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Chapter 4 - Capítulo 4: No lo conoces

Las primeras horas de la madrugada parecían haberse detenido en el cuarto de Jor. La nieve seguía cayendo, pero el silencio se había vuelto más denso, como si la misma noche hubiera decidido quedarse en el cuarto con ellos. Luz se había quedado dormido en la cama de Jor, con los lentes aún puestos y el rostro sereno. Jor lo observaba desde el suelo, envuelto en una manta y con los ojos fijos en el ritmo tranquilo de la respiración de su amigo.

Sentía una calma que casi parecía ajena, como si fuera algo prestado. Luz traía eso consigo, una especie de quietud que borraba los ruidos del mundo exterior, como si pudiera protegerlo de las cosas que habitaban en su mente. Pero esta noche, esa paz tenía un precio, y en el fondo, Jor no podía dejar de sentirse inquieto.

Había algo en Gabriel, algo que resonaba en la habitación a pesar de su ausencia. En medio de la oscuridad, Jor escuchaba las palabras de su amigo, ese murmullo siniestro que le había confesado en privado, el modo en que hablaba de Luz. Era como si Gabriel estuviera ahí, entre ellos, susurrándole al oído y despertando dudas que él intentaba mantener a raya. Pero la nieve, el silencio, y la vulnerabilidad de la noche hacían imposible ignorarlo.

Luz murmuró algo entre sueños, y Jor se inclinó un poco, como si temiera que esas palabras fueran fragmentos de algo importante. Sin embargo, no logró entender nada. Por un segundo, su corazón se aceleró, y una punzada de preocupación le recorrió el pecho. Luz se removió, acomodándose, y sus labios formaron una ligera sonrisa, como si soñara algo agradable. Jor exhaló aliviado, sintiendo cómo una extraña calidez se instalaba en él, aunque solo durara unos instantes.

Pero la paz se rompió cuando su teléfono vibró en el suelo, en medio de la penumbra. Jor lo tomó, algo alarmado, y leyó el nombre que aparecía en la pantalla: Gabriel. Dudó unos segundos antes de responder. No era normal que llamara a esa hora, y menos cuando ya hacía rato que se habían despedido.

—¿Gabriel? —susurró Jor, intentando que su voz no despertara a Luz.

Al otro lado de la línea, el silencio fue interrumpido por una respiración pesada. Gabriel no habló de inmediato; parecía como si estuviera esperando algo, como si quisiera medir el efecto de su llamada en Jor. Finalmente, soltó una risa suave, apagada.

—¿Estás solo, Jor? —preguntó con ese tono suyo, el que siempre parecía mezclar algo de burla con una pizca de amenaza.

Jor miró a Luz, que seguía dormido, y sintió un escalofrío. La pregunta parecía casi un juego, pero él sabía que Gabriel rara vez hacía preguntas sin un propósito oculto.

—No… Luz se quedó a dormir aquí —respondió, sin saber muy bien por qué se sentía incómodo al decirlo.

Hubo un silencio al otro lado de la línea, y luego Gabriel rió, aunque esta vez de una forma más contenida, casi como si estuviera hablando consigo mismo.

—¿Sabes que… él no es tan perfecto como crees? —dijo en voz baja, cada palabra cargada de una oscura insinuación—. A veces, me pregunto si tú realmente conoces a las personas que llamas tus amigos.

Jor frunció el ceño, sin entender qué estaba tratando de insinuar. La conversación empezaba a sentirse cada vez más extraña, y ese tono de Gabriel, el modo en que parecía jugar con sus palabras, le hacía sentir una mezcla de irritación y desconcierto.

—¿Qué estás diciendo, Gabriel? —respondió, intentando sonar firme, aunque en el fondo sabía que esa calma estaba empezando a quebrarse.

Gabriel se quedó en silencio por un momento, y Jor casi pudo imaginarlo sonriendo en la oscuridad de su propio cuarto, disfrutando de su desconcierto.

—Sólo digo que… —Gabriel dejó la frase en el aire, como si no quisiera revelarlo todo de una vez—. Hay partes de Luz que te sorprenderían. Todos llevamos algo oculto, ¿no crees? Quizá deberías empezar a mirar un poco más de cerca. Nunca sabes qué secretos pueden estar a la vista.

Sin darle oportunidad de responder, Gabriel colgó. El tono de la llamada perdida resonó en la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos y ese rastro de incomodidad que las palabras de Gabriel le habían dejado. Jor miró la pantalla en blanco de su teléfono, deseando que todo aquello fuera solo una mala broma.

Volvió a mirar a Luz, que seguía dormido e inmóvil, ajeno a la perturbadora conversación que acababa de tener con Gabriel. Todo en él parecía tan normal, tan calmado… y sin embargo, las palabras de Gabriel habían despertado en Jor una duda que no lograba borrar.

Durante meses, él había sentido la oscuridad de Gabriel en sus palabras, en sus gestos, en las miradas que le lanzaba a Luz cuando pensaba que nadie lo veía. Pero ahora, esa duda parecía volverse más grande, una sombra que no solo manchaba a Gabriel, sino que se extendía también sobre Luz. Y esa era la idea que más le perturbaba: ¿podía ser que todos, incluso los que le eran más cercanos, ocultaran algo? ¿Que él fuera el único ingenuo que aún creía en esa amistad sin sombras?

La mente de Jor se llenaba de preguntas, cada una más inquietante que la anterior. Con el corazón latiendo con fuerza, cerró los ojos, intentando ahuyentar esos pensamientos. Sabía que, al final, Luz y Gabriel eran sus amigos, las únicas personas en su vida que lo conocían. ¿Quién era él para cuestionar quiénes eran en realidad?

Pero esa noche, mientras el sueño lo envolvía poco a poco, una sensación de inquietud se instaló en su pecho. Una duda que ya no podría ignorar. Porque, en el fondo, sabía que Gabriel no mentía, que había algo en Luz que él mismo no se había atrevido a ver. Y que, quizás, en el fondo, había algo en cada uno de ellos que, más temprano que tarde, terminaría por salir a la superficie, sin importar cuánto intentaran ocultarlo.