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Chapter 12 - XII

Katsumi se levantó temprano, sintiendo que su cuerpo, aunque aún algo débil por las heridas, estaba lo suficientemente fuerte para retomar su rol como sensei. Tras prepararse, llamó a sus estudiantes para comenzar el entrenamiento del día. Fue Yuzuki quien, con su típica calma, le informó que Naruto había creado un lugar especial para entrenar. Katsumi, algo intrigada, los siguió.

Al llegar, el paisaje la sorprendió ligeramente: docenas de árboles mostraban señales de devastación. Algunos estaban perforados con precisión quirúrgica, otros completamente chamuscados, y varios más destrozados como si una presión masiva de agua los hubiera partido. Katsumi recorrió el área con la mirada, asintiendo para sí misma. Aunque sabía que Naruto tenía potencial, no esperaba que hubiera puesto tanto esfuerzo en su entrenamiento personal.

"Este chico..." pensó Katsumi, cruzándose de brazos mientras observaba el trabajo. "A veces no lo parece, pero realmente es incansable. Aunque bueno, gran parte de lo que sabe lo aprendió de mí, así que tampoco debería sorprenderme demasiado."

Volvió su atención a los tres jóvenes que la observaban expectantes.

—Bien, cada uno de ustedes tiene un gran potencial, y gracias a mí han aprendido buenos jutsus y estilos de combate. Pero eso no es suficiente. Mientras estemos aquí, vamos a pulir aún más sus habilidades individuales. —Hizo una pausa, mirando a cada uno con atención—. Hoy entrenaremos técnicas avanzadas que complementen sus estilos.

Se giró hacia Kiyomi primero.

—Kiyomi, ya que eres la única con un Sharingan activo y tienes afinidad con el raiton, te enseñaré uno de mis jutsus personales: el Chidori.

La mirada de Kiyomi brilló con emoción. Katsumi levantó una mano, generando una corriente de electricidad chisporroteante.

—El Chidori es un jutsu extremadamente poderoso, pero requiere un alto nivel de velocidad y precisión. El entrenamiento comenzará con ejercicios para mejorar tu manejo del raiton. Primero, concentra tu chakra eléctrico en tus manos y practica mantenerlo estable mientras corres a máxima velocidad por el campo. Después, necesitarás dominar la capacidad de dirigir tu chakra hacia un objetivo mientras mantienes el Chidori cargado. Usaremos troncos marcados como blancos para este ejercicio.

Katsumi luego se giró hacia Sasuke.

—Sasuke, tú aprenderás el Katon: Kaen Rendan. Es un jutsu que combina taijutsu y ninjutsu de fuego, ideal para combates cercanos. Consiste en generar llamas comprimidas en ambas manos para liberar una serie de golpes explosivos.

Sasuke asintió, interesado.

—Para entrenarlo, empezarás generando pequeñas llamas en tus manos, manteniéndolas estables mientras realizas movimientos rápidos y controlados. Luego, practicarás golpear con precisión objetivos fijos, liberando la energía en pequeñas explosiones al contacto. Finalmente, haremos ejercicios de velocidad y esquiva para que puedas usar el jutsu en combate real.

Después, Katsumi dirigió su atención a Yuzuki.

—Yuzuki, aprenderás el Suiton: Mizukiri Yaiba. Es una técnica que moldea el chakra en una hoja líquida de agua que puedes usar como espada. Es precisa, rápida y letal en combate cuerpo a cuerpo.

Yuzuki asintió con seriedad.

—Primero, entrenarás el control de agua generando corrientes constantes en tus manos. Una vez que logres moldearlas en forma de hoja, practicaremos con muñecos de madera para mejorar tus cortes. Este jutsu requiere fluidez en tus movimientos, así que también trabajaremos en esquivas y ataques consecutivos.

Por último, Katsumi miró a Naruto, quien esperaba ansioso su turno.

—Naruto, tú aprenderás algo especial.

La emoción de Naruto era evidente. Sus ojos brillaban de entusiasmo mientras preguntaba:

—¿Es el Hiraishin no Jutsu? ¡Sensei, ya leí sobre él en el pergamino de sellos! ¡He estado estudiando fūinjutsu por eso!

Katsumi alzó una mano, deteniéndolo antes de que pudiera seguir hablando. Una esfera de chakra comenzó a formarse en su palma, girando con un movimiento constante y poderoso.

—No. Hoy aprenderás el Rasengan. Este jutsu fue creado por el Cuarto Hokage y es una técnica devastadora si se domina correctamente.

Naruto abrió la boca, sorprendido y emocionado a la vez. Katsumi continuó con calma:

—El primer paso es girar el agua dentro de un globo hasta hacerlo estallar. Esto te enseñará a agitar y rotar tu chakra de forma constante. Dado que ya dominas el control de chakra básico, con la memoria compartida de tus clones podrás completar este paso en un día. Así que ve a buscar globos y empieza de inmediato. Usa tus clones para acelerar el progreso.

Naruto asintió con determinación, listo para el desafío.

—¡Sí, sensei!

Katsumi miró a los cuatro jóvenes y dio un paso atrás, cruzándose de brazos.

—Muy bien, todos tienen sus tareas. Ahora, ¡a trabajar!

Los cuatro miembros del Equipo 7 se dispersaron rápidamente, cada uno tomando su espacio en el improvisado campo de entrenamiento. El ambiente estaba cargado de energía y determinación, reflejando las ganas de los jóvenes ninjas por superar sus límites. Naruto, rodeado por al menos una centena de clones, se encontraba luchando con globos llenos de agua. Su rostro mostraba concentración absoluta mientras trataba de hacer girar el agua dentro de los globos, buscando ese equilibrio perfecto que lo llevaría al éxito.

—¡Concéntrate, idiota! —gritó uno de sus clones, frustrado al ver cómo otro globo estallaba antes de tiempo.

—¡Estoy intentándolo! —respondió el original, limpiándose el agua de la cara.

Mientras tanto, Kiyomi estaba completamente enfocada en canalizar raiton en su mano. Pequeñas chispas comenzaron a formarse, pero se desvanecían rápidamente. Frunció el ceño, molesta, y respiró profundamente para recuperar el control. Katsumi, al pasar cerca de ella, ofreció un consejo.

—No solo concentres el chakra en un punto. Haz que fluya como si recorriera todo tu cuerpo, pero enfócalo en tu palma. El raiton necesita intensidad, pero también fluidez.

Kiyomi asintió y volvió a intentarlo, esta vez sintiendo cómo la electricidad se acumulaba más fácilmente. Un leve crujido resonó en el aire cuando logró mantener la corriente por unos segundos más.

Por otro lado, Sasuke estaba practicando los movimientos necesarios para ejecutar el Katon: Kaen Rendan. Se encontraba frente a un muñeco de madera improvisado, canalizando pequeñas llamas en sus manos mientras lanzaba golpes rápidos y precisos. Las primeras explosiones eran pequeñas y poco efectivas, pero con cada intento, el Uchiha demostraba un progreso evidente.

—Menos fuerza en los golpes, más enfoque en el flujo de chakra —indicó Katsumi al pasar junto a él—. Este jutsu es tan físico como estratégico. Si solo confías en el fuego, perderás el equilibrio.

Sasuke gruñó en respuesta, pero obedeció, ajustando sus movimientos hasta que pequeñas detonaciones comenzaran a sincronizarse con cada impacto de sus puños.

Yuzuki, por su parte, estaba moldeando el agua en su mano dominante, tratando de darle la forma de una hoja. Aunque inicialmente la corriente parecía inestable, pronto logró estabilizarla en una pequeña daga líquida que brillaba bajo la luz del sol. Sin embargo, la hoja aún carecía de la consistencia necesaria para cortar.

—Muy bien, Yuzuki —dijo Katsumi, deteniéndose junto a ella—. Ahora concéntrate en la presión. El agua debe fluir con fuerza y velocidad, como un río en torrente, pero debes mantener el control absoluto. Intenta canalizar ese flujo mientras atacas un objetivo.

Yuzuki asintió, levantando su brazo y lanzándose contra un tronco cercano. La hoja líquida cortó superficialmente la madera, dejando una marca notable pero poco profunda. Aunque no estaba del todo satisfecha, una sonrisa ligera apareció en su rostro.

El sonido del agua salpicando, explosiones controladas y la electricidad chisporroteando llenaba el ambiente. Katsumi observaba a sus estudiantes con una leve sonrisa, sintiéndose satisfecha al verlos trabajar con tanta dedicación. Cada uno de ellos tenía un camino único que recorrer, y ella estaba decidida a guiarlos hasta que lograran alcanzar su máximo potencial.

Sin embargo, Katsumi no podía quedarse allí todo el día. Necesitaba acompañar a Tazuna al puente para supervisar el progreso de su construcción.

—Bien, equipo, sigan practicando —dijo, dejando un clon de sombra detrás para supervisar el entrenamiento—. No se detengan hasta que logren algún avance real. Mi clon estará aquí para guiarlos si necesitan algo.

Con esas palabras, Katsumi se despidió y escoltó a Tazuna hacia el puente. Mientras tanto, su clon observaba atentamente a los cuatro jóvenes, ofreciendo correcciones y consejos cuando era necesario.

El sol descendía lentamente en el horizonte, bañando el cielo con tonos anaranjados y rosados mientras el improvisado campo de entrenamiento se sumía en una atmósfera de calma y agotamiento. Los miembros del Equipo 7 estaban al borde del desmayo, sus cuerpos empapados de sudor y sus respiraciones entrecortadas por el esfuerzo monumental del día. Sin embargo, sus miradas brillaban con determinación. Habían dado todo de sí y, aunque agotados, estaban ansiosos por volver a intentarlo al día siguiente.

El clon de Katsumi había sido implacable, asegurándose de que ninguno se relajara más de lo necesario. Cada vez que alguno comenzaba a desfallecer, el clon ajustaba los ejercicios para mantenerlos activos pero efectivos. Kiyomi había pasado horas perfeccionando el flujo de chakra raiton en su mano, hasta que finalmente logró generar un pequeño destello continuo, el preludio del Chidori. Sin embargo, el esfuerzo había sido tal que terminó con la mano derecha envuelta en vendas, sus dedos temblando por la sobrecarga de energía.

—Maldita sea, esto no es suficiente —murmuró Kiyomi mientras apretaba los dientes. Aunque satisfecha con su progreso, la frustración de no haber dominado completamente el jutsu la carcomía.

Sasuke, por su parte, tenía ambas manos en un estado lamentable. Los constantes golpes para practicar el Katon: Kaen Rendan habían dejado quemaduras leves en su piel, a pesar de que Katsumi le había advertido que no se excediera. Aun así, el Uchiha había logrado coordinar una serie de golpes explosivos que, aunque no perfectos, mostraban un avance significativo.

—Tch. Aún no es suficiente para mí —masculló Sasuke, cruzando los brazos con evidente molestia mientras miraba las pequeñas explosiones que había logrado provocar en un tronco carbonizado.

Yuzuki había progresado de manera constante, moldeando su hoja líquida con cada intento. Aunque sus cortes aún carecían de la profundidad que deseaba, ya podía sostener la Mizukiri Yaiba durante largos periodos sin que perdiera forma. Su precisión mejoraba con cada ataque, y en su rostro se podía ver una mezcla de concentración y satisfacción contenida.

—Supongo que no está mal... pero puedo hacerlo mejor —dijo para sí misma mientras inspeccionaba los cortes en un árbol cercano, perfeccionando mentalmente su técnica para el próximo intento.

Naruto, sin embargo, había sido quien más había avanzado. Gracias a la ayuda de sus clones y su insaciable determinación, había logrado completar el primer paso del Rasengan en solo cinco horas. Ahora estaba trabajando con pelotas de goma, un desafío mayor que lo obligaba a agitar y rotar su chakra con mayor precisión para hacerlas explotar. Su esfuerzo era visible: su rostro estaba pálido, y aunque intentaba ocultarlo, las náuseas por el desgaste de chakra lo estaban afectando. Aun así, Naruto apretó los dientes y continuó, decidido a no quedarse atrás.

—¡No me voy a rendir, dattebayo! —gritó mientras otra pelota de goma estallaba en su mano, llenándolo de una mezcla de alivio y orgullo.

El clon de Katsumi, al ver el estado de los cuatro, finalmente decidió dar por terminado el entrenamiento.

—Eso es suficiente por hoy. Si siguen forzándose, no podrán moverse mañana. Regresen a la casa de Tazuna y descansen.

Aunque agotados, los cuatro estudiantes obedecieron. Caminaban con pasos lentos y pesados, pero sus espíritus estaban en alto. La sensación de progreso, aunque pequeño, les daba fuerza para seguir adelante. Al llegar a la casa de Tazuna, Tsunami los recibió con una cálida sonrisa y una abundante cena, aliviando sus cuerpos cansados.

—¡Vaya, parece que han trabajado duro! —dijo mientras servía generosos platos de arroz, pescado y vegetales.

Kiyomi se concentraba en vendar su mano derecha con delicadeza, guiada por las instrucciones de Yuzuki, quien la asistía con gestos tranquilos pero firmes. Las marcas en la piel de Kiyomi eran prueba del esfuerzo que había puesto en canalizar raiton para el Chidori. Mientras tanto, Sasuke observaba en silencio las quemaduras leves en sus palmas, flexionando los dedos lentamente para evaluar los daños. Aunque su expresión seguía siendo fría, había un brillo de orgullo en sus ojos; sabía que estaba más cerca de dominar el Katon: Kaen Rendan.

En otro rincón de la mesa, Naruto apenas pudo terminar su plato antes de apoyar la cabeza sobre sus brazos cruzados, sus párpados pesados por el agotamiento. Su cuerpo, cubierto solo por la cota de malla que llevaba debajo de su chaqueta, exhibía músculos marcados, prueba de su entrenamiento riguroso y su inquebrantable determinación.

—¿Crees que podremos entrenar mañana? —preguntó Yuzuki, su tono sereno, pero con una leve chispa de curiosidad en la mirada.

Naruto levantó la cabeza con esfuerzo, mostrando una sonrisa cansada pero confiada.

—Por supuesto que sí. Aunque tengamos que arrastrarnos, no pienso detenerme —declaró, inflando ligeramente el pecho mientras se pasaba una mano por el cabello despeinado.

Tazuna, que había estado comiendo en silencio, dejó sus palillos sobre el plato y miró al grupo con una sonrisa melancólica.

—Hace tiempo que esta casa no se sentía tan viva —comentó, su tono cálido, pero cargado de nostalgia.

El ambiente se tensó de repente cuando Inari, el nieto de Tazuna, apretó con fuerza el vaso que tenía en sus manos. Sus pequeños dedos temblaban de frustración, y su mirada oscura se posó en el grupo.

—Mejor lárguense antes de que Gato los mate —soltó el niño con una voz llena de amargura, su tono cortante resonando en la habitación.

El comentario hizo que el silencio se adueñara del espacio por un momento. Naruto, quien había estado medio adormilado, levantó la cabeza rápidamente, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y determinación.

—No te preocupes —dijo Naruto, su voz firme pero sin perder el tono amistoso. Infló los músculos de su brazo y los flexionó exageradamente, tratando de suavizar la tensión en el ambiente—. Gatou no podrá contra nosotros.

El movimiento llamó la atención de todos en la mesa. Con su chaqueta roja ausente y solo la cota de malla cubriéndolo, los músculos tonificados de Naruto resaltaban bajo la tenue luz de la casa.

—Es lo que hacen los héroes —añadió con una sonrisa amplia y confiada, que logró arrancar una pequeña risa de Kiyomi y un bufido de Sasuke.

Sin embargo, Inari no se dejó convencer. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras apretaba los dientes, sus pequeños puños temblando de impotencia.

—¿Héroes? —repitió Inari con voz rota, sus ojos brillando por las lágrimas contenidas—. ¡No existen los héroes! ¡No tienen idea de lo que es vivir aquí, de lo que hemos sufrido! ¡Gatou se llevará todo, como siempre! ¡No saben lo que es sufrir día a día!

Las palabras del niño rompieron el silencio de la habitación como una bofetada. Naruto, sentado aún en la mesa, permaneció inmóvil por un instante. Su expresión cambió lentamente; sus ojos azules se oscurecieron bajo el peso de un enojo contenido.

"¿Sufrir?" pensó con un nudo en el pecho. "¿Ese mocoso cree que sabe lo que es sufrir? No tiene idea..."

Respiró profundamente, intentando calmarse, y se levantó de su asiento. Su movimiento fue lento, casi deliberado, mientras caminaba hacia Inari. El peso de su presencia hizo que todos en la habitación lo miraran con expectación. Naruto se arrodilló frente al niño, bajando la cabeza para estar a su altura. Su cabello carmesí, despeinado y empapado por el sudor del entrenamiento, caía sobre sus ojos, dándole un aire sombrío.

—Escucha, Inari —dijo con voz seria y fría, apenas conteniendo el enojo que bullía dentro de él—. No sé exactamente qué cosas difíciles has pasado, y tal vez no las entenderé. Pero déjame dejar algo claro: ni tú ni nadie tiene derecho a reclamarnos nada, ni a juzgarnos.

Su tono se endureció, cada palabra cargada con la fuerza de sus emociones reprimidas.

—Tú no eres el único que sufre en este mundo. Yo he vivido mi propia mierda, y mis compañeros, e incluso mi sensei, han enfrentado cosas que probablemente no podrías imaginar. Así que, aunque estés enojado, aunque sientas que todo está en tu contra, no tienes derecho a menospreciar nuestro esfuerzo o a comportarte como si fueras el único que sufre aquí.

Inari lo miró, con los ojos húmedos y llenos de desconcierto. El enojo que había sentido inicialmente comenzó a tambalearse, enfrentándose a la intensidad de las palabras de Naruto. Sin embargo, antes de que pudiera responder, abrió la boca, dispuesto a replicar, pero no llegó a terminar.

—¡Tú qué sabes! Seguro tuviste una vida fácil y...

El sonido de una bofetada resonó en la sala, interrumpiendo sus palabras. Inari se quedó petrificado, sosteniéndose la mejilla roja por el impacto. La sorpresa no solo fue suya; todos esperaban esa reacción de Sasuke o Yuzuki, pero no de Kiyomi.

Kiyomi se mantenía de pie frente a él, con la mano aún levantada y los ojos oscuros, su habitual expresión juguetona desaparecida por completo.

—Ya te lo dijo Naruto-kun —dijo con un tono gélido, su voz tan afilada como un kunai—. No tienes idea de lo que hemos pasado. Ninguno de nosotros está aquí porque tuvo una vida fácil, y mucho menos para soportar que un niño mimado nos acuse de cosas que ni siquiera entiende.

Inari la miraba, paralizado, mientras ella se inclinaba ligeramente hacia él, apuntando con un dedo hacia su pecho.

—En lugar de llorar y quejarte como una niñita cobarde, deberías buscar algo por lo que luchar. Mira a tu madre, mira a tu abuelo. Ellos no se han rendido, y tampoco lo haremos nosotros. Pero tú... —su tono se suavizó ligeramente, aunque seguía siendo firme—. Tú necesitas decidir si seguirás siendo un espectador de tu propia vida o si harás algo al respecto.

Tsunami, que había estado observando en silencio, se apresuró a abrazar a su hijo, tratando de consolarlo. Tazuna, por otro lado, miró a Kiyomi y a Naruto con una mezcla de asombro y respeto, sin intervenir.

Naruto se levantó, soltando un suspiro pesado. Miró a Inari una vez más, pero esta vez, aunque su mirada seguía seria, había un atisbo de empatía en sus ojos.

—Todos tenemos cicatrices, Inari. Algunas se ven, otras no. Pero las cicatrices no son excusa para rendirse. Si tú quieres quedarte en un rincón lamentándote, esa es tu decisión. Pero nosotros no somos así. Y tampoco lo serás tú, si decides levantarte.

El silencio que siguió era pesado, casi tangible, pero había algo diferente en el aire. Inari no respondió; su mirada ya no reflejaba únicamente enojo. Había en sus ojos algo más sutil, algo que no podía ocultar: una chispa de duda, quizá incluso reflexión.

—Bueno, creo que eso es suficiente por hoy —dijo Naruto finalmente, rompiendo el ambiente tenso con una sonrisa cansada. Se giró hacia Kakashi, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, aunque su expresión todavía delataba cierta determinación—. Sensei, voy a entrenar un poco más. ¿Podría explicarme el último paso del Rasengan?

Kakashi levantó la vista de su libro, arqueando una ceja, como si analizara la persistencia del chico antes de asentir.

—El último paso consiste en combinar los dos anteriores: la rotación y el poder. Debes lograr que trabajen juntos de forma simultánea para crear una esfera perfecta. Es como mantener un globo de aire inflado con tu chakra sin que explote. Para ello, debes liberar la cantidad precisa de chakra en forma de esfera mientras controlas la rotación. Es un equilibrio delicado.

Naruto asintió, procesando las palabras de su sensei. Sin decir más, se dio la vuelta y salió al exterior en silencio, con el claro propósito de continuar su práctica.

Sasuke, Yuzuki y Kiyomi lo miraron alejarse, aunque la fatiga en sus cuerpos era evidente. Había un brillo de desafío en los ojos de Sasuke, pero cuando intentó ponerse de pie, sus piernas temblaron ligeramente.

—Será mejor que descanses —intervino Katsumi con tono firme, dirigiéndose a los tres Uchiha—. Ninguno de ustedes tiene suficiente chakra para seguir. Si insisten en entrenar, no lograrán nada más que desplomarse en el suelo.

Aunque Sasuke abrió la boca para replicar, Yuzuki lo detuvo con un gesto. Sabía que Katsumi tenía razón. Con una mirada de resignación, los tres hermanos finalmente se dirigieron al interior para lavarse y descansar.

Después de un rato, cuando la casa ya estaba en calma, Tsunami se acercó a Katsumi. Había estado observándola durante la cena, intrigada por su presencia.

—¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó Tsunami, mientras señalaba hacia el porche que rodeaba la casa.

Katsumi asintió, levantándose de donde estaba. Ambas mujeres salieron al exterior, donde la noche estaba serena, con un aire fresco que contrastaba con la calidez de la casa. Tsunami le ofreció una taza de té, sirviendo otra para ella misma. Katsumi, en un gesto inusual, se quitó la máscara que ocultaba su rostro, revelando su delicada belleza bajo la luz tenue.

—Eres realmente hermosa —comentó Tsunami, sonriendo al observar los finos rasgos de Katsumi, que parecían demasiado perfectos para un ninja.

Katsumi soltó una pequeña risa mientras sostenía la taza entre sus manos.

—Gracias. Tú también lo eres, Tsunami-san, pero creo que no viniste a hablar de mi rostro, ¿verdad?

Tsunami negó rápidamente, tomando un sorbo de su té.

—No, bueno... —titubeó un momento antes de tomar valor—. Quería hablar de tus alumnos. ¿Es cierto lo que dijo Naruto? ¿De verdad han sufrido tanto?

Katsumi se quedó en silencio unos segundos, dejando que el vapor de su té llenara el aire mientras pensaba en cómo responder. Finalmente, bebió un sorbo antes de hablar.

—Podría decirse que sí. Han pasado por más de lo que cualquier niño debería soportar. ¿Has oído hablar de los Jinchūriki?

Tsunami negó con la cabeza, intrigada.

—Son humanos que sirven como contenedores espirituales de los Bijū, las bestias con colas. Estas criaturas poseen un poder inmenso, y los Jinchūriki tienen la capacidad de aprovecharlo, pero no sin un precio. Las aldeas suelen verlos como armas, no como personas, y la gente los teme y los desprecia.

Katsumi tomó un respiro antes de continuar, su mirada fija en el horizonte.

—Naruto es uno de ellos. Lleva dentro al Kyūbi, la bestia de nueve colas que atacó esta aldea hace años. Ese odio que la gente sentía por el Kyūbi... lo han volcado en él. Aunque rara vez lo atacaron físicamente, porque siempre eran detenidos a tiempo, el desprecio y los malos tratos que sufrió fueron constantes.

Tsunami cubrió su boca con una mano, sorprendida.

—¿Y aun así...?

—Aun así, sigue adelante —respondió Katsumi con un destello de orgullo en su voz—. Es por eso que siempre quiere ser fuerte, destacar. Quiere demostrar que no es lo que otros creen de él, que puede ser más que su carga.

Tsunami asintió lentamente, pero Katsumi continuó.

—Y los otros tres... ellos son los últimos sobrevivientes de su clan. Sasuke, Yuzuki y Kiyomi presenciaron la masacre de los Uchiha, su clan, a manos de su propio hermano mayor. En una sola noche, Itachi Uchiha acabó con todos, excepto con ellos. Ahora, aunque la gente los trata como principes, solo los ven como reliquias de un linaje, no como personas.

Los ojos de Katsumi se suavizaron, reflejando una mezcla de empatía y tristeza.

—Por eso Naruto se ha ganado su aprecio, incluso si Sasuke y Yuzuki no lo admiten. Él no ve un linaje, ni prodigios, ni "genios". Solo ve personas. Y eso es algo que no todos logran entender.

Tsunami permaneció en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Finalmente, tomó la mano de Katsumi, apretándola con suavidad.

—Tus alumnos son increíbles, y tienen suerte de tener una sensei como tú.

Katsumi sonrió, pero había una sombra en sus ojos, como si estuviera mirando un recuerdo lejano que todavía la atormentaba.

—Y yo tengo suerte de tenerlos a ellos —dijo, dejando escapar un suspiro. Luego, su expresión se suavizó en una sonrisa ligera—. Son más interesantes de lo que esperaba. Pensé que me aburriría, pero realmente me han sorprendido.

Tsunami dudó un momento, mordiéndose ligeramente el labio antes de atreverse a preguntar:

—¿Y tú? ¿También has sufrido como ellos?

Katsumi permaneció en silencio por unos segundos, su mirada fija en la superficie del té que sostenía. Finalmente, dejó la taza a un lado y se inclinó hacia adelante, como si las palabras fueran un peso difícil de cargar.

—Yo... —comenzó, con un leve temblor en su voz—. Yo también tengo mis demonios. Cosas que aún cargo, incluso si mis alumnos no lo saben.

Se detuvo un momento, tomando aire como si tratara de encontrar fuerzas para continuar.

—Tenía trece años cuando todo cambió. Mi hermana pequeña apenas estaba aprendiendo a caminar... y nuestro padre, Sakumo Hatake, "El Colmillo Blanco de Konoha", decidió quitarse la vida.

Tsunami la miró con los ojos abiertos de par en par, sorprendida. Katsumi continuó, su voz manteniéndose tranquila, aunque su tono dejaba entrever el dolor que aún guardaba.

—Él fue un héroe. Salvó a sus camaradas en lugar de completar una misión crucial. Pero la aldea lo despreció por ello. Lo llamaron cobarde, lo apartaron... y al final, ese rechazo lo destruyó. Se quitó la vida, dejándonos solas a mi hermana y a mí.

Katsumi hizo una pausa, bebiendo un sorbo de té antes de proseguir, su mirada volviéndose aún más distante.

—Intenté seguir adelante. Encontré una conexión con mi equipo, con mis compañeros de misiones. Pensé que había encontrado algo que me daba fuerza... pero los perdí a ellos también. O... más bien, los perdí por mi culpa.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Tsunami, casi en un susurro.

Katsumi dejó la taza a un lado y, con un movimiento lento, se quitó la bandana de la frente. Bajo la luz de la luna, una cicatriz cruzaba su piel, cerca de su ojo izquierdo. Cuando abrió lentamente ese ojo, un Sharingan brilló con intensidad.

—Obito Uchiha, mi primer amor, murió salvándome. Fui una tonta, tropecé mientras huíamos de una cueva que se derrumbaba. Él se lanzó para protegerme... y terminó aplastado bajo las rocas. Con su último aliento, me dio esto. —Se señaló el ojo con el Sharingan—. Su último regalo.

Tsunami no dijo nada, pero el horror y la compasión en su rostro eran evidentes. Katsumi cerró los ojos por un momento, como si recordar aquello hiciera que el dolor volviera a brotar.

—Pensé que había tocado fondo, pero entonces perdí a Rin, mi mejor amiga. Ella era una Jinchūriki, el contenedor del Tres Colas. Los enemigos querían usarla como un arma contra Konoha. Cuando traté de defenderla, ella...

Su voz se quebró, pero continuó con esfuerzo, su mirada ahora perdida en la oscuridad de la noche.

—Rin se atravesó en mi ataque. Usé un jutsu contra los enemigos, y ella saltó frente a mi técnica... Sabía lo que hacía. Quería morir antes de ser una bomba de tiempo que destruyera nuestra aldea.

Katsumi apretó los puños, las palabras casi ahogándose en su garganta.

—A veces, todavía puedo ver mi mano bañada en su sangre. Nunca me he perdonado por eso.

El silencio que siguió fue pesado, roto solo por el leve sonido del viento que susurraba entre las hojas.

—Después de eso, perdí a mi sensei, Minato Namikaze, y a su esposa, Kushina Uzumaki. Los dos murieron la noche que el Kyūbi atacó la aldea. Y no pude proteger a su hijo como quería...

Katsumi dejó caer la cabeza, sus hombros temblando ligeramente.

—Eso es solo una parte de lo que cargo. Esos son algunos de mis demonios.

Tsunami se inclinó hacia adelante, colocando una mano reconfortante sobre la de Katsumi.

—Lamento mucho lo que has pasado... Pero, incluso después de todo eso, sigues aquí, ayudando a tus alumnos. Eso dice mucho de tu fortaleza.

Katsumi levantó la mirada, forzando una pequeña sonrisa.

—No sé si es fortaleza o simple terquedad. Pero lo que sí sé es que mis alumnos me han enseñado que, a pesar del dolor, vale la pena seguir adelante. Porque ellos todavía tienen esperanza... y eso me da un poco de esperanza a mí también.

A la mañana siguiente, Miyuki y Haku caminaban por el bosque, vistiendo elegantes kimonos que resaltaban sus figuras femeninas. Ambas llevaban cestas pequeñas para recolectar hierbas curativas, sus movimientos tranquilos y gráciles, casi en sincronía con el suave sonido del viento entre los árboles. Sin embargo, algo llamó la atención de Miyuki. 

—Espera... mira eso —dijo, deteniéndose de repente y señalando hacia un grupo de árboles cercanos. 

Al observar más de cerca, se dieron cuenta de que varios árboles estaban rotos, con cortes profundos y precisos que mostraban una fuerza devastadora. En uno de ellos había una marca distintiva, un grabado que recordaba la forma de un remolino. El suelo cercano estaba cubierto de hojas y tierra removida, como si una gran pelea hubiera tenido lugar. 

Miyuki notó entonces algo más: un chico pelirrojo tendido en el suelo, respirando con dificultad. Llevaba una chaqueta negra abierta con detalles en rojo, que dejaba entrever una camiseta de manga larga gris oscuro, pegada a su cuerpo empapado de sudor y agua. Bajo la camiseta, se podía distinguir una cota de malla que brillaba débilmente a la luz de la mañana. 

—Haku, mira... —murmuró Miyuki, señalando hacia el chico. 

Haku, siempre curiosa pero cautelosa, se acercó con pasos ligeros, sus ojos fijos en el extraño. La tensión en el ambiente era palpable mientras se inclinaba hacia él. Miyuki observó cómo la mano de Haku parecía dirigirse hacia el cuello del joven, casi como si fuera a asfixiarlo. Pero, en lugar de ello, Haku movió su mano con delicadeza, tocando suavemente su hombro. 

—Te vas a resfriar —dijo Haku con una voz suave, casi maternal—. No deberías estar tirado en el suelo frío y húmedo. 

El chico, aún desorientado, abrió lentamente los ojos. Sus intensos ojos azules brillaron con un aire de confusión y alerta mientras intentaba levantarse con dificultad. 

—¿Qué...? ¿Quiénes son ustedes? —preguntó, su voz ronca pero cargada de desconfianza. 

Haku no retrocedió, manteniendo su compostura tranquila, aunque había una curiosidad suave en su mirada. Miyuki, de pie unos pasos detrás, observaba la situación con interés. No necesitaban palabras para reconocerlo; aquel joven pelirrojo solo podía ser Naruto Uzumaki, el chico del equipo liderado por la mujer que había enfrentado a Zabuza días atrás.

—¿No crees que sería más cortés presentarte, especialmente frente a dos damas? —preguntó Miyuki, inclinando ligeramente la cabeza mientras una pizca de curiosidad teñía su tono.

Naruto, aún tambaleándose por el cansancio, entrecerró los ojos, tratando de enfocar a las dos figuras frente a él. Su cerebro trabajaba con lentitud mientras intentaba procesar la situación.

—Oh, claro, lo siento… Soy Naruto Uzumaki —respondió con una sonrisa débil, intentando recuperar su energía habitual pero fallando en ocultar su agotamiento.

—Me llamo Haku —respondió la chica de cabello oscuro con calma, haciendo una ligera reverencia.

—Y yo soy Miyuki —añadió la de cabello blanco con puntas negras, con una sonrisa que parecía mezclar simpatía y cierto toque juguetón.

Naruto asintió, aunque sus movimientos seguían siendo torpes. Echó un vistazo alrededor y finalmente notó los cortes en los árboles y las marcas que había dejado mientras entrenaba. Su mirada se endureció al darse cuenta del desastre que había causado. Por un momento, la culpa y la incomodidad pasaron fugazmente por su expresión, pero decidió no decir nada al respecto.

—Parece que eres bastante fuerte —comentó Haku, sus ojos evaluándolo con interés.

Naruto se irguió un poco más, como si el comentario le hubiera devuelto algo de orgullo.

—Trabajo en ello… —murmuró, aunque no pudo evitar que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro.

Miyuki cruzó los brazos, arqueando una ceja con un aire crítico.

—¿Ah, sí? —dijo, su tono ganando un matiz más severo—. Pero no crees que es algo irresponsable agotarte de esa manera? ¿Cómo piensas proteger a quienes quieres si no cuidas de ti mismo?

La pregunta golpeó un nervio en Naruto, y por un momento, su sonrisa desapareció. Apretó los puños, mirando hacia el suelo mientras sus pensamientos se enredaban en las palabras de Miyuki.

—Yo… no tengo tiempo para descansar —respondió finalmente, su voz cargada de una mezcla de terquedad y convicción—. Si quiero ser más fuerte, si quiero proteger a los que me importan, no puedo detenerme.

Miyuki lo miró en silencio, su expresión suavizándose ligeramente. Podía ver la determinación en los ojos de Naruto, esa misma chispa que había visto en otras personas dispuestas a sacrificarlo todo por sus ideales. Pero también veía el peligro de llevar esa carga sin descanso.

—Es admirable lo que dices, Naruto Uzumaki —dijo finalmente—. Pero incluso el más fuerte de los guerreros necesita saber cuándo detenerse y recuperar fuerzas.

Haku asintió, acercándose un poco más.

—Ella tiene razón. No es una cuestión de fortaleza, sino de sabiduría. Si te agotas hasta el punto de no poder levantarte, ¿qué pasará si alguien que amas te necesita en ese momento?

Naruto levantó la mirada hacia Haku, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y reflexión. Las palabras de ambas comenzaban a resonar en él, aunque no estaba del todo listo para aceptarlas.

—Supongo que… nunca lo había pensado de esa manera —admitió, su tono más bajo y meditabundo.

Haku le ofreció una sonrisa cálida, con una tranquilidad que parecía envolverlo como una brisa suave.

—Está bien cometer errores. Lo importante es aprender de ellos —dijo con un tono sereno, observándolo con una mirada comprensiva. Entonces, su atención se desvió momentáneamente hacia la bandana negra que colgaba del cuello de Naruto—. De hecho, por esa bandana veo que eres un ninja. Estoy segura de que seguirás haciéndote más fuerte con el tiempo.

Naruto, todavía algo desconcertado por la actitud amigable de Haku, asintió lentamente.

—Eso intento —respondió, ajustándose la bandana instintivamente, como si su peso le recordara sus responsabilidades.

Haku inclinó ligeramente la cabeza, cambiando el tema con un gesto amable hacia un claro cercano donde se veían varias plantas medicinales dispersas.

—Ya que estás aquí… ¿crees que podrías ayudarnos a arrancar unas hierbas? No es un trabajo complicado, pero requiere algo de cuidado. Miyuki y yo llevamos un rato recogiendo, y podríamos aprovechar tu ayuda.

Naruto parpadeó, sorprendido por la petición. No esperaba que le pidieran algo tan simple después de todo lo que acababa de suceder.

—¿Hierbas? —repitió, mirando hacia donde Haku señalaba—. ¿Quieres que las arranque?

—Exacto. —Haku sonrió de nuevo, su tono ligero—. Claro, solo si no te molesta. Es una buena manera de calmar la mente después de entrenar tan duro.

Naruto vaciló por un momento, pero finalmente se encogió de hombros.

—Supongo que puedo ayudar un poco. No soy muy bueno con cosas delicadas, pero lo intentaré.

Miyuki, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dejó escapar una pequeña risa.

—¿No eres bueno con cosas delicadas? Eso no me sorprende. Con esos cortes en los árboles, parece que tu fuerza bruta es lo que mejor manejas.

Naruto frunció el ceño, pero notó el tono burlón en sus palabras.

—Oye, puedo ser cuidadoso si quiero.

—Demuéstralo entonces —lo retó Miyuki, extendiéndole un pequeño cesto donde ya se acumulaban algunas hierbas medicinales.

Naruto tomó el cesto con cierta determinación y se dirigió hacia el claro, donde comenzó a arrancar las hierbas con movimientos torpes pero esforzados. Miyuki y Haku lo observaron en silencio por un momento, intercambiando miradas cómplices.

—Tiene más potencial del que aparenta —comentó Miyuki en voz baja, cruzándose de brazos mientras lo miraba trabajar.

—Sí, pero aún tiene mucho que aprender —respondió Haku, su tono suave como siempre—. Aunque esa determinación suya… es algo que no se ve todos los días.

Mientras Naruto seguía arrancando hierbas, empezó a relajarse poco a poco. Aunque al principio lo consideró una tarea trivial, pronto se dio cuenta de que el simple acto de concentrarse en algo distinto a su entrenamiento le permitía calmar su mente.

—Quizá esto no sea tan malo después de todo —murmuró para sí mismo, notando cómo las palabras de Haku y Miyuki comenzaban a resonar en su interior.

Haku se acercó a Naruto con la misma calma característica que lo envolvía siempre. Se inclinó junto a él, observando cómo el joven trataba de arrancar las hierbas medicinales.

—Sé un poco más delicado, Naruto. —Su voz era suave, casi como un susurro, y la acompañó con una sonrisa amable.

Naruto se sonrojó de vergüenza, notando cómo sus movimientos bruscos arrancaban raíces innecesarias o aplastaban las hojas más frágiles.

—Eh, lo siento… No soy bueno con este tipo de cosas. —Intentó justificarse mientras volvía a intentarlo, con más cuidado esta vez.

Haku no dijo nada por un momento, simplemente recogió con destreza las hierbas que faltaban para su tarea, sus movimientos precisos y fluidos. Finalmente, rompió el silencio.

—Dime, Naruto, ¿tienes a alguien importante en tu vida?

La pregunta tomó al pelirrojo por sorpresa. Se detuvo, sus manos todavía en la tierra, y levantó la vista hacia Haku, cuyo rostro parecía sinceramente curioso.

—Creo… creo que sí —respondió después de unos segundos de reflexión. En su mente pasaron imágenes de Iruka, siempre alentándolo. De Katsumi, con su sonrisa extraña pero reconfortante. De Kiyomi y Yuzuki, cada una tan diferentes pero importantes. De Hinata, cuya dulzura y valentía lo habían impresionado. De Sasuke, su rival y amigo enredado en una complicada relación.

Haku asintió, como si entendiera exactamente lo que Naruto estaba pensando, aunque no conociera los nombres ni rostros que cruzaban por su mente.

—Entonces, te harás fuerte. —Haku se enderezó lentamente, sosteniendo un pequeño manojo de hierbas en sus manos—. Cuando tienes a alguien a quien amas o quieres proteger, siempre encontrarás la manera de ser más fuerte.

Naruto lo observó con detenimiento, procesando esas palabras. No pudo evitar pensar en todo lo que lo había llevado a entrenar tan duro: su deseo de ser reconocido, de proteger a sus amigos, y, en el fondo, la necesidad de demostrar su valor.

Haku y Miyuki se levantaron, preparando sus cosas para marcharse.

—Gracias por tu ayuda, Naruto. —La voz de Haku seguía siendo gentil, pero había un dejo de gratitud genuina en sus palabras.

Cuando comenzaron a alejarse, Haku dejó caer algo cerca de él, de forma casi descuidada pero con un gesto claramente intencionado.

—Tómalo. —Haku señaló el pequeño frasco que ahora descansaba en el suelo junto a Naruto—. Es un extracto que revitaliza el cuerpo. Te ayudará a recuperarte más rápido.

Naruto recogió el frasco, inspeccionándolo con curiosidad. Levantó la vista hacia Haku, queriendo decir algo, pero al ver su sonrisa tranquila, simplemente asintió en silencio, guardándolo cuidadosamente.

Mientras las dos figuras femeninas se alejaban entre los árboles, Naruto se recostó contra un tronco caído, aún sosteniendo el frasco. De repente, escuchó pasos ligeros aproximándose, y al levantar la vista, vio a Kiyomi y Yuzuki acercándose.

Ambas se detuvieron un momento al notar a Haku y Miyuki. Las cuatro compartieron una mirada breve, pero cargada de silenciosa evaluación, antes de continuar sus respectivos caminos.

Kiyomi fue la primera en hablar cuando se acercó a Naruto.

—Buenos días, Naruto-kun. —Su sonrisa juguetona se asomó, aunque su tono llevaba un toque de interés genuino—. ¿Has progresado en algo durante tu pequeño retiro?

Naruto, aún sentado, devolvió una sonrisa confiada mientras se levantaba lentamente.

—Claro que sí. —Extendió su mano frente a él, y en cuestión de segundos, un orbe de chakra azul brillante comenzó a girar en su palma—. Rasengan.

Kiyomi arqueó una ceja, impresionada a pesar de sí misma.

—No está mal. —Se cruzó de brazos, inclinando la cabeza ligeramente—. Aunque espero que eso sea solo el comienzo.

Yuzuki, más reservada, simplemente observó el orbe con su mirada analítica de costumbre.

—Veamos si puedes usarlo de manera efectiva en el momento adecuado —murmuró, su tono frío pero no despectivo.

Naruto asintió con determinación.

—Podría demostrarlo ahora mismo, pero creo que prefiero guardarlo para algo más importante.

Kiyomi soltó una risa ligera mientras los tres comenzaban a caminar juntos. Aunque no lo dijo en voz alta, estaba claro que Naruto había logrado impresionar, al menos un poco, incluso a las exigentes hermanas Uchiha.