figura imponente irradiando una calma sabia mientras sostenía su pipa. Con movimientos precisos y cargados de experiencia, trazó un nuevo sello sobre el cuello de Anko. La marca brilló momentáneamente, y el dolor se redujo de inmediato.
—Te sigue doliendo? —preguntó el Hokage con voz suave, exhalando un poco de humo de su pipa. El aire se llenó de un olor terroso, casi reconfortante, pero el dolor de Anko no disminuía.
—Mucho menos, gracias a usted, Hokage-sama —respondió Anko, con una leve sonrisa de alivio, pero su tono estaba lleno de agotamiento. El Hokage había utilizado un sello de contención que había aliviado algo del dolor, pero la marca seguía ardiendo en su piel, como un veneno que no podía erradicarse por completo.
Hiruzen asintió con una sonrisa ligera, pero su mirada permaneció fija en el sello, su expresión endureciéndose al recordar lo que simbolizaba.
—Lo siento por preguntar, Hokage-sama —intervino Kotetsu, uno de los chūnin asistentes en la prueba—, pero... ¿Orochimaru no es uno de los legendarios Sannin de Konoha? ¿Me equivoco?
Izumo, su compañero, frunció el ceño mientras continuaba.
—Es un ninja renegado de clase S en el Libro Bingo, ¿verdad? Incluso escuché que había muerto hace años. ¿Por qué reaparece ahora?
El Hokage, al escuchar esas palabras, dejó escapar una bocanada de humo y sus ojos se entrecerraron en una mezcla de pesar y determinación.
—Y ¿por qué decidió reaparecer ahora? —preguntó Izumo, otro de los chunin que estaba presente en la sala.
Anko abrió la boca para responder, pero fue el Hokage quien completó la explicación, su voz cargada de gravedad.
—Viene por los tres Uchiha... y por Naruto. Tal vez ha escuchado rumores de algo que no debe saber. —Hiruzen dejó su frase incompleta, consciente de que revelar el despertar del Uzugan de Naruto sería peligroso incluso entre sus aliados.
La mención de Naruto captó la atención de todos en la sala. Kotetsu y Izumo intercambiaron miradas nerviosas, mientras que uno de los ANBU dio un paso adelante, su máscara de halcón brillando bajo la luz tenue de la habitación.
—Hokage-sama, si Orochimaru está realmente en la aldea, deberíamos declarar el estado de emergencia. Este examen es la menor de nuestras preocupaciones —exclamó el ANBU, con voz firme y cargada de inquietud.
El Hokage asintió lentamente, pero su mirada estaba fija en un punto lejano, como si estuviera considerando los posibles escenarios.
—Estoy de acuerdo —dijo una voz grave desde una esquina de la sala. Todos se giraron hacia la figura que había hablado, un hombre mayor, con una mirada severa. Era Danzo Shimura, la mano derecha del Hokage, acompañado por otros dos ANBU.
—Orochimaru trabajó para mí cuando Raíz existía, así que sé lo que es capaz. Y tú, Hiruzen, deberías saber mejor que nadie cómo es Orochimaru. Fue tu alumno, no lo olvides —dijo Danzo con un tono cortante, como si reprochara la falta de acción ante una amenaza tan evidente.
Hiruzen no respondió de inmediato. La tensión en la sala era palpable. Anko, que había permanecido en silencio, finalmente alzó la voz, aunque su tono era débil.
—No podemos...
El ANBU de máscara de halcón giró hacia ella, confundido.
—¿Por qué no? Si Orochimaru está aquí, deberíamos comenzar un cerco en toda la zona de Konoha, mandar equipos de jonins y ANBUs a buscarlo y eliminarlo. ¡Debemos erradicarlo ya!
Anko apretó los dientes, la fatiga y el dolor de la marca volviendo a ella con fuerza.
—Él me dijo que si lo hacíamos... —Anko respiró profundamente antes de continuar—. En sus palabras: "Si alguien intenta detener mi entretenimiento... será el fin de Konoha".
El aire en la sala se vrolvió denso, como si la amenaza de Orochimaru flotara sobre ellos, aplastando cualquier intento de estrategia inmediata. Danzo frunció el ceño y miró al Hokage, esperando una respuesta.
Hiruzen, después de un largo silencio, se levantó y se acercó a la ventana, mirando el horizonte. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y sabiduría adquirida a lo largo de los años.
—No podemos arriesgar a toda la aldea sin conocer sus planes. Necesitamos más información. Orochimaru es impredecible, y aunque su amenaza es grave, no debemos dejarnos llevar por la desesperación. Necesitamos actuar con cautela.
Un murmullo recorrió la sala, algunos ANBU asintiendo mientras otros expresaban su desacuerdo. La tensión era palpable, y todos sabían que el tiempo se les agotaba. Orochimaru había regresado, y sus motivos aún eran un misterio. ¿Estaba realmente interesado en los Uchiha y en Naruto, o había algo más detrás de sus acciones?
El Hokage observó detenidamente la sala mientras los ANBU y los demás presentes permanecían en tenso silencio. El ambiente era pesado, cargado con la amenaza inminente que representaba Orochimaru, un hombre cuyo legado de traición y poder oscuro resonaba aún en los rincones más oscuros de Konoha.
—Anko —dijo Hiruzen con tono grave pero amable, mirándola directamente—, necesitas descansar. El sello maldito aún está afectándote, y no podemos permitir que tu cuerpo sucumba a su influencia. Deja esto en nuestras manos.
Anko asintió lentamente, aunque en su expresión era evidente la mezcla de ira y frustración. Había sido enfrentada directamente por Orochimaru, y su orgullo como ninja la impulsaba a mantenerse en la lucha, pero sabía que el Hokage tenía razón.
—Sí, Hokage-sama —respondió finalmente, su voz firme, aunque contenida.
Hiruzen giró su atención hacia los demás en la sala. Su expresión se endureció, y su mirada recorrió a los ANBU y los chunin presentes.
—Orochimaru está jugando un peligroso juego, pero no caigamos en su provocación. Si actuamos de manera precipitada, podríamos caer en una trampa de la que no podamos escapar. Por eso, debemos ser estratégicos.
Hiruzen apretó los dientes, su pipa colgando ligeramente entre sus dedos. Sin embargo, su tono no flaqueó al responder.
—Sé exactamente de lo que Orochimaru es capaz, no se equivoquen. También sé que él no haría una amenaza como esta si no tuviera los medios para cumplirla. Dijo claramente que si intentamos detener su "entretenimiento", Konoha pagaría el precio. No pondré a nuestra aldea en riesgo sin una estrategia bien pensada.
Uno de los ANBU restantes, de máscara felina, cruzó los brazos mientras hablaba, un dejo de frustración en su voz.
—Pero Hokage-sama, no hacer nada podría ser igual de peligroso. ¿Qué ocurre si su verdadero objetivo no es solo causar caos, sino llevarse a los objetivos que mencionó: los Uchiha y… Naruto Uzumaki?
El silencio que siguió fue sepulcral. El nombre de Naruto resonó en la sala, y más de uno miró de reojo al Hokage, esperando su reacción. Finalmente, Hiruzen inhaló profundamente antes de responder.
—Naruto y los Uchiha serán protegidos. Ya he tomado las medidas necesarias para garantizar que estén vigilados de cerca. Sin embargo, no subestimen el ingenio de Orochimaru. Si ha venido hasta aquí, es porque tiene un plan que aún no podemos comprender por completo.
Danzo asintió con gravedad mientras observaba al Hokage.
—Tus medidas pueden no ser suficientes, Hiruzen. Orochimaru es un hombre de recursos, y si ha vuelto a Konoha, es porque sabe algo que nosotros no. Propongo que envíes varios grupos de ANBU a vigilar a esos cuatro objetivos principales. Además, deberíamos incrementar nuestras defensas en todo el perímetro de la aldea y reforzar las patrullas con más ANBU durante la duración de los exámenes. No podemos permitirnos subestimar esta amenaza.
Hiruzen observó a Danzo con ojos serenos pero calculadores. La relación entre ambos había cambiado en los últimos años. Aunque no había perdonado del todo las acciones del líder de la raíz, Hiruzen reconocía que Danzo parecía estar enmendando su camino. Su consejo era ahora menos ambicioso y más estratégico, algo que el Hokage podía aprovechar.
—Está bien —respondió Hiruzen finalmente—. Te lo permito, pero yo elegiré personalmente a los ANBU que se encargarán de las vigilancias y del refuerzo de las defensas. Tú coordina las patrullas adicionales y los refuerzos necesarios.
Danzo asintió con una leve inclinación de cabeza, satisfecho con la resolución. Sin embargo, el ambiente tenso fue interrumpido de repente cuando un asistente chunin irrumpió en la sala con evidente urgencia. Jadeaba ligeramente, como si hubiera corrido hasta allí.
—¡Discúlpenme por interrumpir, Hokage-sama! —dijo con voz apremiante mientras sostenía una cinta de video en su mano—. Pero esto es algo que deben ver de inmediato. ¡Es importante, y no puede esperar!
Anko, que había permanecido en un rincón de la sala con los brazos cruzados, lo fulminó con la mirada.
—¿Ahora qué? —exclamó con evidente irritación—. ¿No ves que estamos ocupados?
—¡Por favor, miren esto! —insistió el chunin, ignorando la actitud de Anko mientras colocaba la cinta en una de las videograbadoras de la sala.
Todos los presentes dirigieron su atención a la pantalla. El video comenzó a reproducirse, mostrando una escena en la torre central del Bosque de la Muerte. La fecha y la hora estaban claramente visibles en una esquina del video.
—Fíjense en esto —dijo el chunin, señalando la pantalla con un dedo tembloroso—. La hora y la fecha no mienten...
En la grabación, se veía al equipo de Suna compuesto por Gaara, Kankuro y Temari entregando ambos pergaminos a un examinador, marcando la finalización del segundo examen.
—No... —susurró Anko, sus ojos clavados en la pantalla, incrédula—. No puede ser.
El chunin asintió con gravedad.
—Sí, lo es. Esto fue grabado dentro de la torre hace apenas una hora y treinta y siete minutos, después de que el segundo examen comenzara. ¡Ellos... completaron el examen en 97 minutos!
La sala estalló en murmullos de asombro e incredulidad. Incluso los ANBU, que generalmente permanecían impasibles, intercambiaron miradas significativas.
—Esto no tiene precedentes —continuó el chunin, todavía impresionado—. ¡Es inaudito! Si mal no recuerdo, el récord anterior lo tenía el equipo del Cuarto Hokage, liderado por Jiraiya, y después de ellos, Itachi Uchiha, quien completó el examen en solitario.
—Eso... —interrumpió Hiruzen, con un tono grave mientras observaba la imagen del joven pelirrojo en la pantalla—. Ese chico es el jinchūriki del Ichibi.
El silencio cayó sobre la sala. Todos comprendían las implicaciones de esa revelación. Gaara no solo era el contenedor de una de las bestias con cola, sino que había demostrado un nivel de habilidad y poder que desafiaba las expectativas.
—Esto no es solo un asunto de récords —dijo Danzo finalmente, rompiendo el silencio—. Este equipo, y en especial ese chico, representa una amenaza potencial para nuestros ninjas más jóvenes. ¿Qué pasará si se enfrentan a ellos en las rondas siguientes? ¿Podrán siquiera sobrevivir?
Hiruzen se mantuvo en silencio por un momento, su mirada fija en la pantalla. Luego, finalmente, habló con un tono medido.
—El equipo de Suna está aquí como aliados. Por ahora, no haremos suposiciones precipitadas. Pero debemos tener cuidado. Ese chico, Gaara, es más que un genin ordinario. Vigílenlo de cerca, pero no lo confronten. Cualquier acción hostil podría comprometer nuestra relación con la aldea de la arena.
Danzo apretó los labios, claramente en desacuerdo, pero no dijo nada. Anko, por su parte, golpeó la mesa con el puño, frustrada.
—¿Y qué hacemos con Orochimaru? —dijo con un tono cargado de tensión—. Si está detrás de todo esto, ¿cómo sabemos que no está usando al equipo de Suna para sus propios fines?
Hiruzen negó con la cabeza.
—No tenemos pruebas de eso, Anko. No podemos acusar a Suna sin fundamento. Nuestro enfoque sigue siendo proteger la aldea y garantizar la seguridad de nuestros propios ninjas. Orochimaru será nuestro principal objetivo.
Mientras el Hokage daba sus órdenes finales, el chunin recogió la cinta y se retiró. La amenaza de Orochimaru seguía pesando como una nube oscura sobre la aldea, pero ahora, una nueva incógnita había surgido en el tablero: Gaara, el jinchūriki del Ichibi. Su habilidad y el récord establecido en el segundo examen no solo desafiaban las expectativas, sino que también planteaban preguntas incómodas sobre su verdadero propósito en Konoha.
Anko se quedó en la sala, observando cómo los demás asistentes y consejeros se dispersaban. Ahora estaba sola con un grupo reducido de chunin, sus asistentes más cercanos, quienes monitoreaban cuidadosamente el progreso del examen. Conforme avanzaba el primer día, Anko no podía evitar sentir una creciente inquietud. Sin embargo, un atisbo de alivio cruzó su rostro al recibir noticias de que el equipo 7 había logrado llegar a la torre a salvo.
Cuando los cuatro miembros del equipo 7 llegaron, Anko los observó con atención. Estaban magullados, con señales evidentes de haber enfrentado un desafío mucho más grande de lo que se esperaba en el examen. Sin embargo, a pesar de su estado físico, su determinación brillaba en sus ojos. Fue entonces cuando notó algo peculiar en Sasuke Uchiha: el sello maldito de Orochimaru era evidente en su cuello, pero, sorprendentemente, no parecía estar afectado de la manera que ella temía.
El sello de maldición estaba presente, pero un extraño patrón adicional parecía rodearlo, como si fuera un tipo de contrasello. Era un diseño complejo, con remolinos y líneas que parecían contener el chakra oscuro del sello original. Anko frunció el ceño, preguntándose cómo era posible que el joven Uchiha pudiera mantener el control.
Iruka se acercó poco después, informando con un rostro sombrío.
—Anko, el equipo 7 reportó haber sido atacado directamente por Orochimaru durante el examen. Naruto Uzumaki, Kiyomi Uchiha, Yuzuki Uchiha y Sasuke Uchiha confirmaron que fue él quien los enfrentó. ¿Quieres que le avise al Hokage? —preguntó con un tono que dejaba entrever su preocupación.
Anko lo miró, cruzando los brazos mientras respondía con voz firme.
—No es necesario. Ya lo sé. El Hokage también. Esto solo confirma nuestras sospechas sobre sus movimientos. Pero hay algo que necesito averiguar de inmediato.
Iruka asintió antes de retirarse, dejando a Anko con sus pensamientos. La kunoichi no perdió tiempo y decidió interrogar al equipo de Katsumi Hatake. Ella sabía que el equipo 7 había estado bajo presión extrema, pero algo le decía que había más de lo que se había informado oficialmente. Orochimaru no se detenía solo por capricho; si había marcado a Sasuke, tenía que haber un propósito detrás de ello.
Anko reunió a los miembros del equipo 7 en una sala privada dentro de la torre. Los cuatro se sentaron frente a ella, cada uno con expresiones distintas. Naruto lucía alerta, con los puños apretados y un brillo decidido en sus ojos azules. Kiyomi mantenía una sonrisa juguetona, aunque había un trasfondo serio en su mirada. Yuzuki estaba serena, con su habitual postura analítica, mientras que Sasuke permanecía callado, pero con los ojos entrecerrados, reflejando la carga emocional que llevaba consigo.
Anko no perdió tiempo y fue directa. Su mirada se fijó en el equipo 7 con una intensidad que los puso inmediatamente en alerta.
—Mocosos, quiero que me expliquen qué sucedió exactamente con Orochimaru. ¿Cómo los atacó, y qué fue lo que hizo? —preguntó, deteniéndose especialmente en Sasuke, cuyo cuello mostraba la marca maldita que conocía demasiado bien.
Naruto fue el primero en responder. Golpeó la mesa frente a él con el puño, haciendo temblar los papeles sobre ella.
—¡Nos emboscó en el Bosque de la Muerte! Al principio fingió ser un ninja de otra aldea, pero luego se reveló. ¡Era muchísimo más fuerte que cualquiera que hayamos enfrentado antes! Hicimos todo lo posible para resistir, pero... —hizo una pausa, recordando la lucha y los momentos de desesperación— nos superaba en cada movimiento.
Anko entrecerró los ojos, su atención ya puesta en Sasuke.
—¿Y el sello? —preguntó, señalando directamente el cuello del Uchiha, donde las marcas negras se asomaban como una amenaza latente.
Antes de que Sasuke pudiera abrir la boca, Kiyomi intervino con rapidez, como si quisiera proteger a su hermano.
—Después de que Sasuke fue marcado, Naruto actuó. Utilizó un tipo de sello que nunca antes había visto, algo relacionado con fūinjutsu. Creó una barrera temporal que ha mantenido el sello bajo control desde entonces.
Anko arqueó una ceja, visiblemente interesada. Volvió su mirada hacia Naruto, que ahora parecía un poco incómodo bajo su escrutinio.
—¿Es cierto? ¿Qué técnica usaste exactamente? —preguntó con voz más baja pero cargada de curiosidad.
Naruto se rascó la nuca, algo nervioso al principio, pero luego habló con orgullo mientras se cruzaba de brazos.
—Se llama Fūin no Rinne. Es un sello que aprendí gracias a algunos pergaminos del clan Uzumaki. Combina varias capas de inscripciones diseñadas específicamente para neutralizar energías malignas y contenerlas.
Los ojos de Anko se entrecerraron mientras Naruto continuaba explicando.
—El patrón principal es un nodo Uzumaki, con círculos concéntricos que estabilizan el chakra del objetivo. En los bordes exteriores, trazos que representan conceptos como "pureza," "armonía" y "flujo" forman una barrera. Cuando lo activé, mi chakra fluyó a través del pergamino, creando una estructura visible que se adhirió al sello maldito de Sasuke. Todo el chakra oscuro que intentaba invadirlo fue absorbido y purificado. Ahora está confinado dentro de esa barrera. —Naruto concluyó con una ligera sonrisa orgullosa.
Anko lo observó detenidamente, procesando cada palabra. Su experiencia con sellos malditos le permitía entender la complejidad de lo que Naruto estaba describiendo. Sin embargo, algo más había captado su atención. Su expresión cambió abruptamente al darse cuenta de que Naruto la estaba mirando fijamente.
—¿Qué miras, mocoso? —gruñó, pero su voz sonó menos segura de lo habitual.
Naruto señaló con naturalidad, su tono despreocupado pero directo.
—La malla de su traje, Anko-sensei. Está rota... y puedo ver que tiene una marca igual a la de Sasuke. —Hizo una pausa, luego continuó con una sonrisa genuina—. Si quiere, puedo intentar usar el Fūin no Rinne para ayudarla también.
Anko se tensó inmediatamente, su cuerpo rígido mientras su mano subía instintivamente para cubrir el área donde estaba la marca maldita. Su cabello sombreó su rostro, pero la intensidad de su respiración la traicionaba.
—Tú... —murmuró en un tono bajo que oscilaba entre incredulidad y algo más— ¿Tú puedes hacer eso?
Naruto asintió con determinación.
—Claro que sí. Si funcionó para Sasuke, puedo hacerlo por usted también, Anko-sensei. No tiene por qué cargar con esa cosa sola.
La sala quedó en silencio por un instante, y los miembros del equipo 7 intercambiaron miradas, incómodos por la atmósfera pesada que había caído sobre ellos. Anko bajó lentamente la mano que había usado para cubrir la marca. Su mente giraba en un torbellino de pensamientos y recuerdos, pero, finalmente, dejó escapar un suspiro pesado.
—Lo intentaremos más tarde —dijo finalmente, con el cabello aún cubriendo parte de su rostro. Su tono era firme, pero había algo más detrás de sus palabras: una mezcla de vulnerabilidad y esperanza que rara vez mostraba.
Naruto asintió con una sonrisa confiada.
—Cuando quiera, Anko-sensei. Sólo dígamelo.
Anko levantó la vista, su expresión recuperando algo de la dureza característica de su personalidad.
—Muy bien, mocosos. Por ahora, están libres. Pero no bajen la guardia. Orochimaru no se detiene, y si los ha marcado, es porque tiene grandes planes para ustedes. Manténganse juntos y listos para lo que venga. Esto está lejos de terminar.
Los cuatro miembros del equipo 7 se levantaron, haciendo una inclinación respetuosa antes de retirarse. Anko los observó mientras salían de la sala, y, por primera vez en mucho tiempo, permitió que una leve sonrisa cruzara su rostro. Había algo diferente en esos chicos, especialmente en Naruto. Quizás, solo quizás, había una oportunidad para revertir lo que Orochimaru había iniciado tanto tiempo atrás.
Después de hablar con el equipo 7, Anko regresó a la sala de vigilancia. Aunque aún faltaban dos o tres días para que terminara la segunda etapa del examen, su mente seguía ocupada con lo que había escuchado de los chicos, especialmente de Naruto. Mientras revisaba las pantallas que mostraban las distintas áreas del Bosque de la Muerte, solo un equipo más había logrado completar la prueba. Los equipos que llegaban con tiempo eran trasladados a un área de descanso, donde se les proporcionaba tratamiento médico, comida y habitaciones para esperar hasta el inicio de la tercera fase.
Anko tamborileó los dedos sobre la mesa, su mirada fija en las pantallas, pero su mente divagaba. El recuerdo del sello de Naruto seguía rondando en su cabeza. ¿Un niño realmente había logrado hacer algo que incluso jonin experimentados habrían considerado casi imposible? Su orgullo se resistía a creerlo, pero si lo que había dicho era cierto, entonces quizá... quizás había una forma de librarse de la marca que Orochimaru le había impuesto tantos años atrás.
Esa noche, tras asegurarse de que todo estaba en orden, tomó una decisión impulsiva. Caminó hacia las habitaciones donde los equipos descansaban y se dirigió específicamente a la de Naruto. Había algo en ese chico, una mezcla de determinación, confianza y... ¿insolencia? que la había intrigado. Si alguien podía intentar quitarle la maldita marca, tal vez sería él.
Frente a la puerta de la habitación, dudó por un momento. ¿Realmente voy a confiar en un mocoso para algo tan serio? Pero el pensamiento de vivir otro día con esa maldita marca fue suficiente para empujarla a actuar. Tocó la puerta una vez, luego otra, pero no hubo respuesta. Suspirando, la abrió con cuidado. La luz de la luna se colaba por la ventana, iluminando la figura de Naruto profundamente dormido, su respiración rítmica interrumpida ocasionalmente por ronquidos suaves.
—Tsk, mocoso ruidoso —murmuró para sí misma, cerrando la puerta tras de sí.
Se acercó a la cama y trató de despertarlo con un ligero empujón en el hombro.
—Naruto. Oye, Naruto, despierta —susurró, tratando de no llamar demasiado la atención en caso de que alguien pasara por el pasillo.
El chico no se movió. Sus ronquidos continuaron, profundos y regulares, como si estuviera en el sueño más cómodo de su vida. Anko frunció el ceño y lo sacudió un poco más fuerte.
—Vamos, niño. Necesito hablar contigo. —Nada. Era como si estuviera intentando despertar a una piedra.
Finalmente, perdió la paciencia. Sujetó los hombros de Naruto y lo sacudió vigorosamente.
—¡Levántate de una vez, maldito bastardo ruidoso! —exclamó en voz baja, pero con un tono de frustración evidente.
Naruto abrió los ojos de golpe, parpadeando confundido. Se sentó lentamente en la cama, frotándose los ojos mientras trataba de procesar lo que estaba pasando.
—¿Anko-sensei? ¿Qué hace aquí? —preguntó, con la voz aún adormilada.
—¿Qué hago aquí? —repitió, cruzando los brazos y fulminándolo con la mirada—. Estoy aquí porque quiero saber si lo que dijiste sobre tu sello milagroso es cierto o solo estás fanfarroneando como siempre.
Naruto bostezó y se estiró, como si estuviera completamente ajeno a la seriedad del momento. Luego, se encogió de hombros.
—Es cierto, pero no entiendo por qué vendría usted aquí a estas horas para preguntarlo. ¿Tiene algo que ver con la marca que vi en su cuello?
El comentario de Naruto fue directo, y aunque lo dijo sin malicia, Anko sintió como si le hubieran clavado una aguja. Instintivamente, llevó una mano al área donde estaba la marca maldita de Orochimaru, ocultándola.
—Eso no es asunto tuyo, mocoso —gruñó, aunque sabía que ya era demasiado tarde para negarlo.
Naruto ladeó la cabeza, su expresión llena de curiosidad.
—¿Quiere que lo intente? Si funcionó con Sasuke, podría funcionar con usted también. No prometo nada, pero puedo intentarlo.
Anko lo observó detenidamente, buscando algún rastro de burla o duda en su rostro. Pero lo único que vio fue sinceridad. El chico realmente creía que podía ayudarla, y por un momento, casi se sintió conmovida.
—Tsk, no te hagas ilusiones, mocoso. Si esto no funciona, te haré correr vueltas por el bosque hasta que te caigas.
Naruto sonrió ampliamente, completamente ajeno a la amenaza.
—Está bien, Anko-sensei. Cuando quiera, podemos empezar.
—Entonces, ¿qué tengo que hacer? —preguntó Anko, cruzándose de brazos, observando a Naruto con una mezcla de curiosidad y escepticismo.
—Bueno... este... —respondió Naruto, rascándose la nuca, visiblemente incómodo. Luego desvió la mirada, un leve rubor asomando en sus mejillas—. Tendría que quitarse la malla... para poder trabajar en el sello. —Su voz apenas fue un murmullo al final, como si quisiera evitar la reacción de Anko.
—¡¿Qué dijiste, maldito pervertido?! —exclamó Anko, fulminándolo con la mirada y llevándose las manos a la cintura—. ¡Solo querías verme desnuda, mocoso degenerado!
—¡No soy ningún pervertido! —protestó Naruto, dando un paso atrás con las manos levantadas en señal de defensa—. ¡Es para poder hacer el sello! Si no puedo verlo, no podré trabajarlo.
Anko lo miró fijamente, evaluando si el chico estaba diciendo la verdad o simplemente aprovechaba la situación. Finalmente, suspiró profundamente y rodó los ojos.
—Bien, pero si intentas mirar algo que no debes, te juro que te arranco esa serpientita que llamas pene. ¿Entendido? —Su tono era gélido y amenazador, dejando claro que no estaba bromeando.
Naruto tragó saliva y asintió rápidamente, evitando cualquier comentario que pudiera empeorar las cosas. Anko se dio la vuelta y, de espaldas a él, se quitó primero el abrigo y luego la parte superior de su traje de malla. Su espalda quedó expuesta, dejando al descubierto la marca maldita en su cuello, negra y pulsante como si tuviera vida propia. Se sentó frente a él, aún de espaldas, con los hombros tensos pero decidida.
Naruto se pinchó un dedo con un kunai para obtener sangre y realizó una serie de sellos en su espalda con rapidez y precisión, activando el Fūin no Rinne. Sus ojos se encendieron con el brillo púrpura del Uzugan, lo que le permitió trabajar con un nivel de detalle que no habría logrado de otro modo. Con movimientos cuidadosos, comenzó a trazar los complejos patrones del sello en un pergamino extendido frente a él.
Combino las múltiples capas de inscripciones diseñadas para neutralizar y purificar energías malignas. En el centro, el diseño mostraba un nodo Uzumaki, símbolo de equilibrio y conexión, rodeado de círculos concéntricos que irradiaban una energía estabilizadora. En los bordes exteriores, caracteres grabados describían conceptos clave como pureza, armonía y flujo. Cada trazo emitía un tenue brillo rojizo a medida que el chakra de Naruto fluía a través de él, transfiriéndose poco a poco al cuerpo de Anko.
—Esto va a doler un poco —advirtió Naruto mientras posicionaba el pergamino justo sobre el cuello de Anko, alineándolo con el sello maldito.
—He soportado cosas peores, mocoso —respondió Anko, cerrando los ojos y preparándose para el dolor que sabía que estaba por venir.
Naruto canalizó su chakra hacia el pergamino, y un destello de luz roja llenó el refugio. El diseño del Fūin no Rinne comenzó a transferirse a la piel de Anko, las líneas brillando intensamente mientras un dolor punzante recorría su cuerpo. Anko apretó los dientes, resistiendo el impulso de emitir un quejido. Sus manos se aferraron a los bordes de la silla, tensas por la intensidad del proceso.
Las funciones del Fūin no Rinne se activaron una por una. Las marcas negras del sello maldito comenzaron a encogerse, como si fueran absorbidas por la estructura del nuevo sello. Al mismo tiempo, el chakra oscuro que emanaba de la marca maldita era purificado y confinado dentro de una barrera invisible que el nuevo sello establecía. Naruto, sudando por el esfuerzo, mantenía sus manos firmes sobre el pergamino, enfocándose en cada detalle del proceso. Sus ojos brillaban intensamente, reflejo del poder de su Uzugan trabajando en perfecta sincronía con su chakra.
—Un poco más... —murmuró entre dientes, esforzándose por mantener el flujo estable.
Finalmente el Fūin no Rinne tomó su lugar encerrando el sello original. Su diseño brillaba tenuemente en la piel de Anko antes de asentarse, dejando solo una ligera sensación de calor. El proceso había concluido.
Anko respiró profundamente, relajando los hombros mientras el dolor se desvanecía lentamente. Llevó una mano a su cuello, palpándolo con cuidado. La marca maldita ya no estaba allí. Era como si un peso enorme hubiera sido levantado de su ser. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, resbalando por sus mejillas sin control.
—Está hecho... al menos por ahora —dijo Naruto con voz débil, dejándose caer hacia atrás mientras respiraba agitadamente. Sus manos temblaban ligeramente por el esfuerzo de canalizar su chakra con tanta precisión.
Anko se volteó hacia él, aún con los ojos brillando por las lágrimas. Al hacerlo, notó que Naruto estaba visiblemente sonrojado, su mirada desviada hacia el suelo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no se había vuelto a poner la parte superior de su traje, dejando sus pechos desnudos. Sin embargo, en ese momento, no le importó. Sus emociones eran demasiado intensas.
Sin dudarlo, Anko se acercó a Naruto y lo abrazó con fuerza, envolviéndolo en un gesto cálido y lleno de gratitud. Sus lágrimas continuaban cayendo, mojando ligeramente la chaqueta del joven Uzumaki. Sus brazos temblaban mientras se aferraba a él, como si necesitara asegurarse de que lo que acababa de ocurrir era real.
—Gracias... gracias, Naruto —susurró con voz quebrada, dejando que su vulnerabilidad se mostrara por completo. Era un lado de ella que rara vez permitía que alguien viera.
Naruto, aún exhausto y con las mejillas sonrojadas, se quedó inmóvil por unos segundos. No estaba acostumbrado a recibir muestras de afecto tan intensas, menos aún de alguien como Anko, quien siempre había proyectado una imagen fuerte y desafiante. Finalmente, levantó las manos, inseguro, y le dio unas palmaditas torpes en la espalda.
—E-está bien, Anko-sensei —balbuceó, tratando de calmarla mientras su rostro adquiría un tono aún más rojo. Desvió la mirada, claramente incómodo, y carraspeó antes de continuar—. Pero, este... ¿podría ponerse algo de ropa, por favor? Me da mucha pena...
Anko parpadeó, saliendo de su trance emocional. Fue entonces cuando se dio cuenta de su estado: su parte superior seguía desnuda, y abrazándolo sin reparo. Su mirada bajó hacia el pecho desnudo y luego regresó al rostro del joven, quien evitaba mirarla directamente, su expresión un cuadro de incomodidad y nerviosismo.
En lugar de reaccionar con vergüenza, Anko soltó una carcajada seca, aunque todavía con los ojos ligeramente enrojecidos por las lágrimas. Su carácter despreocupado comenzó a regresar mientras se alejaba de Naruto lo justo para buscar su chaqueta y ajustar su malla.
—Vaya, mocoso, no pensé que fueras tan tímido. Con todas las cosas que has hecho hoy, y esto es lo que te pone nervioso. —Su tono era burlón, aunque con un dejo de cariño.
Naruto apartó la vista aún más, llevándose una mano a la nuca en un gesto nervioso.
—¡No es eso! Es que... bueno... no quiero faltarle al respeto, eso es todo. —La sinceridad en su voz hizo que Anko esbozara una sonrisa.
—Tranquilo, mocoso, estaba bromeando. —Se giró y comenzó a vestirse con calma, ajustando su chaqueta mientras sentía el calor residual del sello en su cuello. Una vez lista, se volvió hacia él, colocando las manos en sus caderas con una expresión satisfecha—. Y hablando en serio, hiciste un buen trabajo. No cualquiera se atrevería a intentar lo que acabas de hacer, y mucho menos a lograrlo.
Naruto levantó la mirada, notando el cambio en el tono de Anko. Había gratitud genuina en sus ojos, mezclada con una chispa de respeto que no había estado allí antes.
—Bueno, me alegra que haya funcionado —respondió, sonriendo ligeramente—. Pero recuerde, esto no es definitivo. El Fūin no Rinne está conteniendo el chakra de la marca, pero si el sello se debilita o recibe demasiada presión, podría romperse.
Anko asintió, entendiendo la gravedad de sus palabras. Acarició ligeramente el área donde el sello estaba ahora grabado, una sensación de alivio llenándola al notar que ya no sentía la opresiva presencia de la maldición.
—Lo sé, pero por ahora, es más de lo que podría haber esperado. Me has quitado un peso enorme, Naruto. Y eso es algo que no voy a olvidar.
Naruto sonrió, pero antes de que pudiera responder, Anko le lanzó una mirada pícara.
—Eso sí, si alguien se entera de lo que pasó aquí, especialmente de que estuve medio desnuda frente a ti, te juro que te haré arrepentirte. —Aunque lo dijo con tono burlón, la amenaza era lo suficientemente real como para hacer que Naruto tragara saliva y asintiera rápidamente.
—¡Entendido, Anko-sensei! No diré nada, lo prometo.
Anko soltó una última carcajada, pero esta vez, su risa estuvo acompañada de un gesto inesperado. Se inclinó hacia Naruto y le plantó un beso ligero en la mejilla, lo que hizo que el joven Uzumaki quedara completamente inmóvil, con el rostro enrojecido como un tomate. Antes de que pudiera siquiera procesar lo que acababa de pasar, Anko ya había comenzado a caminar hacia la salida del refugio, su actitud relajada y segura de sí misma contrastando con la confusión que dejó a su paso.
Sin embargo, justo antes de cruzar el umbral, se detuvo y giró levemente la cabeza hacia él. Sus ojos brillaban con una chispa de diversión mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro.
—Eres un buen chico, Naruto. Tienes potencial para hacer cosas grandes... —dijo con un tono suave, pero firme, que mostraba más respeto del que usualmente concedía a los demás. Luego, esa sonrisa burlona volvió a aparecer, acompañada de un guiño coqueto—. Y quién sabe, tal vez más adelante podríamos hacer algo divertido. Solo trata de no ser tan nervioso la próxima vez, ¿eh?
Naruto sintió cómo su cerebro prácticamente colapsaba ante esas palabras. Apenas podía formar un pensamiento coherente mientras la veía desaparecer por la puerta, dejando tras de sí el eco de sus pasos. Su mente era un torbellino de emociones: confusión, nerviosismo, y, en el fondo, una ligera sensación de orgullo. Había logrado algo que muy pocos podrían haber hecho, y aunque el proceso había sido intenso, el resultado era innegable: había ayudado a liberar a Anko de una carga que había llevado por años.
—¿Algo divertido...? —murmuró para sí mismo, su mente aún procesando las implicaciones de esas palabras. Sacudió la cabeza rápidamente, tratando de apartar cualquier pensamiento extraño—. ¡No pienses en eso, Naruto! Solo fue una broma... sí, seguro fue una broma.
A pesar de sus intentos por convencerse, su rostro seguía ardiendo mientras se dejaba caer al suelo del refugio, agotado tanto física como emocionalmente. Miró el techo por unos momentos, dejando que el silencio llenara el espacio mientras trataba de calmarse.
Finalmente, una sonrisa pequeña pero genuina apareció en sus labios. A pesar de las bromas y las situaciones incómodas, Naruto sintió una satisfacción profunda. Había logrado algo importante. Había ayudado a alguien que realmente lo necesitaba y, aunque Anko tenía una personalidad arrolladora y difícil de leer, sus palabras de agradecimiento habían sido sinceras.
—Supongo que no fue tan malo después de todo —dijo en voz baja, cerrando los ojos y dejando que el cansancio lo venciera momentáneamente.