—¡Deimos! —grito, mi corazón palpita dentro de los límites de mi pecho. Mi estómago se retuerce, pero de una manera buena. Una que realmente disfruto.
—Tea, aguanta fuerte —advierte Deimos desde detrás de mí, sus palabras son dichas entre risas de manera burlona.
—¿Te estás riendo? ¿Ambos se están riendo, verdad? —vuelvo a gritar mientras me impulsan para ir más alto.
Cronos trata de contener y controlar su risa burbujeante junto a Deimos a su lado. Ellos se divierten bastante con mis reacciones.
—No, no lo estamos, Tea. ¿Por qué lo haríamos? Empújala más fuerte —Cronos dice para calmar mi enojo juguetón, pero susurra sus últimas palabras a Deimos mostrándole su maldad fraternal que a menudo sale a jugar.
Luna Afrodita solicitó a algunos lobos que nos construyeran un columpio privado para jugar en el jardín de su castillo. Sus barras se hunden profundamente en el barro, lo que nos ayuda a usarlo con facilidad. Mejor que usar el columpio atado al árbol que tenemos en mi manada. Este es más resistente y puedo elevarme más.
Deimos, prestando atención a las palabras de mi hermano, añade vigor impulsándome más mientras vuelo alto encontrándome directamente con el brillo del sol. Cierro mis ojos ante sus rayos deslumbrantes, sintiendo la brisa suave besando mi piel y me deleito en ella.
—Tea. Ahora es mi turno. Tu tiempo ha terminado —Deimos murmura dejando mi columpio libre mientras el ritmo comienza a disminuir rápidamente y mis piernas aterrizan en el césped.
—¿Qué? Dijiste cinco minutos, ¡probablemente han sido solo tres! No es justo —lo miro de vuelta furiosa, mis ojos ardientes. Él ya tuvo su turno y me empujó rápidamente para terminar con el mío.
—Teníamos un trato. Debes cumplirlo —responde Deimos encogiéndose de hombros mientras se prepara para tomar mi asiento.
—P-Pero yo- Deimos por favor. Solo unos pocos empujones más. Tú puedes jugar con este columpio cuando quieras, yo apenas vengo una vez al mes —le suplico con un pequeño ceño fruncido.
—Tea, yo tampoco puedo usarlo como quisiera. Entreno todo el tiempo y la única vez que puedo jugar en él sin interrupciones es cuando ustedes dos vienen —y él expresa su verdad.
Un pequeño quejido sale de mis labios mientras lo miro desde debajo de mis pestañas. ¡Solo unos minutos más! Adoro cómo Deimos empuja el columpio, es mejor que Cronos. Mi hermano tiende a ser lento y cauteloso, lo que me aburre a morir. ¡Necesito a Deimos detrás de mí solo unos minutos más, eso es todo!
—Eso no funcionará conmigo, Tea. No soy Fo— —Deimos comienza, pero es interrumpido a mitad de camino por su hermano.
—Deimos —su voz baja y profunda irrumpe en nuestra discusión captando nuestra atención, rápidamente dirigida hacia él. Fobos lee un libro apoyado en la corteza del árbol más cercano, como siempre. Llama a su hermano mientras sus ojos están pegados a las palabras dentro de las páginas. —Déjala jugar más —dice mientras sus dedos pasan a la siguiente página.
—Pero hermano, es mi turno —protesta Deimos.
Fobos finalmente levanta la vista para encontrarse con los ojos de Deimos y le ofrece un rápido destello de colmillo con un gruñido bajo y vibrante que brota de su pecho. Una advertencia que le da. —Dale un minuto más y podrás tomar un minuto extra en ese columpio —concluye esperando pacientemente la respuesta de su hermano, desafiándolo indirectamente a que contradiga sus palabras.
Deimos abre la boca como si deseara decir algo, pero suspira cerrando los ojos. —Bien. Bien, que tenga otro minuto —. Fobos regresa a su lectura, resolviendo el asunto con facilidad.
Río con éxito feliz de haber conseguido lo que deseaba mientras me volteo para acomodarme de nuevo en el asiento. Aguanto la respiración, lista, esperando que él comience.
—¿Lista, Tea? —pregunta Cronos.
—¡Lista! —rugí mi mano derecha elevada al aire. Tan pronto como digo mis palabras, Deimos da un empujón enérgico usando toda su fuerza.
Mi grito se transforma en risas llenas de alegría mientras balanceo mis piernas, agarrando firmemente las cuerdas laterales para apoyarme.
—¿Por qué jugar en el columpio me da tanta felicidad? Me gusta mucho más que colorear o pintar. Quizás es la sensación del viento que roza mi piel, o quizás es la sensación de volar. Como si estuviera surcando por encima de las nubes.
Madre dice que más allá de las nubes está donde reside la luna. Que ella me concede cada bendición que viene en mi camino. Que debería estar preparada para la mayor bendición que llegará a mi camino. Cuando le pregunté qué era, se negó a responder diciendo que el tiempo liberaría la verdad.
Cerrando mis ojos de nuevo, comienzo a relajar mi cuerpo dejándolo libre, permitiendo que el movimiento sea controlado por la fuerza de los empujones de Deimos. Mis dedos involuntariamente aflojan su agarre en las cuerdas. Esto se siente maravilloso. Espera, ¿cuál era esa palabra que Fobos me enseñó?
—Oh, sí. Esto se siente dichoso. Absolutamente dichoso.
Creo que mi tiempo ya casi se ha terminado. Necesito esperar dos turnos para tener el mío. No hay problema, iré a molestar a Fobos durante el período de espera, a pesar de que nunca se molesta, sin importar lo que haga, incluso si lo hago a propósito.
La velocidad de Deimos aumenta repentinamente y me toma desprevenida. Mis manos. Espera necesito sostener las cuerdas más fuertemente.
—D-Deimos espera —murmuro con un jadeo bajo y temeroso, pero él no lo escucha porque está involucrado en una conversación profunda con mi hermano.
Mis ojos se agrandan mientras lucho por sentarme correctamente en el asiento repentinamente resbaladizo mientras al mismo tiempo trato de agarrar las cuerdas que se siguen resbalando de mis manos.
Voy a caer. Debería haber sido más cuidadosa. Con un último empujón brusco de Deimos, pierdo el equilibrio y soy lanzada al duro suelo.
—¡Tea! —Cronos y Deimos gritan mi nombre con preocupación y miedo juntos. Escucho pasos rápidos y apresurados como si un lobo corriera hacia mí.
Cierro los ojos con fuerza, mi corazón latiendo, me preparo para recibir el golpe. Pero antes de que pudiera estrellarme, soy atrapada rápidamente a mitad de camino por dos manos cálidas mientras él gruñe con la fuerza con la que soy atrapada y rápidamente me trae hacia su pecho.
—Te tengo, pequeña —dice Fobos con un suspiro de alivio. Nariz metida en mi cuello sin tocar pero tomando un suave olfato, su agarre sobre mí se aprieta.
Fobos tiene un hábito. Un hábito extraño. Él sigue oliéndome. Especialmente mi cuello. Lo hace al menos unas pocas veces cuando estoy en su presencia. Sí, papá huele mi cuello afectuosamente pero no tanto tiempo como Fobos. ¿Por qué lo hace? Tal vez está comprobando si estoy bien? No me siento incómoda cuando él me huele, más bien curiosa. No lo veo haciéndolo con otros, entonces ¿por qué solo conmigo?
Cronos y Deimos rápidamente vienen a nuestro lado mientras Fobos me deja ponerme de pie. Sus ojos recorren rápidamente mi cuerpo para satisfacer su preocupación que se aferra a su carne.
—Lo siento. Estaba ocupado. Debería haber estado prestando atención —Deimos se acerca a mi lado susurrándome una disculpa mientras me da palmaditas en la cabeza gentilmente como gesto de su arrepentimiento.
—La culpa es de ambos. Deimos, deberías haber vigiado y controlado tus empujones. Tea, deberías haber mantenido tu agarre en esas cuerdas. Fuiste descuidada. Deimos se ha disculpado, ¿dónde está tu disculpa, Tea? —pregunta Fobos mientras me mira desde arriba.
Junto mis manos, sosteniéndolas sobre mi estómago. Ojos pegados a mis pies descalzos, susurro, "Lo siento".
—Bien, pequeña —responde Fobos—. La próxima vez mírame a los ojos y discúlpate para que pueda ver tu verdad. En cuanto a ese asunto, debes hacer lo mismo con cada lobo.
Le doy un asentimiento un poco avergonzada por el hecho de que me habría caído de cara al césped si Fobos no hubiera sido mi salvador.
—¿Deseas jugar más, Tea? Te dejaré jugar todo lo que quieras como disculpa —Deimos interviene con su pregunta, voz suave y reconfortante.
Fobos sonríe ante las palabras de su hermano con afecto. Cronos se mantiene al margen sin interferir, simplemente permitiendo que la escena se desarrolle a pesar de que desea intervenir para asegurarse de cómo estoy, como siempre.
—Ustedes dos machos sigan y jueguen. Tea pasará un tiempo conmigo —dice Fobos mirándome mientras me ofrece su palma abierta para que la tome.
La agarro rápidamente sin dudar. Pasar tiempo con Fobos es mucho mejor que jugar en el columpio. Es más divertido y emocionante.
—¿Es así? Entendido —responde Deimos mientras regresa con Cronos, cuyos ojos todavía se quedan sobre mi cuerpo esperando mis ojos. Lo miro y ofrezco una pequeña sonrisa de reconocimiento.
—Ven, Tea —dice Fobos guiándome de la mano hacia las sombras oscuras de los árboles densos. En un pequeño claro, caminamos al otro lado del jardín protegido por una puerta cerrada con llave.
—¿Vamos a salir más allá de la puerta? ¿Finalmente me llevarás? —pregunto, mi corazón latiendo con emoción. Siempre le había pedido que me mostrara qué hay más allá de la puerta pero él se negaba, diciendo que aún necesito más entrenamiento.
—No, Tea —responde él.
—Pero ¿por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? —me quejo arrastrando mis pies sobre los pies embarrados, molesta porque de alguna manera todavía no estoy lista para su satisfacción.
—Porque no es seguro —dice él dando un giro rápido hacia el arco familiar de enredaderas. Estas son las tierras de su manada y solo residen miembros de la manada. Las fronteras siempre están vigiladas por exploradores. ¿Quién o qué podría ser lo que él reconoce como inseguro?
—¿Puedo preguntar por qué caminas tan lento? —pregunto mirándolo hacia arriba esforzándome en encontrar sus ojos. A menudo lo comparo con una jirafa porque Fobos es bastante alto para su edad. Muchos jóvenes se intimidan con su altura y él tiende a aprovecharlo para mantenerse en paz, ya que ningún lobo se atreve a molestarlo. Excepto yo, claro.
—Para que tus pequeñas piernas puedan seguirme —él mira hacia abajo notando mi lucha. Una vez que ve que estoy satisfecha, sus ojos se dirigen hacia adelante guiándonos por el camino recto e inquebrantable hasta que la puerta aparece a la vista.
—Nunca me has traído tan cerca de la puerta antes —comento mientras exploro el lugar, mis ojos observando los blancos fijos clavados profundamente en el suelo. Arcos y cuerdas están atados juntos con varias flechas mantenidas por separado al otro lado. Quizás los guerreros practican tiro con arco aquí.
Fobos está ocupado en la mesa de madera que sostiene una variedad de cuchillos y cuchillas. Algunos pequeños que pueden esconderse en cualquier parte de la ropa y otros lo suficientemente grandes como para ser empuñados como espadas o hachas. Me acerco hacia él para estar a su lado. Hay más flechas aquí de todo tipo, algunas con puntas de plata y otras con un tono profundo de rojo.
La curiosidad surge mientras mis manos alcanzan para tomar uno de los cuchillos. Nunca he estado tan cerca de las armas en mi vida. Cronos sí, Deimos sí y Fobos definitivamente sí. Todos los machos excepto yo. —¡Tea! —Su voz se eleva hacia mí con miedo apresurado dentro de él mientras me sobresalto y detengo mis acciones, mi curiosidad muriendo tan pronto como cobró vida.
—No los toques. No sabes manejar ninguno y te causarán daño incluso con el más mínimo de los percances, como la forma en que lo recoges.
—Yo... lo siento —me disculpo rápidamente bajando la cabeza masticando mi labio inferior, dando un paso atrás sintiéndome mal porque lo asusté. Mi curiosidad realmente necesita ser robada de mí. Siempre me pone en el camino del peligro.
Hay un minuto de silencio puro entre nosotros, el calor de su mirada me hace retroceder más en mi caparazón. ¿Puede uno convertirse en una bola y no enfrentarse nunca más a otro? Un suave suspiro él exhala de sus labios mientras se acerca hacia mí. Se arrodilla sosteniendo mis manos en las suyas mientras me mira hacia arriba. No le permito encontrarse con mis ojos esperando que él dé su regaño a pesar de que nunca lo ha hecho.
Él agarra mis muñecas con una suavidad apretada indirectamente pidiéndome que lo mire. —Adoro tu curiosidad, pequeña —dice lo que hace que mis ojos se ensanchen y claven en los suyos ganándome una risa baja de él. —Pero necesitas tenerla bajo control. Necesitas saber en qué situaciones ciertas desatarla y en cuáles otras sujetarla más fuerte y no permitir que se escape de tus manos.
—Es difícil. No sé cómo controlarla —respondo.
—De hecho, a los cachorros de tu edad todavía les cuesta esto —susurra aliviando mi incomodidad.
—Entonces... ¿tú? ¿Tuviste también dificultades? —pregunto con mis manos aún suavemente sostenidas por las suyas.
—En ciertos aspectos, sí. Pero no con la curiosidad. Lo manejé bien —responde.
—¿Me enseñarás? —pregunto.
—Eso no puedo ayudarte, porque eso reside dentro de ti. Solo tú podrás luchar contra su poder —responde—. ¿Entiendes?
—Sí —asiento enfáticamente mostrándole con mis acciones lo determinado que estoy. Conquistaré todo para crecer y ser un juvenil como Fobos. Quiero ser tan perfecto como él. Haré que las hembras que me rodean envidien mi fuerza y poder.
—Bien. Puedes estar a mi derecha y mirar pero no toques nada —dice mientras se desplaza hacia un lado permitiéndome el espacio para echar un vistazo a las armas en exhibición.
—¿Vas a enseñarme a cazar? —pregunto mientras mis ojos pasan por las cuchillas que brillan bajo la luz del sol.
—No. No hoy. Hoy aprenderás algo mucho más importante —responde mientras finalmente toma dos cuchillos que parecen satisfacer sus deseos. Los voltea, acercándolos a sus ojos para verificar su construcción y peso.
—Entonces, ¿qué voy a aprender? —Si no es a cazar o matar, ¿para qué se usan los cuchillos? ¿Quizás para cocinar?
—Aprenderás el arte de los cuchillos —él se gira hacia mí, sus ojos se hunden en los míos.
—¿Qué? —pregunto frunciendo el ceño, confundida por sus palabras. ¿Arte de cuchillos? ¿Qué significado tiene?
—Es una danza, Tea —responde—. ¿Una danza? ¿Me está enseñando a bailar? Suelto una risita tratando de contener mi risa que desea salir.
—Mi madre ya me enseña estas cosas, no deseo aprender eso de ti también —río mostrándole mi desinterés mientras me alejo tratando de buscar algo mucho más interesante.
—Esta danza es diferente. Adquirirás dos cosas: estatus y la capacidad de proteger —dice mientras me detengo a mitad del camino, la palabra 'proteger' luchando por entrar en mi mente más que las otras que ha pronunciado.
—¿Estatus? ¿Proteger? ¿Cómo puede una danza hacer esto? ¿Acaso no es el baile solo para puro disfrute? —pregunto. Él tiende a mezclar las cosas, confundirme con sus maneras. Él da vuelta todo lo que aprendo en casa.
—Esta danza es especial, Tea. Debes aprenderla porque es importante para tu futuro —murmura.
—¿Mi futuro? Entonces, ¿por qué aprendiste esta danza? ¿No tiene importancia para ti? —pregunto con una confusión pesada que no puede descansar ante sus palabras.
—Es importante, pero no tanto como lo es para ti. La aprendí para poder enseñarte —responde—. ¿Enseñarme? ¿Qué está diciendo este macho?
—¿A qué edad la aprendiste? —pregunto.
—A los catorce —habla su verdad—. Me conoció hace solo cuatro años. No sabía ni que me iba a encontrar, ¿cómo puede decir que la aprendió para enseñarme?
—Muéstrame, esta danza tuya. Muéstrame —digo tomando asiento en una corteza de árbol cortada cruzando mis piernas y cruzando mis brazos sobre mi pecho—. Decidiré. Si deseo aprenderlo o no depende de cómo pueda cautivarme con ella.
Él me mira durante un minuto, contemplando si debería hacerlo o no, pero lo empujo con mis ojos y él cede sin más vacilación. Regresa a la mesa cogiendo dos cuchillos diferentes a su selección anterior ya que sus hojas son negras como el azabache mientras que sus mangos son de madera dura.
—Estos aquí se llaman cuchillos de obsidiana. Están hechos al pelar una larga y delgada lámina del núcleo del vidrio volcánico. El cuchillo más afilado de todos —explica mientras se coloca en posición a cierta distancia del tablero objetivo—. Observa atentamente, pequeña.
Ojos cerrados, tomando un profundo respiro, comienza a moverse con elegancia. Una elegancia que me toma desprevenida pues incluso siendo hembra no tenía ninguna como la suya. Manos sostenidas sobre su cabeza, columna vertebral inclinada hacia atrás, lentamente gira su cuerpo mientras sus muñecas rotan los cuchillos capturados en sus palmas. Les permite deslizarse de un dedo a otro con facilidad.
Los movimientos de pies son libres, a veces son impulsados hacia adelante para pararse en sus puntas de pie con los talones levantados sobre el suelo y otras veces los impulsa hacia atrás para deslizarse por el barro de manera circular. Es bastante fluido con esta danza, los años de práctica le desean bien.
Lo observo asombrada pues ha logrado captar toda mi atención, lo cual es imposible con mi mente inconstante. Es como si me hubiera hechizado y atado bajo su hechizo pues no puedo apartar los ojos de su carne.
Sus movimientos cambian rápidamente sin advertencia, los ojos se abren de golpe, los cuchillos lanzados alto en el aire. Los atrapa antes de que besen el suelo y los lanza directamente a la garganta del tablero con forma humana, uno tras otro.
Con la fuerza que usó para arrojarlo, el cartón se parte fácilmente desgarrándose en dos piezas. Mi boca abierta de asombro, miro al objetivo destruido.
Él se vuelve hacia mí y encuentro sus ojos, boca aún abierta sin atreverse a decir palabras. Su seriedad desaparece y él sonríe hacia mí. —Parece que te he dejado sin palabras. Tomaré eso como un cumplido.
—¿Cómo hiciste? ¿Quién te enseñó? ¿Qué es esto? ¡Espera, ¿por qué? —las preguntas retenidas en mi mente se derraman libremente en un producto de oraciones rotas.
—Tea, ¿qué estás diciendo? —se ríe confundido por mis palabras incomprensibles.
—¿Qué es esta danza? —pregunto rápidamente levantándome dando un pequeño paso hacia él.
—Te ayudará a protegerte, Tea. La danza es solo por estatus y tradición, pero los cuchillos son para matar. Aprenderás ambos —dice.
—¿Tradición? ¿Estatus? No entiendo.
—Entenderás. Pero no pienses demasiado en eso. Concéntrate en los cuchillos. Te enseñaré a defenderte —dice dirigiéndose de nuevo a la mesa cogiendo los cuchillos que había cogido antes.
—Se ven diferentes en comparación con los cuchillos de obsidiana —declaro.
—En efecto. Estos son cuchillos de cerámica. No cortarán carne, así que es seguro que los uses y puedas practicar con ellos —dice.
—¿A qué edad debo dominar esto?
—Antes de que cumplas diez —responde entregándome los cuchillos mientras los saco de sus palmas abiertas. Son bastante ligeros, lo que facilitará que los pueda balancear. ¿Antes de los diez? Él lo aprendió a los catorce, lo que significa solo una cosa. Lo estoy superando.
—Entierra tus pies en la tierra, pequeña. Te mantendrá en tu lugar. Te enseñaré a lanzar primero pues eso es más importante que la danza. Debes aprender a protegerte, Tea —dice mientras viene a pararse detrás de mí pues siento el calor de su cuerpo.
—Manos apretadas alrededor de mi muñeca, él me guía a la posición. ¿Así? —pregunto.
—Sí. Deja tus muñecas libres, estás poniendo demasiada tensión sobre ellas. Necesitan descansar si deseas golpear correctamente —aconseja y presto atención a sus palabras, mi agarre en los cuchillos se afloja.
—¿Dónde debo apuntar? ¿La cabeza? ¿La garganta? —pregunto tratando de contener mi respiración mientras él se inclina hacia mí a mi lado, los ojos serios clavados en el tablero objetivo. ¿Fobos? —lo llamo pues su atención está en otra parte. En mi cuello, ojos cerrados, toma una profunda inhalación.
—¡Fobos! —lo llamo con una profunda molestia, un chillido en mi voz que lo resucita de su empañamiento.
—Él tira hacia atrás mi mano y la impulsa hacia adelante con una fuerza pesada. Mis ojos se ensanchan mientras los cuchillos se deslizan por mis dedos golpeando justo en la garganta del objetivo.
—La garganta. Una vez que lo domines bien, te enseñaré la cabeza. La cabeza es más difícil porque el cráneo la protege y tu golpe necesita poseer precisión para golpear el punto crucial que la hará agrietarse. En cuanto a la garganta, es fácil apuntar a la yugular —finalmente responde a mi pregunta dejando mi lado para pararse frente a mí.
—¿Por qué sigues haciéndolo? —pregunto mientras él sostiene mis hombros torciéndome en una posición diferente.
—¿Haciendo qué? —responde a mi pregunta con la suya exigiendo más explicación.
—¿Olerme? —sus movimientos se detienen y sus ojos se deslizan por mi carne para encontrarse con mis ojos.
—Porque estaba tratando de averiguarlo. Ya lo he hecho ahora —responde.
—¿Averiguar qué? —indago mientras doy un paso hacia adelante y él da uno hacia atrás. Lo estoy acorralando.
—Tu olor. Más bien tu aroma que se adhiere a tu carne —responde entregando mi respuesta con verdad.
—¿Y a qué huelo, Fobos? —¿Es quizás un buen olor? ¿Es por eso que sigue oliéndome?
—Como una flor. No cualquier flor. En particular, un girasol —susurra.
~~~
N/D
Hola, mis pequeños lobos,
Espero que hayan disfrutado de este capítulo. Sé que todos tienen preguntas sobre la danza/arte de los cuchillos. Se aclarará más adelante en el libro, pero es una especie de tradición que él le está enseñando. Es la tradición de su manada. Tengo una pregunta para ustedes, mis pequeños lobos.
¿Creen que Fobos valora la tradición o no en este momento actual?
No olviden
ÚNANSE AL GRUPO PRIVADO: https://www.facebook.com/groups/authorlizzyfatima
DENLE ME GUSTA Y SIGAN MI PÁGINA DE FB: https://www.facebook.com/Lizzy-Fatima-110539484538446