La oscuridad envolvía el paisaje mientras el carruaje avanzaba por un camino polvoriento. Ian, sentado en un rincón del vehículo, sentía el peso de la desesperación y la incertidumbre sobre sus hombros. Había recorrido un largo camino desde su hogar y la idea de nunca volver le aterrorizaba. Sin embargo, en su mente resonaban las palabras de Don Manuel, dándole fuerza: "Nunca camines por veredas".
De repente, un estruendo rompió la monotonía del viaje. Un grupo de hombres armados apareció de la nada, saliendo de entre los árboles como sombras vivientes. Los asaltantes, liderados por una figura imponente con una máscara oscura, se lanzaron sobre el carruaje con ferocidad.
—¡Detengan el vehículo! —gritó el líder con una voz profunda y amenazante.
Los hombres de negro se pusieron en alerta, pero antes de que pudieran reaccionar, los asaltantes ya habían comenzado a atacar. Ian observó con los ojos muy abiertos mientras las sombras se movían rápidamente. Golpes resonaban contra la madera del carruaje y gritos llenaban el aire.
Aprovechando el caos, Ian sintió que su corazón latía con fuerza. Sabía que era su oportunidad. Con un movimiento rápido y decidido, empujó la puerta trasera del carruaje que estaba entreabierta y saltó al suelo. La caída fue dura, pero la adrenalina lo impulsó a levantarse de inmediato.
El tumulto lo rodeaba; podía ver cómo los hombres de negro intentaban organizarse para hacer frente a los asaltantes. Ian no perdió tiempo. Corrió hacia el bosque cercano, sus piernas lo llevaban más rápido de lo que pensaba posible.
A medida que se adentraba entre los árboles, el sonido del conflicto se desvanecía detrás de él. Sin embargo, no podía relajarse; sabía que debía seguir corriendo. Había recorrido tanto desde su pueblo y no estaba dispuesto a rendirse ahora.
Las ramas le rasguñaban la piel mientras avanzaba por senderos desconocidos. La luna iluminaba tenuemente su camino, pero cada sombra parecía esconder peligros inminentes. A medida que se alejaba del ruido y la confusión, Ian comenzó a sentir una mezcla extraña de miedo y alivio.
Después de correr durante lo que pareció una eternidad, finalmente se detuvo para recuperar el aliento. Se agachó detrás de un árbol grande y respiró hondo; su pecho subía y bajaba rápidamente mientras intentaba calmarse. Estaba lejos del peligro inmediato, pero aún no estaba a salvo.
Mientras se sentaba allí en silencio, recordó las palabras de Don Manuel sobre encontrar su propio camino. En ese momento, entendió que no podía volver atrás; debía seguir adelante y encontrar un nuevo destino.
Con determinación renovada, Ian se levantó lentamente y miró a su alrededor. El bosque era denso y misterioso, pero había algo reconfortante en él: era un lugar donde podía perderse y encontrar algo nuevo.
Decidido a no dejarse atrapar nuevamente, comenzó a caminar hacia adelante con cautela, tratando de recordar cada paso que daba para no perderse en la inmensidad del bosque. Sabía que había dejado atrás a sus captores y que ahora tenía una oportunidad: la oportunidad de reescribir su historia.
Mientras caminaba bajo las estrellas brillantes, Ian sintió una mezcla de esperanza y temor por lo desconocido que le esperaba. Ya no era solo un joven del pueblo; ahora era un fugitivo en busca de libertad.
**Fin del Capítulo 4**
¡Espero que te haya gustado! Si