—¿Envenenarte? ¿Qué te hace pensar que puedo hacer eso? —preguntó Jade, pero esa sonrisa astuta estaba permanentemente pegada en su rostro como si supiera que no valía la pena intentar convencer a Roca de lo contrario.
No fue difícil para Roca conectar los puntos una vez que se dio cuenta de que su celo repentino debía haber sido causado por un medicamento que lo estimulara. Debería ser prácticamente imposible para él entrar en celo con una mujer marcada.
Y lo último que consumió fue el té que Jade preparó.
Era obvio que la Señora Jade estaba tratando de tenderle una trampa para que violara a una dama inocente. Pero, ¿por qué? ¿Qué hizo mal para que ella hiciera esto?
—No me mires así, Roca. ¿Sería mejor si lo admito ahora? Sí, puse un estimulante en ese té para que entraras en celo y violaras a esa mujer hasta que esté demasiado sucia para ser tocada por Gale —Jade levantó la ceja y se rió.
—¿Por qué? —Roca apretó los dientes—. ¿Por qué me haces esto?!