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Chapter 6 - Capítulo 6: La Niebla Interior.

Habían pasado meses, y en cada uno de esos días, Jor sentía que algo dentro de él se desmoronaba poco a poco, una grieta invisible que se extendía cada vez más. Al principio, trató de ignorarlo, aferrándose a la rutina y a la compañía de Luz y Gabriel, creyendo que ese vínculo bastaría para mantenerlo a flote. Pero pronto comprendió que el vacío en su mente no era algo que pudiera llenar tan fácilmente, y en lugar de buscar ayuda, se encontró alejándose de ellos, cada vez más.

Todo había comenzado como un murmullo, una inquietud vaga que sentía como un leve dolor de cabeza al final del día. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese malestar se volvió más fuerte, más pesado, transformándose en algo que no podía controlar. Las voces, esos pensamientos oscuros que lo atacaban en momentos de vulnerabilidad, se hicieron más presentes, más claros y más insidiosos. Había días en que apenas podía concentrarse, en que el peso de sus propios pensamientos lo asfixiaba.

Empezó a pasar menos tiempo con Luz y Gabriel. Les daba excusas vagas sobre estar ocupado, sobre estudios o problemas en casa. Pero la verdad era que no podía soportar la cercanía de nadie, ni siquiera la de Luz, que siempre había sido su refugio. El simple acto de estar junto a alguien, de escuchar su voz o ver su rostro, lo hacía sentir fuera de sí, como si todo a su alrededor comenzara a torcerse, a tomar formas extrañas e irreconocibles.

Había noches en las que apenas lograba dormir, y cuando lo hacía, las pesadillas lo invadían, retorciendo la realidad de maneras que lo aterraban al despertar. Soñaba con rostros sin forma, con susurros que lo perseguían en la oscuridad, como si algo en su mente quisiera empujarlo cada vez más lejos de todo y de todos. Y aunque trataba de convencerse de que solo eran sueños, en el fondo sabía que era algo más, algo que lo estaba consumiendo.

Sus encuentros con Gabriel y Luz se volvieron esporádicos. Los pocos días que pasaba con ellos, apenas hablaba. Y cuando Gabriel intentaba bromear, hacer algún comentario ácido o reírse de la situación, Jor sentía que las palabras le resultaban irreales, como si vinieran de un lugar lejano, como si Gabriel fuera un extraño. Incluso Luz, a quien siempre había sentido cercano, ahora parecía alguien distante, alguien a quien apenas podía reconocer. Pero, a pesar de su desconexión, no podía evitar notar las miradas preocupadas que Luz le lanzaba cada vez que se encontraban.

Una tarde, mientras el sol se ponía en el horizonte y la luz naranja bañaba el cuarto de Jor, se quedó en silencio, con la mirada fija en el suelo, tratando de calmar el caos en su cabeza. Luz había pasado a visitarlo, a pesar de que él apenas había respondido sus mensajes en los últimos días. Y aunque Jor había intentado disuadirlo de que se quedara, Luz permaneció en su habitación, observándolo con una preocupación que no podía ocultar.

—Jor… no has estado bien —murmuró Luz, en voz baja, como si temiera romper el frágil silencio que los envolvía—. ¿Qué está pasando? Nos estás evitando… siento que apenas estás aquí.

Jor apenas levantó la mirada, clavándola en algún punto entre el suelo y la pared. Sentía las palabras de Luz, su preocupación, pero era como si todo le llegara a través de un muro invisible, un filtro que hacía que cada sonido, cada emoción, se distorsionara.

—Estoy… bien —respondió, con la voz apagada, apenas audible. Era una mentira que él mismo sabía que sonaba vacía, pero no tenía las fuerzas para explicarse, para poner en palabras el vacío que lo devoraba por dentro.

Luz se quedó en silencio, pero Jor podía sentir la intensidad de su mirada, esa insistencia en comprender lo que él mismo no entendía. Sabía que Luz estaba ahí, tratando de ayudarlo de algún modo, pero a la vez, sentía que cada segundo que pasaba con él solo hacía que la niebla en su mente se volviera más densa, más impenetrable.

—Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? —insistió Luz, suavizando su tono, como si quisiera despojar las palabras de cualquier carga que pudiera incomodarlo.

Jor asintió, pero no respondió. En su mente, las voces, los murmullos, se entrelazaban, creando un caos que solo él escuchaba. Había palabras que no podía pronunciar, imágenes que aparecían en su cabeza sin su permiso, como sombras que lo perseguían en cada momento de calma. Sentía que algo en él estaba quebrándose, pero el miedo y la confusión le impedían entender qué.

Finalmente, Luz suspiró, aceptando el silencio de Jor como la única respuesta que recibiría. Se levantó, con los hombros caídos y una expresión de derrota en el rostro. Jor lo observó de reojo, notando la frustración que se asomaba en sus ojos, esa decepción que él mismo no sabía cómo calmar. Quería decir algo, cualquier cosa, pero la oscuridad en su mente lo mantenía atrapado, encadenado en un silencio del que no sabía cómo escapar.

Antes de salir, Luz se volvió hacia él, con una última mirada cargada de algo indefinible, una mezcla de tristeza y preocupación.

—Jor, solo… por favor, cuídate. No estás solo, aunque sientas que lo estás. Recuerda que estoy aquí… para lo que necesites.

La puerta se cerró suavemente, dejando a Jor en la penumbra de su cuarto, rodeado de sombras que parecían hacerse más densas, más pesadas. Luz estaba allí, dispuesto a ayudarlo, y él lo sabía, pero también sabía que había algo en él que no podía compartir, algo que lo estaba alejando no solo de sus amigos, sino de sí mismo.

Se dejó caer en el suelo, abrazando sus rodillas y cerrando los ojos, intentando ahogar los pensamientos que lo atormentaban. Porque, al final, el mayor miedo que sentía no era el de perder a Luz o a Gabriel. No, el verdadero miedo era que, en algún momento, todo lo que estaba en su mente se volviera real, tangible, y lo dejara aún más solo de lo que ya se sentía.