Punto de vista de Kayla
Bajo la cobertura de la oscuridad y la lluvia torrencial, regresé a La Manada Obsidiana.
Detuve mis pasos frente a la casa del Alfa. Mirando la mansión roja que contenía recuerdos de mi infancia y adolescencia, un sentimiento amargo brotó dentro de mí.
Había jugado al escondite con mi madre en el jardín de esta casa, y había estado sentada en el regazo de mi padre en el estudio, escuchándolo leerme cuentos.
Pero ahora, seis años después, no solo he perdido a mi madre, sino también el hogar que una vez me proporcionó un calor infinito.
Componiendo mis emociones, arreglé mi expresión antes de volver a entrar en este lugar tan familiar y a la vez desconocido.
—Has vuelto, bien —dijo Alexander sentado majestuosamente en el centro de la sala con una expresión de autocomplacencia en su rostro.
—Toma asiento. Tengo algo que discutir contigo.