Un nuevo día comenzaba en la Ciudad Dawn, capital del Reino Arpen. Las calles se llenaban de personas que iban a sus trabajos, los puestos y tiendas empezaban a abrir. Poco a poco se fue llenando del ruido característico de una ciudad de su tamaño y desarrollo.
En una casa de apariencia modesta en la zona norte. Un niño de unos diez años se encontraba en proceso de despertar.
—Mm.
Los rayos de luz solar le daban desde la ventana.
—Mmm.
Finalmente no aguantó mucho más. Sus párpados se abrieron. Con algo de molestia por el sol, se fue levantando. Luego miró la ventana. Estaba seguro que la había cerrado anoche. Su madre sin duda la abrió más temprano para que se levantara.
—Uff. —Dando un último suspiro para quitar la somnolencia se puso de pie. El niño tenía la piel morena, cabello castaño revuelto y ojos marrones. La expresión en su cara era la de alguien ansioso por empezar el día. Se cambió de ropa rápidamente y se puso un short y pulover verde. Entonces caminó hacia la cocina.
Allí vio a su madre terminando de preparar su desayuno y el de su hermano. Tostadas con queso y mantequilla junto con un vaso de leche para cada uno. «¡Bien!» Pensó.
—Mamá, te dije que ya estoy grande y puedo hacer el desayuno solo.
—Jaj lo sé mi niño, pero hoy tenía algunas cosas que hacer en la calle, así que me levanté más temprano. Aproveché y les hice desayuno. Jej, ¿te gusta?
—Claro, ¡pero mañana lo hago yo!
—Está bien. ¡Muah! —Luego de darle un beso en la cabeza se pusieron a comer. Su otro hermano despertaría mucho más tarde. Según su madre, que se llamaba Laura. Anoche vino tarde de ayudar al vecino Rob en algo.
Laura tenía la piel morena también, cabello negro y ojos marrones algo hundidos de trabajar, pero ni siquiera eso le quitaba su cara de felicidad cuando estaba con su hijo. Era de estatura media y cuerpo delgado.
Terminado su desayuno, salió a dar un paseo. Hoy quería aprovechar todo lo que pudiera ya que sería su último día "libre". Mañana empezaba la escuela. Llamada Escuela Primaria Mir. La mejor de todo el Reino Arpen, al menos para estudios básicos sobre maná. Su mamá y él trabajaron mucho para tener acceso y comprar los materiales básicos como los libros.
Estaba muy emocionado por eso. No paraba de pensar en todo lo que haría y aprendería allí. Lanzar sus propios hechizos mágicos le parecía increíble, siempre le daba celos cuando su mamá le daba demostraciones. No solo eso, podría hacer amigos, algo que quería mucho.
Al salir de su casa se dirigió a un parque cercano, mientras caminaba se le notaba esa sonrisa tonta en la cara, como alguien enamorado que le habían aceptado una confesión. De camino allí pasó al frente de casa de Rob.
Rob era el herrero de la zona, al parecer era uno de los mejores de la ciudad, no se había ido a una zona más acomodada porque vivía en la casa donde residieron sus padres junto con él la mayor parte de su vida. Eso le había dicho Marcus, su hermano menor.
Tan! Tan!
Tan!!
El sonido del martillo golpeando al yunque era fuerte, incluso a esta hora de la mañana ya había comenzado su trabajo. Hacía bastante calor en la zona. «¡Rayos! No entiendo a Marcus». ¿Cómo podía su hermano pasar horas mirando el trabajo de Rob? Muchos días eso era prácticamente todo lo que hacía. En raras ocasiones el anciano lo dejaba ayudarlo directamente en algo. Como ayer.
Pasando de largo por ahí, no se detuvo a saludar. No estaba para sudar tan temprano. Más tarde, a la hora del almuerzo si pasaba por aquí y Rob estuviera haciendo una pausa lo saludaría.
••
Pronto llegó al parque que buscaba. El parque era de unos 100m². Había varios bancos para sentarse repartidos un poco al azar, y cuatro guardias en sus cuatro esquinas, este era un lugar público después de todo, debería haber algo de seguridad. Una gran y hermosa fuente en el centro, aunque desgastada en algunos lugares, rodeada por 2 estatuas de guerreros sosteniendo lanzas, también algo desgastadas. Pero lo que más le gustaba del parque no era nada de eso.
Era la gran cantidad de árboles que había allí. Pocos lugares en la ciudad tenían tantos reunidos, y no salía mucho fuera de esta. Eran grandes, de 5 a 10m de altura, algunos con troncos tan finos con un diámetro de 10cm, otros de hasta 3m. Sin embargo, no eran esos los que más le interesaban, eran los que él llamaba árbol "caótico".
Estos árboles no tenían nada de especial desde el punto de vista mágico, pero le parecía increíble la forma de sus troncos. En vez de extenderse hacia el cielo de manera usual, estos parecían que varios troncos se habían mezclado entre sí para formar una amalgama de madera. A veces se aplastaban unos contra otros, en otras, las partes del tronco se dividían y conectaban en lugares aparentemente al azar para luego volver a separarse. Un caos completo.
A pesar de todo esto, le encantaba estar aquí. Respiraba mejor, se recuperaba de la fatiga más rápido. Eso combinado con el silencio que prevalecía en el parque, hacía que su mente se sintiera en paz y plena. Por supuesto, todo esto sucedía principalmente por su afinidad de maná.
Mirio despertó su núcleo de maná antes de los niños promedio de su edad, que generalmente es sobre los diez años, a veces más o menos. Él despertó su núcleo un mes antes de cumplir los nueve años. Al principio se asustó porque no sabía que estaba pasando.
Pero cuando su madre lo sintió fue corriendo a ver que pasaba. Luego de decirle que no era nada malo, comenzó a explicarle lo que había pasado. No lo había hecho antes porque aún faltaba más de un año para que estuviera en edad normal de despertar. Resulta que su hijo era algo talentoso.
Inmediatamente después de la explicación Mirio se volvió loco de felicidad.
—¡¡¡Por Fin!!! —había exclamado. Saltando varias veces en el lugar y dando vueltas. Olvidándose por completo de que había estado asustado poco antes.
Después de todo. Este era el primer paso para su sueño. Quería convertirse en un poderoso mago. Había dos razones principales para esto. La primera era para hacer que su madre no tuviera que trabajar más, o al menos que no sufriera tanto y que hiciera algo que realmente le gustara. Según fue creciendo se dio cuenta de lo que se esforzaba su madre por ellos. Esto hizo que creciera en él un sentimiento de compensar a su madre por su esfuerzo.
De pequeño no sabía muy bien cómo hacer esto. Pero ahora, con diez años, ya sabía que necesitaba dinero, y un mago poderoso siempre tenía dinero. Se lo había dicho un guardia que vivía en su barrio.
La segunda razón era por su padre. Murió cuando tenía dos años, así que no recuerda casi nada. Sin embargo, sabe que murió defendiendo al reino y salvando personas de unos tipos malos. Por eso quería ser un gran mago. Ansiaba poder salvar personas como él y enfrentarse a los tipos malos.
Para estas dos cosas el primer paso era uno: despertar su núcleo de maná. De ahí su alegría cuando lo despertó.
Después de que se calmó un poco, su madre le explicó un algunas cosas más. Aunque no demasiado, no entendería mucho tan chiquito. Más tarde, fueron al Centro de Pruebas de la Zona Norte, se hermano también fue con ellos. Allí un señor los guió amablemente hacia unas pruebas. Feliz de poder acompañar a un niño de menos de nueve años recién ascendido.
La primera fue que se parara en un círculo mágico para ver su había algún problema con el maná dentro de su cuerpo, con su circulación o algo así dijeron. Luego de no ver ningún problema tuvo que poner una mano en una tableta cuadrada del tamaño de su palma. Pero no pasó nada, al parecer esto era bueno. Mencionaron Maná Maldito, tampoco sabía qué era eso, mas no le gustaba para nada como sonaba.
Finalmente, la prueba que había estado esperando. Ver su afinidad de maná. Se sentía un poco nervioso. Puso su mano en un orbe blanco y sintió como si algo pasara rápidamente por su cuerpo. El orbe entonces soltó unas ondas verdes brillantes y doradas, le gustaba la sensación que recorría su cuerpo, era como una cosquilla que pasa rápido y se desvanece.
—¡Maravilloso! —dijo el hombre que los acompañó—. Eres doblemente Afín con la madera y la vida. Una buena combinación. ¡Felicidades!
—A pesar de que no son elementos muy ofensivos, la madera es versátil y la vida puede curarte a ti o a otros. Además la madera se usa generalmente en defensa, si lo unes con el elemento vida puedes hacer una defensa verdaderamente poderosa. —Parecía genuinamente feliz por él.
—Jeje. —Mirio sonrió encantado, aunque no entendía mucho. Estaba contento. Su madre estaba igual de feliz por él, después de completar algunos papeles pudieron irse y regresar. Donde esa noche hubo un festejo con dulces.
Volviendo al parque. Mirio se sentía cómodo rodeado de árboles. No perdió mucho el tiempo y fue a uno de esos árboles "caóticos" que era su favorito. Había preguntado el nombre a su madre, y ella le averiguó que se llamaba Higo Enredado. En una parte del tronco había diez rayas que fueron hechas por él. Lo hacía cada vez que cumplía un año.
Sentándose en una parte del tronco del Higo, cruzó las piernas y se puso a meditar. Respirando y sintiendo el maná atmosférico, estaba abundante en atributo madera y vida. Una sensación cálida lo llenaba, aunque no demasiado, aún así era bastante placentera. Sólo por esto podía quedarse sentado en estado de pseudo-meditación.
Después de todo, todavía era muy pequeño, su mente no podía entrar en un verdadero estado de meditación. Simplemente se acomodaba disfrutando del cálido sentimiento, mientras su mente divagaba en varias cosas al azar. Hoy especialmente la mayoría era sobre mañana, el primer día escolar pone nervioso a cualquiera. Tenía un poco de preocupación sobre hacer amigos, pero solo eso. Había escuchado que todos los grandes magos del reino habían pasado por la escuela, aumentando su determinación de aprender y convertirse en un poderoso mago.
••
Las horas pasaron y llegó el mediodía. Salió del parque caminando un poco rápido, no quería llegar tarde al almuerzo con su madre. Cuando pasó por casa de Rob este estaba sentado en el portal de su casa tomando un descanso. Luego de un saludo rápido siguió su camino.
En su casa su madre y su hermano estaban poniendo la mesa.
—¿Estabas en el parque? —preguntó su madre.
—Sí. Quería pasar un rato allí hoy. Me dijiste que lo visitaré menos cuando empiece la escuela.
—¡Jum! Seguro, verás cuando tengas que estudiar. Pobre... —comentó su hermano en broma.
—¿Y qué sabes tonto?
—¡Jum! El señor Rob me ha dicho que la escuela es un lugar terrible. Te obligan a leer libros por horas y horas. Tienes que escuchar a gente hablar sobre algo mientras estás sentado y no puedes salir de tu lugar. No recuerdo que más dijo, pero dijo más cosas. —Su hermano parecía convencido de que la escuela era un lugar terrible.
—Mm.. ¿así que el señor Rob te dijo todo eso Marcus? —preguntó su madre en un tono algo distinto de lo habitual.
—Sí mamá, dijo eso —respondió con confianza Marcus sin ver la mirada de su madre, y el problema en el que metió a Rob.
—Ya veo... más tarde iré a ver cómo está —terminó de decir su madre. Luego todos se pusieron a almorzar.