Se dirigieron hacia las minas. Mientras que Danika caminaba con sus habituales pasos firmes y elegantes, Sally avanzaba resbalando, sonriendo y saludando a todo y a todos.
Era como un torrente de luz solar en un mundo muy oscuro, pensó Danika.
Aunque no se mostrara en su rostro, Danika estaba feliz por primera vez en mucho tiempo.
Mientras caminaban, Danika descubrió que a todos les encanta Sally. A todos.
La gente de Salem la mira y le sonríe y le hace señas de saludo. Algunos incluso le dirigen palabras de saludo a Sally, y ella las contesta con entusiasmo.
Se encontraron con una anciana que luchaba por levantar un saco sobre su cabeza.
—¡Déjame ayudarte, mami! —Sally corrió hacia la mujer y la ayudó a colocar el saco sobre su cabeza.
—Muchas gracias, hija mía —la mujer había dicho con una sonrisa agradecida.
—No es nada —Sally le hizo un gesto con la mano.