—A diferencia de la última vez, cuando la habían llevado al calabozo por su regalo, esta vez caminaron bastante alrededor del castillo, hasta llegar a un campo abierto.
—Mientras caminaban, el Rey había involucrado a Belladonna en pequeñas conversaciones y cuanto más hablaba, más podía relacionarlo con la persona que había conocido por todos esos comentarios en el libro que estaba leyendo y más cómoda se sentía con él.
—Hasta que finalmente llegaron al campo abierto donde Belladonna había pensado que estaría el dragón, pero no estaba.
—En ese momento, el Rey presionó sobre una pequeña gema roja, tallada en un anillo que llevaba en el dedo medio izquierdo. Solo se podía ver la gema del anillo, el resto estaba enterrado en su guante negro de cuero.
—Brillaba como una de las gemas en la llamada habitación prohibida.