Los días se convirtieron en meses, y la vida en la granja se volvió cada vez más familiar para Ian. Con el paso del tiempo, no solo había aprendido a cuidar de los animales y trabajar la tierra, sino que también había comenzado a disfrutar de la soledad que alguna vez le pesó. Sin embargo, había algo que aún le faltaba: amigos.
Un día, mientras regresaba de llevar leche al mercado del pueblo cercano, escuchó risas y voces animadas provenientes de un claro en el bosque. Curioso, se acercó sigilosamente y vio a un grupo de chicos y chicas jugando al fútbol. Se notaba que eran del pueblo y, aunque era un poco tímido, decidió acercarse.
—¡Hey! —gritó uno de los chicos, un muchacho robusto con una sonrisa amplia—. ¿Te gustaría unirte?
Ian dudó por un momento, pero la idea de hacer amigos lo motivó a aceptar. Se lanzó al juego y pronto se dio cuenta de que tenía una habilidad sorprendente para el fútbol. Las risas y las jugadas rápidas lo hicieron sentir parte del grupo casi instantáneamente.
Entre ellos estaba Clara, una chica de cabello rizado y ojos verdes brillantes que parecía disfrutar cada momento del juego. Ian no se dio cuenta de que Clara había empezado a mirarlo con admiración; para él, solo era otra amiga con la que compartir risas y aventuras.
Con el tiempo, el grupo se convirtió en su refugio. Se reunían después de las tareas en la granja para jugar y explorar el bosque, compartiendo historias sobre sus vidas y sueños. Ian se sintió más vivo que nunca; las risas llenaban su corazón de alegría y le ayudaban a olvidar el dolor del pasado.
A medida que pasaban los años, Clara comenzó a desarrollar sentimientos más profundos por Ian. La forma en que él sonreía al contar historias o cómo se esforzaba en cada juego la cautivaron. Sin embargo, Ian seguía sumido en su mundo de amistad y no percibía las miradas significativas ni los gestos sutiles que ella le ofrecía.
Tres años pasaron rápidamente, llenos de aventuras y momentos inolvidables entre amigos. Pero un día tranquilo en la granja cambió todo. Mientras Ian ayudaba a Don Manuel a reparar una cerca, un grupo de hombres vestidos de negro apareció en el camino que conducía a la granja.
Los hombres tenían una apariencia amenazante; sus rostros eran serios y sus ojos ocultos tras gafas oscuras. Al verlos acercarse, una sensación extraña invadió a Ian.
—¿Qué desean? —preguntó Don Manuel con firmeza al notar su presencia.
Uno de los hombres dio un paso adelante. Su voz era grave y autoritaria.
—Estamos aquí por el chico —dijo señalando a Ian—. Necesitamos hablar con él.
Ian sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras. ¿Quiénes eran esos hombres? ¿Qué querían? Miró a Don Manuel buscando respuestas, pero su expresión era grave; sabía que algo no estaba bien.
Clara y los demás amigos estaban cerca, observando con preocupación lo que sucedía. La tensión aumentaba mientras los hombres rodeaban a Ian, quien comenzó a preguntarse si su vida tranquila en la granja estaba a punto de cambiar para siempre.
**Fin del Capítulo 2**