Con otro pequeño empujón, me hizo dar unos pasos hacia adelante. Podía sentir su presencia tan cerca detrás de mí y eso me ponía nerviosa ya que mi corazón comenzó a latir más rápido en mi pecho. Aunque parecía paciente conmigo, sabía muy bien que debía estar extremadamente enfadado por lo que había hecho.
—Pon tus manos en ese gran árbol allá y inclínate —me instruyó mientras susurraba directamente en mi oído.
—¿Eh? —murmuré confundida.
—Hazlo, Dahlia... —susurró seductoramente cerca de mi oído.
Mientras dudaba, Bradon guió mis manos y las plantó contra el duro tronco del árbol donde las quería. Mientras me felicitaba diciendo que lo estaba haciendo bien, comenzó a acariciar mi cintura antes de que sus manos descendieran a acariciar los costados de mis caderas.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté con claro pánico en mi voz.
—Ayudándote a quitarte los pantalones —respondió él con naturalidad.