Danika dormía pero sabía el momento exacto en el que ya no estaba sola. Había cerrado su puerta con llave, y solo una persona tiene la llave para abrirla.
Sus ojos se abrieron de golpe y miró fijamente la puerta. Lucien estaba allí, su rostro tan frío e ilegible como siempre.
Danika sintió algo diferente en ese momento. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. El odio que él tiene por ella está de vuelta en sus ojos. No es que alguna vez disminuyera, pero aún así.
—Levántate y desnúdate —gruñó él, su voz como siempre no se elevó.
La adrenalina llenó su cuerpo. Se sentó y levantó sus ropas de noche por encima de su cabeza con manos temblorosas. Sus endebles prendas interiores siguieron justo después de sus ropas de noche.
Desnuda, lo miraba fijamente, un poco asustada. Él lucía más aterrador y formidable que siempre.
—Acuéstate en la cama y da me la espalda.
Ella hizo lo que él dijo, apretando las manos sobre la barata cubierta de la cama, cerró los ojos.