—¿Está todo bien contigo?
—Sí, Su Majestad. Solo que... —su voz se apagó al sonido de unas botas corriendo de un guardia que se apresuraba por el pasillo hacia ellos.
—Su M-majestad, su Majestad... —llamó sin aliento, y luego se arrodilló. Antes de que pudiera declarar su propósito, el Rey ya estaba preguntando.
—¿Está listo?
—Sí, Su Majestad.
—Vete. —Luego volvió su atención del guardia que ya se alejaba, y de nuevo a Belladonna—. Asuntos importantes del Reino.
Comenzó a caminar por el pasillo, haciendo que ella lo siguiera.
—Oh.
Se preguntó qué podría ser tan urgente que lo hiciera olvidarse de inmediato de lo que ella quería hablarle.
—Debo atenderlos.
Tomó la escalera y ella lo siguió. Cuanto más bajaban, más se preocupaba por la tarea que sería para ella volver a subir a su habitación. Ese sería probablemente el lugar donde cenaría.
Cuando él no dijo nada más, ella se detuvo y lo llamó. Él se detuvo, volviéndose hacia ella.