—No hay nada que temer, estoy justo a tu lado —le susurró él y ella asintió.
—Guía el camino, Su Majestad y yo seguiré.
Él soltó una risita suave ante la repentina emoción en su voz.
—Eres una maravilla, mi Novia.
Así que él la condujo por el paseo que tenía una fuente al lado y hacia el gran edificio oscuro y decorado.
Cuando entraron al hermoso y largo pasillo iluminado, no había criados por ningún lado.
Casi parecía como si estuvieran solos.
Aunque Belladonna no podía estar segura, el Rey tenía soldados realmente entrenados que se mezclaban sin esfuerzo en las sombras.
Finalmente llegaron a una gran puerta y el Rey se detuvo, desbloqueándola.
Belladonna se tensó.
Estaban aquí.
—Guau.
Ella tomó una respiración profunda, ignorando el sordo rugido de su estómago vacío por millonésima vez, y el nerviosismo que se construía en el fondo de su estómago, por lo que le esperaba una vez que el Rey abriera las puertas.
Ah, incluso ahora, aún no estaba lista.