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Al amanecer del quinto día después de la noche en que la visitó el rey, Danika se preparó para ir a las minas.
Se despertó y se dio un baño. Se puso su uniforme y se arregló el pelo. Se quedó mirándose tan largo rato en el espejo, contemplando en quién se había convertido.
Veintiún años viviendo como princesa, y de repente, está viviendo como esclava. Una esclava que todos odiaban por cuánto monstruo es su padre.
Suspiró, se alejó del espejo y fue en busca de sus sandalias por la habitación.
Será la primera vez que va a la mina en días, temía al capataz, Karandy. Aún no había considerado su petición.
Mientras temía la idea de un hombre como él tocándola, también temía el dolor, el castigo y la humillación. No sabía qué hacer.
—¿Dónde está ella? ¡Oh, dónde está mi princesa! —se escuchó de repente una voz familiar afuera.
—¿Sally? —Danika dejó de buscar sus sandalias y salió corriendo de su habitación.