—No puedes vender mis cosas. Jamás lo permitiré —contrarrestó mi madre mientras su rostro se transformaba en una máscara de shock.
—No tenemos otra opción. ¡Deja de actuar tan egoístamente! —gritó mi padre de vuelta.
—¿Yo? ¿Egoísta? ¿Cómo puedes culparme cuando tú eres el que tiene la culpa! —replicó ella en voz alta mientras apuntaba acusadoramente con su índice a su esposo.
—Contacta a tu hermano o alguien de tu familia. Estoy seguro de que ellos tienen algo de dinero para prestarnos —sugirió mi padre.
—¡Basta! No permitiré que me avergüences más. Esto ya es suficientemente malo para mí... —dijo mi madre a través de dientes apretados.
Nunca antes la había visto tan abiertamente enojada y nunca le había hablado así a mi padre. Normalmente era obediente hacia él, y parecía que la única persona en nuestra familia a la que dirigiría palabras duras era a mí. Sentí los brazos de mi hermana alrededor de mi cintura mientras me abrazaba fuerte. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía miedo de lo que estaba sucediendo y también de lo que nos pasaría en el futuro.
De repente, mi madre se adelantó hacia la gran mesa de trabajo de madera situada en un extremo de la habitación. Pronto estaba hurgando entre algunos papeles dentro de un cajón hasta que encontró el montón de papeles que buscaba. Madre caminó con paso firme hacia Padre y prácticamente le lanzó los papeles en la cara.
—¿¡Pero qué demonios te pasa?! —él gritó mientras apartaba los papeles de su rostro.
—¿Realmente crees que no sé nada acerca de toda tu deuda y tu adicción al juego? ¡Mira todos estos papeles exigiendo pago y mira todos estos intereses! No me sorprende que la gente me mire y murmure a mis espaldas cada vez que salgo a eventos. Ya sabes, justo el otro día Lady Hammoth me preguntó cuándo le vas a pagar la deuda que le debes a su esposo. ¿Puedes comenzar a imaginar cuán avergonzada estaba? ¡Ni siquiera sabía qué tipo de cara se supone que debía hacer! —Mi madre habló tan rápido antes de terminar chillando.
Después de ese episodio, mi madre comenzó a sollozar y luego empezó a llorar en voz alta. En lugar de consolar a su esposa, mi padre agarró la lámpara de la mesa cercana y la arrojó con fuerza al suelo. Dina soltó un grito y me abrazó aún más fuerte que antes. Para entonces ella había comenzado a llorar mientras que yo estaba demasiado asustado para apartar la mirada de la escena que se desarrollaba frente a mí y mis pies se sentían pegados al lugar.
—Por favor, síganme por aquí... —Me volví para ver a una Lauren con aspecto muy angustiado, una de nuestras criadas, acercándose a nosotros. Sin decir más, nos guió fuera de la habitación. Cuando eché un vistazo atrás a nuestros padres, ellos estaban aún demasiado centrados en discutir entre ellos como para prestar atención a mi hermana o a mí.
Aunque mis padres nunca se divorciaron ese día y permanecieron casados hasta hoy, fue como si su matrimonio terminara desde ese momento en adelante. Phillip, el líder de la familia Alnault ya no podía mantener a flote a la familia y culpar a Catherine, su esposa era lo único que podía hacer. Curiosamente, podía decir que mi madre también culpaba a mi padre y nunca sintió ni un ápice de arrepentimiento por sus acciones. Para ella, solo estaba interpretando el papel que se suponía debía jugar.
Alrededor de una semana después de eso, mis padres nos anunciaron que la familia Vulkan había mostrado interés en comprometer a su único hijo con mi hermana. Menos de dos semanas después, se redactó y firmó un contrato por el líder de ambas familias que finalizaba el compromiso entre Dina y Antonio. Después de eso, el dinero ya no fue un problema para nuestra familia y la familia Vulkan obtuvo pleno acceso a nuestras conexiones aristocráticas y todo lo que venía con ellas.
...
—¿Sabes por qué te llamamos de vuelta aquí? —preguntó mi padre con sequedad.
—Para encontrar a Diana... —contesté brevemente.
—¿De verdad no tienes ni idea de dónde está? ¿Está pasando esto porque está estresada por su próxima boda? ¿Eso es? —preguntó mi madre y por primera vez en mucho tiempo, pude percibir preocupación genuina en su tono.
—Realmente no tengo ni idea de dónde está. Quiero decir, ni siquiera estaba en el mismo país que ella, entonces, ¿cómo se supone que debería saber? —contesté con un encogimiento despreocupado de hombros.
—Siempre respondiendo con esa actitud irrespetuosa. Supongo que después de todo este tiempo, todavía no has aprendido modales... —siseó mi madre a través de dientes apretados.
—No sé dónde está Diana —declaré de manera factual mientras decidía ignorar sus palabras de desaprobación.
—Toda tu vida has sido un fracaso y una mala influencia para tu hermana. Siempre la metes en problemas y la convences de hacer las cosas más descabelladas. ¿Cuántas veces has puesto a tu hermana en riesgo? ¿Qué pasa esta vez? ¿La convenciste de escapar de su boda también? —preguntó mi padre con los ojos entrecerrados.
—No tengo ni idea de lo que estás hablando —contesté sin emoción.
No tenía idea de cuántas veces había tenido una conversación como esta con ellos. Ambos tenían el hábito de poner la culpa en mí en lugar de en su mala crianza siempre que mi hermana se portaba mal o cuando le pasaba algo desafortunado. Cuando era más joven, me sentía tan desamado, y que el mundo era tan cruel e injusto conmigo. Con el paso de los años, naturalmente mi piel se hizo más gruesa y mi mente y corazón más resistentes. Cada palabra se sentía como una bofetada en mi cara adormecida porque ya no dolía, no más.
—¡Tendrás que asumir la responsabilidad de esto! Si no puedes encontrar a tu hermana y asegurarte de que se presente a la boda, ¡me aseguraré de que asumas la responsabilidad por ello! —mi padre me gritó a pleno pulmón.
—Continuará...