El lunes por la mañana, Theo caminaba por los pasillos de la Academia St. Michael, tratando de reacomodar sus pensamientos después de un fin de semana caótico. El aire fresco del colegio y el bullicio de los estudiantes en los pasillos eran un respiro necesario después de los intensos eventos en su castillo.
—¡Teo! —gritó Liam desde el otro extremo del pasillo, avanzando a toda prisa hacia él. Jaden iba justo detrás, con una sonrisa relajada en el rostro.
—¿Por qué tan temprano? —bromeó Theo, sonriendo al verlos acercarse.
—¿Temprano? Por favor, seguro que querías una entrada triunfal sin nosotros —respondió Liam, dándole un codazo amistoso—. ¿Qué tal estuvo tu fin de semana? ¿Por fin te tomaste un descanso o estuviste con la nariz metida en los libros otra vez?
Theo soltó una risa corta.
—Nada del otro mundo, solo... ya sabes, un poco de todo —dijo, manteniendo el tono casual—. ¿Y ustedes? ¿Hicieron algo interesante?
—¡Obvio! —intervino Liam, poniéndose dramático—. Nos vimos una maratón de películas hasta las tres de la mañana. Casi tuve que amarrar a Jaden a la silla para que no se durmiera.
Jaden se encogió de hombros, algo avergonzado.
—Lo siento, pero a algunos nos gusta dormir decentemente —replicó, y luego se volvió hacia Theo—. Aunque con lo que nos falta para las solicitudes, parece que me espera más insomnio del que quisiera.
Theo ascendió, notando que, por fin, la escuela se sentía como un espacio sin peligros.
—Bueno, al menos uno de ustedes tiene disciplina. Estoy seguro de que te irá bien, Jaden —dijo Theo, lanzando una mirada cómplice hacia Liam.
—¡Ey, yo también estudio! A mi manera, claro —se defendió Liam, poniendo una mano en el pecho con finja indignación—. Estudio los resúmenes de Jaden, y ya está.
Los tres se estallaron en risas cuando de repente Chloe apareció a su lado, con una sonrisa amigable y un brillo en los ojos.
—¡Hola, Theo! Hola, chicos —los saludó alegremente.
—¡Hola, Cloe! —respondieron Jaden y Liam al unísono, mientras Theo le sonreía.
—¿Qué tal tu fin de semana, Chloe? —preguntó Theo, intentando sonar lo más despreocupado posible.
—Nada emocionante, pero encontré unos apuntes buenísimos para la historia. Te los paso luego si quieres —respondió Chloe, con su acostumbrada amabilidad.
Theo ascendió, sintiendo una calidez que contrastaba con los recuerdos de las batallas recientes.
—Claro, me vendría genial. Gracias, Cloe.
Liam, divertido, se inclinó hacia Theo y murmuró:
—Te consigues a los mejores ayudantes, Theo. Yo debería aprender un poco de tu estrategia.
Chloe escuchó el comentario y se río.
—Para algo estamos los amigos, ¿no? Siempre puedes unirte a nuestras sesiones, Liam.
Después de un día aparentemente normal en la academia, Theo y Chloe caminaron juntos por el sendero arbolado que los llevaban a sus hogares. La conversación fluía de manera ligera y natural, hasta que Chloe, perceptiva como siempre, notó un aire pensativo en Theo y decidió preguntarle.
—Theo, sé que siempre estás relajado, pero hoy... parece que tienes algo en mente —comentó, mirándolo de reojo con una ligera sonrisa.
Theo suspira, dándose cuenta de que con Chloe no necesitaba pretendiente.
—Está bien, te lo contaré. Fue un fin de semana... movido, por decirlo de alguna manera. Hubo un ataque en mi... bueno, en mi "otra vida".
Chloe lo miró intrigada y algo preocupada.
—¿Ataque? ¿En tu castillo, entonces? —preguntó con interés, asimilando la nueva información, pues ya sabía algo sobre la vida de Theo como gobernante infernal.
Theo ascendió, manteniendo un tono relajado para que Chloe no se preocupara.
—Sí, fue Belial. Vino con algunos aliados y atacó el castillo. Fue una pelea bastante intensa, pero logramos defendernos. No te preocupes, estoy bien —dijo con una sonrisa, intentando restablecerle importancia—. Aunque... debo admitir que cada día parece más complicado esto de mantener el control.
Chloe sonriente, aliviada de que Theo estuviera bien, pero también con admiración.
—Bueno, parece que cada fin de semana tienes una nueva aventura. No sé cómo lo haces, Theo, pero me alegra que me confíes estas cosas —respondió con sinceridad.
Mientras continuaban caminando, Theo sintió un cambio en el ambiente, una energía imponente y desconocida que lo obligó a detenerse. Chloe también se percató, pues el aire se volvió denso, casi sagrado. De repente, una figura majestuosa apareció en su camino, descendiendo desde una posición elevada, como si hubiera estado observándolos en silencio.
El ser tenía una presencia imponente, con alas blancas que capturaban la luz tenue de la tarde, dándole un brillo etéreo y poderoso. Su cabello largo y plateado caía suavemente sobre sus hombros, y su piel, de un tono oscuro y profundo, contrastaba de manera fascinante con la pureza de sus alas. Ambos, Theo y Chloe, se quedaron inmóviles, observando a la figura con cautela y asombro.
—Theo Lancaster, es un placer finalmente encontrarte —dijo el ser, con una voz grave y serena que parecía resonar en el aire mismo—. Soy Sariel, uno de los ángeles al servicio del Reino Celestial.
Theo lo miró sorprendido, sin saber exactamente cómo reaccionar.
—¿Un ángel? ¿Qué hace un ángel buscándome a mí? —preguntó, sin poder ocultar su intriga.
Sariel lo observó con una calma inquebrantable, como si cada palabra que iba a pronunciar estuviera cuidadosamente elegida.
Sariel mantuvo sus profundos ojos en Theo, dejando que el silencio se asentara entre ellos antes de hablar nuevamente. Theo y Chloe permanecían inmóviles, sintiendo la seriedad en la postura y voz del ángel, como si cada palabra que diría pesara en el aire.
—Theo, como sabrás, los cielos no suelen intervenir en los asuntos del infierno —comenzó Sariel, con una voz que parecía fluir con autoridad y calma al mismo tiempo—. Pero esta vez, las cosas han cambiado. Belial, quien ha traído el caos a tu reino, es una amenaza que va más allá de los límites del infierno. Un ser capaz de provocar una rebelión en el infierno tiene el potencial de afectar tanto al mundo humano como al cielo.
Theo frunció el ceño. No era una sorpresa que Belial fuera peligrosa, pero ver la preocupación en el rostro de un ángel le hacía comprender la gravedad de la situación.
— ¿Qué es lo que quieren que haga? —preguntó Theo, director, sin rastro de duda en su voz.
Sariel se inclinó ligeramente hacia él, sus alas resplandecientes bajo la tenue luz de la tarde.
—Necesitamos que nos entregues a Belial —dijo con un tono solemne—. En las manos de un demonio con su nivel de poder, el caos se extiende como una plaga. Su habilidad de alterar la realidad y manipular los entornos no solo afecta tu mundo, sino que amenaza la estabilidad entre las dimensiones. Deja que el cielo se encargue de ella; su existencia en el infierno ya ha pasado de ser un conflicto interno a un riesgo universal.
Theo apretó los labios, considerando la propuesta. Sabía que Belial era poderosa y peligrosa, pero también era consciente de las posibles consecuencias de entregarla a un poder que no fuera el suyo. La intervención celestial era un asunto delicado.
—No me malinterpretes —añadió Sariel, percibiendo la vacilación de Theo—. El cielo no interviene sin razón. Pero esto no es solo un asunto de justicia; es una cuestión de proteger el equilibrio entre los reinos. La destrucción que Belial pueda provocar no tiene límites conocidos.
Theo mantuvo su mirada fija en el ángel, sintiendo el peso de la decisión que le estaban pidiendo tomar. Sabía que el destino de Belial podía afectar a muchos, pero también comprendía que entregar a un demonio de esa magnitud no era una decisión que pudiera tomar a la ligera.
Chloe, percibiendo la tensión, le puso una mano en el brazo para darle fuerzas. Theo respiró hondo, listo para responder.
—Entiendo lo que dices, Sariel. Pero si debo entregarte a Belial, quiero saber exactamente qué será de ella en el cielo.
Sariel observó a Theo con una mirada que no dejaba espacio a dudas, su expresión era implacable. Su tono permaneció sereno, pero en sus palabras había una certeza inquebrantable.
—Si Belial es entregada al cielo, su destino será la ejecución —afirmó Sariel sin rodeos, sus palabras pesadas como un veredicto inapelable—. Su naturaleza y sus crímenes son incompatibles con la armonía de los cielos. Un ser con su poder no puede existir sin que represente una amenaza constante. El cielo debe tomar medidas definitivas para proteger el equilibrio de los reinos.
Theo apretó los puños, una oleada de rechazo se apoderaba de él. Aunque entendía la gravedad de la situación, la idea de entregar a alguien, incluso a alguien como Belial, para que enfrentara una muerte sin posibilidad de redención, le resultaba difícil de aceptar.
—No puedo hacer eso —replicó, tratando de mantenerse firme en su decisión—. Entiendo que Belial es peligroso, pero su destino debería decidirse en el infierno. Allí es donde pertenece, y donde ha cometido sus crímenes.
El ángel lo observó en silencio durante unos segundos que parecieron eternos, sus ojos plateados fijos en Theo como si pudiera leer cada pensamiento en su mente. Finalmente, Sariel inclinó la cabeza, como si hubiera anticipado la resistencia de Theo.
—Lamento escuchar tu negativa, Theo —respondió, su tono manteniéndose inexpresivo, pero con una advertencia que se sentía en el aire—. Sin embargo, debes comprender que el cielo no es flexible en sus decisiones. Si Belial no es entregada, habrá consecuencias para el infierno. Los cielos no pueden permitirse un lugar que fomente la rebelión y el caos de esa magnitud. Las represalias serían inmediatas.
Chloe lo miró, claramente preocupada, pero Theo no desvió su atención del ángel. El peso de la decisión era aplastante, pero sabía que debía elegir con cuidado; la seguridad de todo su reino y su responsabilidad hacia el infierno pendían de esta única elección.
— ¿Es una amenaza, entonces? —preguntó Theo, su voz baja pero desafiante, enfrentando a Sariel sin apartar la vista.
Sariel ascendió, sin inmutarse.
—No es una amenaza, Theo. Es un aviso.
Sariel observa la firmeza en los ojos de Theo, comprendiendo que la resistencia del joven no era una simple cuestión de orgullo, sino de principios. Sin embargo, la resolución del ángel se mantendrá inmutable.
—Escucha, Theo —continuó Sariel, suavizando su tono, pero manteniéndose firme—. El cielo entiende que los asuntos del infierno deben manejarse en el infierno. Por eso te ofrece una alternativa: si es así como prefieres manejarlo, pueden llevar a cabo la ejecución en su propio reino.
Theo caminaba lentamente, aliviado en parte, aunque el peso de la responsabilidad seguía siendo enorme.
—Entonces, Lucifer será informado —añadió Sariel—. Y no solo él: los jinetes y gobernantes del infierno tendrán que aceptar esta decisión. El cielo no intervendrá mientras se cumpla con el castigo y se asegure la neutralización de la amenaza. Pero debes saber que una vez que Lucifer tomó una decisión, todos en el infierno deberán respetarla, incluyéndote a ti.
Theo sintió un nudo en el estómago. Sabía que, si Lucifer decidía aceptar la ejecución, su única opción sería obedecer. Sin embargo, el hecho de que el cielo dejara la decisión en manos de Lucifer le otorgaba una ligera esperanza de que pudiera influir en el destino de Belial.
—Haré saber esto a Lucifer —respondió Theo con cautela—. Y... me aseguraré de que la amenaza de Belial sea tratada de la manera más segura.
Sariel lo miró con algo que podría haber sido respeto o tal vez compasión.
—Buena suerte, Theo. Eres joven, pero debes saber que en el equilibrio de los reinos no hay lugar para el conflicto personal —finalizó, con un aire solemne—. Que el resultado sea el que debe ser.
Theo, con el corazón firme en su decisión, desafió a Lucifer frente a todos en su propio castillo. Sabía que esta decisión cambiaría el rumbo de su vida, pero estaba decidido a defender su postura ya darle una oportunidad a Belial. Sus palabras resonaron en la sala, donde los jinetes y Lucifer lo miraban con asombro.
—Lucifer —dijo, su voz clara y decidida—. El desafío. Si yo gano, anularemos la ejecución de Belial. Pero si pierdo, renunciaré a mi puesto como jinete y acataré tu decisión sin reservas.
Lucifer observó a Theo con una mezcla de sorpresa y respeto. La propuesta era audaz, y en su mirada se podía leer la evaluación de la convicción de Theo.
—Theo, sabes que este desafío es algo serio —respondió Lucifer, su voz firme pero con una chispa de interés—. Estás apostando no solo tu puesto, sino tu destino.
Theo mantuvo su mirada, mostrando que comprendía perfectamente lo que esto significaba.
—Lo sé, y estoy preparado —afirmó.
Después de unos momentos de silencio, Lucifer asintió, aceptando el desafío.
—Entonces así será. Nos enfrentaremos en tu arena de combate. Que la fuerza de tu convicción sea puesta a prueba.
El ambiente en la sala se volvió solemne mientras los presentes se dirigían a la arena en el castillo de Theo. Al llegar, los guardias escoltaron a Belial, encadenada, al centro del lugar. El demonio los observaba, claramente sorprendida por la situación. Cuando sus ojos se encontraron con los de Theo, la confusión fue evidente.
—Theo… ¿qué está sucediendo? —preguntó Belial, desconcertada.
—Estoy luchando por tu vida, Belial —respondió Theo, su voz cargada de determinación—. Si gano esta batalla, serás perdonada. Pero si pierdo… entonces renunciaré a mi lugar entre los jinetes.
Belial lo miró, sorprendida y sin palabras, mientras Lucifer avanzaba hacia el centro de la arena. Todos los presentes, incluidos los otros jinetes, observaban con atención y respeto. Lucifer se posicionó frente a Theo, su expresión solemne y poderosa.
—Muy bien, Theo Lancaster —dijo Lucifer. Pelearemos hasta la rendición o la incapacitación. Este será un duelo de voluntades, y solo el más decidido prevalecerá.
Theo levantó su espada de doble filo, listo para el combate.